Tolima
Región arqueológica Tolima.
Tolima: la gente y el oro en el valle del Magdalena
En el cálido valle medio del río Magdalena y las vertientes de las cordilleras Central y Oriental, en el norte del Huila y en el Tolima, se encuentran huellas dejadas hace 16.000 años por grupos dedicados a la caza, la pesca y la recolección.
Más tarde, peces, lagartos, grillos y seres fantásticos que combinan rasgos de varias especies fueron fundidos en oro. Colgantes simétricos evocan al hombre en diferentes grados de esquematización, mientras hombres, murciélagos y felinos se fusionan en un continuo de transformaciones. En un pectoral hallado en Calarcá, Quindío, el cuerpo humano se limita a dos dimensiones y se encuadra en múltiples simetrías, lleno de vida por el manejo del brillo y el hábil juego de los motivos decorativos. Los espaldares de las sillas funerarias muestran la figura humana esquematizada y rodeada por anfibios y reptiles.
En Suárez, Tolima, fue excavada una tumba de pozo cuyos objetos en concha y barro indican que el oro no era el único emblema de poder y jerarquía.
Tolima en la exposición del Museo del Oro
En el cálido valle del Magdalena y las vertientes de las cordilleras Central y Oriental, en el norte del Huila y en el Tolima, vivieron hace 16.000 años grupos dedicados a la caza, la pesca y la recolección. En efecto, los datos más antiguos sobre la presencia humana en Colombia detectados hasta el momento por los arqueólogos provienen del sitio de Pubenza, en vecindades de Girardot. Esta forma de vida seminómade fue exitosa durante milenios, y hace apenas 5.000 años algunos grupos adoptaron la agricultura y la vida sedentaria en aldeas. Entre el 1200 a.C. y la época de la Conquista habitaron el Valle de la Magdalena comunidades de agricultores, orfebres y alfareros. Algunas construyeron sus aldeas sobre las amplias terrazas aluviales escalonadas que ha formado este caudaloso río y aprovecharon recursos del mismo, como peces, carne y huevos de tortugas, caimanes y babillas (Caiman crocodylus).
Sus orfebres nos dejaron figuras de insectos y pequeños animales fundidos en oro, de carácter fantástico y otras veces naturalista. Son peces, lagartos, grillos o seres que resumen rasgos de varias especies, como los famosos "avioncitos" que tienen cabeza y boca de jaguar, alas de ave y cola de pez.
Copas, botellones, alcarrazas, ollas y vasijas trípodes fueron elaboradas para ser parte de ajuares funerarios. Sus diseños geométricos retoman algunos motivos de los pectorales y colgantes de oro, como la cola de un felino reducido a dos dimensiones en un pectoral característico.
Esquematización y transformación
En el estilo orfebre denominado Tolima, la figura humana se esquematiza en diferentes grados en colgantes simétricos que guardan una relación de armonía, belleza y orden.
El pectoral hallado en la "Guaca del Dragón" de Calarcá, Quindío, es un objeto maestro donde la figura humana se reduce a dos dimensiones, se limita al ángulo recto y se encuadra en múltiples simetrías; sin embargo, por el manejo del brillo y el hábil juego de los motivos decorativos, está maravillosamente llena de vida.
Otros colgantes y pectorales muestran figuras humanas aladas con colas y orejas de felino y de murciélago: son seres fantásticos en un continuo de transformaciones. El hombre evoca el poder del murciélago al transformarse en él. Adquiere sus saberes y hábitos para esclarecer los secretos de la vida y la muerte.
Prácticas funerarias en el Tolima
Las formas de enterrar a los muertos varían de acuerdo con la sociedad, la posición social y el tiempo transcurrido desde la muerte. En el Tolima, en cercanías del río Magdalena, se encuentran entierros primarios y secundarios. Los primarios son tumbas con cámara lateral o de pozo directo, como la hallada en excavaciones en el municipio de Suárez, Tolima. Correspondiente a una persona de alto rango, contenía objetos en concha y vasijas elaboradas expresamente para el entierro que indican que el oro no era el único emblema de poder y jerarquía. En los entierros secundarios los restos fueron desenterrados después de algunos años y depositados dentro de una urna funeraria, en ocasiones con huesos de otras personas e incluso de animales.
A lo largo del río Magdalena es frecuente que las urnas funerarias lleven la representación de la figura humana, ya sea sobre la tapa, ya sea en el cuerpo de la vasija. En sitios como Puerto Serviez, Guamo, Colorados y Mayacas, una sola tumba podía contener hasta sesenta urnas, junto con rodillos para pintarse y vasijas domésticas. También en los espaldares de sillas funerarias encontradas en grupos dentro de tumbas es frecuente encontrar una figura humana, esquematizada en un estilo que no deja de recordar el de la orfebrería, y rodeada por anfibios y reptiles.
Tolima milenario. Un catálogo que contiene la historia prehispánica del Tolima
La exposición Tolima milenario, realizada por la Universidad del Tolima en el Museo del Oro de Bogotá, narra la historia prehispánica de la región central de Colombia.
Consulte el catálogo Tolima milenario. Un viaje por la diversidad
Tolima: la alfarería en las vertientes del Magdalena. Color, brillo y permanencia
Hace unos 8.000 años los grupos nómadas que habitaban las riberas del río Magdalena en su parte media continuaron experimentando con los cultivos de tubérculos y de maíz, reduciendo en forma considerable la recolección. Dotados ya con pequeñas cosechas que abastecían sus reservas por tiempos más prolongados habrían tenido un incremento en su población y se habrían establecido en los sitios de vivienda de forma más permanente.
Estas comunidades sedentarias ocuparon una gran variedad de paisajes como las llanuras aluviales, las vertientes y los valles interandinos cálidos y templados, aprovechando la pesca de bagre (Pseudopimeladus fasciatum), del bocachico (Prochilodus magdalenae) y de otras especies propias de las subienda del río. También elaboraron vasijas en barro y objetos en oro que emplearon en rituales y otras actividades de carácter social.
Las primeras evidencias de cerámica en el valle intermedio del río Magdalena se encuentran en el sitio de Arrancaplumas, municipio de Honda, en el siglo I a.C. Son vasijas en formas de frutos que se asemejan, por un lado, a la cerámica temprana de la Costa Caribe, en Zambrano y, por el otro, a la cerámica de la Cordillera Oriental en Guaduas, Tocaima y la parte suroccidental de la Sabana de Bogotá. Básicamente son cazuelas, copas y botellones.
Sin embargo, se observa una transformación gradual en varios aspectos de la vida de estas poblaciones, tanto en sus sitios de vivienda como en la forma de elaborar y decorar su cerámica. Estas particularidades muestran sociedades con una marcada tendencia regional entre los siglos V y VII d.C., de acuerdo con las investigaciones arqueológicas más recientes.
Copas, ollas y alcarrazas, encontradas como parte del ajuar de los muertos, fueron pintadas con tonos rojos y decoradas con diseños geométricos, semejantes a algunos objetos de orfebrería encontrados sobre la cordillera Central y en la parte plana del valle del Magdalena en el Tolima.
Hacia el siglo IX d.C. las ocupaciones humanas son reseñadas a lo largo de la Cordillera Central y se prolongan hasta la Conquista. Son sociedades agrícolas y cerámicas que transformaron el paisaje aplanando las terrazas de las montañas para construir sus viviendas, senderos y plataformas de las que desconocemos su uso.
La cerámica, con relación a los períodos anteriores, se caracteriza por la sencillez de su decoración y la falta de pulimento en sus superficies. En las riberas del río Saldaña se encuentra material cerámico como ollas y cuencos de diferentes tamaños, donde la decoración se caracteriza por las impresiones triangulares y lineales en sus bordes así como asas macizas y una que otra pequeña figura aplicada.
Sobre el valle del Magdalena, en el sitio de Mayacas y Colorados, se han excavado sitios de vivienda, basureros, talleres líticos y cementerios fechados en el siglo XII d.C. La cerámica de este período es de uso doméstico y funerario, y, de acuerdo con las características de las figuras representadas (uso de ligaduras y deformación craneal) y el tipo de enterramiento que se practicaba (entierros secundarios), algunos arqueólogos han considerado que pertenecían a los grupos Caribes presentes en esta área en el momento de la Conquista.
Sobre la Cordillera Central, en Rioblanco, se excavó un basurero con material cerámico asociado a objetos en oro muy característicos del estilo Tolima. A pesar de que desconocemos su antigüedad, las evidencias arqueológicas de este sitio pueden marcar el inicio de una fase temprana de ocupación por parte de estas sociedades hacia el siglo IV d.C. ya que la cerámica encontrada es muy similar a la de otras regiones aledañas que han sido fechadas en ese siglo.
La presencia en la Cordillera Central de material cerámico que proviene del Valle del Magdalena y el piedemonte de la Cordillera Oriental, permite sugerir la existencia de relaciones entre los grupos humanos que existieron entre el siglo IX y XVI en ambas regiones.
El hombre y el murciélago
“Bien tiene esta gente entendimiento de pensar que hay en el hombre más que cuerpo mortal; no entienden tampoco que sea ánima, sino alguna transformación que ellos piensan y creen que los cuerpos todos han de resucitar” Pedro Cieza de León, 1533
Observado como una figura grotesca que huye de la luz y se cobija en las tinieblas, que habita en el interior de cavidades obscuras durante el día y se lanza a la obtención de su alimento en la negrura de la noche, evitando, magistralmente, cuantos obstáculos se oponen a su paso, este pequeño mamífero, extraña mezcla de ratón y ave, se conoce como murciélago, palabra que proviene del latín mus o ratón, caecus ciego y ala, el ala. El mus caecus alatus, o ratón ciego alado, en hebreo es ophtalel o “ave nocturna”.
Los murciélagos, incluidos los vampiros, son de hábitos nocturnos, chupadores de sangre y portadores de la muerte; al reservar y transmitir la rabia son considerados en comunidades amerindias de Centroamérica, la representación del diablo: “Tiene un poder que gobierna la salud, la conducta de los individuos y el bienestar social”.
El murciélago es un ser vigilante, que emerge a la hora del ocaso y no sale cuando la noche presagia tormenta.
Animal que observa al mundo de forma inversa al nuestro, come, se aparea, duerme y cuida sus crías colgando de sus pies. Torpe en el suelo, es un ágil volador que domina la noche y en el proceso de obtener su alimento facilita la reproducción de las plantas, ya sea por el contacto de su piel con el polen (polinizador), el cual esparce en su camino, o cuando al ingerir semillas y frutos su guano es depositado en el fondo de las cavernas con semillas listas para germinar (dispersor de semillas).
Entre los murciélagos se destaca un grupo cuya dieta se basa en el consumo de insectos (insectívoros) de forma que actúan como controladores de plagas. Llama la atención que estas antiguas sociedades del Tolima representaron en metal tanto insectos como murciélagos recreando un ciclo de cazador – presa .
El murciélago dorado es conocido con este nombre porque su piel, al contacto con el polen se torna amarilla. Esa inspiración pudo dar origen a estos ejemplares elaborados en oro de alta ley.
Las propiedades antes mencionadas nos dan pie a entender el por qué de la elección de este animal en los procesos de mutación del hombre. Una característica del chamanismo es la transformación: a través de ella el hombre logra acceder a los atributos de otros animales necesarios para conocer el entorno y ejercer un dominio sobre él, procurando el bienestar de la sociedad.
Enterramiento secundario, incineración y uso de urnas funerarias en el Tardío
En el valle del río Magdalena, pródigo en recursos de subsistencia, se asentaron y florecieron diversas poblaciones humanas con una gran variedad de manifestaciones culturales. Fue además asiento temporal de otros grupos humanos que migraban al interior del país y con quienes, de una u otra forma, entraron en contacto y compartieron gustos, tecnologías y creencias que se evidencian en los restos materiales conservados. Entre estas manifestaciones se destaca una de carácter ritual que se relaciona con la preparación del cuerpo del difunto para su viaje al mundo de los muertos: la práctica de enterramientos secundarios en urnas, que constituyen un elemento arqueológico distintivo de la hoya del río Magdalena, desde la parte alta de su cuenca, en la región de San Agustín y Tierradentro, hasta su parte baja en Tamalameque.
La práctica del entierro secundario representa una costumbre funeraria que incluye dos etapas diferentes: un entierro primario en el cual el cadáver es enterrado durante cierto tiempo ritual, y otra posterior donde el cadáver es exhumado para ser nuevamente enterrado en una urna, posiblemente en medio de una gran ceremonia colectiva.
Las urnas se han encontrado en tumbas de pozo con cámara lateral con algunas variaciones a nivel local y regional. Las cámaras contienen entre tres y setenta urnas con restos óseos calcinados, huesos largos fraccionados y fragmentos de cráneo. Los ajuares están conformados por ollas, cuencos y copas que en su mayoría fueron elaboradas exclusivamente para el muerto pues no presentan huellas de uso. También se encuentran volantes de huso, rodillos y hachas.
Las urnas encontradas en las sabanas del Tigre, en el municipio de Tamalameque, departamento del Magdalena, tienen en su cuerpo aplicaciones que semejan ranas esquemáticas. Las tapas corresponden a una cabeza humana con deformación craneal y algunas de ellas conservan pintura facial.
Hacia la región de Ocaña y sobre la margen derecha del río Lebrija, en Bucaramanga, se encuentran urnas funerarias cuyas tapas presentan la figura humana completa, con su rostro aplanado, sexo bien demarcado, muslos planos y pantorrillas abultadas. Se conocen comúnmente como Moskito, nombre del sitio donde se encontraron por primera vez.
Un estilo cerámico muy propio se dio en el valle intermedio del río Magdalena, en ambos márgenes. Las tapas de estas urnas funerarias sostienen figuras antropomorfas sentadas sobre un banquillo o representaciones de aves y de felinos; decoración incisa y diseños geométricos complejos. Algunas de las figuras sentadas llevan un recipiente en sus manos; están decoradas con incisiones que semejan tatuajes o pintura corporal con la cabeza aplanada y en los brazos y piernas presentan abultamiento por el uso de ligaduras.
En esta área se han realizado excavaciones arqueológicas sobre el río La Miel, Puerto Serviez y Puerto Salgar, que muestran que las sociedades que realizaron esta práctica de enterramiento vivieron entre el 990 y 1150 d.C. En algunos casos se presume su permanencia aún después del contacto con los españoles.
Las urnas que se encontraron en el municipio del Espinal presentan una forma distinta, ya que la decoración antropomorfa se concentra sobre el cuerpo de la urna, conservando las aplicaciones de lagartos o ranas estilizadas en la parte opuesta al rostro.
El uso de las urnas ha sido interpretado por algunos arqueólogos como el regreso del muerto al útero materno. La representación de la figura humana sentada, ya sea sobre la tapa o sobre un banco, es asociada a la figura chamánica por su posición rígida, volviéndose un símbolo hierático. Diversos estudios etnológicos y fuentes históricas indican que dicha posición connota un sentido de autoridad y poder; por ello la aparición en algunas tapas de figuras zoomorfas —principalmente jaguares y aves— se interpreta como el “hombre jaguar” o el “vuelo del chamán” que son dos temas recurrentes en el chamanismo.
Igualmente, la presencia de lagartijas, serpientes y sapos tiene un fuerte significado simbólico pues son seres que se transforman o renacen. El cambio de piel en las serpientes o la regeneración de pies y cola en las lagartijas se relacionan con la metamorfosis o paso hacia otro estado de vida.
Para mirarte mejor: los avioncitos del Tolima
El Museo del Oro guarda como un tesoro de tiempos antiguos unos extraños objetos de oro que generan todo tipo de discusiones y le plantean un interesante problema al investigador. Son figuritas de animales con alas, pero no parecen aves porque esa cola los hace ver a veces como… ¡como un avión! ¡Son muy parecidos a los aviones caza a reacción! Y esas alas que tienen… ¡son aerodinámicas como las de un F-16!
Lo raro es que estos colgantes de collar arqueológicos provienen de tumbas indígenas halladas en municipios colombianos del Tolima, como Ataco y Venadillo, o del Quindío y el Valle del Cauca. Aunque los arqueólogos no tienen fechas precisas para ellos, estiman que la orfebrería del estilo Tolima se produjo en esa región en los cinco primeros siglos después de Cristo, ¡hace 2.000 años! ¿Cómo pudieran ser aviones ultramodernos?
O será… ¿que los indígenas prehispánicos tuvieron contacto con estas tecnologías? ¿Que un avión ultrasónico del futuro rompió la barrera del tiempo y se trasladó a volar por el pasado? ¿Son recuerdos del futuro? O tal vez… ¿los extraterrestres vinieron hace veinte siglos con aviones adaptados para desplazarse a altas velocidades por la atmósfera terrestre? ¿Son pruebas de vida inteligente extraterrestre?
Por lo pronto, están tan bien hechos que son la prueba de vida inteligente aquí en la Tierra. Los indígenas los hicieron con la misma técnica de fundición que utilizaron para otras muchas figuras con las que se adornaban sus caciques: en cera de abejas purificada modelaban la figurita, como se hace hoy con plastilina, la recubrían de arcilla semilíquida y luego con arcilla más consistente, pero dejando un conducto por donde al calentar saliera la cera derretida para dejar vacía dentro del molde de barro la forma perfecta de la figurita. Después vertían metal fundido en el molde vacío, de manera que al enfriarse se podía romper el molde y obtener un objeto único, de oro, igual al que se había hecho de cera. ¡Toda una transformación!
El Museo tiene otros objetos de estilo Tolima, todos muy sorprendentes. La forma como estos artistas antiguos esquematizaron la figura humana les ha ganado un espacio muy merecido en el arte universal: los brazos y las piernas se doblan en ángulos rectos para lograr una composición doblemente simétrica y a la vez llena de movimiento. Esquematizaron también al murciélago, el ave de la noche, para que cuando volara colgando de sus orejas brillara como el sol. Representaron insectos, uno combinado con un rostro humano, otros mezclados con formas geométricas como esferas y conos, otros con tantos adornos y perendengues como un magnífico bus "chiva" de nuestros días.
Otro pequeño colgante representa un pez. Tiene por cierto la misma cola y aletas traseras de los “avioncitos”: ¡de este objeto podemos deducir que para los indígenas nuestros "aviones" tenían cola de pez! Pero ¿por qué alas, que claramente son alas de ave? ¿Por qué esos dientes agresivos que recuerdan los hombres-jaguar de San Agustín? Por cierto, la gente que hizo las famosas estatuas de roca volcánica de San Agustín vivió en la misma época, cuando Cristo estaba en Galilea y durante nueve siglos más. Los dientes también son frecuentes en Tolima, por ejemplo en pectorales planos que parecen ser un hombre sobre un ancla, o con una cola…y que por arte del computador se transforman en un jaguar de video 3D dispuesto a saltar sobre nosotros para devorarnos.
Para entender por qué los “avioncitos“ son mezclas de jaguar, ave y pez, hay que remitirse a la religión de los indígenas, el chamanismo. Su trabajo de orfebrería no era arte por el arte, sino arte religioso y manejo del poder. El chamanismo es una religión de transformaciones y de viajes a otras dimensiones, con las cuales el chamán busca acceder a “mundos” donde obtiene poderes de curación, sabiduría y entendimiento de las fuerzas de la naturaleza. A cambio de escritura, los indígenas prehispánicos simbolizaban su ciencia en los elementos que los rodeaban: el mundo de abajo es oscuro, femenino, húmedo, lugar de la muerte, y se simboliza con el murciélago y con el pez; el mundo de arriba es brillante, seco, masculino, fuente de vida, y lo representan las aves y el sol. En nuestro mundo, el del medio, es esencial mantener el equilibrio para que se preserve la vida. El jaguar es aquí el animal más poderoso, porque a la vez que mata y devora tiene el color del sol que es fuente de vida. ¡El mismo color del oro!
Así que si abandonamos la ciencia ficción y asumimos como método de investigación el ponernos en el lugar de los indígenas, descubrimos que estos objetos de oro son talismanes que resumían y le conferían a quien los llevaba sobre su pecho los super-poderes del aire, la tierra y el agua, los mundos superpuestos del cosmos chamánico.
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Bibliografía comentada Tolima
Todos los textos divulgativos del Museo del Oro están respaldados por la investigación científica realizada por la Subdirección Técnica del Museo y por la bibliografía académica arqueológica y antropológica. En esta página los curadores del Museo del Oro recomiendan artículos y libros científicos académicos sobre esta región arqueológica expuesta en el Museo. Intentan establecer una bibliografía mínima según su criterio y destacan lo que permanece relevante y vigente. A diferencia de los artículos divulgativos, como el web del Museo del Oro, los artículos científicos están escritos para un público especializado.
- Botiva, Álvaro. 1996. Registro de una tumba prehispánica en el municipio de Suárez (Tolima). En: Boletín de Arqueología, año 11, No. 1. Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Bogotá. Pp. 3 – 35. Álvaro Botiva presenta los resultados del hallazgo en 1996 de una tumba en la Hacienda Santa Marta, sobre la margen derecha del río Magdalena. La tumba, de 4.50 m de longitud y 2.90 m de profundidad, contenía un individuo adulto y un ajuar funerario compuesto por varias piezas de cerámica del complejo Montalvo, collares, manillas y otros adornos de concha, dos colgantes de orejera ensamblados en láminas de oro y un pectoral acorazonado de lámina martillada de oro, entre otros objetos. JPQ.
- Carátula catálogo Tolima milenario LLANOS, Juan Manuel y Héctor SALGADO. 2010. El Tolima milenario, un viaje por la diversidad. En: El Tolima milenario, un viaje por la diversidad. Universidad del Tolima y Banco de la República de Colombia. Ibagué. Pp. 27-137. Se trata del artículo principal del catálogo de carácter divulgativo de la exposición temporal Tolima Milenario, que se mostró en Ibagué y Bogotá y actualmente recorre las áreas culturales del Banco de la República en Colombia. Los autores hacen un repaso de los cuatro grandes periodos prehispánicos de ocupación humana en la región: el periodo de los cazadores, recolectores y horticultores; el de los primeros ceramistas; el de las sociedades del primer milenio y finalmente el de las sociedades guerreras de antes de la Conquista. El catálogo también incluye artículos de Sandra Patricia Mendoza y de Miguel Antonio Espinoza. JPQ.
- Llanos, Juan Manuel y Sandra Gutiérrez. 2006. Bajo el sol abrasador de las llanuras de Coyaima: aproximaciones a la historia prehispánica del valle del Magdalena tolimense. En: Maguaré, No. 20. Bogotá. Pp. 177-200. Los investigadores presentan el resultado de las excavaciones iniciadas en el año 2000 en la cuenca baja del río Saldaña con el apoyo de la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales (FIAN). Lo más interesante de esta investigación se obtuvo en las excavaciones adelantadas en el 2004 en el municipio de Coyaima, Tolima, en donde se identifican los tres complejos cerámicos prehispánicos en un lapso de 2000 años. Y aunque no hay fechas absolutas para los periodos asociados con los complejos Montalvo y Guamo Ondulado, sí las hay para el periodo tardío relacionado con el complejo Magdalena Inciso, que pudo comenzar alrededor del 1100 d.C. JPQ
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