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Hernando Salcedo Silva
Información
Nombre Hernando Salcedo Silva
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Crítico, historiador y mentor del cine colombiano, nacido en Bogotá, el 28 de diciembre de 1916, muerto en la misma ciudad, el 18 de enero de 1987. En una curiosa y afortunada coincidencia, Hernando Salcedo Silva nació un 28 de diciembre, día de los inocentes, cuando se cumplían veintiún años de la histórica primera proyección de cine de los hermanos Lumiere en un café de París. Soy un feliz y modesto amante del cine, diría años después, cuando ya el sino se había cumplido.

El cine lo asedió desde muy pequeño, pues le regalaron un Pathé-Baby, famoso proyector doméstico de la época, con el que pudo disfrutar (quién sabe en cuántas sesiones) de un melodrama, Más allá del océano, algunas películas de Chaplin y de la edad de oro del cine cómico norteamericano, y algo de dibujos animados. Asiduo visitante de las salas de esos años (el viejo Olympia, al Faenza, el Real, el Alhambra), alternaba la sana y cada vez más arraigada costumbre de "ir a cine", con múltiples y variadas lecturas, y con sus estudios en los colegios de San Bartolomé y Mayor de Nuestra Señora del Rosario, los cuales, parece, nunca terminó.

El ambiente del hogar, formado por un conocido empresario artístico de origen peruano y doña Soledad Silva, fue propicio para el creciente interés de Salcedo por la música, la literatura y por todo aquello que se expresara como manifestación creadora. También, es obvio, sirvió como caldo de cultivo a su predestinada pasión por el cine. Su casa, al igual que después su oficina, fueron convirtiéndose en verdaderas "cuevas de amores" que guardaban insólitas y cuidadas colecciones de todo cuanto le gustaba.

Casi en solitario y con una paciencia proverbial atesoró tiras cómicas, libros, juguetes, revistas, discos, cajas de betún, recortes, afiches, fotos y programas de cine y, claro, películas. De sus inicios como "coleccionista", Salcedo recordaba el aumento de su biblioteca debido a la prematura muerte de un amigo de juventud, con quien había pactado la cesión de los libros al que sobreviviera al otro. También admitía, con pudoroso orgullo, el voluminoso cargamento (tres maletas y once cajones) que lo acompañó a su regreso de Europa en 1951, luego de año y medio de estadía.

Su perfil no era propiamente el de un gran negociante, como lo demostraron sus frustradas incursiones comerciales a mediados de los treinta. De ahí en adelante, lo suyo fue el arte y la cultura. El hecho de que su padre hubiera traído la mejor compañía de ballet que ha venido a Bogotá, el original Ballet ruso del Coronel de Wassili, lo entusiasmó hasta el punto de convertirse en el crítico casi oficial de ballet entre 1945 y 1950. Por esa época conoció a un señor muy amable que tomó sus datos para invitarlo a la sesión inaugural de un cine club.

Se trataba de Luis Vicens, el "sabio catalán", fundador del Cine Club de Colombia la noche del 6 de septiembre de 1949, con la película Los niños del paraíso de Marcel Carné. Allí estuvo Salcedo Silva, y se convirtió en el socio 125 del Cine Club de Colombia, que después y todo el tiempo él sostendría por afecto, ya que lo consideraba como su hijo mayor. Hernando Salcedo fue vocal, programador y secretario de la junta directiva del Cine Club de Colombia. Viajó a Europa, y al regreso se vinculó otra vez; en 1959 reemplazó a Vicens en la dirección.

Luego fui como padre del cine club y como padre he seguido, decía. Por esa época ya era un conocido crítico de cine. Su primer artículo apareció en 1952, un lamento por la muerte de Robert Flaherty en la columna que escribía Gabriel García Márquez en el diario El Espectador, quien le cedió el espacio por la conmoción con que Salcedo le contó de la desaparición del realizador norteamericano. Su labor como comentarista de cine (pues así prefería llamarse) fue desde entonces permanente.

Colaboró con el diario El Tiempo, con revistas como Mito, Diners, Gaceta, Cinemateca y Cine, y con las emisoras Sutatenza, H.J.C.K. y Radio Nacional, para la que también produjo una Historia del Jazz, música de sus grandes afectos. Abordaba las películas con la táctica de aproximación indirecta, deteniéndose en su contorno, señalando influencias y aportes manifiestos. Así como confesaba que uno de mis grandes, y honestos, placeres en la vida es charlar sobre cine, pedía que se juzgaran sus escritos.

Cuando de reconocer algún estilo en su trabajo se trataba, la referencia eran los críticos literarios de finales del siglo XIX, aunque nunca ocultó su profunda admiración por el novelista y crítico norteamericano James Agee. El cine colombiano siempre tuvo en Salcedo un mentor incondicional. Acérrimo defensor de la necesidad de su existencia, impulsó la creación de la Filmoteca Colombiana en 1957, convencido de que nunca sería completa su labor sin contar con un archivo de películas, que después se llamó Cinemateca Colombiana.

Gracias a ello clásicos fundamentales de la historia del cine mundial pudieron conocerse en Colombia, y gracias a ello, también, muchas cintas, fragmentos y sinnúmero de documentos, vestigios de la historia cinematográfica colombiana, hoy se conservan. Salcedo compartió, a finales de los setenta, los afanes de un grupo de entusiastas reunidos en torno a la Fundación Cinemateca Colombiana, y brindó su decidido aporte en la constitución de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, en 1986, entidad que lo tuvo como miembro fundador y presidente honorario.

Salcedo Silva se desempeñó como jefe del Departamento de Cine de la Televisora Nacional (1959-1961), y como catedrático en las Universidades Javeriana y los Andes de Bogotá. Invitado regular a festivales y encuentros cinematográficos nacionales e internacionales, ofició también como jurado en varios concursos. Publicó en 1981 el libro Crónicas del cine colombiano (1897-1950). María Carolina, Juan Carlos y José Andrés fueron sus hijos, del matrimonio con doña Lolita Segura Vargas.

Muchos de quienes lo conocieron se acostumbraron a llamarlo "Padre" Salcedo, cariñosa expresión que él cultivó al referirse devotamente a sus ídolos cinematográficos: las "madres" Garbo, Fontaine o Dietrich; los "padres" Hawks, Bergman, Welles, Von Stroheim, Murnau, Renoir, Visconti y demás "prodigios". Hernando Salcedo Silva murió en Bogotá, su ciudad, un 18 de enero de 1987, evocando en sus amigos lo que escribiera por la muerte de Truffaut tan inesperada, tan innecesaria, que no debe aceptarse.

Bibliografia

Parientes

Citas dentro del texto

Enlaces externos