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Las urnas presentan una amplia diversidad en cuanto a calidad, formas y decoraciones. En muchos casos utilizaron para este propósito recipientes de uso doméstico, de formas simples y acabado rústico, mientras en otros usaron vasijas elaboradas expresamente para esta función. Entre estas últimas, las más comunes tienen una forma cilíndrica, un poco abultada hacia la base y muchas veces con relieves o protuberancias, que recuerdan frutos de auyamas y calabazos. Otras muestran formas globulares o de animales, como aves semejantes a un paujil, y algunas, las más elaboradas, representan figuras femeninas acurrucadas y con vientres prominentes, que sugieren mujeres dando a luz. | Las urnas presentan una amplia diversidad en cuanto a calidad, formas y decoraciones. En muchos casos utilizaron para este propósito recipientes de uso doméstico, de formas simples y acabado rústico, mientras en otros usaron vasijas elaboradas expresamente para esta función. Entre estas últimas, las más comunes tienen una forma cilíndrica, un poco abultada hacia la base y muchas veces con relieves o protuberancias, que recuerdan frutos de auyamas y calabazos. Otras muestran formas globulares o de animales, como aves semejantes a un paujil, y algunas, las más elaboradas, representan figuras femeninas acurrucadas y con vientres prominentes, que sugieren mujeres dando a luz. | ||
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Revisión del 14:47 18 oct 2017
Quimbaya: la gente y el oro en el Cauca medio
Por dos milenios antes de la Conquista, el Cauca Medio estuvo poblado por agricultores y mineros de oro y sal, ceramistas y orfebres. La orfebrería del período Temprano (500 a.C. a 600 d.C.) muestra figuras icónicas de líderes, hombres y mujeres, como símbolos de identidad. Los colores, brillos y las formas de calabazas, ahuyamas, totumas y mujeres aludían a la fertilidad. Se destaca un poporo o recipiente para cal con forma de una mujer de alto rango en actitud ritual.
En el período Tardío (800 a 1600 d.C.) se dieron cambios profundos, hubo gran diversidad cultural y un incremento de población. Se pintaban el cuerpo, usaban ligaduras de cuentas en las extremidades y se insertaban adornos en la nariz y bajo la boca. La orfebrería, que usó mucho el cobre, y la cerámica se tornaron geométricas y esquemáticas. Con sus adornos y pinturas, los caciques parecían hombres-jaguar, hombres-rana y hombres-lagartija. Hacia 1540, por las diferencias de costumbres y lengua, los europeos clasificaron a los indígenas en "provincias": Caramanta, Anserma, Arma, Picara, Carrapa, Quimbaya, Quindo y otras. La mayoría fue aniquilada en la conquista.
Quimbaya en la exposición del Museo del Oro
Durante milenios, grupos humanos con diferentes culturas y formas de vida aprovecharon la diversidad de climas y la variedad y abundancia en recursos de las montañas del Cauca Medio. Sus primeros pobladores, diez mil años atrás, fueron cazadores y recolectores. Más tarde, por cerca de dos milenios hasta la Conquista, en los períodos Quimbaya Temprano y Quimbaya Tardío, habitaron la región agricultores y mineros de oro y sal, artífices de cerámica y orfebrería.
Período Quimbaya Temprano
Entre 500 a.C. y 600 d.C., las primeras sociedades orfebres se dedicaban a la agricultura, la cacería, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Ubicaban sus viviendas dispersas sobre planicies naturales o en explanadas construidas en las laderas. Extraían oro de las arenas de los ríos y sal de fuentes de aguasal, y los utilizaban para el intercambio. Los orfebres eran especialistas que elaboraban objetos notables por la maestría técnica y estética, en los cuales plasmaron aspectos de la organización social y el pensamiento simbólico de sus comunidades.
Tanto los objetos de orfebrería como los de cerámica de este período tienen características como las superficies lisas y brillantes, sobriedad en el estilo y formas escultóricas realistas inspiradas en frutos y figuras femeninas. Las representaciones humanas en orfebrería muestran rasgos como desnudez, contornos redondeados, torso grueso, cara triangular, pómulos salientes, ojos rasgados semicerrados, uso de adornos y ligaduras, y placas colgantes. Estas figuras eran símbolos de identidad cultural de estos grupos.
Los adornos y objetos rituales usados por los líderes transmitían mensajes acerca de su cargo, posición social y pensamiento. En el curso medio del Cauca y las montañas antioqueñas los atuendos de estos personajes se componían de pocos objetos, casi todos pequeños. Son frecuentes las narigueras y orejeras fundidas a la cera perdida en aleación de oro y cobre o tumbaga. El notorio desgaste de muchos de los adornos evidencia su uso frecuente. Solo los cascos y las coronas eran emblemas grandes y visibles.
Los poporos para guardar la cal utilizada con las hojas de coca eran símbolos de fertilidad por su color y brillo, y por sus formas de mujeres, calabazos, ahuyamas y totumas. Los líderes los empleaban en ceremonias orientadas a la reproducción de la naturaleza y el bienestar de la sociedad, donde ellos mismos se hacían ver como indispensables para la continuación de la vida. También algunas urnas para las cenizas de los muertos, que se han hallado enterradas en tumbas de pozo simple, representaban calabazas y mujeres embarazadas, como si fueran úteros donde renace la vida tras la muerte. Una urna cineraria tiene la forma de un paujil.
Otro de los objetos más destacados de la colección del Museo del Oro es un poporo que representa una mujer de alto rango adornada con pintura facial, casco y nariguera. Su expresión meditativa y su postura solemne, sosteniendo barras con aves, le confieren la apariencia de estar participando de un ritual. Este objeto maestro, los dos cascos, la corona con adorno imitando plumas y dos recipientes en forma de totuma alargada, con tapa, utilizados probablemente para guardar y llevar las hojas de coca, hacían parte de los ajuares con los que se enterraron varios líderes en una tumba en el municipio de Puerto Nare, en el Magdalena Medio antioqueño.
Los orfebres del período Quimbaya Temprano elaboraron además figuras realistas y estilizadas de diversos animales. Los más representados fueron caracoles e insectos en metamorfosis, como pupas de mariposa, que pudieron tener significados relacionados con los ciclos de la naturaleza y la sociedad.
Un colgante en forma de cuadrúpedo con cabeza de ave, proveniente de Antioquia, contenía carbón que fue fechado por el Museo del Oro en 240 a.C. Otro colgante zoomorfo, con dos animales estilizados, data de 190 d.C.
Período Quimbaya Tardío
A partir del 800 d.C. se dieron cambios profundos en las sociedades del Cauca Medio. La población creció y asimismo la producción agrícola y textil, de cerámica y de adornos de orfebrería. Se transformaron las creencias, los objetos y los símbolos; los entierros primarios en tumbas de pozo con cámara se tornaron comunes.
Las modificaciones del cuerpo y ciertas posturas comunicaban características de las personas, como su grupo social y su rango. En figuras humanas enterradas con los muertos para acompañarlos y protegerlos, los ceramistas reprodujeron la pintura corporal que se aplicaba con sellos y rodillos de cerámica, las ligaduras de cuentas blancas que deformaban brazos y piernas, y las deformaciones del cráneo.
Durante el período Quimbaya Tardío los adornos de orfebrería tenían con frecuencia formas geométricas simples y decoraciones esquemáticas. Algunos, como las narigueras en forma de aro y de alambre retorcido, fueron de uso común. Se insertaban adornos en las aletas de la nariz, debajo de la boca y otras partes del rostro.
Las sociedades del período Quimbaya Tardío habitaron con preferencia las zonas templadas, tanto en casas dispersas como en aldeas. Vivían de la agricultura, la cacería, la pesca y la recolección. Sembraban maíz, fríjol y batata en las laderas, con eras y zanjas para controlar las avalanchas y la erosión. Extraían oro y sal, hilaban, tejían y trabajaban la arcilla y los metales, parte de cuya producción dedicaban al intercambio con grupos vecinos y lejanos.
Numerosos objetos se preservaron y hoy nos permiten formarnos una idea de la vida cotidiana de estas comunidades. En la cacería y la guerra utilizaban propulsores y dardos fabricados en madera de palma. Cazaban venados (Mazama), dantas (Tapirus), pecaríes (Tayassu pecari), zarigüeyas (Didelphis), armadillos (Dasypus), conejos (Sylvilagus) y otros animales.
Los volantes de huso elaborados en cerámica eran utilizados en el hilado del algodón. El volante, ajustado a la parte inferior de una varilla de madera, mantenía el movimiento de rotación necesario para torcer el hilo y enrollarlo alrededor del huso. Estos instrumentos para el hilado son tan frecuentes que nos poermiten imaginar que los textiles lo eran también. Una cinta tejida en algodón, con placas colgantes de metal, se preserva en el Museo y fue fechada en 850 d.C. La producción de cerámica variaba dentro de la región del Cauca Medio. Hacia el sur elaboraban objetos de múltiples formas, algunos decorados con pintura negra sobre fondo rojo, crema o una combinación de ambos colores. Por su parte, los grupos asentados al norte del Cauca Medio elaboraron una alfarería de color marrón o gris con formas romboidales, decorada con incisiones y figuras aplicadas, así como vasijas de color naranja adornadas con pintura blanca.
La producción de objetos en cobre era una actividad importante. Con este metal los orfebres manufacturaron pectorales, brazaletes, collares y cascabeles.
Hacia 1540 los europeos encontraron en la región del Cauca Medio una población numerosa y diversa que con las guerras de conquista sufrió caos y aniquilación. Los conquistadores españoles contaron en las crónicas que los caciques de esta región vivían en grandes casas rodeadas por empalizadas, donde guardaban imágenes y los cuerpos desecados de sus enemigos, y realizaban rituales de canibalismo. También relataron que se adornaban y vestían para parecer animales; que usaban adornos de metal y plumas, se pintaban la cara y el cuerpo, llevaban un taparrabos largo como una cola, las uñas largas como garras y pieles de animales en la espalda. Ante las diferencias de costumbres, lengua y política, los europeos clasificaron a los indígenas en "provincias" que llamaron Caramanta, Zopía, Quincha, Irra, Anserma, Chanco, Arma, Paucura, Pozo, Picara, Carrapa, Quimbaya, Quindo y otras. Varios de estos nombres permanecen en la geografía de la región.
En los pectorales de orfebrería se ven repujadas figuras de hombre-jaguar, hombre-rana y hombre-lagartija, que probablemente representaban a los caciques con sus atuendos rituales de animal.
Quimbaya: cascos, narigueras y poporos. Símbolos de poder del Período Temprano
Los objetos elaborados por los orfebres de las sociedades del Período Temprano del Cauca medio y Antioquia, sirvieron como símbolos de prestigio y poder para sus líderes políticos.
La orfebrería comprendía adornos corporales, artefactos para el consumo de las hojas de coca e instrumentos musicales. Las huellas de desgaste, visibles en narigueras, palillos y otros objetos, indican que fueron utilizados por estos dignatarios en vida. A su muerte fueron enterrados con ellos en grandes ajuares como el “Tesoro de los Quimbayas”, el “Nuevo Tesoro Quimbaya” y varios más, acerca de los cuales existe alguna documentación a pesar de no haber sido hallados en excavaciones científicas. Según los pocos contextos arqueológicos conocidos, al parecer la gente de menor rango usó sólo algunas narigueras y orejeras.
A partir de un análisis de los objetos que conforman los ajuares mencionados, y de las figuras humanas representadas en ellos, se deduce que los atuendos de los líderes constaban de un casco o una corona, uno o varios pares de orejeras, una nariguera y un collar de varias vueltas. Estos adornos no conformaban atuendos que cubriesen gran parte del cuerpo; estaban restringidos a la zona de la cabeza y el cuello y, con excepción de los cascos y las coronas, eran pequeños y discretos. Los cascos, utilizados en otras sociedades del mundo con fines protectores en la guerra, fueron empleados aquí como emblemas de prestigio y fuente de poder espiritual.
El utillaje usado en el consumo de la coca estaba integrado por poporos —recipientes para almacenar la cal—, cuellos de poporo, palillos para extraer la cal y vasijas para guardar las hojas de coca. Estos artefactos se distinguen por su gran tamaño pues algunos poporos alcanzan 35 cm de alto y existen palillos de más de 50 cm de largo; y por su rica iconografía: varios recipientes son esculturas realistas de figuras humanas representadas con gran lujo de detalles.
El conjunto de esta orfebrería revela una marcada coherencia en el estilo. Se distingue por la sobriedad en el diseño y la decoración; las formas realistas con volúmenes redondeados, el brillo y la tersura de las superficies, y los colores rojizos. Las formas reproducen la figura humana, con preeminencia de la femenina, los frutos de calabazas, calabazos y totumas; y animales como caracoles y pupas de mariposa. Varios adornos muestran formas geométricas basadas en líneas curvas. En la decoración predominan los calados y las placas colgantes que a veces ocultan las figuras.
Según análisis de composición de un grupo significativo de objetos, al parecer esta orfebrería fue elaborada en su totalidad en tumbaga, la aleación de oro y cobre, de donde adquiere el color rojizo característico. Los contenidos metálicos oscilan alrededor del 60 por ciento de oro, 30 por ciento de cobre y 10 por ciento de plata; esta última se encuentra presente por hallarse asociada naturalmente al oro en los yacimientos. Los adornos pequeños, así como los grandes recipientes fueron elaborados por la técnica de la fundición a la cera perdida con núcleo, en la cual estos orfebres fueron grandes maestros; los cascos y coronas están hechos por martillado y repujado, también con un gran dominio técnico. Por su calidad estética y técnica, esta orfebrería es considerada desde el siglo XIX un patrimonio arqueológico de primer orden para el país.
Hombres-lagartija y señores-felinos. El poder de la transformación en el Cauca medio en el Periodo Tardío.
Durante el Período Tardío del Cauca Medio la orfebrería continuó siendo fuente de prestigio para los líderes; sin embargo, las transformaciones que dieron paso a una nueva época mostraron cambios en las funciones, formas y tecnología de los objetos que cumplían este propósito.
Si en el Período Temprano los recipientes y palillos para el consumo de la coca, así como los cascos y las diademas, eran los emblemas más visibles del poder; en épocas tardías cumplieron esta función pectorales circulares, narigueras triangulares y adornos sublabiales de diversos tipos. Las formas de mujeres y de frutos fueron desplazadas por figuras masculinas y de hombre-animal, geométricas y zoomorfas: nuevos símbolos que revelan la aparición de nuevas ideas relacionadas con el cargo de los líderes.
Los pectorales circulares planos sobresalen entre los nuevos emblemas de poder por su gran tamaño y elaboración. En ellos se invirtió una cantidad significativa de metal y trabajo; algunos alcanzan diámetros hasta de 30 centímetros y varios llevan complejos diseños repujados. Un estudio iconográfico de estos diseños mostró que responden a cuatro categorías o patrones básicos: 1. dibujos basados en formas geométricas y de aves esquemáticas, 2. figuras de lagartijas y tal vez otros lagartos, 3. imágenes antropomorfas masculinas estilizadas y 4. figuras humanas con rasgos animales.
Una mirada cuidadosa a estos diseños permite advertir que los tres últimos patrones conforman un continuo de transformaciones. En las figuras de hombre-animal se mezclan elementos de las otras dos categorías: la cabeza, los adornos de orfebrería, el sexo y las tetillas son humanas; mientras el cuerpo, la posición corporal, la cola y los dedos engrosados son de reptiles. De esta combinación de elementos pueden interpretarse estas figuras como representaciones de hombres-lagarto. Algunas de ellas muestran además un par de orejas redondeadas en la parte superior de la cabeza que semejan las de un felino, como si aludieran a mezclas de hombre con más de un animal.
Gracias a la arqueología y la etnología, sabemos que en las sociedades indígenas americanas, desde épocas antiguas, ha existido la creencia en la capacidad de algunos individuos de transformarse en animal y apropiarse así de sus facultades. Particularmente son los chamanes quienes tienen esta capacidad, y son verdaderos especialistas en ella. Las transformaciones en ave, jaguar y murciélago constituyen las transmutaciones más extendidas; así los chamanes consiguen poder volar, vagar ocultos por la selva, ver en la oscuridad, comerse a sus enemigos y observar el mundo al revés. Estas facultades son fuente de gran prestigio y autoridad.
Las representaciones antropozoomorfas en los pectorales, unidas a las descripciones de los caciques del siglo XVI, sugieren que los líderes del período Tardío tenían poderes de transformación. Cuentan las crónicas que los “Señores” y “Caciques” de la región llevaban el cuerpo profusamente pintado y decorado como “gatos”, portaban pieles de animales a la espalda, usaban taparrabos largos como colas y uñas largas como garras. Es probable que estas transmutaciones, como para los chamanes, fueran origen de admiración y respeto entre su comunidad.
Entierros en urnas-útero. Una visión circular de la vida y la muerte
La incineración del cadáver y el entierro de los restos calcinados en urnas fueron las prácticas funerarias más usadas por las sociedades del Período Temprano del Cauca Medio y parte de Antioquia, entre el 500 a.C. y el 600 de nuestra era. La diversidad en la forma como llevaron a cabo estas prácticas indica la existencia de estructuras sociales elaboradas y de un rico pensamiento simbólico alrededor de la muerte y estructuras sociales elaboradas.
Como urnas para guardar las cenizas de los muertos utilizaron casi siempre vasijas de cerámica, aunque también emplearon en ocasiones pequeños sarcófagos de piedra o recipientes de orfebrería; generalmente eran tapadas con cuencos u otras urnas y de forma esporádica colocadas sobre un soporte. Dentro de las urnas depositaron los restos de uno o varios individuos, a veces de infantes y adultos, y en ocasiones también de animales, al parecer de aves. Estas vasijas eran depositadas en fosas irregulares y poco profundas, entre 50 y 150 cm de hondo, a veces dentro de un nicho excavado en el suelo. En ocasiones sus constructores colocaron lajas de piedra en la parte superior de la fosa para conservar vacía el área alrededor de la urna.
La mayoría de las tumbas de este período se encuentran ubicadas en las terrazas de vivienda, en el interior del área de las casas o en su periferia, o cerca a los sitios de habitación. Con menor frecuencia se han detectado en cimas de colinas y lugares altos. Arqueólogos excavaron un sitio excepcional en el suroeste antioqueño en donde las urnas habían sido enterradas debajo de grandes rocas que se encontraban en los alrededores del espacio usado para vivienda; fue un lugar al que sin duda se le dio un significado especial.
Las urnas presentan una amplia diversidad en cuanto a calidad, formas y decoraciones. En muchos casos utilizaron para este propósito recipientes de uso doméstico, de formas simples y acabado rústico, mientras en otros usaron vasijas elaboradas expresamente para esta función. Entre estas últimas, las más comunes tienen una forma cilíndrica, un poco abultada hacia la base y muchas veces con relieves o protuberancias, que recuerdan frutos de auyamas y calabazos. Otras muestran formas globulares o de animales, como aves semejantes a un paujil, y algunas, las más elaboradas, representan figuras femeninas acurrucadas y con vientres prominentes, que sugieren mujeres dando a luz.