A mediados de los años cuarenta, Tejada llegó a Bogotá y se encuentró con una activa generación de artistas, entre quienes se cuentan Alejandro Obregón, Enrique Grau, Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret, Julio Abril y, muy importante para su incursión en el muralismo, Ignacio Gómez Jaramillo. Hacia los años cincuenta su reputación era tal que goza de un buen concepto para los principales críticos de arte del momento, como el polaco Casimiro Eiger y la argentina Marta Traba. En los años sesenta realizó varias exposiciones individuales y participó en algunas colectivas, destacando su labor como pintor. Las mujeres son el tema central de su trabajo, como se percibe en varias series de la época. Este interés continuó en los años setenta en el campo de la escultura, cuando inició su trabajo con madera. De este periodo sobresalen las mujeres objeto-mueble tituladas con nombres femeninos y dedicadas a objetos y funcionalidades particulares. Estas tallas se destacan en distintos eventos: en la II Bienal de Coltejer en Medellín (1970) expone Sacramento, en la III Bienal (1972) presenta a Abigail y en la Bienal de Venecia (1982) muestra a Estefanía y Teresa. En las décadas del ochenta y el noventa, Tejada profundizó en intereses naturalistas desarrollando un conjunto de tallas sobre manglares, fauna y flora colombiana y bodegones. Participó también en este periodo en la fabricación de títeres y escenografías para ópera. En 1996, selló su trayectoria artística con su donación a Cali de “El gato del río”, una escultura en bronce de grandes dimensiones que hoy hace parte de la identidad cultural de esta ciudad y es uno de sus grandes atractivos turísticos.