Felícita Campos
Felicita Campos fue una líder afrodescendiente de la Costa Atlántica que luchó por el derecho de los campesinos y campesinas a la tenencia de la tierra.
Biografía
Durante la década de 1920, organizó a su comunidad, ubicada en San Onofre (Sucre, antiguamente Bolívar) para que se enfrentaran contra el terrateniente Enrique Prieto que los estaba desalojando y robando su ganado (Grupo de estudio Felicita Campos, 1974). Según los procesos de memoria colectiva de la región (Fals Borda, 2002), en 1929 Felicita viajó hasta Bogotá para entrevistarse con el presidente de la República Miguel Abadía Méndez, quien le adjudicó los títulos de las tierras de su comunidad. Felicita Campos sufrió la represión de las autoridades locales, que la encarcelaron y le quemaron su casa en numerosas ocasiones. Murió en 1942 en San Onofre, debido a la picadura de una serpiente.
Problemas agrarios y tenencia de la tierra en el Caribe colombiano
Desde el siglo XIX, el latifundio se consolidó en el Caribe colombiano como la principal forma de tenencia de la tierra. Como señala Catherine LeGrand (1988), tres cuartas partes de las adjudicaciones de predios en Colombia eran de más de 1.000 hectáreas. Sumada a la priorización de parte del Estado de favorecer la titulación de grandes propiedades, se dio un fenómeno ampliamente extendido de apropiación ilegal de tierras. Después de 1900, la expansión de la industria ganadera y la inversión extranjera en la costa atlántica incitaron la usurpación de miles de hectáreas. Quienes se apropiaban de estas tierras eran personas adineradas: “Allí, empresarios ricos utilizaban alambre de púas para cercar grandes lotes de baldíos, habitados a veces por pueblos enteros de colonos, y alegaban que se trataba de propiedades privadas” (LeGrand, 1988, p.82). Pese a que estas ocupaciones fueran ilegales, con el tiempo, muchas fueron formalizadas por el Estado.
A los campesinos que eran expropiadas de las tierras, donde en la mayoría de los casos habían permanecido por generaciones, no les quedaba más opción que aceptar las condiciones de los terratenientes, quienes lograron controlar la fuerza de trabajo en la región por medio de sistemas como el de la “matrícula”. Este era un contrato por medio del cual se vinculaba a los peones y concertados a una hacienda, ellos recibían un salario a cambio de trabajar más de 10 horas diarias en las labores que el patrón determinara, no podían abandonar el trabajo y si lo hiciesen debían pagar una multa o ir a la cárcel. Además, cada hacienda tenía su almacén donde los trabajadores estaban obligados a comprar los artículos de primera necesidad. Los hacendados a menudo recurrían a instrumentos de tortura como el cepo y el muñequero para obligar a los trabajadores a cumplir con sus disposiciones, y para ello contaban con el apoyo de las autoridades civiles y policiales (Vega, 2004). Desde las primeras décadas del siglo XX, empezaron a brotar rebeliones en la costa atlántica. Los campesinos, en contra del sistema de matrícula, se escapaban y migraban hacia terrenos baldíos, otros comenzaron a destruir los medios de represión. Estas primeras rebeliones son los antecedentes de la lucha que emprendería Felicita Campos en las décadas de 1920 y 1930, se destaca especialmente la Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería (1918), y la Sociedad de Obreras “Redención de la mujer” (1919), que a pesar de ser organizaciones de carácter urbano, acogieron las luchas por la tierra de la población campesina (Fals Borda, 2002).
La lucha de Felicita Campos
Felicita Campos, nacida en San Onofre, fue una reconocida líder campesina afrocolombiana que defendió el derecho de los campesinos a poseer tierras legalmente constituidas. En 1923 llegó a la comunidad de Felicita Enrique Prieto uno de los terratenientes de la zona, a expulsar a los campesinos alegando ser el dueño de esas tierras. Prieto contaba con el apoyo de la policía y el respaldo de las autoridades civiles (Grupo de estudio Felicita Campos, 1974). Ante la resistencia de los campesinos, que se negaban a abandonar sus fincas, Prieto llevó población indígena de Tuchín, una comunidad que vivía al norte del actual departamento de Córdoba. Con la fuerza de trabajo de los indígenas, Prieto pretendía legitimarse como el dueño de esas tierras. Sumado a los conflictos ocasionados entre la población indígena que llegó y los afrodescendientes que estaban ahí, la represión de la policía se incrementó, desalojando a muchas familias y prohibiendo incluso el usufructo de pozos de agua de los cuales tradicionalmente se habían beneficiado.
Por medio de engaños Prieto se las arregló para robarles el ganado a los campesinos. Frente a tantos atropellos Felicita Campos se rebeló y empezó a motivar a sus coterráneos para que se organizaran y confrontaran a Prieto. Muchos la siguieron y la respaldaron, sin embargo, fue tan fuerte la represión que en momentos se quedaba luchando sola. Por lo cual, a lo largo de su vida fue encarcelada en 30 ocasiones y su casa quemada 49 veces (Grupo de estudio Felicita Campos, 1974). Al ver que su lucha no daba frutos, en 1929 Felicita decidió viajar hasta la capital de la República para entrevistarse con el presidente y solicitarle la adjudicación de los predios a su comunidad (Fals Borda, 2002). Pese a que el resultado del viaje de Felicita fue positivo, puesto que consiguió los títulos, esto no sirvió de nada porque a nivel regional las autoridades, aliadas con los terratenientes, invalidaron los títulos.
Los abusos de Prieto, que también estaban dirigidos a los indígenas de Tuchín, terminaron desatando la inconformidad de estos últimos. Mediante una bebida envenenaron a Prieto y luego se regresaron a su territorio de origen. Con muerte de este terrateniente, llegaron otros, que siguieron explotando a la comunidad. Felicita siguió luchando por sus derechos hasta el día de su muerte, en 1942, cuando una serpiente la mordió.
Memoria colectiva en torno a Felicita Campos
La historia de esta líder campesina fue recuperada de la memoria histórica local gracias al grupo de estudio Felicita Campos, que trabajó en el marco de la Investigación Acción Participativa desarrollada por Orlando Fals Borda y otros académicos durante la década de los setenta en la costa atlántica. Se pretendía “colaborar en la recuperación del conocimiento de luchas populares anteriores y resignificar sus lecciones dentro de los procesos políticos de la época” (Rappaport, 2018: 137).
La estrategia usada para contar la historia de Felicita fue la narración gráfica, a modo de cómic, dibujada por Ulianov Chalarka (Grupo de estudio Felicita Campos, 1974). Los llamativos dibujos, acompañados de narradores caracterizados con la figura de líderes de la zona, permitían a la población del común identificarse con las historias que se contaban, motivándolos a involucrarse en las reivindicaciones del presente. Según menciona Joanne Rappaport, la historia de Felicita Campos fue graficada con la colaboración de activistas de la región, incluido su nieto. Recientemente el Ministerio de Educación (2013), conmemorando el día de la mujer, presentó el podcast Felicita Campos: la mujer en la lucha campesina, elaborado por un colectivo de comunicaciones de la vereda La Pelona (San Onofre, Sucre). Posteriormente, el Centro de Memoria Histórica (2015) publicó la historieta gráfica Arraigo y resistencia. Dignidad campesina en la región Caribe 1972-2015 donde Felicita Campos tiene un papel protagónico.