Luis Tejada Cano
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Datos generales
Nombre Luis Tejada Cano
Fecha de nacimiento 7/02/1898
Nacionalidad Colombiana Bandera de Colombia }}
Ocupación Cronista, periodista.
Bachillerato Escuela Normal de Antioquia
País de nacimiento Colombia Bandera de Colombia }}
Ciudad de nacimiento Barbosa (Antioquia)
Fecha de fallecimiento 17 de septiembre de 1924
País de fallecimiento Colombia Bandera de Colombia }}
Ciudad de fallecimiento Girardot

Cronista, periodista y político antioqueño (Barbosa, febrero 7 de 1898 Girardot, Cundinamarca, septiembre 17 de 1924).

Biografía

Luis Carlos Tejada Cano nació en el seno de una familia liberal de notables educadores y periodistas. Rodolfo Cano, director de la Escuela Normal de Antioquia entre 1877 y 1884, enseñó a leer a su nieto Luis en las páginas de El Espectador, periódico fundado por su primo Fidel Cano en 1887.

Por su parte, Benjamín Tejada Córdoba, su padre, fundó periódicos y colegios en varias poblaciones de la zona cafetera y se dice que fue secretario privado del general Rafael Uribe Uribe. Con antecesores tan destacados en la oposición a la hegemonía conservadora, Luis Tejada entró en 1912 a la Escuela Normal en Medellín, con la intención de hacerse maestro y continuar la tradición pedagógica de su familia.

Sólo que en una institución cuyas directivas, según palabras del propio Tejada, aborrecían sistemáticamente todo lo que fuera iniciativas individuales, libros nuevos, teorías distintas, todo lo que trajera un sello moderno y fecundo, era bastante remota la posibilidad de un diploma para el estudiante inquieto.

En 1916 sucedió lo inevitable: fue expulsado. Cerradas las puertas de la docencia, Tejada decidió dedicarse al periodismo. Su primera crónica se publicó en El Espectador de Bogotá, el 7 de septiembre de 1917, dando inicio, de esta manera, al registro más agudo y esclarecedor escrito por un periodista sobre la incipiente modernización colombiana de comienzos del presente siglo. Este proceso, caracterizado principalmente por el crecimiento urbano, el auge del desarrollo industrial y las novedades del progreso tecnológico, aparece con sus matices y contradicciones en las crónicas del escritor antioqueño.

Y si bien el horizonte temático de sus columnas en El Espectador no puede ser más diverso, la perspectiva es siempre la misma: de avanzada. A pesar de su muerte prematura a los 26 años, Tejada fue el principal promotor de las ideas de vanguardia en Colombia, dada la notoriedad que alcanzó como uno de los periodistas más leídos de la época. En sus apreciaciones sobre lo rural y lo urbano es donde primero se advierte en Tejada una percepción moderna de la realidad, distinta a la visión señorial y provinciana de un Tomás Rueda Vargas o un Clímaco Soto Borda.

Para el cronista, la vida pueblerina es monótona, hermética a toda idea amplia y nueva, entregada a la autoridad obtusa y omnipotente de un alcalde y a la ídem, ídem, de un santo cura de almas; la ciudad, en cambio, con su ruido urbano de transeúntes y de automóviles, de voceadores de periódicos y de impertinentes relojes públicos, es el epicentro de la vida de la variedad y el movimiento, que llena de alma y de belleza las cosas.

En una ciudad donde la gente identificaba los pocos carros existentes según el sonido de sus bocinas, la sensibilidad futurista de Tejada encontraba en la luz artificial cierto poder mágico que aprestigia las cosas y celebraba la poesía de las cosas de acero y de hierro. Al ocuparse en sus crónicas de todo ese aparato ruidoso y estupendo que caracterizaba la vida moderna, Tejada llevaba a cabo una tarea que el resto de los escritores se resistía a cumplir: integrar la nueva realidad al horizonte simbólico de la cultura. Y no lo hacía simplemente desde la exaltación ingenua de la máquina y el progreso; también advertía, con, una penetrante visión del porvenir, la soledad y la angustia que tendría que afrontar el hombre acorralado, emparedado, momificado en las redes y controles de la vida civilizada. Tejada reprochaba a la literatura colombiana de la época su inmunidad a toda inquietud renovadora, su sensibilidad atrasada disfrazada de circunspección clásica.

Concedía a la poesía modernista el haber infundido a la lengua una flexibilidad y una ligereza que antes no poseía, pero afirmaba que las generaciones "avancistas" estaban interesadas en influencias más activas y más recientes. Aludía a la experiencia de los futuristas rusos para instar a los jóvenes a desembarazarse de la gramática y la sonoridad tradicionales.

En los poemas de Luis Vidales encontró, por fin, una poesía basada en un concepto más general y más uniforme del universo, en el que la zanahoria, el paraguas y el dinero participaran del mismo valor poético que el cisne y la rosa. En cuanto a la narrativa, planteó un ideal de la novela que, muchos años después, García Márquez se encargaría de realizar: “Expresar lo inverosímil dentro de lo posible [...] En la vida hay mucho que es inverosímil, increíble, pero que puede perfectamente suceder a menudo. La vida es a veces sencillamente maravillosa, casi irreal”.

Tejada fue siempre un hombre de izquierda. Comprendió que, ante el fortalecimiento de la clase media y la aparición de una clase obrera no muy numerosa pero activa políticamente, los partidos políticos debían proponerse un urgente replanteamiento.

Militó, junto con Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay, en el ala más progresista del liberalismo que pretendía socializar el partido. Luego, al ver frustradas sus intenciones, decidió marginarse y promover la formación de grupos socialistas revolucionarios. En ese momento el genial escritor de crónicas sutiles y humorísticas cedió su lugar al propagandista político: “He decidido dejar de escribir estas cosas, tenemos que organizar las masas,” cuenta Luis Vidales que Tejada le dijo un día. Sólo que la enfermedad que lo aquejaba, sífilis según unos, tisis según otros, lo obligó a interrumpir su labor.

Murió el 17 de septiembre de 1924 en Girardot, donde había viajado por recomendación médica en compañía de su esposa. Todos los periódicos del país colmaron sus columnas de homenajes en memoria de quien había sido proclamado en 1922 como el "Príncipe de los cronistas colombianos".

De las crónicas de Tejada se han publicado tres recopilaciones: El libro de crónicas (1924) fue publicado por su autor antes de morir; Gotas de tinta (1977), y Mesa de redacción (1989) llevan por título los nombres de las columnas que el autor mantuvo en El Espectador.[1]

Documentos relacionados en Banrepcultural

La crónica en Colombia: medio siglo de oro Mariluz Vallejo Mejía.

Documentos en La enciclopedia

Fidel Cano Gutiérrez

Enlaces externos

Luis Tejada, el hombre que aprendió a leer con El Espectador

Para leer a Luis Tejada. Archivo El Tiempo.

Bibliografía

  • Bustamante, Victor. Luis Tejada. Medellín, Editorial Babel, 1994.
  • Tejada, Luis. Gotas de tinta. Bogotá, Colcultura, 1977.

Referencias


  1. Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.