Diferencia entre revisiones de «Fabiola Lalinde Castaño»
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Y, como no existía en el ordenamiento jurídico colombiano el delito de desaparición forzada, durante varios años, los pocos casos de desaparición que fueron investigados y juzgados se catalogaron bajo el tipo penal de secuestro simple. Cuando el cuerpo aparecía, se categorizaba como homicidio, sin importar las acciones que emprendieron con la intención de desaparecer a las personas. | Y, como no existía en el ordenamiento jurídico colombiano el delito de desaparición forzada, durante varios años, los pocos casos de desaparición que fueron investigados y juzgados se catalogaron bajo el tipo penal de secuestro simple. Cuando el cuerpo aparecía, se categorizaba como homicidio, sin importar las acciones que emprendieron con la intención de desaparecer a las personas. | ||
Ante el aumento de casos cobijados bajo el manto de la impunidad, las familias elevaron su voz dentro y fuera del país. En enero de 1981 se creó la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM), para lograr la aprobación de una Convención Internacional contra las desapariciones forzadas en la OEA y la ONU. El primer instrumento internacional fue el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de Naciones Unidas, creado en 1980 para examinar el fenómeno a nivel global. Dos expertos del Grupo visitaron Colombia en noviembre de 1988 e incluso fueron a la cárcel El Buen Pastor de Medellín y se entrevistaron con Fabiola. | Ante el aumento de casos cobijados bajo el manto de la impunidad, las familias elevaron su voz dentro y fuera del país. En enero de 1981 se creó la [https://www.fedefam.org/ Federación Latinoamericana de Asociaciones de Detenidos Desaparecidos] (FEDEFAM), para lograr la aprobación de una Convención Internacional contra las desapariciones forzadas en la OEA y la ONU. El primer instrumento internacional fue el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de Naciones Unidas, creado en 1980 para examinar el fenómeno a nivel global. Dos expertos del Grupo visitaron Colombia en noviembre de 1988 e incluso fueron a la cárcel El Buen Pastor de Medellín y se entrevistaron con Fabiola. | ||
En ese momento surgieron en Colombia organizaciones como el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, en 1973, y el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, en 1979, durante el Primer Foro Nacional de Derechos Humanos que se celebró en Bogotá, y en el que participaron, entre otros, Alfredo Vásquez Carrizosa, Luis Carlos Galán, Alfonso Reyes Echandía, Gabriel García Márquez, Socorro Ramírez y Enrique Santos Calderón. Se les uniría, en 1982, ASFADDES, que surgió tras la detención y desaparición de 13 personas, caso conocido como Colectivo 82. Fabiola y Mauricio, su hijo menor, trabajaron intensamente con esta organización durante un tiempo. | En ese momento surgieron en Colombia organizaciones como el [https://www.facebook.com/fundacioncspp/?locale=es_LA Comité de Solidaridad con los Presos Políticos], en 1973, y el [https://cpdh.com.co/ Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos], en 1979, durante el Primer Foro Nacional de Derechos Humanos que se celebró en Bogotá, y en el que participaron, entre otros, Alfredo Vásquez Carrizosa, Luis Carlos Galán, Alfonso Reyes Echandía, Gabriel García Márquez, Socorro Ramírez y Enrique Santos Calderón. Se les uniría, en 1982, [https://asfaddes.org/ ASFADDES], que surgió tras la detención y desaparición de 13 personas, caso conocido como Colectivo 82. Fabiola y Mauricio, su hijo menor, trabajaron intensamente con esta organización durante un tiempo. | ||
Aunque desde 1965 había normas que permitían a los militares organizar y entregar armas a los civiles que se unieran en legítima autodefensa, en los años ochenta había un factor adicional: el poder corruptor del narcotráfico, que ocasionó una ola de asesinatos y desapariciones, afectando mayoritariamente a sindicalistas, líderes sociales y opositores políticos, a los que después se sumarían los miembros de la Unión Patriótica (UP), el partido que surgió de los acuerdos de paz con las FARC. | Aunque desde 1965 había normas que permitían a los militares organizar y entregar armas a los civiles que se unieran en legítima autodefensa, en los años ochenta había un factor adicional: el poder corruptor del narcotráfico, que ocasionó una ola de asesinatos y desapariciones, afectando mayoritariamente a sindicalistas, líderes sociales y opositores políticos, a los que después se sumarían los miembros de la Unión Patriótica (UP), el partido que surgió de los acuerdos de paz con las FARC. | ||
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Las conversaciones entre el gobierno de Belisario Betancur y el EPL iniciaron el 10 de marzo de 1984 y el 23 de agosto se firmó el cese del fuego, en Medellín, en un acto al que asistió Luis Fernando Lalinde. Pero el cese al fuego nunca fue apoyado por los militares, quienes dieron órdenes de atacar campamentos guerrilleros, como sucedió con el M-19 y la columna del EPL que estaba en Riosucio (Caldas), que era la que estaba atendiendo Luis Fernando como comisario político. | Las conversaciones entre el gobierno de Belisario Betancur y el EPL iniciaron el 10 de marzo de 1984 y el 23 de agosto se firmó el cese del fuego, en Medellín, en un acto al que asistió Luis Fernando Lalinde. Pero el cese al fuego nunca fue apoyado por los militares, quienes dieron órdenes de atacar campamentos guerrilleros, como sucedió con el M-19 y la columna del EPL que estaba en Riosucio (Caldas), que era la que estaba atendiendo Luis Fernando como comisario político. | ||
En el Informe Final de la Comisión de la Verdad, también se menciona otro hecho que pudo desencadenar este tipo de crímenes. El Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista (PCML) tenía un vínculo directo con el EPL. Uno de los hermanos Calvo, que se conocía como “Ernesto Rojas”, era al mismo tiempo el jefe militar de la guerrilla y del Comité Central del Partido, lo cual lo hacía especialmente vulnerable. Esa “combinación de formas de lucha” se convirtió en pretexto de la alianza paramilitar para atacar a los no combatientes o a personas en estado de indefensión. Esta fue la esencia de la guerra sucia para sabotear el proceso de paz . | En el [https://www.comisiondelaverdad.co/ Informe Final de la Comisión de la Verdad], también se menciona otro hecho que pudo desencadenar este tipo de crímenes. El Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista (PCML) tenía un vínculo directo con el EPL. Uno de los hermanos Calvo, que se conocía como “Ernesto Rojas”, era al mismo tiempo el jefe militar de la guerrilla y del Comité Central del Partido, lo cual lo hacía especialmente vulnerable. Esa “combinación de formas de lucha” se convirtió en pretexto de la alianza paramilitar para atacar a los no combatientes o a personas en estado de indefensión. Esta fue la esencia de la guerra sucia para sabotear el proceso de paz . | ||
El caso de Luis Fernando Lalinde se circunscribe dentro de otras desapariciones forzadas y asesinatos en las que incurrió el Ejército con el objetivo de torpedear los procesos de negociación que calificaron como una “concesión a los subversivos” o una “claudicación ante la subversión” . | El caso de Luis Fernando Lalinde se circunscribe dentro de otras desapariciones forzadas y asesinatos en las que incurrió el Ejército con el objetivo de torpedear los procesos de negociación que calificaron como una “concesión a los subversivos” o una “claudicación ante la subversión” . | ||
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Además de las sentencias en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, la justicia colombiana también condenó al Estado a pagarle a Fabiola y sus hijos por los daños causados. Ella, por ejemplo, tuvo que “negociar” con sus empleadores para anticipar su pensión, ya que al salir de la cárcel siguió recibiendo amenazas y hostigamientos. Mauricio, su hijo menor, no pudo terminar el semestre que le faltaba para graduarse de Derecho en la Universidad de Antioquia y tuvo que salir exiliado a otro país. A Jorge Iván y Adriana también se les entorpecieron sus planes de vida y sufrieron afectaciones psicológicas y económicas. Fue así como el 27 de septiembre de 2013, el Consejo de Estado declaró a la Nación (Ministerio de Defensa - Ejército Nacional) responsable administrativamente por los perjuicios materiales causados a Fabiola Lalinde y su familia. | Además de las sentencias en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, la justicia colombiana también condenó al Estado a pagarle a Fabiola y sus hijos por los daños causados. Ella, por ejemplo, tuvo que “negociar” con sus empleadores para anticipar su pensión, ya que al salir de la cárcel siguió recibiendo amenazas y hostigamientos. Mauricio, su hijo menor, no pudo terminar el semestre que le faltaba para graduarse de Derecho en la Universidad de Antioquia y tuvo que salir exiliado a otro país. A Jorge Iván y Adriana también se les entorpecieron sus planes de vida y sufrieron afectaciones psicológicas y económicas. Fue así como el 27 de septiembre de 2013, el Consejo de Estado declaró a la Nación (Ministerio de Defensa - Ejército Nacional) responsable administrativamente por los perjuicios materiales causados a Fabiola Lalinde y su familia. | ||
Ordenó, además, al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) elaborar un documental en el que se reivindicara el buen nombre de Luis Fernando Lalinde y se contaran los detalles de su desaparición y los daños causados a su familia. También ordenaron la construcción de un monumento conmemorativo en el lugar donde fueron hallados los restos de Luis Fernando . Pero Fabiola sugirió cambiar el monumento por la construcción de dos espacios que le permitieran agradecer a la comunidad por su apoyo en la denuncia de los crímenes cometidos contra su hijo. | Ordenó, además, al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) elaborar [https://www.youtube.com/watch?v=JikwHdM6gIk&t=3509s un documental] en el que se reivindicara el buen nombre de Luis Fernando Lalinde y se contaran los detalles de su desaparición y los daños causados a su familia. También ordenaron la construcción de un monumento conmemorativo en el lugar donde fueron hallados los restos de Luis Fernando . Pero Fabiola sugirió cambiar el monumento por la construcción de dos espacios que le permitieran agradecer a la comunidad por su apoyo en la denuncia de los crímenes cometidos contra su hijo. | ||
De esa manera, la familia y la comunidad se pusieron de acuerdo en construir dos aulas: una para diversas actividades comunitarias y otra para una biblioteca de memoria. La obra, que comenzó a ser construida a mediados de 2017, fue entregada el 12 de enero de 2018, con la presencia de autoridades del Ejército, Fabiola Lalinde y su familia, y la comunidad de Verdún, tal como lo registró una nota del diario El Espectador. | De esa manera, la familia y la comunidad se pusieron de acuerdo en construir dos aulas: una para diversas actividades comunitarias y otra para una biblioteca de memoria. La obra, que comenzó a ser construida a mediados de 2017, fue entregada el 12 de enero de 2018, con la presencia de autoridades del Ejército, Fabiola Lalinde y su familia, y la comunidad de Verdún, tal como lo registró una nota del diario El Espectador. | ||
El 12 de octubre de 2016, en Medellín, Fabiola tuvo un encuentro privado con el general Alberto Mejia, entonces comandante del Ejército, en lo que se denominó un acto de perdón, pero que ella calificó como una amable conversación . Este general resultó, por esas vueltas extrañas de la vida, ser hijo del general Nelson Mejía Henao, el mismo que le mintió en 1984, tratando de encubrir lo ocurrido con Luis Fernando, el mismo que la gritó y maltrató tratando de que desistiera de su búsqueda. Y en otro extraño vericueto de la vida, el encuentro ocurrió 10 días después de que en el plebiscito por la paz una pequeña minoría votara No al Acuerdo Final que el gobierno de Juan Manuel Santos firmó con la guerrilla de las FARC. | El 12 de octubre de 2016, en Medellín, Fabiola tuvo un encuentro privado con el general Alberto Mejia, entonces comandante del Ejército, en lo que se denominó un acto de perdón, pero que ella calificó como una amable conversación . Este general resultó, por esas vueltas extrañas de la vida, ser hijo del general Nelson Mejía Henao, el mismo que le mintió en 1984, tratando de encubrir lo ocurrido con Luis Fernando, el mismo que la gritó y maltrató tratando de que desistiera de su búsqueda. Y en otro extraño vericueto de la vida, el encuentro ocurrió 10 días después de que en el plebiscito por la paz una pequeña minoría votara No al Acuerdo Final que el gobierno de Juan Manuel Santos firmó con la guerrilla de las FARC. | ||
Revisión del 21:15 22 oct 2025
| Nombre | Fabiola Lalinde Castaño |
|---|---|
| Fecha de nacimiento | 04 de enero de 1937 |
| Nacionalidad | Colombiana |
| Seudónimo | La mamá de la memoria |
| Ocupación | Mujer buscadora y defensora de derechos humanos |
| Primaria | En casa |
| Bachillerato | Colegio la Presentación, Medellín |
| País de nacimiento | Colombia |
| Ciudad de nacimiento | Belalcázar, Caldas |
| Fecha de fallecimiento | 12 de marzo de 2022 |
| País de fallecimiento | Colombia |
| Ciudad de fallecimiento | Medellín |
| Familia | Luis Fernando Lalinde Lalinde (hijo) |
Fabiola Lalinde Castaño fue más que una madre buscadora y defensora de derechos humanos. Ella se convirtió en el símbolo de la constancia, la resistencia y la persistencia de las familias que buscan a los desaparecidos a través de la Operación Cirirí, como bautizó la estrategia que desplegó durante 34 años para encontrar la verdad sobre la captura, tortura y muerte de su hijo mayor Luis Fernando Lalinde Lalinde. Doña Fabiola fue conocida también como la mamá de la memoria y nunca dejó de buscar la verdad, a pesar de que logró que el Ejército le devolviera de mala gana los restos de su hijo que ella misma ayudó a recuperar. Fueron 12 años de búsqueda en los que militares, jueces y otros funcionarios desplegaron acciones para esconder el cuerpo y la verdad de lo sucedido entre el 3 y 4 de octubre de 1984 en las montañas de Jardín (Antioquia). Esta mujer, ama de casa y empleada de una cadena de almacenes en Medellín, juntó voluntades para que el caso de Luis Fernando fuera el primero en lograr una condena contra el Estado colombiano en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Con una disciplina férrea y de manera autónoma, creó su propio archivo en el que documentó uno a uno todos los trámites -evidencia de la ignominia, del maltrato y la victimización- a los que la sometieron a ella y a sus otros tres hijos. Cerca de 100 cajas conforman ese acervo que fue donado a la Universidad Nacional de Colombia y declarado por la UNESCO como Patrimonio del Mundo.
| Campo | Información |
|---|---|
| Región / Macrorregional UBPD | Central |
| Departamento y municipio de origen | Jardín, Antioquia |
| Vereda / Barrio | No aplica |
| Nombre del ser querido desaparecido | Luis Fernando Lalinde Lalinde |
| Relación | Hijo |
| Estado de la búsqueda | El Ejército entregó el cuerpo el 18 de noviembre de 1996 |
| Organización a la que pertenece | Perteneció a la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES) y se vinculó a otras luchas. |
Biografía
I. Aspectos generales de la mujer
Fabiola era hija menor de Fidel Lalinde y Serafina Castaño, “un padre liberal, liberal finquero que no tragaba entero y una maestra conservadora, de camándula y golpes de pecho”, tal como describiría ella misma . La familia nació en medio de la colonización antioqueña en el territorio del “Viejo Caldas”. Fidel se desempeñó en varios oficios para sostener a los primeros cuatro hijos que nacieron en La Dorada (Caldas), luego se fueron a una finca cafetera llamada Manzanares, en Belalcázar. Fabiola nació cuando sus padres no esperaban más hijos. Le tocó crecer sola porque La Violencia, aquella que se escribe con letras mayúsculas por corresponder a la época del país que inicia con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, los obligó a salir del pueblo por la persecución a los liberales. Así que le tocó crecer sola; mientras sus hermanos mayores fueron a un internado, ella tuvo que aprender en casa guiada por su madre e impulsada por su padre. Esto, sin duda, forjaría su carácter curioso y reflexivo. Aprendió a leer con los textos religiosos de doña Fina, como La Imitación de Cristo y cuando se aprendió de memoria la cartilla La Alegría de leer, su papá la ponía a leer los editoriales de El Tiempo y las columnas de Enrique Santos Molano, Calibán y Alberto Lleras Restrepo . Aprendió las operaciones matemáticas recogiendo los corozos de los árboles y los huevos de las gallinas ponedoras.
“Mi preocupación en esa época eran los pollitos porque tenían dos tenebrosos enemigos: la comadreja y el gavilán que se los llevaban en las garras por el aire. El único defensor de los pollitos era un pajarito pequeño llamado cirirí que los perseguía y acosaba hasta que soltaran su presa. El cirirí era sinónimo de insistencia” , escribiría muchos años después recordando de dónde había sacado su fuerza e inspiración.
Hacia 1950, la misma violencia que los llevó a vivir en una hacienda cafetera, los expulsó para Medellín. Llegaron a vivir al barrio Buenos Aires y Fabiola pudo hacer su bachillerato en La Presentación, el mismo colegio de monjas en el que estudiaron sus hermanas. Pero la muerte temprana de la mamá los llevó a cambiar de barrio y a Fabiola, inquieta y retadora, a casarse a los 20 años con su primo Fernando Lalinde, pese a los ruegos de su papá que le pidió estudiar primero una carrera universitaria.
Fabiola se convirtió en esposa y ama de casa dedicada a sus cuatro hijos: Luis Fernando, el mayor, que nació en abril de 1958; Jorge Iván, en 1960; Adriana en 1961; y Mauricio en 1962. El matrimonio acabó pronto y ella tuvo que buscar trabajo para seguir sosteniendo la familia ante la ausencia casi total del esposo. La solidaridad de sus amigas del colegio le permitió pagarle la educación a Luis Fernando y el apoyo de la familia, sobre todo el de don Fidel, le permitió luego tener una casa cómoda en el barrio La Castellana que tenía un gran patio en el que sembraron árboles de mango, naranjo y papayo.
Mientras Fabiola trabajaba en la bodega y luego como vendedora de telas en almacenes Ley, en el centro de Medellín, Luis Fernando parecía que iba a ser cura porque jugaba a oficiar misas, sirvió de monaguillo en la iglesia del barrio y pidió estudiar el bachillerato en el seminario de la Arquidiócesis. Allí conoció al padre Federico Carrasquilla, uno de los sacerdotes defensores de la teología de la liberación (el movimiento teológico cristiano que nació a finales de los años sesenta y que habla de la necesidad de interpretar el mensaje del Evangelio desde la realidad de los pobres y oprimidos y generar acciones para transformar las estructuras de opresión), quien fundó la parroquia de la Divina Providencia en el barrio Popular y, sin duda, influyó en la militancia política de izquierda de Fernando. Así, el hijo mayor de la familia Lalinde Lalinde empezó a trabajar en los barrios más pobres de las laderas de la ciudad.
Tal vez por eso no fue una sorpresa que se matriculara en la carrera de sociología en la Universidad Autónoma Latinoamericana, aunque ya había empezado economía en la Universidad de Antioquia. En esos momentos, bullían los movimientos de izquierda en las universidades latinoamericanas, empujados por el golpe contra Salvador Allende en Chile, en 1973, y unos años antes por el triunfo de la Revolución Cubana. Ya se hablaba de la desaparición forzada en las dictaduras del Cono Sur, un fenómeno que Fabiola veía en las noticias -se conmovió mucho al ver a las madres de Plaza de Mayo en Argentina, con sus pañuelos blancos, reclamando a sus hijos e hijas- y que creía lejana a su realidad en Colombia. Fernando le insistía que sí había desaparecidos forzados en el país y que se debía a la vigencia del Estatuto de Seguridad, una política que permitía a los militares detener y juzgar a civiles por la simple sospecha de ser militante de izquierda .
Hacia 1976, Luis Fernando empezó su militancia en el Partido Comunista de Colombia - Marxista Leninista (PCC-ML), el brazo político del Ejército Popular de Liberación (EPL) una guerrilla de corte maoísta que surgió en 1967. En poco tiempo su compromiso revolucionario lo llevaría a conocer a los hermanos Óscar William y Jairo de Jesús Calvo, líderes del partido y del grupo insurgente y seguir escalando hasta que en 1983 fue elegido directivo de la Juventud Revolucionaria.
Mientras eso ocurría, Fabiola estaba feliz porque Luis Fernando ya había anunciado que a finales de 1984 recibiría el grado de sociólogo. Ella conocía su militancia de izquierda, pero creía que la “fiebre” le pasaría muy rápido, que eran cosas de la juventud. Por el contrario, él seguía asumiendo responsabilidades y consolidando su liderazgo en el grupo y en el partido, de tal manera que, en 1984, cuando se anunció el inicio del proceso de paz de varias guerrillas, incluido el EPL, con el gobierno conservador de Belisario Betancur, fue designado como comisario político de esa guerrilla.
Ese mismo año, en julio, Luis Fernando tuvo una notoria participación en el Encuentro Internacional de Juventudes Marxistas Leninistas en el municipio de Caldas (Antioquia). Allí se le vio en la mesa directiva del evento junto a Óscar William, vocero nacional del partido. El 23 de agosto, acompañó a los hermanos Calvo en el Museo Zea, en el centro de Medellín, a la firma del acuerdo de cese al fuego entre el EPL y el gobierno nacional.
El martes 2 de octubre de 1984, salió de casa y anunció que volvería esa noche o máximo al día siguiente. Ya era habitual para Fabiola y para sus otros hijos que el hermano mayor se fuera de casa por algunos días, aunque siempre decía cuánto se tardaría y avisaba de alguna demora en su retorno. Solía irse a recoger medicinas, ropa y comida para repartir a los más pobres; luego la familia se enteraría de que eran para la guerrilla del EPL. Esa era una de sus funciones como comisario político, además de darles formación política a los militantes y sacar heridos de las zonas de combate para que recibieran atención médica.
Y justamente esa fue la misión que le encomendaron. Ese 2 de octubre, a sus 26 años, Luis Fernando debía hacer contacto con una columna guerrillera que se había enfrentado con el Ejército en Riosucio (Caldas) y se había replegado hacia el municipio de Jardín (Antioquia) para evacuar a un herido en combate. En esas andaba cuando fue capturado por tropas de la patrulla de Infantería No. 22 del Batallón Ayacucho de la Octava Brigada del Ejército, bajo el mando del coronel Henry Bermúdez Flórez, quienes lo torturaron y asesinaron, para luego intentar desaparecer su cuerpo, inhumándolo en una montaña bajo una falsa identidad de alias “Jacinto”, un nombre que con los años se convertiría en un karma para Fabiola.
II. Caso específico de búsqueda
Desde el mismo 3 de octubre en horas de la tarde, Fabiola Lalinde Castaño sintió que algo no estaba bien con Luis Fernando. Llamó varias veces desde su trabajo a la casa para corroborar si había alguna razón de él. El 10 de octubre, siguiendo los consejos de amigos y familiares fue a la oficina del médico Héctor Abad Gómez, entonces presidente del Comité de Derechos Humanos de Antioquia. Le contó que su hijo no aparecía, que él había participado en julio en el campamento Internacional de Juventudes Marxistas Leninistas que, según le habían contado, había estado militarizado todo el tiempo. Ella temía que hubiera sido detenido, como ya había ocurrido en octubre de 1978, cuando empezó a regir el Estatuto de Seguridad y la Fuerza Pública detuvo a unos 60 jóvenes que acompañaban una huelga de trabajadores. En esa oportunidad, Fabiola lo encontró en un calabozo del antiguo F2 (policía secreta que cumplía labores de inteligencia) y con la ayuda de varias organizaciones lograron su libertad una semana después.
Gracias a las gestiones del médico, quien orientó cada paso y gestión de Fabiola, la familia se enteró de que Luis Fernando había salido para la vereda Verdún del municipio de Jardín (Antioquia) y que todo parecía indicar que había sido detenido por una patrulla militar cuando salía a tomar el bus para Medellín. A partir de ese momento, la familia empezó un largo y tortuoso peregrinaje entre batallones, brigadas, cárceles, oficinas públicas y organizaciones de derechos humanos en Medellín, Manizales, Pereira, Riosucio y Bogotá.
Jorge Iván Lalinde se fue con una foto de Luis Fernando a recorrer las montañas de la vereda Verdún, preguntando casa por casa por lo sucedido aquella madrugada del 3 de octubre. Durante dos viajes que realizó a la zona, los campesinos le entregaron generosamente los detalles suficientes para reconstruir las últimas horas de vida de su hermano, dibujó un mapa con los sitios donde lo vieron por última vez y convenció a aquellas personas para que dieran después sus testimonios ante el juzgado 13 de Instrucción Criminal.
En resumen, Jorge logró establecer que Luis Fernando salió a las 5:15 de la mañana para tomar el bus a Medellín. En ese momento fue detenido por soldados quienes, sin mediar palabra, lo golpearon, le dieron patadas, lo insultaron y lo llevaron a una pesebrera; allí lo amarraron de la nuca con un lazo y le ataron las manos a la espalda, lo colgaron de unas vigas y lo torturaron; lo subían y lo bajaban entre el estiércol de las vacas. A eso de las 8:30 de la mañana, lo llevaron a la concentración escolar donde lo amarraron a un árbol de yarumo y lo siguieron torturando a la vista de todos, incluso de los niños y niñas que estaban en clase. A eso de las seis de la tarde lo sacaron en un camión del Ejército, muy golpeado, casi inconsciente y con las manos amarradas. El camión tomó la vía que conduce a Riosucio. No lo volvieron a ver.
Con esta información, Fabiola decidió irse a Bogotá. Previamente había hablado con Óscar William, dirigente del Partido, quien le dijo que días antes de la desaparición de Luis Fernando hubo combates entre el Ejército y una columna del EPL en los límites entre Risaralda y Caldas, y que ambos hechos evidenciaban graves violaciones al cese al fuego por parte del gobierno del presidente Belisario Betancur. Ella logró entrevistas con viceministros, con el Procurador General de la Nación, con el Procurador Delegado para las Fuerzas Militares, con funcionarios judiciales y miembros de la Comisión de Verificación (que había nombrado el gobierno para velar por el cumplimiento de los acuerdos). Todos le respondieron lo mismo: que no conocían el caso de su hijo y no podían darle respuestas sobre su paradero.
Una de esas visitas que Fabiola relataría años después en diferentes escenarios fue la que le hizo al general Nelson Mejía Henao, el entonces Procurador Delegado para las Fuerzas Militares, el 9 de noviembre de 1984. “Aquí no aparece registrado. Aquí no hay nada. Nosotros no lo tenemos ni lo hemos tenido. Búsquelo por otro lado”, fue la respuesta que obtuvo del oficial quien no ocultó su molestia por las preguntas incómodas y precisas que ella le hacía con la información que ya habían recolectado. Ante su insistencia, el general le dijo que si su hijo había muerto en combate debía estar enterrado en el monte. Y luego le leyó un informe según el cual el 3 de octubre, en Verdún, el Ejército había detenido a dos hombres y que uno de ellos, identificado como “N.N. alias Jacinto”, había sido “dado de baja por intento de fuga”.
“¿Y qué hacía su hijo por allá? ¿En qué andaba metido?”, le preguntó el general Mejía a Fabiola. “Yo no le estoy diciendo que mi hijo es un monaguillo y que el Ejército lo sacó de la sacristía. Él milita en el Partido Comunista - Marxista Leninista. Viajó a Jardín a rescatar a un guerrillero herido. Aún en las peores guerras hay tiempo para recoger a los heridos y enterrar a los muertos. No concibo que él se haya desaparecido en manos de una patrulla militar y que ustedes no me den razón”, le contestó ella . La persistencia y tranquilidad de Fabiola exasperaron a Mejía al punto que la despachó entre gritos diciéndole que los campesinos no sabían más que él sobre lo ocurrido en esos combates y que mejor se regresara a su casa, que él la llamaría.
Pese a los pocos y contradictorios datos que le entregaban los funcionarios, Fabiola y sus hijos lograron que el Juzgado 121 de Instrucción Penal Militar ordenara la exhumación del cuerpo de “N.N. alias Jacinto” en una montaña en la vereda Ventanas de Riosucio (Caldas), pero ni los ruegos de ella ni las presiones de las organizaciones de derechos humanos lograron que los militares permitieran que la familia acompañara la diligencia para reconocer el cuerpo de Luis Fernando.
De ahí en adelante, Fabiola se tuvo que enfrentar a varias maniobras que le impidieron confirmar legalmente lo que ya sabían: que “N.N. alias Jacinto” era realmente su hijo. Esto sin contar que los altos mandos se declararon víctimas de injurias e inventos cuando ella relataba una y otra vez los detalles de la captura y las torturas que sufrió Luis Fernando. La única certeza que ella tenía es que todos le habían mentido y ahora su trabajo sería más difícil aún. No solo debía demostrar que el Ejército sí lo capturó y lo torturó, sino que además estaba intentando desaparecer su cadáver.
La persistencia de Fabiola fue tan contagiosa que muchas personas se unieron a su causa. El empeño de Héctor Abad Gómez hizo que el caso llegara a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) en marzo de 1985. Incluso allí, el gobierno colombiano seguía insistiendo en que “tal persona (Luis Fernando Lalinde) en ningún momento fue capturada por miembros de las Fuerzas Militares y tampoco estuvo en calidad de privado de su libertad en dependencias militares” . Pero la evidencia era tan clara que el 22 de septiembre de 1987 la CIDH condenó al Estado colombiano por el arresto y posterior desaparición de Luis Fernando Lalinde. Un año más tarde, el 16 de septiembre de 1988, la Comisión confirmó la resolución y sustituyó en el numeral uno la frase “arresto y posterior desaparición” por “arresto y posterior muerte” de Luis Fernando Lalinde.
Fabiola siempre se lamentó porque el doctor Héctor Abad Gómez no pudo ver que su caso había sido el primero en lograr una condena contra el Estado colombiano por una desaparición forzada. Fue asesinado el 25 de agosto de 1987.
Pero después de ese triunfo vinieron más problemas. La misma Fabiola ha relatado que después de la condena, su hijo menor Mauricio le preguntó cómo les cobrarían los militares semejante afrenta. La respuesta llegó en poco tiempo: el domingo 23 de octubre de 1988, cuando ella regresaba a su casa después de la misa vio la calle cerrada por la Policía Militar y una patrulla de la Policía. “Cuando le pregunté a un vecino qué pasaba me contó que estaban allanando mi casa, lo cual no me extrañó, entré tranquilamente, por aquello de que el que nada debe, nada teme. La residencia estaba invadida por la Policía hasta en los muros del patio, y llevaban más de dos horas allí. El contenido de mi clóset estaba en el suelo y el capitán del supuesto operativo estaba sentado en mi cama escuchando unos casetes que tenía grabados con el programa que el doctor Abad Gómez realizaba en la emisora de la Universidad de Antioquia, los domingos, sobre los Derechos Humanos y la desaparición forzada” .
Mientras la interrogaban, los policías plantaron en su closet dos bolsas con un polvo blanco que dijeron era cocaína. A ella y a su hijo Jorge Iván los acusaron de encabezar una “banda narcoguerrillera” y los exhibieron a la prensa con banderas del EPL y armas que quién sabe dónde consiguieron. A ella la llevaron presa a la cárcel de mujeres El Buen Pastor y a él a la de Bellavista. Su hijo menor, Mauricio tuvo que esconderse en otra ciudad porque le llegaron rumores de que también sería encarcelado; Adriana se quedó en casa sobrellevando los asuntos de la familia.
Y fue en la cárcel donde Fabiola vivió “una experiencia dolorosamente bella” que cambió su vida y la forma de afrontar la búsqueda de Luis Fernando. El 26 de octubre de 1988 llegó a la cárcel una monja con una bola maciza y apretada de escapularios enredados buscando voluntarias para desenredarla. Fabiola se ofreció a hacerlo y mientras deshacía los nudos, le llegaron de manera providencial recuerdos de su infancia. Recordó el cirirí, aquel pajarito que perseguía a los gavilanes y los aturdía con su canto hasta que les devolvía los polluelos robados. Era el simbolismo perfecto -pensó- para seguir con su lucha. Si a su hijo lo detuvieron en el desarrollo de la Operación Cuervo y a ella en la Operación Centella, su respuesta sería la Operación Cirirí.
Se arropó con la solidaridad y los mensajes de aliento que recibió de decenas de personas y organizaciones nacionales e internacionales y se encomendó a todos los santos, a quienes les exigió ser más fuertes que aquellos tramposos que intentaban cubrir de impunidad el caso de su hijo. El 3 de noviembre sus ruegos fueron escuchados: le anunciaron su libertad. “Paradójicamente, esos doce días de detención se convirtieron en los más productivos e importantes de mi vida, pues salí espiritual y mentalmente fortalecida. El delirio de persecución y el pánico que venía padeciendo a raíz de la desaparición de Luis Fernando se quedó en la celda” . Su hijo Jorge Iván también fue liberado. La lucha seguiría en libertad y ahora con más fuerza y más ímpetu.
La cadena de solidaridad que despertó la Operación Cirirí logró la presión necesaria para que el 14 de abril de 1992, tras 7 años de negligencia y atropellos se hiciera la exhumación de los restos de “N.N. alias Jacinto”. Se necesitaron dos diligencias, ya que en la primera solo se encontró la ropa que vestía Luis Fernando y apenas unos huesos al pie de la raíz de un árbol. Fabiola tuvo que presionar aún más para lograr una segunda diligencia, en otro lugar, varios metros más arriba del primero, donde al final encontraron el cráneo y otros huesos. Pero aún faltaba mucho camino por recorrer porque el proceso de identificación tomó cuatro años más, durante los cuales siguieron operando todo tipo de mecanismos para evitar que el cuerpo de Luis Fernando recobrara su identidad y por lo tanto su dignidad.
Después de una serie de trámites, mentiras y dilaciones, Fabiola logró que el Ejército le entregara una caja con el cráneo y 69 huesos de Luis Fernando, el 18 de noviembre de 1996. Al día siguiente, en la parroquia de Santa Gema, la misma en la que ella solía rezar y confrontar a dios por su sufrimiento, pudo por fin depositar los restos de su hijo -plenamente identificado- en una bella urna elaborada por su hija Adriana y hacer una emotiva ceremonia concelebrada por sacerdotes pasionistas y el padre Javier Giraldo. “La identidad es dignidad”, repetiría Fabiola ese día y muchos más, haciendo énfasis en esta etapa de su lucha. La última sería la búsqueda de la justicia, a la que nunca renunció, pese a que se tardó 4.428 días desentrañando la verdad de lo sucedido con su hijo.
III. ¿Qué hace particular su búsqueda?
1. Hitos: aspectos a resaltar
La persistente y disciplinada búsqueda de Fabiola Lalinde dejó un legado imborrable y muchos aprendizajes en la lucha contra la impunidad, la búsqueda de la verdad y la construcción de memoria histórica de las víctimas. Las lecciones quedaron para las familias buscadoras, para las organizaciones de derechos humanos dentro y fuera del país e incluso para el Estado colombiano.
“La primera parte de mi lucha fue muy dura porque yo pensaba que la desaparición forzada no existía en Colombia, pensaba que eso era de las dictaduras militares; lo primero fue reconocer que Luis Fernando era un desaparecido y había que buscarlo”, admite Fabiola . De ahí en adelante, esta ama de casa, dedicada a trabajar en Almacenes Ley y a cuidar de sus cuatro hijos, asumió la pesada carga de luchar contra todos los mecanismos de impunidad que el Estado desplegó para evitar que llegara a la verdad.
Uno de los principales hitos a destacar en su búsqueda es su capacidad de movilizar a otras personas, de sumar esfuerzos de las organizaciones defensoras de derechos humanos que estaban apenas surgiendo en el país y que estaban siendo ferozmente amenazadas, atacadas y asesinadas. Ella lideró con sabiduría y persistencia las primeras acciones y dividió tareas entre ella, sus hijos, sus familiares, los amigos y hasta los dirigentes del partido en el que militaba Luis Fernando. En torno a su lucha estuvieron, en principio, personas destacadas en Medellín como Héctor Abad Gómez, Luis Fernando Vélez, Jesús María Valle, Leonardo Betancur, Martha Luz Saldarriaga, Pilar López, Carlos Gaviria, Carlos Gónima, Liliana Uribe y Bernardo Jaramillo Uribe, el único juez que llevó la investigación de su caso de manera diligente. En Bogotá se apoyó en personas como Alfredo Vásquez Carrizosa, John Agudelo Ríos, Eduardo Umaña Mendoza, el padre jesuita Javier Giraldo -quien la conectó con ASFADDES-, Carlos Beristain, Rodrigo Uprimny, Federico Andreu, entre otros.
Otro aspecto por el cual se destacó Fabiola fue su capacidad para investigar, leer y tratar de entender el contexto en el que estaban sucediendo los hechos que rodearon su lucha. Ella no tuvo formación política ni militancia alguna, pero tenía la agudeza necesaria para no tragar entero y poder planear una estrategia, habilidades que heredó de su papá y que combinó muy bien con esa profunda espiritualidad y férrea creencia en dios, heredada de su mamá.
En pocos días, Fabiola se movía como pez en el agua entre el naciente movimiento de derechos humanos. Héctor Abad Gómez (a quien ella denominó como un ángel sobre la tierra), por ejemplo, le explicó que en Argentina acababan de publicar el informe Nunca Más en el que la Comisión de Memoria documentaba miles de casos sobre desaparecidos en la dictadura. También conoció un informe publicado por el Procurador Carlos Jiménez Gómez sobre desaparecidos que documentaba más de 150 casos y mostraba que la mayoría estaba en Antioquia, Cundinamarca y Arauca.
“Ante tanta entrevista, nombres y declaraciones, opté por iniciar un diario con toda la información recogida: visitas, fechas, nombres, opiniones, promesas y demás; por fortuna, desde el comienzo tuve el cuidado de dejar copia firmada y sellada de toda comunicación, oficio, o petición que llevaba a las diferentes oficinas en procura de información” , relató Fabiola. Ese primer ejercicio fue la base para el nutrido archivo que ella dejaría como legado para el mundo.
En cajas de cartón fue guardando libretas y cuadernos en los que llevaba un diario con minuciosos detalles sobre ese peregrinaje entre oficinas públicas de todo tipo. En letra cursiva legible y ordenada consignaba sus dolores, sus logros, sus más profundas reflexiones. “Señor: Qué tristeza tan berraca, perdóname la expresión tan antioqueña, quiere decir lo máximo, lo último. Más allá de la muerte”, escribió sobre el dolor por su hijo desaparecido. Y consignó algunas de las respuestas que recibía en los despachos oficiales cada vez que llegaba buscando a Luis Fernando: “seguro consiguió una amante o salió del país, dedíquese a los hijos que le quedan, ¿en qué estaba su hijo?”.
En las cajas también depositó libros y cientos de recortes de prensa que evidenciaban la persistente y creciente violación de derechos humanos, el fenómeno del paramilitarismo, el narcoterrorismo, los magnicidios y esa sangrienta época de los años ochenta. También dejó registro riguroso de los eventos a los que asistió y que daban cuenta de la enorme tragedia humanitaria que vivía el país y el continente, en general. También incluyó lo que sucedía en otros países latinoamericanos para completar su análisis de la realidad colombiana.
Fabiola estableció una rutina diaria después de su jornada laboral. Se sentaba en su cama y se apoyaba en una mesita improvisada para responder mensajes y nuevas solicitudes. “Me tocaba volverme investigadora y pasar parte de la noche escribiendo cartas, denunciando, denunciando y denunciando, nacional e internacionalmente. Fueron años de incertidumbre, de impotencia, de trasnochos, de pesadillas y de mares de lágrimas”.
“Este archivo se constituye en legado y fuente de información para todas aquellas personas y comunidades que quieran conocer tanto el caso particular como las referencias de la investigación sobre un extendido fenómeno en Colombia”, dijo la Unesco el 29 de octubre de 2015, al declarar el archivo de la Operación Cirirí como Patrimonio del Mundo” .
El 17 de abril de 2018, Fabiola entregó su archivo a la Universidad Nacional en Medellín. Ese día en su discurso dejó tres mensajes claves: el primero es que, apelando al sentido de país y de humanidad en el que la educaron sus padres, dejaba en esas cajas “el testimonio de sus búsquedas por la verdad, la solidaridad, el respeto y la dignidad para que sean un patrimonio de la gente colombiana al servicio de toda la humanidad”. El segundo es que en esa búsqueda de la verdad no hay certezas absolutas ni dogmas. “No hay nada en la ciencia que pueda ser irrefutable o inmodificable, necesitamos seguir preguntando por qué, por qué, por qué” y el tercero fue directo a los estudiantes para que no dejaran de dudar, opinar y preguntar. “Jovencitos, hagan hablar al archivo, no dejen que guarde silencio. El archivo de un cirirí tiene que seguir siendo incómodo en un país injusto y violento como el nuestro, se los dejo como oportunidad de comunión, de solidaridad y de creación, no como un objeto muerto del pasado” .
2. Acentos
En su búsqueda, Fabiola conoció a más familiares de desaparecidos, en los que identificó el mismo dolor y las mismas luchas sin importar a quién buscaban y quién era el responsable. Su capacidad para empatizar con otras mujeres buscadoras la llevó incluso a separarse de algunas organizaciones que excluían a ciertas víctimas por su origen o militancia política. Incluso, en ese momento planteó la necesidad de crear el Partido de las Mamás, porque estaba convencida de que el mundo se sostenía en la débil humanidad de las mujeres, que encontraban en el amor a sus hijos el motor capaz de llevarlas a “realizar las proezas jamás imaginadas”.
“Todos los hijos valen igual, ninguno merece ser asesinado, nada lo justifica. En la Operación Cirirí serán bienvenidas madres de soldados, de guerrilleros y de civiles inocentes. Todas caben. Un cirirí es insistente, persistente e incómodo, pero nunca ha matado un gavilán. Y así como cada gavilán tiene su cirirí, todos los victimarios tienen una madre dispuesta a llegar hasta el final, reclamar verdad, reparación, justicia y no olvidar nunca” , dijo cuando recibió críticas de los liderazgos tradicionales de las organizaciones de derechos humanos.
Y tuvo que asistir día a día a los funerales de los defensores de derechos humanos asesinados y a las marchas de protesta. “Formamos el gremio más triste del mundo, el de los familiares de los desaparecidos”, dijo en algún momento. Ella aprendió por su cuenta a ser defensora, también se convirtió en pedagoga, en la medida que vio la necesidad de compartir lo que había aprendido. Lo hacía con generosidad y sin aspavientos.
Ella tuvo el apoyo de sus hijos a quien involucró de diversas maneras en su causa: Jorge Iván recorrió varias veces las montañas entre Jardín y Riosucio, entrevistó a los campesinos testigos de la detención, localizó a los soldados que dieron información sobre el lugar donde se podría encontrar la tumba y acompañó al juez Bernardo Jaramillo Uribe a buscar el lugar de enterramiento; también acompañó a su mamá cuando se la llevaron detenida. Mauricio participó en marchas, plantones y eventos; se vinculó a ASFADDES y ayudó con contactos desde su vida itinerante. Adriana canalizó su dolor y su lucha a través del arte; expuso sus esculturas y algunas de ellas sirvieron de símbolo para la lucha de las organizaciones de derechos humanos. Una de ellas fue portada del libro Colombia Nunca Más, crímenes de lesa humanidad, sus obras fueron la iconografía de la Operación Cirirí.
Carlos Beristain, uno de sus aliados en el mundo del activismo y de la academia, dijo en alguno de sus textos que “Fabiola ha investigado como nadie, en esa tarea entre fiscales y Sherlock Holmes, que asumen las madres de los desaparecidos y eso le costó persecuciones y amenazas”. Incluso, reconoció que él ha llevado la Operación Cirirí como metodología de trabajo con víctimas en el Sahara, en África. “Su lucha ha sido una transfusión sanguínea para la anemia de la desesperanza. Su archivo era un lugar vivo de montones de papeles donde ir a buscar algo de luz. Su vida se convirtió en un operativo primero de búsqueda y luego de memoria contra la impunidad y por los derechos humanos que nos fue regalando a cada rato” .
Justamente en ese operativo contra la impunidad, Fabiola hizo un enorme aporte al desarrollo de la antropología forense y de las ciencias forenses aplicadas a graves violaciones de derechos humanos en el país. Y lo hizo porque tuvo que luchar contra una tramoya que montaron los militares para impedir que se lograra identificar plenamente el cuerpo de Luis Fernando que fue inhumado, trasladado y dispersado para que su familia desistiera de buscarlo. Una vez recuperado el cuerpo, quisieron entorpecer el proceso de identificación, pese a que el doctor José Vicente Rodríguez Cuenca hizo la caracterización morfométrica y un retrato antropológico tridimensional con base en el cráneo en el Laboratorio de Antropología Forense de la Universidad Nacional que confirmaron que se trataba de Luis Fernando Lalinde Lalinde. Este concepto coincidió con los dictámenes de Medicina Legal y de la Fiscalía General de la Nación. Aun así, la Justicia Penal Militar no los aceptó y exigió una prueba de ADN que se le encargó a Emilio Yunis Turbay, del Instituto de Genética de la Universidad Nacional.
El informe de Yunis señaló: “de manera irrefutable e inmodificable” que los restos hallados no eran de Luis Fernando Lalinde. Fabiola recordó que había conocido, en un curso en Venezuela, al reputado doctor Clyde Snow, considerado el padre mundial de la antropología forense, y que por esos días estaba en Colombia en un seminario internacional. Le pidió que estudiara los restos de su hijo y emitiera un concepto. Él lo hizo a título personal como un favor para aquella madre y lideresa colombiana que ya era famosa por su Operación Cirirí. “Los restos esqueléticos parecen ser altamente consistentes con la descripción del presunto occiso, Luis Fernando Lalinde Lalinde”, dijo desde Zagreb, Croacia, el 18 de octubre de 1993.
Snow era famoso por haber fundado el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y por aplicar una metodología científica al análisis de restos óseos para identificar a personas, ya sea en casos de derechos humanos como el de los desaparecidos durante la dictadura argentina o en investigaciones históricas como la identificación de Tutankamón y de criminales de guerra como Josef Mengele. Por eso, Fabiola le pidió consejo para buscar un tercer concepto independiente. Snow le recomendó dirigirse a la doctora Mary Claire King, otra eminencia que se conocía por su trabajo identificando los genes del cáncer de mama; ella había demostrado que los seres humanos y los chimpancés somos genéticamente idénticos en un 99%; y descubrió que la aplicación de la secuenciación del ADN servía para identificar a las víctimas de desaparición. Ya estaba adelantando en Argentina su investigación para aportar en la búsqueda de los niños y niñas robados durante la dictadura militar. Ella fue quien desarrolló, junto a un grupo de científicos, el llamado “índice de abuelidad”, que ha permitido la identificación de cientos de nietos de los detenidos desaparecidos y el reencuentro con sus familias.
Gracias a la gestión del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), las muestras viajaron en valija diplomática hasta la Universidad de Berkeley (Estados Unidos) para que la doctora King pudiera emitir su concepto. El 2 de mayo de 1996 respondió: "Los restos son consistentes con un hijo de la familia Lalinde". Gracias a ese dictamen, el 18 de noviembre de ese mismo año la Octava Brigada del Ejército Nacional entregó los restos a su familia, finalizando un calvario de 12 años .
En su libro La Antropología forense en la identificación humana, el doctor Rodríguez cita la Operación Cirirí como uno de los casos en los que la antropología forense pudo hacer una contribución para la identificación de la víctima “contra los argumentos supuestamente suficientes e irrefutables e inmodificables” del primer dictamen genético, y que además “apoyó su estudio por peritos internacionales, que corroboraron las conclusiones antropológicas, como también a la familia por esclarecer la verdad, exhumar, enterrar y velar a su ser querido según sus propias creencias religiosas” .
Antes de los años ochenta, en Colombia no existían protocolos científicos para la búsqueda, recuperación e identificación de personas desaparecidas. El caso Lalinde apoyó esos primeros estudios con conceptos de dos expertos internacionales que aportaron su conocimiento para el esclarecimiento del primer caso de desaparición forzada que llegó al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. De hecho, este caso impulsó la creación y capacitación de equipos forenses judiciales y periciales en Colombia, que luego se convertirían en grupos especializados dentro del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía. De la mano de Fabiola y su persistencia, este se convirtió en un piloto para el estudio de otros casos como las masacres de Trujillo (Valle del Cauca, entre 1986 y 1994), El Salado (Bolívar, entre el 16 y el 22 de febrero del 2000) y La Rochela (Santander, 18 de enero de 1989). La CIDH recomendó al Estado colombiano adoptar métodos científicos para la identificación de desaparecidos, lo cual influyó en la creación de protocolos.
IV. Contextos y circunstancias de la desaparición y la búsqueda
La captura, tortura y desaparición de Luis Fernando Lalinde Lalinde se dio en el contexto de dos situaciones que atravesaban el país en la década de los ochenta. Por un lado, los procesos de diálogo que inició el presidente Belisario Betancur (1982-1986) con tres de los principales grupos guerrilleros (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - FARC, Movimiento 19 de Abril - M-19 y Ejército Popular de Liberación - EPL) y por otro, lo que se denominó la “guerra sucia”, que se puede resumir en la alianza criminal entre narcotraficantes, políticos de derecha y sectores de la Fuerza Pública que perseguían, hasta aniquilar, a cualquier expresión de izquierda.
La llegada de este presidente conservador se dio después del mandato del liberal Julio Cesar Turbay Ayala (1978-1982), quien instauró el Estatuto de Seguridad, un marco normativo amparado bajo el Estado de sitio, una figura de excepción prevista en el artículo 121 de la Constitución de 1886, que otorgaba competencias judiciales a los militares, con las cuales podían, por una simple sospecha, poner en prisión y juzgar a civiles. En muchos casos, esa privación de la libertad incluía torturas para obtener información que les permitiera avanzar en su lucha contra los grupos guerrilleros. En algunos casos “se les iba la mano” con sus métodos, los detenidos morían y, entonces, desaparecían el cuerpo. En otros casos, preferían no dejar testigos que pudieran enlodarlos con denuncias sobre los tratos crueles e inhumanos.
Esas medidas de excepción se justificaron por el momento político convulso que atravesaba el país con las protestas y huelgas que pusieron en jaque al gobierno de Alfonso López Michelsen (1974-1978) y el fortalecimiento de las guerrillas que habían surgido a mediados de los años sesenta, alentadas por la Revolución Cubana. Los poderes excepcionales se basaban en la persecución del “enemigo interno” (Doctrina de Seguridad Nacional) en medio de la lucha anticomunista que en América Latina se tradujo en regímenes dictatoriales y políticas represivas contra las protestas sociales.
Las atribuciones para hacer detenciones sin la intervención de una autoridad judicial permitían la retención, hasta por diez días, de personas contra las cuales hubiere “graves indicios de que atentaban contra la paz pública”. A partir de enero de 1979, esta atribución se utilizó contra más de 3.000 personas, rebasando en muchos casos el tope máximo de los 10 días, según reportó el gobierno a la CIDH para la elaboración de su informe, en 1981.
Dos elementos más fueron determinantes para que estos abusos se desbordaran: el fuero militar y la no tipificación como delito de desaparición forzada. La Constitución de 1886 establecía que “de los delitos cometidos por los militares en servicio activo y en relación con el mismo servicio, conocerán las cortes marciales o tribunales militares, con arreglo a las prescripciones del Código Penal Militar”. El régimen cobijaba también a los miembros de la Policía Nacional.
Según los jueces militares, las normas permitían que casi todos los delitos fueran considerados como actos del servicio, como ocurrió en el caso de Luis Fernando Lalinde. En este periodo no se registró ninguna condena por violaciones de derechos humanos contra militares o policías. Por el contrario, era común que los uniformados sobre los que recaían estas denuncias fueran promovidos y premiados, tal como lo registró Fabiola en el caso de los responsables de la desaparición de su hijo, que fueron condecorados y ascendidos.
Además, la Procuraduría General de la Nación, encargada de investigar y sancionar disciplinariamente a los funcionarios públicos, no cobijaba en ese momento a los militares ni policías. Para ellos se creó una Procuraduría Delegada, dependiente del Ministerio de Defensa, de tal manera que ese cargo fue ocupado por generales que participaban o conocían de la comisión de los delitos y a su vez los investigaban. En el caso de Fabiola, fue el general Nelson Mejía Henao.
Y, como no existía en el ordenamiento jurídico colombiano el delito de desaparición forzada, durante varios años, los pocos casos de desaparición que fueron investigados y juzgados se catalogaron bajo el tipo penal de secuestro simple. Cuando el cuerpo aparecía, se categorizaba como homicidio, sin importar las acciones que emprendieron con la intención de desaparecer a las personas.
Ante el aumento de casos cobijados bajo el manto de la impunidad, las familias elevaron su voz dentro y fuera del país. En enero de 1981 se creó la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM), para lograr la aprobación de una Convención Internacional contra las desapariciones forzadas en la OEA y la ONU. El primer instrumento internacional fue el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de Naciones Unidas, creado en 1980 para examinar el fenómeno a nivel global. Dos expertos del Grupo visitaron Colombia en noviembre de 1988 e incluso fueron a la cárcel El Buen Pastor de Medellín y se entrevistaron con Fabiola.
En ese momento surgieron en Colombia organizaciones como el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, en 1973, y el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, en 1979, durante el Primer Foro Nacional de Derechos Humanos que se celebró en Bogotá, y en el que participaron, entre otros, Alfredo Vásquez Carrizosa, Luis Carlos Galán, Alfonso Reyes Echandía, Gabriel García Márquez, Socorro Ramírez y Enrique Santos Calderón. Se les uniría, en 1982, ASFADDES, que surgió tras la detención y desaparición de 13 personas, caso conocido como Colectivo 82. Fabiola y Mauricio, su hijo menor, trabajaron intensamente con esta organización durante un tiempo.
Aunque desde 1965 había normas que permitían a los militares organizar y entregar armas a los civiles que se unieran en legítima autodefensa, en los años ochenta había un factor adicional: el poder corruptor del narcotráfico, que ocasionó una ola de asesinatos y desapariciones, afectando mayoritariamente a sindicalistas, líderes sociales y opositores políticos, a los que después se sumarían los miembros de la Unión Patriótica (UP), el partido que surgió de los acuerdos de paz con las FARC.
En ese ambiente, el gobierno de Betancur abrió la posibilidad de buscar una salida política al conflicto, bajo el entendido de que las causas del conflicto armado se centraban en la pobreza y la desigualdad social y política. Además de una amplia amnistía que dejó en libertad a cerca de 1.300 presos políticos, el presidente autorizó a sus delegados a firmar un cese al fuego con las guerrillas como una forma de aclimatar la paz.
Las conversaciones entre el gobierno de Belisario Betancur y el EPL iniciaron el 10 de marzo de 1984 y el 23 de agosto se firmó el cese del fuego, en Medellín, en un acto al que asistió Luis Fernando Lalinde. Pero el cese al fuego nunca fue apoyado por los militares, quienes dieron órdenes de atacar campamentos guerrilleros, como sucedió con el M-19 y la columna del EPL que estaba en Riosucio (Caldas), que era la que estaba atendiendo Luis Fernando como comisario político.
En el Informe Final de la Comisión de la Verdad, también se menciona otro hecho que pudo desencadenar este tipo de crímenes. El Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista (PCML) tenía un vínculo directo con el EPL. Uno de los hermanos Calvo, que se conocía como “Ernesto Rojas”, era al mismo tiempo el jefe militar de la guerrilla y del Comité Central del Partido, lo cual lo hacía especialmente vulnerable. Esa “combinación de formas de lucha” se convirtió en pretexto de la alianza paramilitar para atacar a los no combatientes o a personas en estado de indefensión. Esta fue la esencia de la guerra sucia para sabotear el proceso de paz .
El caso de Luis Fernando Lalinde se circunscribe dentro de otras desapariciones forzadas y asesinatos en las que incurrió el Ejército con el objetivo de torpedear los procesos de negociación que calificaron como una “concesión a los subversivos” o una “claudicación ante la subversión” .
Además de las sentencias en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, la justicia colombiana también condenó al Estado a pagarle a Fabiola y sus hijos por los daños causados. Ella, por ejemplo, tuvo que “negociar” con sus empleadores para anticipar su pensión, ya que al salir de la cárcel siguió recibiendo amenazas y hostigamientos. Mauricio, su hijo menor, no pudo terminar el semestre que le faltaba para graduarse de Derecho en la Universidad de Antioquia y tuvo que salir exiliado a otro país. A Jorge Iván y Adriana también se les entorpecieron sus planes de vida y sufrieron afectaciones psicológicas y económicas. Fue así como el 27 de septiembre de 2013, el Consejo de Estado declaró a la Nación (Ministerio de Defensa - Ejército Nacional) responsable administrativamente por los perjuicios materiales causados a Fabiola Lalinde y su familia.
Ordenó, además, al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) elaborar un documental en el que se reivindicara el buen nombre de Luis Fernando Lalinde y se contaran los detalles de su desaparición y los daños causados a su familia. También ordenaron la construcción de un monumento conmemorativo en el lugar donde fueron hallados los restos de Luis Fernando . Pero Fabiola sugirió cambiar el monumento por la construcción de dos espacios que le permitieran agradecer a la comunidad por su apoyo en la denuncia de los crímenes cometidos contra su hijo.
De esa manera, la familia y la comunidad se pusieron de acuerdo en construir dos aulas: una para diversas actividades comunitarias y otra para una biblioteca de memoria. La obra, que comenzó a ser construida a mediados de 2017, fue entregada el 12 de enero de 2018, con la presencia de autoridades del Ejército, Fabiola Lalinde y su familia, y la comunidad de Verdún, tal como lo registró una nota del diario El Espectador.
El 12 de octubre de 2016, en Medellín, Fabiola tuvo un encuentro privado con el general Alberto Mejia, entonces comandante del Ejército, en lo que se denominó un acto de perdón, pero que ella calificó como una amable conversación . Este general resultó, por esas vueltas extrañas de la vida, ser hijo del general Nelson Mejía Henao, el mismo que le mintió en 1984, tratando de encubrir lo ocurrido con Luis Fernando, el mismo que la gritó y maltrató tratando de que desistiera de su búsqueda. Y en otro extraño vericueto de la vida, el encuentro ocurrió 10 días después de que en el plebiscito por la paz una pequeña minoría votara No al Acuerdo Final que el gobierno de Juan Manuel Santos firmó con la guerrilla de las FARC.
Cronología
• 1937 (4 de enero): Nace en Belalcázar (Caldas). • 1958 (10 de abril): Nace su primer hijo Luis Fernando Lalinde Lalinde, en Medellín. • 1984 (3 de octubre): Luis Fernando Lalinde Lalinde es capturado, torturado, asesinado y desaparecido por miembros del Ejército en la vereda Verdún de Jardín (Antioquia). • 1984: A finales del año, los coroneles al mando de los operativos fueron condecorados con la medalla de servicios distinguidos de orden público. • 1988: El presidente Virgilio Barco designó al general Nelson Mejía Henao, responsable de encubrir el asesinato y desaparición de Luis Fernando, como comandante del Ejército y luego como comandante General de las Fuerzas Militares. Murió en 2010 sin consecuencias penales ni disciplinarias. • 1991 (20 de diciembre): Fabiola recibe el grado póstumo de sociología de Luis Fernando Lalinde Lalinde en la Universidad Autónoma Latinoamericana. • 1992 (Entre abril y mayo) Gracias a la presión nacional e internacional que hicieron Fabiola y varias organizaciones que la acompañaban se pudieron recuperar parte de los restos de Luis Fernando Lalinde. • 1993: Fabiola viaja a Viena, Austria, a la Asamblea de la ONU sobre Derechos Humanos. • 1996 (18 de noviembre): La Octava Brigada del Ejército hace entrega de 69 huesos y un cráneo correspondiente a Luis Fernando Lalinde Lalinde, 12 años después de su desaparición. • 2000 (31 de octubre): El Tribunal Administrativo de Antioquia declara la responsabilidad del Estado por la tortura, desaparición y muerte de Luis Fernando Lalinde Lalinde y lo obliga a pagar los perjuicios causados. • 2013 (27 de septiembre) El Consejo de Estado en sentencia ordenó hacer un documental que honre la memoria de Fernando Lalinde. • 2015: (27 de octubre) El CNMH recibe una copia del archivo para custodiarlo y hacer el documental. • 2016 (octubre): Con la mediación del CNMH, el entonces Comandante del Ejército, general Alberto Mejía, hijo del general Nelson Mejía Henao, le pide perdón a nombre del Estado colombiano a Fabiola Lalinde por la detención, tortura y asesinato de su hijo. • 2018 (12 de enero): Se entregan las dos aulas a la comunidad de Verdún en Jardín (Antioquia) que reemplazaron al monumento que debía construirse por cuenta de una condena a la Nación por parte del Consejo de Estado. • 2018 (17 de abril): Fabiola entrega su archivo a la Universidad Nacional de Medellín. • 2022 (12 de marzo): En la clínica León XIII de Medellín, muere Fabiola Lalinde Castaño. • 2025 (3 de marzo): La sede de la Defensoría del Pueblo regional Antioquia recibe el nombre de Fabiola Lalinde en homenaje y reconocimiento a su búsqueda.
¡La búsqueda nos une! Si tienes un ser querido desaparecido o conoces la suerte o el paradero de una persona desaparecida en razón y en contexto del conflicto armado, antes del 1.º de diciembre de 2016, comunícate con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas: https://unidadbusqueda.gov.co/ @UBPDColombia en todas las redes sociales (+57) 3162783918 servicioalciudadano@unidadbusqueda.gov.co
Referencias
Beristain, Carlos. La maleta colombiana II. Viaje de vuelta (2023) Legado de la Comisión de la Verdad.
Centro Nacional de Memoria Histórica. 25 kilos de Verdad, en YouTube. (24 agosto 2015). https://www.youtube.com/watch?v=pY3xv_4dhdk
Comisión de la Verdad. No matarás, Intento de paz con el EPL. https://www.comisiondelaverdad.co/intento-de-paz-con-el-epl
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH. Resolución 24/87 Caso 9620 Colombia. (16 de septiembre de 1988) https://cidh.oas.org/annualrep/87.88sp/Colombia9620.htm
Lalinde, Fabiola. Universidad Nacional de Colombia. Fondo Fabiola Lalinde y familia. Medellín, 17 de abril de 2018. https://cienciashumanasyeconomicas.medellin.unal.edu.co/laboratorios/fuentes-historicas/fondos/fflf.html
Nieto, Patricia. El cielo no me abandona. (julio 2007) Publicación de la Alcaldía de Medellín.
El Espectador. Las aulas que se construyeron gracias a la operación Cirirí. (31 de enero de 2018) https://www.elespectador.com/colombia-20/paz-y-memoria/las-aulas-que-se-construyeron-gracias-a-la-operacion-ciriri-article/
Rodríguez Cuenca, José Vicente. La Antropología forense en la identificación humana. Universidad Nacional de Colombia.
Salazar, Alonso. El largo vuelo del cirirí (2024). Editorial Debate.
Salazar, Alonso. Mujeres de Fuego (marzo 1993) Operación Cirirí.
UNESCO. Operación Cirirí, Archivo Fondo Documental de la Familia. (2015) https://www.unesco.org/es/memory-world/lac/operation-ciriri-lalinde-family-documentary-archival-fonds
Créditos Investigación: Gloria Castrillón Pulido para el Banco de la República. Proyecto adelantado con el apoyo de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), septiembre de 2025.