Diferencia entre revisiones de «Laura Montoya Upegui»

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Misionera antioqueña (Jericó, mayo 26 de 1874 - Medellín, octubre 21 de 1949). Hija de Dolores Upegui y Juan de la Cruz Montoya, médico y comerciante asesinado en Jericó, en diciembre de 1876, cuando Laura apenas tenía dos años de edad; la muerte prematura y repentina de su padre sumió a la familia en la pobreza. Su madre tuvo que arreglárselas con ayuda de sus parientes para criar a tres hijos: Carmelina, Juan de la Cruz y Laura. La infancia de Laura Montoya no fue muy feliz. Sus abuelos decidieron, de mala gana, llevársela a vivir con ellos a su finca cerca de Amalfi, y allí, dentro de un ambiente un poco hostil, aprendió a gustar de su soledad. Al poco tiempo, su abuelo enfermó y ella se encargó de cuidarlo hasta la muerte.<br>La familia decidió, entonces, que Laura, de 16 años, debía estudiar y graduarse de maestra para ayudar al sustento de su madre y sus hermanos. Laura se trasladó a Medellín y se alojó en un manicomio, donde antes trabajaba su tía, y asumió la dirección de la institución; esta fue ocasión para manifestar su entereza y su carácter emprendedor. Simultáneamente, consiguió una beca del gobierno y entró a estudiar al Instituto Normal. En 1893 se graduó como maestra e inmediatamente empezó a trabajar en la Escuela Superior de Amalfi. En 1895 fue trasladada a la Escuela Superior de Fredonia, y al año siguiente, a Santo Domingo. En 1897 fue nombrada vicedirectora, encargada de la disciplina, en un colegio de niñas ricas en Medellín. El colegio se hizo famoso y Laura también.<br>A los 30 años, un sacerdote amigo le propuso fundar un colegio en Jardín (Antioquia). Al principio ella se rehusó, pero luego se entusiasmó, cuando el mismo sacerdote le contó que cerca del pueblo vivían los indios de Guapa, a los que ella podría visitar y ayudar con educación, medicinas, telas y provisiones. Los indios fueron catequizados y bautizados, y Laura decidió dedicar el resto de su vida al apostolado. Ahí comenzaron las oposiciones y enfrentamientos con la sociedad y las autoridades eclesiásticas. Nadie podía entender que una mujer se dedicara a ese tipo de labores. El arzobispo consideraba que Laura era un hervidero de ideas liberales y trató por todos los medios de impedir su empresa misionera con los indígenas de Antioquia. En 1910, Laura recurrió al presidente Carlos E. Restrepo en busca de apoyo.<br>Su padre había sido un gran defensor de los indígenas; ella le explicó las razones de su decisión y él prometió ayudarla. Preocupada por su ideal, acudió a varias comunidades religiosas tratando de persuadir a las superioras para que aceptaran misiones entre los indígenas. Ante la negativa, escribió una larga carta al pontífice, en la que le exponía la situación de abandono y marginamiento social, político, económico e incluso religioso en que se encontraban los indígenas latinoamericanos. La respuesta le llegó en la encíclica Lacrimabili statu, en la cual el Papa pedía a los obispos americanos que velasen por el bien material, moral y espiritual de sus indígenas.<br>Inmediatamente, siguiendo el consejo del jesuita guatemalteco Luis Javier Muñoz, Laura se puso en contacto con monseñor Maximiliano Crespo Rivera, obispo de Antioquia, quien ofreció ayudarla en su misión con dineros de la Diócesis, e incluso con recursos personales. El 4 de mayo de 1914, después de vencer muchas dificultades, Laura emprendió, con cinco ayudantas, entre las que se encontraba su madre, un viaje a Dabeiba (Antioquia). Allí, además de soportar calor, hambre y trabajos pesados, enfrentó la oposición de los gamonales y caciques katíos, quienes no podían entender la real intención de su obra. Más adelante, en reconocimiento a su labor, la gobernación le ofreció un salario a ella y a una de sus compañeras, como maestras de escuela de nativos; con estos ingresos mantuvieron la comunidad, ya constituida bajo el nombre Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.<br>Para alcanzar su ideal y realizar su misión, la Madre Laura y sus compañeras tuvieron que romper con todos los convencionalismos de la época; sólo así lograron abrir un espacio a la mujer, permitiéndole realizar tareas que hasta entonces estaban reservadas a los hombres. Las misioneras no sólo pretendían dar educación a los indígenas, sino ayudarlos en las labores agrícolas y en la atención de los enfermos y desvalidos. En 1916, con el patrocinio de monseñor Crespo, la Santa Sede erigió a la comunidad de la Madre Laura como Congregación Diocesana, reconocida como la primera congregación misionera de Colombia, para difusión de la fe entre indígenas y no cristianos.<br>En 1917, la Madre Laura emprendió camino con sus misioneras hacia San Pedro de Uré, lugar desconocido ubicado en medio de la selva. Allí permanecieron casi un año, hasta consolidar su obra. Cuando regresaron a Dabeiba, hacía poco había sido constituida la prefectura apostólica. Su primer prefecto fue el padre José Joaquín Arteaga, quien quiso revisar y cambiar el carisma de la Madre Laura y sus misioneras para imponerles la regla de su orden. El prefecto pensaba que las misioneras lauritas ya no eran necesarias y que él proveería convenientemente el cuidado de los nativos. La Madre Laura acudió al obispo para pedir su ayuda, pero éste le aconsejó abandonar todo y retirarse.<br>En 1940 las misioneras lauritas se trasladaron a Medellín, y allí pasó sus últimos 9 años la Madre Laura, casi siempre sentada en una silla de ruedas, sin poder visitar a sus indígenas. Murió el 21 de octubre de 1949, a los 75 años de edad, sin alcanzar a ser testigo de la aprobación canónica de su congregación. En 1953 la Madre Laura Montoya recibió el decreto de Alabanza; en 1964 se inició la causa de su beatificación y en 1968 recibió la aprobación pontificia definitiva. En 1991, la Madre Laura fue declarada Venerable. Actualmente, las misioneras de la congregación que ella fundó, se encuentran en más de quince países de América, Europa y África.                                                    En 2004 fue declarada beata de la Iglesia católica habiéndose conocido un milagro obrado por intercesión suya. En diciembre de 2012 se dio a conocer el veredicto por parte del grupo de evaluación del proceso de su canonización, según el cual, un segundo milagro fue obrado por intercesión suya, con lo que se completaron los requerimientos para su declaración como santa, lo que la convirtió en la primera santa de nacionalidad colombiana. El papa Francisco inscribió su nombre en el libro de los santos mediante la fórmula canónica en solemne concelebración eucarística en la plaza de San Pedro el 12 de mayo de 2013 <br>CLAUDIA UMAÑA                                                                                                                                                                                                                          Noticias<br>20 de diciembre 2012:<br>"El Santo Padre Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos el decreto por el cual próximamente la beata colombiana Laura de Jesús Montoya será canonizada. El anuncio se realizó luego de que el Santo Padre recibiera la mañana de este jueves al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Con este paso, la beata se convertirá en la primera Santa colombiana que fue fundadora de la congregación de las Religiosas misioneras de la Bienaventurada Virgen María y de Santa Catalina de Siena."<br>Noticia en la página de la Conferencia Episcopal de Colombia<br>12 Mayo 2013: El Papa proclama santa a la madre Laura<br>El papa Francisco proclamó este domingo a los primeros santos de su pontificado: la monja colombiana Laura Montoya y Upegui (1874-1949), la mexicana Guadalupe García Zavala, conocida como madre Lupita (1878-1963) y 800 mártires italianos asesinados en 1480 a manos de los otomanos.<br>El Espectador<br>12 de mayo 2013: Así proclamó el papa a la primera santa colombiana<br>El texto de lo que leyó el Sumo Pontífice en la canonización de la religiosa.<br>“La segunda idea la podemos extraer de las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio: “ruego por los que creerán en mi por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros” (Juan 17,20). Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella. En su obra de evangelización Madre Laura se hizo verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo. También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especia de vanguardia de la Iglesia.<br>“Esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente -como si fuera posible vivir la fe aisladamente-, sino a comunicarla, a irradia la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos. Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, acogiendo a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: Cristo y su Evangelio”.<br>El Tiempo
=Biografía=
Misionera antioqueña (Jericó, mayo 26 de 1874 - Medellín, octubre 21 de 1949). Hija de Dolores Upegui y Juan de la Cruz Montoya, médico y comerciante asesinado en Jericó, en diciembre de 1876, cuando Laura apenas tenía dos años de edad; la muerte prematura y repentina de su padre sumió a la familia en la pobreza. Su madre tuvo que arreglárselas con ayuda de sus parientes para criar a tres hijos: Carmelina, Juan de la Cruz y Laura. La infancia de Laura Montoya no fue muy feliz. Sus abuelos decidieron, de mala gana, llevársela a vivir con ellos a su finca cerca de Amalfi, y allí, dentro de un ambiente un poco hostil, aprendió a gustar de su soledad. Al poco tiempo, su abuelo enfermó y ella se encargó de cuidarlo hasta la muerte.
 
 
La familia decidió, entonces, que Laura, de 16 años, debía estudiar y graduarse de maestra para ayudar al sustento de su madre y sus hermanos. Laura se trasladó a Medellín y se alojó en un manicomio, donde antes trabajaba su tía, y asumió la dirección de la institución; esta fue ocasión para manifestar su entereza y su carácter emprendedor. Simultáneamente, consiguió una beca del gobierno y entró a estudiar al Instituto Normal. En 1893 se graduó como maestra e inmediatamente empezó a trabajar en la Escuela Superior de Amalfi. En 1895 fue trasladada a la Escuela Superior de Fredonia, y al año siguiente, a Santo Domingo. En 1897 fue nombrada vicedirectora, encargada de la disciplina, en un colegio de niñas ricas en Medellín. El colegio se hizo famoso y Laura también.<br>A los 30 años, un sacerdote amigo le propuso fundar un colegio en Jardín (Antioquia). Al principio ella se rehusó, pero luego se entusiasmó, cuando el mismo sacerdote le contó que cerca del pueblo vivían los indios de Guapa, a los que ella podría visitar y ayudar con educación, medicinas, telas y provisiones. Los indios fueron catequizados y bautizados, y Laura decidió dedicar el resto de su vida al apostolado. Ahí comenzaron las oposiciones y enfrentamientos con la sociedad y las autoridades eclesiásticas. Nadie podía entender que una mujer se dedicara a ese tipo de labores. El arzobispo consideraba que Laura era un hervidero de ideas liberales y trató por todos los medios de impedir su empresa misionera con los indígenas de Antioquia. En 1910, Laura recurrió al presidente Carlos E. Restrepo en busca de apoyo.
 
 
Su padre había sido un gran defensor de los indígenas; ella le explicó las razones de su decisión y él prometió ayudarla. Preocupada por su ideal, acudió a varias comunidades religiosas tratando de persuadir a las superioras para que aceptaran misiones entre los indígenas. Ante la negativa, escribió una larga carta al pontífice, en la que le exponía la situación de abandono y marginamiento social, político, económico e incluso religioso en que se encontraban los indígenas latinoamericanos. La respuesta le llegó en la encíclica Lacrimabili statu, en la cual el Papa pedía a los obispos americanos que velasen por el bien material, moral y espiritual de sus indígenas.<br>Inmediatamente, siguiendo el consejo del jesuita guatemalteco Luis Javier Muñoz, Laura se puso en contacto con monseñor Maximiliano Crespo Rivera, obispo de Antioquia, quien ofreció ayudarla en su misión con dineros de la Diócesis, e incluso con recursos personales. El 4 de mayo de 1914, después de vencer muchas dificultades, Laura emprendió, con cinco ayudantas, entre las que se encontraba su madre, un viaje a Dabeiba (Antioquia). Allí, además de soportar calor, hambre y trabajos pesados, enfrentó la oposición de los gamonales y caciques katíos, quienes no podían entender la real intención de su obra. Más adelante, en reconocimiento a su labor, la gobernación le ofreció un salario a ella y a una de sus compañeras, como maestras de escuela de nativos; con estos ingresos mantuvieron la comunidad, ya constituida bajo el nombre Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.<br>Para alcanzar su ideal y realizar su misión, la Madre Laura y sus compañeras tuvieron que romper con todos los convencionalismos de la época; sólo así lograron abrir un espacio a la mujer, permitiéndole realizar tareas que hasta entonces estaban reservadas a los hombres. Las misioneras no sólo pretendían dar educación a los indígenas, sino ayudarlos en las labores agrícolas y en la atención de los enfermos y desvalidos. En 1916, con el patrocinio de monseñor Crespo, la Santa Sede erigió a la comunidad de la Madre Laura como Congregación Diocesana, reconocida como la primera congregación misionera de Colombia, para difusión de la fe entre indígenas y no cristianos.
 
 
En 1917, la Madre Laura emprendió camino con sus misioneras hacia San Pedro de Uré, lugar desconocido ubicado en medio de la selva. Allí permanecieron casi un año, hasta consolidar su obra. Cuando regresaron a Dabeiba, hacía poco había sido constituida la prefectura apostólica. Su primer prefecto fue el padre José Joaquín Arteaga, quien quiso revisar y cambiar el carisma de la Madre Laura y sus misioneras para imponerles la regla de su orden. El prefecto pensaba que las misioneras lauritas ya no eran necesarias y que él proveería convenientemente el cuidado de los nativos. La Madre Laura acudió al obispo para pedir su ayuda, pero éste le aconsejó abandonar todo y retirarse.<br>En 1940 las misioneras lauritas se trasladaron a Medellín, y allí pasó sus últimos 9 años la Madre Laura, casi siempre sentada en una silla de ruedas, sin poder visitar a sus indígenas. Murió el 21 de octubre de 1949, a los 75 años de edad, sin alcanzar a ser testigo de la aprobación canónica de su congregación. En 1953 la Madre Laura Montoya recibió el decreto de Alabanza; en 1964 se inició la causa de su beatificación y en 1968 recibió la aprobación pontificia definitiva. En 1991, la Madre Laura fue declarada Venerable. Actualmente, las misioneras de la congregación que ella fundó, se encuentran en más de quince países de América, Europa y África.                                                    En 2004 fue declarada beata de la Iglesia católica habiéndose conocido un milagro obrado por intercesión suya. En diciembre de 2012 se dio a conocer el veredicto por parte del grupo de evaluación del proceso de su canonización, según el cual, un segundo milagro fue obrado por intercesión suya, con lo que se completaron los requerimientos para su declaración como santa, lo que la convirtió en la primera santa de nacionalidad colombiana. El papa Francisco inscribió su nombre en el libro de los santos mediante la fórmula canónica en solemne concelebración eucarística en la plaza de San Pedro el 12 de mayo de 2013  
 
Claudia Umaña
                                                                                                                                                                                                                      =Noticias=
 
'''20 de diciembre 2012:'''
 
"El Santo Padre Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos el decreto por el cual próximamente la beata colombiana Laura de Jesús Montoya será canonizada. El anuncio se realizó luego de que el Santo Padre recibiera la mañana de este jueves al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Con este paso, la beata se convertirá en la primera Santa colombiana que fue fundadora de la congregación de las Religiosas misioneras de la Bienaventurada Virgen María y de Santa Catalina de Siena."
 
[Noticia en la página de la Conferencia Episcopal de Colombia
 
12 Mayo 2013: El Papa proclama santa a la madre Laura<br>El papa Francisco proclamó este domingo a los primeros santos de su pontificado: la monja colombiana Laura Montoya y Upegui (1874-1949), la mexicana Guadalupe García Zavala, conocida como madre Lupita (1878-1963) y 800 mártires italianos asesinados en 1480 a manos de los otomanos.<br>El Espectador<br>12 de mayo 2013: Así proclamó el papa a la primera santa colombiana<br>El texto de lo que leyó el Sumo Pontífice en la canonización de la religiosa.<br>“La segunda idea la podemos extraer de las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio: “ruego por los que creerán en mi por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros” (Juan 17,20). Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella. En su obra de evangelización Madre Laura se hizo verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo. También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especia de vanguardia de la Iglesia.<br>“Esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente -como si fuera posible vivir la fe aisladamente-, sino a comunicarla, a irradia la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos. Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, acogiendo a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: Cristo y su Evangelio”.<br>El Tiempo


=Bibliografia=
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Revisión del 15:10 1 sep 2017


Laura Montoya Upegui
Información
Nombre Laura Montoya Upegui
Fecha de nacimiento 1900-01-2500:00:00
Nacionalidad Colombiana
Ocupación Misionera
Primaria Instituto Normal
Ciudad de nacimiento Jericó
País de fallecimiento Colombia
Ciudad de fallecimiento Jericó
Fecha de fallecimiento 1900-01-21 00:00:00
Images


Biografía

Misionera antioqueña (Jericó, mayo 26 de 1874 - Medellín, octubre 21 de 1949). Hija de Dolores Upegui y Juan de la Cruz Montoya, médico y comerciante asesinado en Jericó, en diciembre de 1876, cuando Laura apenas tenía dos años de edad; la muerte prematura y repentina de su padre sumió a la familia en la pobreza. Su madre tuvo que arreglárselas con ayuda de sus parientes para criar a tres hijos: Carmelina, Juan de la Cruz y Laura. La infancia de Laura Montoya no fue muy feliz. Sus abuelos decidieron, de mala gana, llevársela a vivir con ellos a su finca cerca de Amalfi, y allí, dentro de un ambiente un poco hostil, aprendió a gustar de su soledad. Al poco tiempo, su abuelo enfermó y ella se encargó de cuidarlo hasta la muerte.


La familia decidió, entonces, que Laura, de 16 años, debía estudiar y graduarse de maestra para ayudar al sustento de su madre y sus hermanos. Laura se trasladó a Medellín y se alojó en un manicomio, donde antes trabajaba su tía, y asumió la dirección de la institución; esta fue ocasión para manifestar su entereza y su carácter emprendedor. Simultáneamente, consiguió una beca del gobierno y entró a estudiar al Instituto Normal. En 1893 se graduó como maestra e inmediatamente empezó a trabajar en la Escuela Superior de Amalfi. En 1895 fue trasladada a la Escuela Superior de Fredonia, y al año siguiente, a Santo Domingo. En 1897 fue nombrada vicedirectora, encargada de la disciplina, en un colegio de niñas ricas en Medellín. El colegio se hizo famoso y Laura también.
A los 30 años, un sacerdote amigo le propuso fundar un colegio en Jardín (Antioquia). Al principio ella se rehusó, pero luego se entusiasmó, cuando el mismo sacerdote le contó que cerca del pueblo vivían los indios de Guapa, a los que ella podría visitar y ayudar con educación, medicinas, telas y provisiones. Los indios fueron catequizados y bautizados, y Laura decidió dedicar el resto de su vida al apostolado. Ahí comenzaron las oposiciones y enfrentamientos con la sociedad y las autoridades eclesiásticas. Nadie podía entender que una mujer se dedicara a ese tipo de labores. El arzobispo consideraba que Laura era un hervidero de ideas liberales y trató por todos los medios de impedir su empresa misionera con los indígenas de Antioquia. En 1910, Laura recurrió al presidente Carlos E. Restrepo en busca de apoyo.


Su padre había sido un gran defensor de los indígenas; ella le explicó las razones de su decisión y él prometió ayudarla. Preocupada por su ideal, acudió a varias comunidades religiosas tratando de persuadir a las superioras para que aceptaran misiones entre los indígenas. Ante la negativa, escribió una larga carta al pontífice, en la que le exponía la situación de abandono y marginamiento social, político, económico e incluso religioso en que se encontraban los indígenas latinoamericanos. La respuesta le llegó en la encíclica Lacrimabili statu, en la cual el Papa pedía a los obispos americanos que velasen por el bien material, moral y espiritual de sus indígenas.
Inmediatamente, siguiendo el consejo del jesuita guatemalteco Luis Javier Muñoz, Laura se puso en contacto con monseñor Maximiliano Crespo Rivera, obispo de Antioquia, quien ofreció ayudarla en su misión con dineros de la Diócesis, e incluso con recursos personales. El 4 de mayo de 1914, después de vencer muchas dificultades, Laura emprendió, con cinco ayudantas, entre las que se encontraba su madre, un viaje a Dabeiba (Antioquia). Allí, además de soportar calor, hambre y trabajos pesados, enfrentó la oposición de los gamonales y caciques katíos, quienes no podían entender la real intención de su obra. Más adelante, en reconocimiento a su labor, la gobernación le ofreció un salario a ella y a una de sus compañeras, como maestras de escuela de nativos; con estos ingresos mantuvieron la comunidad, ya constituida bajo el nombre Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.
Para alcanzar su ideal y realizar su misión, la Madre Laura y sus compañeras tuvieron que romper con todos los convencionalismos de la época; sólo así lograron abrir un espacio a la mujer, permitiéndole realizar tareas que hasta entonces estaban reservadas a los hombres. Las misioneras no sólo pretendían dar educación a los indígenas, sino ayudarlos en las labores agrícolas y en la atención de los enfermos y desvalidos. En 1916, con el patrocinio de monseñor Crespo, la Santa Sede erigió a la comunidad de la Madre Laura como Congregación Diocesana, reconocida como la primera congregación misionera de Colombia, para difusión de la fe entre indígenas y no cristianos.


En 1917, la Madre Laura emprendió camino con sus misioneras hacia San Pedro de Uré, lugar desconocido ubicado en medio de la selva. Allí permanecieron casi un año, hasta consolidar su obra. Cuando regresaron a Dabeiba, hacía poco había sido constituida la prefectura apostólica. Su primer prefecto fue el padre José Joaquín Arteaga, quien quiso revisar y cambiar el carisma de la Madre Laura y sus misioneras para imponerles la regla de su orden. El prefecto pensaba que las misioneras lauritas ya no eran necesarias y que él proveería convenientemente el cuidado de los nativos. La Madre Laura acudió al obispo para pedir su ayuda, pero éste le aconsejó abandonar todo y retirarse.
En 1940 las misioneras lauritas se trasladaron a Medellín, y allí pasó sus últimos 9 años la Madre Laura, casi siempre sentada en una silla de ruedas, sin poder visitar a sus indígenas. Murió el 21 de octubre de 1949, a los 75 años de edad, sin alcanzar a ser testigo de la aprobación canónica de su congregación. En 1953 la Madre Laura Montoya recibió el decreto de Alabanza; en 1964 se inició la causa de su beatificación y en 1968 recibió la aprobación pontificia definitiva. En 1991, la Madre Laura fue declarada Venerable. Actualmente, las misioneras de la congregación que ella fundó, se encuentran en más de quince países de América, Europa y África. En 2004 fue declarada beata de la Iglesia católica habiéndose conocido un milagro obrado por intercesión suya. En diciembre de 2012 se dio a conocer el veredicto por parte del grupo de evaluación del proceso de su canonización, según el cual, un segundo milagro fue obrado por intercesión suya, con lo que se completaron los requerimientos para su declaración como santa, lo que la convirtió en la primera santa de nacionalidad colombiana. El papa Francisco inscribió su nombre en el libro de los santos mediante la fórmula canónica en solemne concelebración eucarística en la plaza de San Pedro el 12 de mayo de 2013

Claudia Umaña

                                                                                                                                                                                                                      =Noticias=

20 de diciembre 2012:

"El Santo Padre Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos el decreto por el cual próximamente la beata colombiana Laura de Jesús Montoya será canonizada. El anuncio se realizó luego de que el Santo Padre recibiera la mañana de este jueves al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Con este paso, la beata se convertirá en la primera Santa colombiana que fue fundadora de la congregación de las Religiosas misioneras de la Bienaventurada Virgen María y de Santa Catalina de Siena."

[Noticia en la página de la Conferencia Episcopal de Colombia

12 Mayo 2013: El Papa proclama santa a la madre Laura
El papa Francisco proclamó este domingo a los primeros santos de su pontificado: la monja colombiana Laura Montoya y Upegui (1874-1949), la mexicana Guadalupe García Zavala, conocida como madre Lupita (1878-1963) y 800 mártires italianos asesinados en 1480 a manos de los otomanos.
El Espectador
12 de mayo 2013: Así proclamó el papa a la primera santa colombiana
El texto de lo que leyó el Sumo Pontífice en la canonización de la religiosa.
“La segunda idea la podemos extraer de las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio: “ruego por los que creerán en mi por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros” (Juan 17,20). Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella. En su obra de evangelización Madre Laura se hizo verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo. También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especia de vanguardia de la Iglesia.
“Esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente -como si fuera posible vivir la fe aisladamente-, sino a comunicarla, a irradia la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos. Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, acogiendo a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: Cristo y su Evangelio”.
El Tiempo

Bibliografia

  • DELLAGIACOM, SOR GISELA. Madre Laura Montoya. Quito, Editorial Misioneras Seculares, s.f.
  • MESA, CARLOS E.M.F. La Madre Laura (1874-1949). Trayectoria de su inquietud misionera. Colección Academia de Historia Eclesiástica. Medellín, Editorial Zuluaga, s.f.
  • MESA, CARLOS E., C.F.M. La Madre Laura. Medellín, Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, 1986. MISIONERAS DE LA MADRE LAURA. Laura Montoya. Promotora de In educación popular. Bogotá, Servicio Colombiano de Comunicación, 1992.
  • Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías. Blaa Virtual"Perseguida, etnógrafa y santa”. Laura Montoya Upegui
  • Lea la reseña "Mujer excepcional y polémica. Laura Montoya. Una antorcha de Dios en las selvas de América", escrita por Patricia Tovar para el Boletín Cultural y Bibliográfico.
  • Lea la reseña biográfica de Laura Montoya en el libro La autobiografía en la literatura colombiana
  • Lea otra reseña biográfica de Laura Montoya en el libro Notas biográficas de poetas de Colombia del siglo XX

Parientes

Padres: Juan de la Cruz Montoya Madre: Dolores Upegui

Citas dentro del texto

Enlaces externos