Paulina Mahecha

De Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República
Paulina Mahecha
Datos generales
Nombre Paulina Mahecha
Fecha de nacimiento 16 de septiembre de 1954
Nacionalidad Colombiana Bandera de Colombia }}
Ocupación Mujer buscadora y artista
Primaria Escuela Policarpa Salavarrieta
País de nacimiento Colombia Bandera de Colombia }}
Ciudad de nacimiento Villavicencio
Familia María Cristina Cobo Mahecha (hija)
Cónyuge Primer esposo: Rufino Alberto Cobo Quintero, padre de dos de sus hijas, murió en 1976. Segundo esposo: Luis Alfredo Coba, vive con ella.


Paulina Mahecha es una mujer de origen campesino, valiente y decidida, que desde abril de 2004 se ha dedicado a la búsqueda de su hija, María Cristina Cobo Mahecha. Por su propia cuenta y casi siempre sola, ha recorrido los lugares más inesperados y peligrosos tratando de dar con el paradero de su hija, quien se presume fue torturada, violada y desmembrada por un grupo paramilitar en el departamento de Guaviare, cuando se desempeñaba como jefe de enfermería en el puesto de salud de Calamar.

Paulina ha enfrentado innumerables desafíos en su incansable lucha por obtener justicia y verdad, y su constancia la ha llevado a crear sus propias rutas y métodos para reclamar sus derechos y ayudar a otras buscadoras. Convencida de que el arte es la mejor manera para narrar su dolor y su lucha, creó, con algunas de ellas, el grupo de teatro El Tente y una línea de muñecas de trapo, las Cristinas, con las que representa la resistencia y la dignidad de las víctimas de desaparición forzada.

Ficha de la mujer buscadora y su búsqueda
Campo Información
Región / Macrorregional UBPD Oriente
Departamento y municipio de origen Meta - Villavicencio
Vereda / Barrio No aplica
Nombre del ser querido desaparecido María Cristina Cobo Mahecha
Relación Hija
Estado de la búsqueda Activa, sin hallazgos oficiales
Organización a la que pertenece Grupo de teatro El Tente

Biografía

I. Aspectos generales de la mujer

Paulina Mahecha nació en Villavicencio (Meta), en un hogar humilde, en el que aprendió a ganarse la vida trabajando como empleada doméstica, tal como lo hizo Carmen, su mamá. Su vida ha estado marcada por la violencia y la exclusión. Su madre fue entregada a una familia siendo muy joven para trabajar “interna” a cambio de comida y ropa, sin remuneración económica y sin posibilidades de estudiar o mejorar su calidad de vida. Paulina sabe que ella nació en esas circunstancias, producto de una violación de la que fue víctima su progenitora. “Primero me chocaba y me daba rabia, pero después entendí la vida y decidí seguir adelante”, dice con contundencia. Explica que con el tiempo comprendió el sufrimiento de su madre y sabe que ella le dio lo que pudo en medio de tantas carencias y limitaciones[1].

A pesar de esas circunstancias, Paulina tiene buenos recuerdos de su infancia, de cosas tan sencillas como montar en columpio, jugar con otros niños y niñas en el parque o disfrutar aprendiendo a leer y escribir, y recortando y pegando letras con engrudo hecho de papa o yuca. Aprender a leer fue todo un descubrimiento para una niña inquieta como ella que no se cansaba de preguntar el porqué de todo lo que sucedía a su alrededor. Esa fue la mejor forma de aprender sobre la historia de Colombia, pero reconoce que la desaparición de Cristina fue el punto de quiebre que la hizo comprender, a la fuerza, la inequidad del país. Fue consciente de la discriminación y exclusión de las que han sido víctimas ella, su mamá y su hija y aunque ha comprendido los factores políticos y sociales que rodearon la desaparición de su hija, no ha logrado entender la maldad y la indolencia de las personas que sometieron a Cristina a vejámenes y torturas[2].

Paulina se reconoce como una trabajadora social empírica porque, pese a que no estudió[3], la mayor parte de su vida los ha dedicado a ayudar a la gente, impulsada por su amor a servir a los demás. Sin duda, esa vocación de servicio la llevó a compartir con otras mujeres buscadoras todo lo que iba aprendiendo por su cuenta en ese proceso interminable de tocar puertas, reclamar justicia y hasta encarar a sus victimarios en los estrados judiciales.

Después de adelantar sola la búsqueda durante varios años, Paulina logró juntarse con otras mujeres buscadoras y allí encontró la posibilidad de hacerse más fuerte. Se organizaron y tomaron talleres con el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice)[4], para entender los vericuetos legales, aprender a hacer una tutela y presentar un derecho de petición, y acreditarse como víctimas para asistir a las audiencias donde pueden interpelar directamente a sus victimarios exigiendo información sobre sus seres queridos. Muchas son mujeres en condiciones de vulnerabilidad, sin recursos, en edad avanzada y con problemas de salud. Tuvieron que hacer bazares, vender empanadas y bordados para reunir el dinero que les permitiera tomar las capacitaciones.

Paulina tuvo que pasar muchas dificultades desde que era niña. Ha sufrido varios problemas de salud, entre ellos cáncer y depresión. Con Rufino Cobo, su primer esposo tuvo dos hijas, Cristina y Patricia. Las dos sufrieron graves heridas durante un incendio cuando eran muy pequeñas. Cristina sobrevivió, pero tuvo que pasar varios años en proceso de recuperación. Patricia murió a los pocos días. En 1976, su esposo murió y ella se volvió a casar con Luis Alfredo Coba, con quien tuvo tres hijos más, Carlos Augusto, Luis Alfredo y Andrés Eduardo. Aun participa en actividades para acompañar las víctimas de desaparición porque considera que todavía puede seguir ayudando a otras mujeres que buscan a sus seres queridos.

II. Caso específico de búsqueda

María Cristina Cobo Mahecha desapareció el 19 de abril de 2004, cuando se dirigía de Villavicencio (Meta) a Calamar (Guaviare), donde se desempeñaba como enfermera en el centro de salud. Según la información que la propia Paulina ha logrado recoger durante estos años, hombres del Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), presuntamente la bajaron del automóvil en el que se movilizaba, a la altura de la vereda La Marina, en el trayecto que lleva de San José del Guaviare a Calamar. Luego la retuvieron bajo acusaciones de auxiliar a la guerrilla, pero antes de asesinarla y descuartizarla, la torturaron para “sacarle” la supuesta información que ella tenía de los subversivos.

Cuando Paulina se enteró de que su hija no había llegado al centro de salud, emprendió la búsqueda. Se armó de valor, recorrió los lugares que le iban señalando los pobladores y preguntó hasta que encontró a miembros del grupo paramilitar. La amenazaron por estar averiguando. Su persistencia la llevó a conseguir el testimonio de un médico que había trabajado para el grupo y que describió, ante la Fiscalía, los detalles de la tortura, asesinato y desaparición de María Cristina. Las pistas la llevaron a los presuntos autores del crimen: Edilson Cifuentes Hernández, conocido con el alias “Richard”, y a Juan Pablo Hernández Sanabria, alias “Ronald”.

“Richard” reconoció ante las autoridades judiciales su participación en el hecho y se comprometió a dar información para ubicar el cuerpo de la enfermera, pero esto aún no se ha logrado. “Lo único que quiero es encontrarla para llevarle flores y una vela, ya no me importa si los meten presos, solo que hagan un gesto humanitario”, ha insistido Paulina en diversos escenarios.

María Cristina hizo su bachillerato en el Inem de Villavicencio y, con enormes sacrificios económicos, estudió Enfermería en la Universidad del Llano. Se graduó en mayo de 2002 con uno de los más altos promedios de promoción y estaba estudiando un posgrado en Gerencia Hospitalaria en la Escuela de Administración Pública de Bogotá. Quería ser doctora, irse a España a estudiar y llevarse a su mamá para darle una vida más tranquila. Paulina cuenta orgullosa que su hija emprendió brigadas de salud, hizo campañas contra el embarazo no deseado, organizó el casino de los médicos en el puesto de salud y viajaba a las zonas rurales a atender a sus pacientes[5].

La búsqueda no termina para Paulina. “Sería la mujer más feliz si pudiera enterrarla como Dios manda. Sería como nacer de nuevo. Sentiría una felicidad muy grande acá en mi corazón”[6], dijo en una entrevista desgarradora mientras se señala el pecho con sus manos. Con mucho esfuerzo pagó en cuotas los gastos funerarios con la esperanza de recuperar su cuerpo.

III. ¿Qué hace particular su búsqueda?

1. Hitos: aspectos a resaltar

Las escuelas de memoria del Movice a las que asistía Paulina junto a otras mujeres buscadoras, las motivaron a utilizar el arte como vehículo para movilizar su lucha. Así fue como nació el grupo de teatro El Tente, en 2011. Su nombre corresponde al de un ave muy conocida en la Orinoquia porque emite un fuerte graznido cuando un depredador acecha al ganado. Ocho mujeres del Meta y del Guaviare decidieron que usarían los escenarios, sus cuerpos y sus voces para contarle a la sociedad colombiana que la desaparición existe y que todas las víctimas merecen ser buscadas[7]. Su mayor deseo ha sido contar quiénes son sus familiares, cómo desaparecieron y, sobre todo, cómo los han buscado.

Así se dieron cuenta de que, además del dolor, compartían historias con obstáculos parecidos: las amenazas de los armados, la indolencia –en muchos casos, negligencia– de las instituciones, los trámites burocráticos, la indiferencia de quienes no han sufrido los impactos del conflicto armado y la estigmatización que cae como una pesada sombra sobre las víctimas: “en algo malo estarían”.

El ejercicio de usar sus cuerpos para movilizar sus relatos las ha llevado también a otras formas de resistencia y sanación. Cada semana se reúnen a practicar yoga, a bordar, a elaborar manualidades y a cuidar el jardín sagrado en el Parque de la Memoria Histórica de Villavicencio [8]. Cada encuentro es a la vez una excusa para verse, escucharse y llorar cuando sus penas y enfermedades las agobian. Paulina lo ha descrito como un momento de terapia colectiva.

Aunque no todas las fundadoras participan en las obras teatrales, se han esforzado para constituirse legalmente y organizarse: cuentan con un comité de comunicaciones y otro de solidaridad, una presidenta y una secretaría general, que se orientan por unos estatutos acordados entre todas. Han montado tres obras que han presentado en diferentes ciudades del país y fueron muy activas durante el estallido social, que aprovecharon para darse a conocer con cantos y pancartas. Se han vinculado a diversas actividades a través de la junta de acción comunal del barrio La Grama, donde ya son ampliamente conocidas y apoyadas[9].

Además del teatro, Paulina ha creado una línea de muñecas de trapo que ella misma cose a mano. Las ha llamado las Cristinas, en honor a su hija, pero también les ha dado nombres de flores como Clavelina, Rosita, Azucena u Orquídea; cada una representa a una de los miles de mujeres que han sido desaparecidas en Colombia[10]. Otras madres buscadoras se han unido a su iniciativa, perfeccionando sus creaciones. Cargan las telas, los hilos y las agujas dispuestas a enseñarles a personas cómo cada puntada les trae los mejores recuerdos de sus hijas y les ayuda a sanar. Paulina ha dicho varias veces que esta es una forma de reivindicar el buen nombre de sus hijas. “Cuando las estoy haciendo me digo que tienen que quedar bien lindas, tienen que quedar hermosas”,[11] ha dicho en varios espacios.

El reconocimiento a su valentía y dedicación ha llegado en diversas formas. En agosto de 2019, estudiantes de la Universidad de los Llanos –donde Cristina estudió Enfermería– organizaron un acto de homenaje para Paulina y otras mujeres buscadoras. La Universidad de los Andes organizó en 2022 el Taller Costura de la Memoria en el Día Paíz, una iniciativa que buscaba difundir los hallazgos del Informe Final de la Comisión de la Verdad–.[12] Un año después, el Comité Internacional de la Cruz Roja, llevó a las Cristinas en una exposición itinerante por varias ciudades del país. En Bogotá, estuvo algunos días en la sede de la Jurisdicción Especial para la Paz.[13]

2. Acentos

  1. Verdad Abierta, Mujeres buscadoras, más allá de la desaparición, 2019. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=U4IIKTW2AqM.
  2. Ibid.
  3. Ibid.
  4. Human Rights Everywhere (HREV), Desaparición forzada en Colombia, s. f. Disponible en: https://colombia.desaparicionforzada.com/paulina-mahecha/
  5. Consejo de Redacción, “Hasta encontrar el último hueso”, una historia de desaparecidos, 29 de noviembre de 2016. Disponible en: https://www.youtube.com/watch v=zbaWgViXkqU&t=444s
  6. Ibid.
  7. Ana Gabriela Hernández, Creando memoria a través del cuerpo: el caso del grupo de teatro El Tente (tesis de especialización). Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia, 2021. Disponible en: https://bivipas.unal.edu.co/handle/123456789/837?mode=full
  8. Hacemos Memoria, El Tente: mujeres cuidadoras de la memoria en el Meta, 2025. Disponible en: https://hacemosmemoria.org/2025/01/21/el-tente-mujeres-cuidadoras-de-la-memoria-en-el-meta/
  9. Hernández, Creando memoria a través del cuerpo, op. cit.
  10. El Espectador, “Muñecas de trapo, el símbolo de la desaparición”, 11 de mayo de 2019. Disponible en: https://www.elespectador.com/colombia-20/jep-y-desaparecidos/munecas-de-trapo-el-simbolo-de-la-desaparicion-article/
  11. El Universal, “Muñecas de trapo reivindican a mujeres desaparecidas en conflicto colombiano”, 30 de mayo de 2019. Disponible en: https://www.eluniversal.com.co/colombia/2019/05/30/munecas-de-trapo-reivindican-a-mujeres-desaparecidas-en-conflicto-colombiano/
  12. Universidad de los Andes, “El arte me ayudado a sanar y a sobrevivir”, 2022. Disponible en: https://www.uniandes.edu.co/es/noticias/gobierno-y-politica/el-arte-me-ayudado-a-sanar-y-a-sobrevivir
  13. Comité Internacional de la Cruz Roja, “Las Cristinas del conflicto”, 2022. Disponible en: https://www.icrc.org/es/document/mujeres-victimas-de-desaparicion-en-colombia