El dibujo ha sido un elemento transversal en la obra plástica de Oscar Muñoz. A partir de su opción por el paisaje urbano en los años setenta, ha explorado el dibujo con distintas materias y formatos, la luz y la sombra, los contornos y contrastes, y la función de división y estructuración de lo observado que conlleva esta práctica. Más allá de su definición técnica, el artista señala la relevancia del dibujo como actividad de pensamiento. Para estas reflexiones ha resultado clave el ensayo El artesano del sociólogo estadounidense Richard Sennett. La obra de Muñoz es identificada desde sus comienzos por su sensibilidad frente a los fenómenos históricos y sociales de Colombia y en las numerosas exposiciones internacionales dedicadas a su trayectoria se le destaca por el abordaje de temas como la memoria, el olvido, y la aparición y desaparición en la imagen fotográfica. Tras su interés juvenil por las condiciones de habitabilidad en los inquilinatos de Cali, en obras más recientes hace uso de imágenes de archivo que traen al presente escenas y figuras públicas y anónimas de la violencia sociopolítica en el país. La ubicación indefinible de sus imágenes en el antes y el después de la fijación fue la razón para definir su técnica con la expresión “protografía”. En una entrevista para su exposición retrospectiva en Bogotá en 2011, reveló detalles de su experiencia subjetiva y ambiental que permiten interpretar con claridad algunos de los rasgos más importantes de su obra. El carácter monocromático de la mayoría de sus obras, y la presencia mayoritaria del blanco y el negro se relacionan con su daltonismo. Por otra parte, el clima de Cali y su bruma húmeda y cálida en ciertos momentos del día, llamada “calina” o “calima”, genera una visión borrosa o distorsionada: “En alguna parte dije hace mucho que hay una hora del día en Cali en que las personas parecerían desmoronarse.”