Diferencia entre revisiones de «Mitos sobre el ordenamiento del cosmos»

De Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República
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Vasco, Luis Guillermo. 2002. Guambianos: una cultura de oro. Boletín Museo del Oro, No. 50, julio-diciembre 2001. Bogotá: Banco de la República. (En Internet)
Vasco, Luis Guillermo. 2002. Guambianos: una cultura de oro. Boletín Museo del Oro, No. 50, julio-diciembre 2001. Bogotá: Banco de la República. (En Internet)
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Esta página recoge fragmentos de mitos, evocadores, interesantes y mágicos, para afirmar la presencia y vigencia de las comunidades y del pensamiento indígena en la Colombia del Siglo XXI, gracias a los antropólogos que a lo largo de cien años se han esforzado por registrar y dar a conocer ese saber, para que todos podamos convivir con culturas diferentes.


Primero estaba el mar, todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas.

El mar estaba en todas partes. El mar era la Madre; la Madre no era gente, ni nada ni cosa alguna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria. Mitología kogui

(Reichel-Dolmatoff 1985, p. 17)


Era la nada, no había cosa alguna. Allí el Padre palpaba lo imaginario, lo misterioso. No había nada. ¿Qué cosa habría? Naainuema, el Padre, en estado de trance, se concentró, buscaba dentro de sí mismo.

Mitología uitoto

(Preuss 1994, p. 19)


Dicen que una llovizna cayó y la laguna Ñimpi se puso grande. Vino un derrumbe y de allí bajó una niñita envuelta en un chumbe de colores. Como a los diez años sembraba plantas de oro y enseñó a cultivarlas; las cocinaba en canoas y en el fondo quedaba el oro en esferas que se derretían para hacer otras cosas. Por eso los antiguos podían amasar el oro.

Mitología guambiana

(Vasco Uribe 2002, p. 7-8)


El tabaco era antes gente. Le gustaban los cuentos; cuando oía hablar en una casa se arrimaba a la pared y escuchaba. Por eso la Madre hizo que creciera siempre alrededor de las casas, cerquita a la pared. Allá puede escuchar. También la Madre mandó que el tabaco se tomara junto con la coca, porque así puede oír todos los cuentos.

Mitología kogui

(Reichel-Dolmatoff 1985, p. 64)


Tomirepa, el que primero nos hizo hablar, fue quien primero comenzó a trabajar. Fue el primero que sembró con ellos. Entre todos tumbaron un palo por medio del fuego; hacían una hoguera alrededor del palo y lo quemaban. Quedaba un pedacito limpio, y ahí sembraron toda clase de frutas. Él hizo retoñar todos los cultivos que hay: yuca, piña, maní, coca, ají.

Andoque, Caquetá

(Landaburu y Pineda C. 1984, p. 176)


Un cazador llevaba tabaco yüi makuira, el que utilizan los chamanes. Partió un trozo, se lo metió en la boca y le sacó el zumo. ¡Sulum! ¡Lo escupió hacia arriba! Enseguida los venados corrieron por aquí y por allá. Antes eran mujeres. Ahora se habían transformado en ciervos con sólo oler el tabaco yüi makuira.

Wayuu, Guajira

(Perrin 1995, p. 120)


Caragabí le dijo al carricerito pequeño: usted sí va a poder, vaya suba. Cuando troce el bejuco, deje el hacha y corra para abajo. El carricerito se subió y cuando trozó el bejuco se bajó y llegó a la tierra antes de que cayera el árbol. Cuando cayó ese árbol se volvió todo agua, como mar, y donde cayeron los bejucos se formaron los ríos. Y la gente pudo tomar agua.

Emberá-chocó, Chocó

(Dogiramá 1984, p. 27-28)


El padre Yoí pensó: “Como ya tengo hijos grandes voy a hacer la primera fiesta, para que ellos aprendan y sigan mi ejemplo”. Nos lo enseñó y desde entonces se siguió haciendo. La hizo en el tiempo de la oscuridad, con toda su gente, para alegrar el mundo hasta hoy. Se escucha con todos sus instrumentos: motelo, tambores, bocinos y la bulla de la gente. La corona que tenía el padre era de plumas de la cola del gavilán. Todos tenían sus aretes grandes que brillaban y cada uno se pintaba la cara con zumo de huito.

Ticuna, Amazonas

(Camacho 1995, p. 46)


El tigre era humano, era payé. Se vistió, se transformó en tigre y atacaba a los hombres, pero de otro clan. A las jóvenes, antes de la pubertad, las asustaba; les hacía caricias refregándolas con la cola. En una ocasión se encontró con un hombre. Cuando se disfrazaba de tigre, les advertía que lo llamasen con su nombre, para no matarlos por equivocación. Este hombre no lo llamó, entonces lo mató.

Desana, Vaupés

(Reichel-Dolmatoff 1986, p. 206)


En cuanto llegó abajo el manguaré, empezaron a hacer la casa donde lo iban a instalar. El jefe del trabajo era el pájaro cucarachero. En esa maloca vivieron. La maloca es de ese tiempo. A lo que terminaron de trabajar, Tomirepa se puso a nombrar todos los palos de la maloca: el estantillo, la viga, la vara, la zancona, los bejucos, la cumbrera, la culata. Dijo: “Ya sabemos todos los nombres. Ya sabemos hacer casa. Así seguiremos haciendo”.

Andoque, Caquetá

(Landaburu y Pineda C. 1984, p. 89)


A ese Bungu, búho, lo nombraron como autoridad, lo nombraron como comisario. Tenía un banco grande en el medio del templo, y tenía su comunidad, su gente, sus pájaros. Por eso ahora cuando nombran una autoridad, un comisario, tiene siempre un banquito bien bueno, y lo mismo es el mamo.

Wiwa, Sierra Nevada de Santa Marta

(Echavarría Usher 1994, p. 16)


Todo comenzó en la rodilla del padre. Ésta se hinchó durante varios días; luego salieron todas las personas que poblaron el mundo. La rodilla era como un espejo. Los primeros grupos de personas venían con los diferentes instrumentos y materiales. Los de adelante portaban una caparazón de tortuga motelo; luego venía un grupo con un bocino de caña; otros hombres traían frutos de huito.

Ticuna, Amazonas

(Camacho 1995, p. 33)


Por los lados de Taibá vivía Porré. Era un animal que crecía muy alto y como culebra; era de oro y tenía barbas. Cuando tocaban un caracol, crecía para arriba, se oscurecía todo, había viento y tronera. Dos jaibanás tocaron la caracola, clavaron una hilera de lanzas en el piso y brujearon a Porré para que se durmiera. Cayó encima de las lanzas y se murió. De allí salieron las vetas de oro entre la tierra.

Emberá-Chamí, Risaralda

(Vasco Uribe 2001, p. 23)


El pájaro cucarachero le preguntó a Tomirepa: “¿Y ahora cómo nos vamos a poner alegres?”. “Vamos a buscar”, contestó Tomirepa. Y entregó al personal de Nenefi casabe, caguana, manicuera, ambil y coca. Colgaron el manguaré, lo tocaron e hicieron el primer baile, el baile de cabeza.

Andoque, Caquetá

(Landaburu y Pineda C. 1984, p. 89)


El que enseñó a hacer zarcillos de cobre tenía unos moldes de greda amarilla. Cerca había un agua amarilla. Allá, sin que nadie lo pudiera observar, sacaba agua y la echaba en el molde; de allí sacaba muchos zarcillos. Eran de dos metales: blanco y amarillo. Era en los tiempos de la Hija del Sol. Luego llegaron los españoles y eso se acabó.

Desana, Vaupés

(Reichel-Dolmatoff 1986, p. 199)


Una vez controlada la nada, Naainuema creó el agua: transformó en agua la saliva de su boca. Luego se sentó en esta parte del universo, que es muestra tierra, para crear el cielo: tomó una parte de esa tierra y con ella formó el cielo azul y las nubes blancas.

Uitoto, Vaupés

(Preuss 1994, p. 20)


Baukara, del mundo húmedo, de los lagos de las tierras altas, está pensando; ella piensa en los mundos de abajo, del medio y de arriba. ¿Cómo hará para ubicar el mundo del agua, el mundo abuelo? Baukara se levanta, ella pone los lagos desde el Oeste hasta el Este, ella pone el alma. De estos lagos del mundo del medio, en las tierras altas, nacerán, después de la media noche, las plantas, los árboles y los animales.

Uwa, Sierra Nevada del Cocuy

(Osborn 1995, p. 163-164)


Srekollimisak es un anciano con las manos llenas de llagas y que usa un bordón de oro. Su trueno suena muy duro. La vara de Srekollimisak es de oro, lleva fuego en la punta y por eso puede lanzar el rayo. Con ella va a la laguna, mete la punta en el agua y así sale la lluvia a través del trueno.

Guambía, Cauca

(Vasco Uribe 2002, p. 21)


¿Viejo, qué estás haciendo? Estoy poniendo peces en los ríos. Primero a Cangrejo y luego a todos los demás peces. Nadan corriente arriba desde el mar; echan una carrera río arriba. Ganan los grandes y fuertes, que se pueden quedar en los grandes ríos. Los pequeños, perdedores en la carrera, suben por los ríos más pequeños y por las quebradas.

Uwa, Sierra Nevada del Cocuy

(Osborn 1995, p. 171)


En aquel tiempo el sol permanecía quieto, no había noche. La gente no descansaba y comía continuamente, los alimentos no rendían. Los Kawaiwa supieron que hacia donde sale el sol, allí sí había noche. Fueron hasta allá y el dueño del poder de la oscuridad les entregó la Caja de la Noche; al abrirla salieron murciélagos, el muchilero negro, el ave correo, los animales nocturnos, y la noche se regó por el mundo.

Cubeo, Vaupés

(Correa 1997, p. 28)


La avispa cortó nuestra cola, la cola que la gente en un principio llevaba. Todos teníamos cola. Le cortó la cola a la rana y también a nosotros, que así nos convertimos en seres humanos. Finalmente se cansó de tanto cortar y a partir de ese momento los hombres que aún tenían cola se transformaron en micos churucos.

Uitoto, Vaupés

(Preuss 1994, p. 24-25)


Luna enamoraba a su hermana y cada noche iba a dormir con ella. La hermana creía que era otro hombre y se preguntaba quién sería. Una noche se mojó las manos en tinta negra y cuando vino el hombre le dio una palmada en la cara para pintarlo y poderlo descubrir al día siguiente. En el día conoció que era su propio hermano. Por eso Luna tiene muchas manchas negras pintadas.

Barasana, Vaupés

(Torres Laborde 1969, p. 31)


Entonces la esposa de Jitiruni repartió la yuca entre la gente. Se colocaron porciones de masa debajo de las axilas, así se cocía. ¿En qué otra cosa la iban a asar si no había fuego? Se la comían así. Toda la gente traía pedazos de la raíz. Entonces tejieron canastos. ¡Como se saciaba la gente! Al descubrir ese árbol dejaron de comer tierra.

Uitoto, Vaupés

(Preuss 1994, p. 50)


Bibliografía

Correa, Francois. 1997. Los Kuwaiwa, creadores del universo, la sociedad y la cultura cubeo. Biblioteca Abya-Yala, Quito.

Dogiramá, Floresmiro. 1984. Literatura oral Emberá. Centro Gaitán, Bogotá.

Echavarría Usher, Cristina. 1994. Cuentos y cantos de las aves wiwa. Boletín Museo del Oro, No. 37, pp 2-33. Bogotá: Banco de la República.

Landaburu, Jon y Roberto Pineda C. 1984. Tradiciones de la Gente del Hacha. Mitología de los indios andoques del Amazonas. Instituto Caro y Cuervo, Unesco, Bogotá.

Perrin, Michel. 1995. Los practicantes del sueño. El chamanismo wayuu. Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas.

Preuss, Konrad Theodor. 1994. Religión y mitología de los uitotos. Segunda parte. Textos y diccionario. Editorial Universidad Nacional, Bogotá.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1985. Los Kogi. Una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta. Nueva Biblioteca colombiana de cultura. Tomo II. Procultura, Bogotá.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1986. Desana. Simbolismo de los Indios Tukano del Vaupés. Universidad de los Andes, Bogotá.

Torres Laborde, Alfonso. 1969. Mito y cultura entre los Barasana, un grupo indígena tucano del Vaupés. Universidad de los Andes, Bogotá.

Vasco Uribe, Luis Guillermo. 2001. El oro y la plata entre los embera y waunaan. Boletín Museo del Oro, No. 50, enero-junio 2001. Bogotá: Banco de la República. (En Internet)

Vasco, Luis Guillermo. 2002. Guambianos: una cultura de oro. Boletín Museo del Oro, No. 50, julio-diciembre 2001. Bogotá: Banco de la República. (En Internet)