A partir de la década de los ochenta, tras la toma del Palacio de Justicia y el reclutamiento de su hijo por el ejército, su obra se centró en el dolor: “la prensa es temporal, de cierta manera la labor del artista es no permitir que se olviden la muerte y el dolor”. Para abarcar estos temas González decidió retornar al óleo realizando composiciones “caóticas y simbólicas”. De acuerdo con su testimonio, siempre que sentía malestar con lo que estaba pintando, hacía correcciones éticas a su trabajo.