Los partidos políticos en el siglo XIX

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Los partidos políticos en el siglo XIX
General Francisco de Paula Santander. Georges Brassur, 1949. AP2112. Colección de Arte del Banco de la República
Datos generales


Introducción

El bipartidismo colombiano tiene sus orígenes en las diferencias entre los dos grandes jefes de la Independencia, Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, con sus respectivos seguidores. Estas diferencias llegaron a un punto sin retorno con la conspiración de septiembre de 1828 contra Bolívar, luego de que este asumiera poderes dictatoriales.

Al menos en los últimos años de vida del Libertador, sus partidarios llegaron a favorecer la hegemonía militar, y algunos incluso el establecimiento de un régimen monárquico. Los santanderistas, por su parte, se declaraban inclinados a organizar la República dentro de un orden civil. La toma del poder por parte del general venezolano Rafael Urdaneta en 1830 –en vana espera de que Bolívar regresara a Bogotá a tomar de nuevo el mando- y la persecución que se desató contra los santanderistas, habrían de tener decisivo impacto sobre la política nacional en los primeros años de la década de 1830.

Fallecido Bolívar y debilitados los bolivarianos con la salida de Urdaneta y la marcha a su país de los militares venezolanos, el campo era de los liberales santanderistas, que convocaron a la Convención que redactó la Constitución de 1832. Pero en las deliberaciones de dicha Convención se hizo palpable su división. Un grupo se mostraba amigo de las reformas implantadas por Santander en su vicepresidencia (1819-1826) y que Bolívar había derogado; el otro estaba en contra. A estos últimos se les llamó después “moderados” y a los primeros “exaltados”, aunque preferían el de “progresistas”. Así comenzaron a perfilarse las distinciones entre dos grandes sectores políticos en Colombia.

Hasta ese momento, más que partidos, lo que había era bandos que discutían sobre la conveniencia o inconveniencia de tal o cual artículo en la Constitución. Todos eran santanderistas, muy amigos, muy gentiles los unos con los otros, pero había llegado el momento de definir quién iba a mandar. La Constitución fijó unas reglas del juego un tanto complicadas para la elección de los primeros mandatarios, que darían amplio espacio para pasar de la discusión cordial a la lucha por el poder y a la formación de partidos políticos. El primer presidente y el primer vicepresidente serían designados provisionalmente por la Convención, hasta cuando se realizaran las primeras elecciones, que determinarían quiénes habrían de ocupar tales cargos en propiedad en los siguientes años.

Una Convención dominada por santanderistas (moderados y exaltados) eligió por mayoría y en el primer escrutinio al General Francisco de Paula Santander como presidente provisional de la Nueva Granada, el 9 de marzo de 1832. Todo muy bien, excepto por un pequeño detalle. Santander no había vuelto de su exilio en Europa por la conspiración contra Bolívar de 1828. Se le habían restablecido sus grados y honores militares y todos sus derechos por decreto de Domingo Caicedo de 10 de junio de 1831 y se le había invitado a “restituirse al seno de la patria”, pero para cuando lo eligieron presidente provisional se encontraba aún en Estados Unidos en su viaje de regreso.

¿Quién habría de tomar las riendas del Estado en ausencia del presidente? El vicepresidente, según lo establecía la Constitución. Los candidatos principales eran José Ignacio de Márquez, a quien ya entonces se consideraba líder de los moderados, y el General José María Obando, para muchos el líder de los exaltados. No fue una elección fácil. En el tercer escrutinio aún no se había logrado definir nada, tampoco en el cuarto, ni en el quinto. Finalmente, en el decimoquinto escrutinio Márquez logró la ventaja que necesitaba. Aún no había ningún sector dominante, pero a partir de ese momento al debate ideológico se sumaba lo que en realidad vino a ser fundamental para la formación de los partidos: la lucha por el poder en las campañas electorales, en las elecciones mismas, en las diatribas por la prensa, e incluso en la confrontación armada.

El general Francisco de Paula Santander llegó a Santa Marta el 17 de julio de 1832 y tomó posesión de su cargo de presidente el 7 de octubre. Se sabía que los amigos más cercanos de Santander estaban entre los exaltados, pero, como buen político, durante su exilio había mantenido correspondencia con los moderados, y todos esperaban que con su llegada se produjera la reconciliación entre los partidos como por arte de magia. Con los bolivaristas empezó siendo visiblemente moderado, pero desde el principio quedó en claro que los militares de la dictadura de Urdaneta iban a quedar excluidos de los cargos del gobierno.

En los primeros días de marzo de 1833 se instaló el primer Congreso Constitucional, que procedió a efectuar los escrutinios para elegir presidente y vicepresidente en propiedad. El predominio santanderista se puso una vez más de manifiesto, resultando elegido Santander por gran mayoría (80 por ciento de los votos). La vicepresidencia quedó para los moderados, saliendo elegido Joaquín Mosquera para los dos primeros años. Las reformas de Santander, y otros factores irían a costar la presidencia a los exaltados.

Las alineaciones políticas, visibles ya en años anteriores con ocasión de la elección de vicepresidente, se dibujaron con mucha mayor claridad en la elección del sucesor de Santander, en julio de 1836. Desde mayo, Santander había dado a conocer su apoyo a José María Obando. El aspirante moderado era José Ignacio de Márquez. Los escrutinios finales se llevaron a cabo el 4 de marzo de 1837 en la iglesia de Santo Domingo, resultando elegido Márquez para los siguientes cuatro años.

Las elecciones de 1838

Pocas elecciones en la historia de Colombia han sido tan decisivas como las de julio de 1838. No fueron elecciones presidenciales, pues lo que estaba en juego era el cargo de vicepresidente para el período 1839-43, el Senado y la Cámara. Pero por primera vez puede hablarse del triunfo electoral de un partido y la derrota de otro. Aparte del partido del presidente, que entonces comenzaba a recibir el nombre de “ministerial”, ya fuera porque sus candidatos tenían cargos en el gobierno o porque aspiraban a ocuparlos, y el de los santanderistas, que ya se conocían como “liberales”, había otras fuerzas políticas en contienda. Entre ellas había una organización llamada “Sociedad Católica”, que hacía vigorosa campaña para que se eligieran auténticos defensores de la religión.

Ganar o perder: la historia de los partidos

Triunfaron ampliamente los seguidores de Márquez y, aparte de los liberales, salió también perdedora la “Sociedad Católica”, desvirtuándose las protestas de los santanderistas de que había una alianza entre esta y el partido del presidente. A los liberales les quedó, sin embargo, un pequeño consuelo al salir elegido como miembro de la Cámara de Representantes por la provincia de Pamplona nadie menos que el General Santander. Ahora ya se hablaba, quizás por primera vez en Colombia, de un “jefe de la oposición”. Por desgracia, ya no era mucha la vida que le quedaba al general, quien falleció el 6 de mayo de 1840 a los 48 años. Las primeras consecuencias del triunfo de los moderados ministeriales se pusieron en evidencia en el Congreso de 1839. Como estaba previsto, inauguró sus sesiones el 1º de abril y lo primero que hizo, como correspondía, fue elegir sus dignatarios. Todos fueron del partido de Márquez. Ninguno de los liberales.

Faltaba todavía cerca de una década para que se publicaran manifiestos, se definieran por escrito las posiciones sobre la manera de gobernar al país y diera comienzo la historia oficial de los partidos liberal y conservador. Pero fueron las elecciones de 1838 las que marcaron el comienzo de dichos partidos y sus luchas por un objetivo central: el poder. Es cierto que en 1838 aún no existían partidos de masas, por las restricciones que imponía la Constitución a la ciudadanía y las propias del sistema electoral. Los partidos eran agrupaciones de políticos, y las cosas políticas se discutían y decidían en Bogotá en el reducido ambiente del Congreso. Las provincias no sólo tenían escaso poder de decisión, sino que en efecto no se decidieron por uno u otro sector político… hasta las elecciones de 1838, en que triunfaron los moderados ministeriales.

¿Quiénes eran liberales y quiénes moderados (conservadores)? Muchas veces se piensa en Colombia que el sector conservador es el bando de los terratenientes, defensores de la religión, partidarios del centralismo político y del proteccionismo económico (no dejar que la industria extranjera acabe con nuestras manufacturas). Los liberales serían todo lo contrario. La verdad es que hasta 1838 tal separación ideológica no era tan clara. Tampoco lo fue en los siguientes 120 años. Muchos conservadores eran comerciantes y muchos liberales eran terratenientes o, lo que sucedió con frecuencia, eran terratenientes y comerciantes a la vez, o no eran ni una cosa ni la otra. Muchos conservadores estaban en favor del libre cambio y muchos liberales del proteccionismo, y la historia del centralismo y el federalismo no permite ser demasiado tajantes en la distinción entre los dos partidos. Pero es obvio que hay diferencias entre conservadores y liberales y siempre las hubo en la historia política de Colombia. Tales diferencias no son siempre obvias y muchas veces sólo se hacen patentes en las luchas por el poder y en las respuestas a los problemas, desafíos o interrogantes del país en cada etapa de la historia.

Guerra y entrada en escena del Gran General Tomás Cipriano de Mosquera

Durante la presidencia de José Ignacio de Márquez se desencadenó una grave rebelión en el sur del país, a la que a veces se da el nombre de “guerra de los conventos”, debido a la decisión del gobierno de suprimir cuatro de ellos en Pasto. Esta fue pronto sofocada por las tropas dirigidas por el secretario del Interior y Relaciones Exteriores, Pedro Alcántara Herrán. Sin embargo, una serie de maniobras del presidente Márquez persuadió a los liberales de que quedaban excluidos del gobierno, pues Márquez entregó todos los cargos a sus seguidores. A esto se sumaron acusaciones de centralismo y despotismo, así como descuido de los asuntos de la administración al dedicarse todos los esfuerzos del gobierno a contener a los rebeldes del sur. En estas circunstancias sobrevino la primera de las grandes guerras civiles del siglo XIX colombiano, la “Guerra de los Supremos” (1839-42). La guerra fue decisiva para esclarecer quién era quién. Los antiguos bolivaristas se alinearon del lado conservador y se puso en claro de qué lado estaba la Iglesia. El Arzobispo de Bogotá, Manuel José Mosquera, alentó a todos los habitantes a defender la Constitución y el gobierno legítimo, condenó a los revoltosos e incluso dio el primer golpe para abrir los fosos con que se iba a defender la capital ante el inminente ataque de los revolucionarios en noviembre de 1840, poniendo al clero a trabajar en su apertura.

Dos años llevaba el gobierno de Herrán cuando se verificaron las elecciones primarias de presidente de la República, senadores y representantes, en junio de 1844. Como de costumbre, ninguno de los tres candidatos obtuvo la mayoría requerida y tocó al Congreso de 1845 decidir. El triunfador fue el General Tomás Cipriano de Mosquera, quien reunía todos los antecedentes de alguien que bien hubiera podido calificarse entonces como el “perfecto retrógrado”, como se les decía también a los conservadores. Hijo de un rico hacendado de Popayán, había militado en las filas bolivarianas y últimamente en las moderadas, sirviendo como secretario de Guerra y del Interior de Márquez y General en Jefe del Ejército del Sur. Había combatido y derrotado nada menos que a aquél a quien los conservadores veía como la personificación caucana del demonio, el General José María Obando. Según José Manuel Restrepo, tuvo como partidarios a “casi todos los que sostuvieron el gobierno legítimo”, y “a la generalidad del clero y la gente piadosa”.

Se definen los partidos

Las reformas de Mosquera y los sucesos del mundo exterior contribuyeron a caldear el ambiente para las elecciones primarias que debían tener lugar en 1848 para escoger el próximo presidente. En el bando liberal se propuso la candidatura de José Hilario López, entonces vicepresidente del Senado. Los conservadores se lanzaron a la contienda divididos, con José Joaquín Gori y Rufino Cuervo como candidatos. No fue un período electoral más, pues los propios partidos tradicionales de Colombia consideran que fue ese el momento de su fundación, aunque ya dichos partidos tenían una historia, se habían enfrentado en varias elecciones y, más aún, en una guerra civil. Como parte de la campaña liberal, Ezequiel Rojas, vicepresidente de la Cámara de Representantes, publicó el 16 de junio de 1848 un artículo en El Aviso de Bogotá titulado “La razón de mi voto”, apoyando la candidatura de López. Es este el documento que el partido liberal considera como el primero en que se expuso su plataforma doctrinaria.

Qué querían los liberales

Quiere el partido liberal que se organice un gobierno en beneficio de los gobernados; quiere República, sistema verdaderamente representativo; congreso independiente, Poder Ejecutivo que no pueda hacer sino lo que la ley le permite, responsabilidad positiva y para ello tribunales independientes, buenas leyes, una política en el Poder Ejecutivo eminentemente nacional y americana, justicia imparcial con todos, que en sus actos no se tenga en cuenta otra consideración que el bien público, y quiere todo esto para que los que obedecen no sean esclavos de los que gobiernan; para que haya verdadera libertad; para podernos liberar del gobierno teocrático; para que los granadinos realmente tengan aseguradas sus personas y sus propiedades; y para que las garantías no sean engañosas promesas

Ezequiel Rojas

Los conservadores tardaron un poco más en publicar su “manifiesto”, y lo hicieron en un artículo de Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro aparecido el 4 de octubre de 1849 en el periódico La Civilización y titulado simplemente “Programa conservador de 1849”. Pero ya en el Congreso de 1848 había pronunciado Julio Arboleda un discurso ante la Cámara de Representantes proclamando la fundación del partido.

Qué querían los conservadores

Somos el partido conservador… ¿Conservador de qué? Preguntáis. Conservador de todo lo que debe conservarse; conservador de la República, conservador de la sociedad; conservador de los principios, de las bases eternas de toda sociedad y de toda república. Esos principios eternos… se resumen en una sola palabra, en un solo principio. Esa palabra, ese principio único es el derecho… El partido conservador no quiere la democracia en cuanto democracia, sino en cuanto es un derecho.

José Eusebio Caro

Lo paradójico es que, salvo un par de puntos, la plataforma liberal la habría podido firmar Mariano Ospina Rodríguez y la conservadora Ezequiel Rojas. Los dos partidos estaban de acuerdo en un sistema de gobierno republicano, popular y representativo, en la división del poder público en tres ramas, en la necesidad de preservar la libertad, la seguridad y la propiedad privada, en la igualdad entre todos los granadinos (unos más iguales que otros), en la responsabilidad del gobierno y en el imperio de la ley. La diferencia estaba en las actitudes de los dos partidos frente a los asuntos más urgentes del momento. A los conservadores les alarmaba lo sucedido en Venezuela, el amenazador ambiente que estaban creando los artesanos, el nefasto recuerdo de la guerra de los Supremos, y sobre todo el regreso a la Nueva Granada del General Obando, garantizado, según ellos, si salía elegido López. El otro asunto capital tenía que ver con las medidas que el siguiente gobierno pudiera tomar frente a la Iglesia, y no les faltaba razón. El 25 de abril de 1845 se había aprobado una ley declarando que tanto el arzobispo como los obispos y los demás prelados debían responder de sus actos ante los tribunales y juzgados civiles, así como ante los eclesiásticos.

Véase también

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Créditos

  • Efraín Sánchez, Historiador e investigador. 2020


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