Diferencia entre revisiones de «Marina Núñez del Prado»
Sin resumen de edición |
|||
Línea 32: | Línea 32: | ||
Con el terreno ganado entre los artistas locales, Marina Núñez continúa exhibiendo su obra en la ciudad de La Paz. Permanentemente activa, es reconocida por críticos, periodistas y gobernantes. Colabora y sostiene conversaciones periódicas con el pintor coetáneo Cecilio Guzmán de Rojas, quien por entonces lideraba el movimiento de arte indigenista sobre la causa indígena, sobre el movimiento literario del indigenismo, el nativismo, y toda la literatura y filosofía del pensamiento crítico latinoamericano que apenas despuntaba en las voces de la academia global. | Con el terreno ganado entre los artistas locales, Marina Núñez continúa exhibiendo su obra en la ciudad de La Paz. Permanentemente activa, es reconocida por críticos, periodistas y gobernantes. Colabora y sostiene conversaciones periódicas con el pintor coetáneo Cecilio Guzmán de Rojas, quien por entonces lideraba el movimiento de arte indigenista sobre la causa indígena, sobre el movimiento literario del indigenismo, el nativismo, y toda la literatura y filosofía del pensamiento crítico latinoamericano que apenas despuntaba en las voces de la academia global. | ||
===Los viajes y el retorno=== | |||
Marina continúa exponiendo su trabajo de manera constante a la par que se desempeña como catedrática en su casa de estudios. En 1938 viaja por Suramérica y luego visita Egipto y varios países de Europa y llega a Nueva York, donde permanece ocho años estudiando Artes con una beca otorgada por la Asociación Americana de Mujeres Universitarias fundada en 1881 y que aún hoy continúa vigente. En su estancia en Norteamérica gana la medalla de Oro (1946) por la exposición ''Miners in Revolt'' que visibiliza la acción conjunta de los trabajadores del Cerro Rico de la Plata de Potosí, Bolivia, quienes sufren fuertes conflictos sociales y críticas condiciones laborales. | |||
La escultora Marina Núñez del Prado es ejemplo de perseverancia y amor al oficio que deviene en arte, de la simplicidad de las acciones, de lo pequeño que marca la escultura grande dando forma en los detalles y en las perspectivas de su ejecución. La dedicación a la escultura y la vitalidad de las experiencias vividas en otros países, afirmaron en ella los esfuerzos por intentar lo imposible, de donde surge lo bello. El conocimiento empírico que le proporcionó el modelado y su relación directa con los materiales animó la estrecha relación de Marina con los elementos utilizados para sus creaciones, impulsadas por la fuerza de las causas comunes y el espíritu de comunidad, los derechos indígenas y las realidades de su región. Elementos que sumados lograron la propuesta estética de su obra. | |||
En 1948 regresa a su país y ciudad natal, donde continúa con sus producciones inspiradas en los temas de los pueblos indígenas, pero también se inclina por el paisajismo y los retratos culturales. La inclinación indigenista de la escultora se hace evidente en las obras de la década de los años sesenta, entre ellas, ''La Venus blanca'' y ''Madre e hijo'', obras que nacieron de los indios nativos de Bolivia y que fueron admiradas por el público de la época. |
Revisión del 23:17 3 sep 2020
Nombre | Marina Núñez del Prado |
---|---|
Fecha de nacimiento | 17 de octubre de 1908 |
Nacionalidad | Boliviana |
Ocupación | Escultora, profesora, académica |
Estudios universitarios | Academia de Bellas Artes de La Paz, Bolivia (1925-1930). Beca de Estudio en Artes por 8 años de la Asociación Americana de Mujeres Universitarias, Nueva York, Estados Unidos |
Formación profesional | Artista |
País de nacimiento | Bolivia |
Ciudad de nacimiento | La Paz |
Fecha de fallecimiento | 09 de septiembre de 1995 |
País de fallecimiento | Perú |
Ciudad de fallecimiento | Lima |
Cónyuge | Jorge Falcón Garfias |
Marina Núñez del Prado, escultora nacida a principios del siglo XX en La Paz, Bolivia. Desde niña vivió entre el arte, pues fue hija de Guillermo Núñez del Prado, reconocido artista de su país. En su obra han sido característicos los cuerpos femeninos cargados de sensualidad, logrando figuras elaboradas en materiales pesados como el granito negro, el ónix blanco o el alabastro minerales que Marina Núñez utilizó, así como algunas maderas nativas de su país. La crítica latinoamericana la sitúa en el umbral del modernismo escultórico de las primeras décadas del siglo XX de la región, comprometida con los movimientos del pensamiento indigenista y en consonancia con sus causas. Marina movilizó la propuesta estética de su obra en función de denunciar y dar a conocer la situación indígena en Latinoamérica. Es considerada como la más importante escultora boliviana del siglo pasado.
Biografía
El 17 de octubre de 1908 nace Marina Núñez del Prado en La Paz, Bolivia. Descubre su pasión por el arte a temprana edad, no solo por la influencia de sus padres artistas, sino también por la educación técnica que recibe en materia de modelado en barro y alfarería. En este contexto favorable a sus inclinaciones plásticas, siendo joven conoce los grandes genios de la Historia del Arte y encuentra inspiración en la maestría de Miguel Ángel para componer sus obras.
Academia de Bellas Artes
A mediados de la década de los años veinte ingresa a la Academia de Bellas Artes en La Paz, Bolivia y obtiene su cartón de grado en 1930. Este mismo año tendría su primera exposición individual en su ciudad natal y es reconocida con la Medalla de Oro a la mejor Exposición del año en La Paz. Continúa estudiando por su cuenta y creando con intensidad y compromiso, a la vez que trabaja como instructora y docente en la Academia de Bellas Artes, donde imparte clases de anatomía para escultores y escultura artística. El convertirse en la primera mujer en adoptar tal posición en la academia y en la sociedad boliviana da cuenta de su potencial estético y social.
Con el terreno ganado entre los artistas locales, Marina Núñez continúa exhibiendo su obra en la ciudad de La Paz. Permanentemente activa, es reconocida por críticos, periodistas y gobernantes. Colabora y sostiene conversaciones periódicas con el pintor coetáneo Cecilio Guzmán de Rojas, quien por entonces lideraba el movimiento de arte indigenista sobre la causa indígena, sobre el movimiento literario del indigenismo, el nativismo, y toda la literatura y filosofía del pensamiento crítico latinoamericano que apenas despuntaba en las voces de la academia global.
Los viajes y el retorno
Marina continúa exponiendo su trabajo de manera constante a la par que se desempeña como catedrática en su casa de estudios. En 1938 viaja por Suramérica y luego visita Egipto y varios países de Europa y llega a Nueva York, donde permanece ocho años estudiando Artes con una beca otorgada por la Asociación Americana de Mujeres Universitarias fundada en 1881 y que aún hoy continúa vigente. En su estancia en Norteamérica gana la medalla de Oro (1946) por la exposición Miners in Revolt que visibiliza la acción conjunta de los trabajadores del Cerro Rico de la Plata de Potosí, Bolivia, quienes sufren fuertes conflictos sociales y críticas condiciones laborales.
La escultora Marina Núñez del Prado es ejemplo de perseverancia y amor al oficio que deviene en arte, de la simplicidad de las acciones, de lo pequeño que marca la escultura grande dando forma en los detalles y en las perspectivas de su ejecución. La dedicación a la escultura y la vitalidad de las experiencias vividas en otros países, afirmaron en ella los esfuerzos por intentar lo imposible, de donde surge lo bello. El conocimiento empírico que le proporcionó el modelado y su relación directa con los materiales animó la estrecha relación de Marina con los elementos utilizados para sus creaciones, impulsadas por la fuerza de las causas comunes y el espíritu de comunidad, los derechos indígenas y las realidades de su región. Elementos que sumados lograron la propuesta estética de su obra.
En 1948 regresa a su país y ciudad natal, donde continúa con sus producciones inspiradas en los temas de los pueblos indígenas, pero también se inclina por el paisajismo y los retratos culturales. La inclinación indigenista de la escultora se hace evidente en las obras de la década de los años sesenta, entre ellas, La Venus blanca y Madre e hijo, obras que nacieron de los indios nativos de Bolivia y que fueron admiradas por el público de la época.