Matilde Anaray
Matilde Anaray es recordada como la niña que les dio el espaldarazo ejemplar a los indecisos pobladores de Socha para que demostraran la amabilidad que podían ofrecerle a unas huestes devastadas y desnudas, acabadas por el cansancio y por el frío y derrotadas moralmente antes de iniciada la batalla. A sus 13 años, en el acto en el que fueron convocados a la iglesia cientos de feligreses que ofrecieron su ropa al ejército del libertador Simón Bolívar, “subió al altar y decidió ser la primera en entregar su ropa, dando el mejor ejemplo a los mayores, quienes motivados resolvieron donar sus prendas”[1].
Matilde fue definitivamente una de las más importantes obsequiantes de ropa en la dadivosa gesta de Socha, en que fueron donadas al ejército libertador dieciocho cargas de atuendos, para aquellos que venían aguantando el hielo del páramo terrible que alcanzaba alturas de 4.300 metros. Esa calurosa labor fue liderada por el padre Tomás Romero y el alcalde José Ignacio Sarmiento, quienes tan pronto supieron del arribo de la vanguardia a las frías proximidades de Socha en la Laja de Pisba, ascendieron para recibir e intentar ayudar a los soldados en el angustioso paso que realizaban con algunos andrajos.
El padre Olegario Albarracín, miembro de número de la Academia Boyacense de Historia, describió la gentil faena en la que “los sochanos tuvieron el acto heroico y oportuno, no solo de regalar sus camisas, sino de ir a llevarlas personalmente donde más se necesitaban”[2]. En homenaje a esa amabilidad, el pueblo recuerda que Bolívar se quedó durante cinco días para premiarlos con su amena compañía.
En un bello cuento campesino, Oswaldo Díaz Díaz presenta una conmovedora interpretación de lo que sintió la niña campesina y otros humildes pueblerinos gentiles, al entregarle a un ejército inmediatamente más necesitado las ropas cuya adquisición –incluso hoy– costaba tanto sacrificio y tanto esfuerzo a un habitante del campo, que a pesar de la dificultad del desapego sabía mejor que nadie cuánto acosaba el páramo con su bravura en los meses de la mitad del año. Esa duda, que sin embargo se resolvió en la dádiva, se resume en la admirable decisión de la niña:
“Ella sabía cómo cortaban las ráfagas heladas y cómo golpean sobre la piel los disparos del granizo. La descripción de aquellos valientes soldados que morían entumecidos, las angustias de la muerte entre las neblinas que ella estuvo a punto de sentir muchas veces. Así que la exhortación final de desprenderse de las ropas superfluas para aliviar a los libertadores halló comprensión en su mente. A pesar de que su corazoncito de catorce años había soñado largos meses con una falda y una ruana de abrigo...”[3].
El Pantano de Vargas fue un escenario especial en el que se destacó el hecho de que varios soldados aún usaban camisas de mujer y otras prendas femeninas, por lo cual recibieron múltiples burlas de los soldados españoles que desconfiaban de su capacidad y de su hombría. Seguramente los comentarios ofensivos no arredraron a los libertadores, quienes aún debían sentir el entusiasmo y la simpatía con que el pueblo de Socha les entregó su abrigo.
Bibliografía
- CORREA, RAMÓN, Monografías de los pueblos de Boyacá. Tunja, Publicaciones de la Academia Boyacense de Historia, 1987, Tomo I.
- DÍAZ, O., “Leyendas colombianas. Matilde Anaray, la niña de Socha”, en Vida, Bogotá, No. 39, agosto-septiembre de 1950, pp.39-42.
- GÓMEZ, NELLY SOL, Mujeres y la libertad: historia, arte y heroínas en la independencia, Tunja, Búhos Editores Ltda., 2011.
- ↑ GÓMEZ, NELLY SOL, Mujeres y la libertad: historia, arte y heroínas en la independencia, Tunja, Búhos Editores Ltda., 2011, p.130
- ↑ ALBARRACÍN, OLEGARIO, en CORREA, RAMÓN, Monografías de los pueblos de Boyacá. Tunja, Publicaciones de la Academia Boyacense de Historia, 1987, Tomo I, p.541.
- ↑ DÍAZ, O., “Leyendas colombianas. Matilde Anaray, la niña de Socha”, en Vida, Bogotá, No. 39, agosto-septiembre de 1950, p.41