Desde los inicios de la producción de Hernando Tejada, la crítica observó en el artista una resistencia a complacer el gusto del público y una actitud constante a la renovación y la exploración de sus propios intereses. Mientras en las primeras décadas de su trabajo manifestó un interés en los pueblos de la Colombia afro descendiente y se prestó al fervor nacionalista con sus murales, entre 1960 y 1980 dedicó sus esfuerzos a la imagen femenina. En las distintas tallas sobre este tema, los analistas de su obra resaltan una modalidad de representación barroca por la marcada ornamentación de las piezas, la inclusión del humor, la ironía y el juego, así como una intención de convocar la interacción del público con sus obras. Para algunos, esta orientación fue pionera en la historia del arte colombiano. Aunque por las características antes mencionadas, su obra se ha catalogado dentro del arte pop, lecturas contemporáneas de su trayectoria lo ligan con una vertiente plástica del realismo mágico, por la construcción de un mundo propio que transita entre la realidad y su imaginación.