Liliana Bustos Bohórquez
| Nombre | Liliana Bustos Bohórquez |
|---|---|
| Fecha de nacimiento | 03 de junio de 1964 |
| Nacionalidad | Colombiana |
| Ocupación | Mujer buscadora y administradora hospitalaria |
| Primaria | Concentración Trinidad en Bogotá |
| Bachillerato | Colegio Departamental Silverio Espinosa de Rendón, Bogotá |
| Estudios universitarios | Coruniversitec, administración hospitalaria |
| País de nacimiento | Colombia |
| Ciudad de nacimiento | Bogotá |
| Familia | Hernán Bustos Díaz (padre); Amparo, Liliana y Hernán (hermanos) |
| Cónyuge | Santiago Vargas Castro |
Liliana Bustos Bohórquez es una mujer buscadora que desde el año 2000 ha dedicado su vida a buscar y rescatar el cuerpo de su padre, Hernán Bustos Díaz, secuestrado, asesinado y desaparecido por el Frente 22 de las extintas FARC. Es administradora hospitalaria y se reconoce como una ciudadana de clase media, trabajadora, que junto a su hermana Amparo han visitado varias cárceles, viajado a la antigua zona de distensión del Caguán, asistido a audiencias en la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, e incluso han arriesgado su integridad yendo a la inhóspita zona donde se presume que está el cuerpo de su papá, en área rural del municipio de Guaduas, Cundinamarca. El secuestro de don Hernán se produjo en el momento en el que acudió al llamado de los guerrilleros para pagar por el rescate de su hermano José Ignacio, quien también fue secuestrado.
| Campo | Información |
|---|---|
| Región / Macrorregional UBPD | Bogotá |
| Departamento y municipio de origen | Bogotá, Cundinamarca |
| Vereda / Barrio | Barrio San Gabriel |
| Nombre del ser querido desaparecido | Hernán Bustos Díaz |
| Relación | Padre |
| Estado de la búsqueda | Activa |
| Organización a la que pertenece | Federación Colombiana de Víctimas de las FARC, FEVCOL |
Biografía
I. Aspectos generales de la mujer
Liliana pertenece a una familia conformada por tres hermanos, que creció y vivió en un barrio de clase media de Bogotá. Su mamá murió cuando los tres hijos, Amparo, Liliana y Hernán, eran muy pequeños, de tal manera que don Hernán Bustos Díaz se convirtió en papá y mamá. Los recuerdos de Liliana están ligados a la dedicación de su papá a la familia, mientras trabajaba como independiente, a su presencia en el colegio como acudiente, a las salidas dominicales al parque o al centro comercial, a las navidades y año nuevos con la familia, destapando regalos. “Una vida sin mayores angustias ni preocupaciones”, dice [1].
El relato de Liliana vincula esa unidad y hermandad a la herencia de su familia paterna. Eran cuatro hermanos, Arnolfo, Víctor, José Ignacio y Hernán, que llegaron muy jóvenes a Bogotá procedentes de Ubaté y se dedicaron a trabajar en oficios varios. Hernán se dedicó a administrar taxis y con eso levantó a sus tres hijos. La tranquilidad se rompió el 26 de febrero del año 2000, cuando su tío José Ignacio fue secuestrado en Madrid, y llevado hasta Villeta, ambos municipios de Cundinamarca.
En ese momento, evoca Liliana, la familia no era muy consciente de que la entonces guerrilla de las FARC aplicaba en los alrededores de Bogotá una práctica sistemática de secuestrar personas para pedir millonarios rescates. Pero las llamadas a la casa de don Hernán, exigiendo el pago por la libertad de José Ignacio, los puso de frente a esta dura realidad. Por eso, sin pensarlo dos veces, reportaron el plagio al Gaula de la Policía (cuerpo especializado en combatir este delito), que llegó a su casa e instaló equipos para hacer seguimiento a las llamadas de los captores e investigar el caso.
Aun así, don Hernán aceptó las condiciones de los guerrilleros y se internó en zona rural de Cundinamarca para pagar por la libertad de su hermano, sin siquiera presentir que él sería la siguiente víctima.
“Es muy triste porque son situaciones que uno nunca piensa que van a suceder. Uno no sabe qué hacer. Nos tocó perder el miedo y hacer lo que tocara hacer. Así conocimos a otras personas que llevaban el mismo sufrimiento”, recuerda Liliana sobre ese momento que les cambió la vida. Inició ahí el peregrinar de los hijos de Hernán por la Policía, la Fiscalía, la fundación País Libre, por las cárceles, entre otros lugares [2].
Liliana dice que no tuvo tiempo para tener hijos; ¡cómo pensar en eso cuando la prioridad de ella, de Amparo y de Hernán, fue buscar a su papá! En ese trasegar buscando información, lograron determinar, con varios guerrilleros que participaron en los hechos, que su padre estaría muerto. Estas personas tienen versiones diferentes sobre por qué y cómo lo asesinaron, explica ella con un dejo de desesperación. Dice que está cansada de rogar a los victimarios para que le digan la verdad y sencillamente ya no les cree. Lo que sigue intacta es la esperanza de recuperar su cuerpo. Y por eso, en la sala de su casa permanecen la foto de don Hernán, al lado de una imagen de la Virgen Rosa Mística, acompañadas siempre de flores frescas.
II. Caso específico de búsqueda
El 3 de marzo del año 2000, Hernán Bustos Díaz cargó una maleta con dinero y salió de su casa, en Bogotá, hacia Villeta, un municipio de Cundinamarca a tres horas de la capital, con la triste y riesgosa tarea de pagar el millonario rescate que la guerrilla de las FARC estaba pidiendo por la liberación de su hermano José Ignacio Bustos, quien había sido secuestrado cinco días antes, el 26 de febrero.
Hernán se fue acompañado por un yerno de José. Toda la familia había pasado los días más amargos tratando de conseguir el dinero y sufriendo por la salud de José Ignacio -tenía 62 años y varios quebrantos de salud-, pero creían firmemente que ese día podrían volver a verlo al pagar el dinero. Se fueron sin medir los riesgos, confiados porque incluso integrantes del Gaula los acompañaron hasta el pueblo. “Yo me pongo a pensar, cómo fue que ellos (la Policía) permitieron que nosotros pagáramos y que ellos se fueran por allá al monte”, reflexiona Liliana sobre la actitud de las autoridades[3]. Hoy, al retroceder en el tiempo, piensa que no debieron acudir a esa cita.
Lo cierto es que las horas siguientes fueron el inicio de una pesadilla de la que aún no despiertan. “Mi papá siguió las indicaciones de los guerrilleros y allá le pidieron que se bajara de la camioneta, le dijeron que mi tío saldría libre. Se lo llevaron y mi tío salió por otro lado, jamás se cruzaron, no se vieron. A mi tío lo entregó un guerrillero que después se acogió a Justicia y Paz. A mi papá se lo lleva una guerrillera”[4].
El drama de la familia fue inenarrable. No pudieron siquiera celebrar la liberación de José Ignacio, porque los días siguientes los guerrilleros siguieron pidiendo plata, esta vez, por la libertad de Hernán. La familia volvió a pagar, pero nunca lo devolvieron.
De esa manera Hernán, de 72 años, quedó en cautiverio, mientras que José Ignacio, de 62, obtuvo su libertad. La familia fue víctima de una criminal e inhumana práctica de esa guerrilla: canjear la vida de seres humanos y exigir rescate por las víctimas una y otra vez, sin devolverlos.
La familia logró reconstruir lo sucedido con Hernán a partir de los testimonios que los guerrilleros del frente 22 de las FARC que estuvieron implicados en el secuestro entregaron a Justicia y Paz, el sistema de justicia que se creó en 2005 a partir de la desmovilización de las estructuras paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, pero a la que se acogieron también miembros de las guerrillas para obtener algunos beneficios judiciales a cambio de entregar información sobre los delitos cometidos. Uno de ellos relató en una conversación informal con un investigador de la Fiscalía que después de entregar a José Ignacio, se llevaron a Hernán a El Escritorio, una vereda de Guaduas, Cundinamarca, para seguir extorsionando a la familia.
Liliana, Amparo y Hernán eran los encargados de atender las exigencias de los guerrilleros que llamaron varias veces a pedir más dinero. El último rescate lo pagaron el 7 de junio del 2000.
Las dos hermanas lograron hablar varias veces con el comandante del frente 22 de las FARC. Lo visitaron en la cárcel de Valledupar, pero en ese momento no les precisó si estaba vivo o muerto.
Otro guerrillero fue quien reveló en una entrevista al programa Las Voces del secuestro, de Caracol Radio, que varios secuestrados habían sido asesinados por el frente 22, entre ellos, don Hernán[5]. También pudieron determinar que su padre vivió dos o tres semanas más tras el secuestro, mientras a la familia le seguían pidiendo plata.
A partir de ese momento, la prioridad fue dar con el paradero del cuerpo de su padre. Y para lograrlo, siguieron visitando las cárceles e incluso le dieron poder a un abogado para estar pendientes de las diligencias judiciales de los secuestradores. Así llegaron ante la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, el tribunal creado a partir del Acuerdo Final, firmado en noviembre de 2016 para juzgar a los máximos responsables de los crímenes cometidos durante el conflicto armado. Hoy hacen parte de las 4.325 víctimas de secuestros de las FARC que están acreditadas en el macro caso 01 denominado “Toma de rehenes y graves privaciones de la libertad cometidas por las Farc-Ep”[6].
III. ¿Qué hace particular su búsqueda?
1. Hitos: aspectos a resaltar
Liliana siempre incluye a su hermana Amparo a la hora de hablar de su papel de mujeres buscadoras. Las dos se vieron forzadas a abandonar sueños y planes de vida para asumir la negociación con los secuestradores, en primer término; luego la búsqueda de la verdad; y ahora la búsqueda del cuerpo de don Hernán. Amparo fue a San Vicente del Caguán, epicentro de las negociaciones que adelantaba el gobierno de Andrés Pastrana[7] con los voceros de las FARC tratando de encontrar respuestas a lo inexplicable. No las halló.
Liliana y Amparo hicieron recorridos por varias cárceles como la de Valledupar, y la Picota y el Buen Pastor, en Bogotá. Se unieron a cientos de familiares que buscaban información en un grupo que lideró el periodista Herbin Hoyos, también secuestrado por las FARC en 1994, quien a través de su programa Las Voces del secuestro[8], emitido en Caracol Radio, no solo sirvió de puente para que las familias enviaran mensajes radiales a los cautivos, sino que también ayudó a visibilizar y denunciar la afectación de este delito sobre las familias.
También fueron a País Libre [9], la fundación que en su momento aglutinó y acompañó a miles de familiares de secuestrados de todo el país. Allí conocieron la dimensión de los secuestros que ejecutaba la guerrilla a través de cientos y cientos de historias similares a la suya. También se dieron cuenta que no era extraño que se diera el famoso “cambiazo”, consistente en que un familiar se cambiaba por otro, intentando salvar la vida de una persona enferma o en edad avanzada, como había sido el caso de los hermanos Bustos.
En su momento, la Fiscalía General de la Nación adelantó prospecciones en los sitios que varios de los presuntos responsables del secuestro identificaron como posible lugar de inhumación. “Fuimos como cinco veces y nada”, dice con un dejo de cansancio[10].
Liliana también se acreditó como víctima ante la JEP, después de que este tribunal abriera el macrocaso 01[11]. De esta manera, ella y su familia pueden estar informados sobre el avance de esa investigación que ya ha proferido varias decisiones, gracias a las cuales, los máximos jefes de las extintas FARC han reconocido la afectación que produjeron con los secuestros.
Así sucedió el 23 de agosto de 2024, durante una histórica audiencia en la que los siete hombres que conformaron el último secretariado de las FARC reconocieron, con voz entrecortada, que habían cometido crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad con la práctica del secuestro y pidieron perdón a sus víctimas. La Sala de Reconocimiento de Verdad de la JEP determinó que esa guerrilla había adoptado el secuestro como política con tres objetivos: financiar a la organización ilegal, forzar el intercambio por guerrilleros presos y controlar a la población civil[12].
En septiembre de 2025 esta jurisdicción emitió sus primeras sanciones propias contra esa máxima instancia de dirección de las FARC y determinó que estos siete hombres deberán cumplir con trabajos, obras o actividades de carácter restaurador y reparador durante un período de ocho años. Ese es el tiempo máximo de las sanciones estipulado en el Acuerdo Final que creó la JEP. Para esta sanción, ellos deberán vincularse a 46 proyectos que trabajarán en cuatro líneas: la búsqueda de personas dadas por desaparecidas; la acción integral contra minas antipersonal; medio ambiente, naturaleza y territorio; y memoria y reparación simbólica[13].
Sin embargo, Liliana siente que eso no le ha servido de mucho; al fin y al cabo, el cuerpo de su padre sigue sin aparecer. Y el trabajo de esta justicia, en su opinión, no ha sumado mucho a lo que ya había hecho la Fiscalía.
2. Acentos
Liliana y Amparo son dos mujeres que llevaban una vida que ellas denominan “normal” en Bogotá, en el entorno urbano que no se sentía directamente afectado por el conflicto armado, pese a que el 7 de febrero del mismo año del secuestro de don Hernán, las FARC habían hecho explotar un carro bomba en el prestigioso club privado El Nogal, que dejó 36 muertos y 138 heridos. Sus vidas no estaban vinculadas al mundo de los derechos humanos ni a organizaciones sociales o políticas, de tal manera que cuando se convierten en víctimas de un doble secuestro (tío y padre) y la desaparición de este último, ellas asumen las tareas de la búsqueda y el reclamo de sus derechos.
Esta historia se repitió por miles en todo el territorio colombiano, en familias de entornos rurales y urbanos, desde ganaderos y terratenientes, pasando por grandes y pequeños empresarios o trabajadores independientes, como era el caso de José Ignacio y Hernán.
La lucha de estas hermanas representa a las mujeres urbanas, profesionales, empleadas, hijas de padres que trabajaron para sacar adelante a sus familias sin acumular grandes capitales y que al enfrentarse a este crimen asumen la búsqueda con una fortaleza y determinación a toda prueba. Sus esfuerzos por saber la verdad las forzaron a asumir unos roles que nunca estuvieron en sus planes de vida, las llevaron a enfrentarse a sus victimarios en escenarios judiciales que les eran ajenos.
Aun así, se dejaron acompañar y acompañaron a otras mujeres y sus familias. Encontraron en la empatía y la sororidad un escenario para sobrellevar el dolor y tomar fuerzas de donde no había para perder el miedo, como reconoció Liliana. De esta manera, llegaron a la Federación Colombiana de Víctimas de las FARC, FEVCOL , organización que las arropó y elevó su voz frente a los responsables.
- ↑ Gloria Castrillón, entrevista virtual a Liliana Bustos, septiembre de 2025.
- ↑ Ibid.
- ↑ Ibid.
- ↑ Ibid.
- ↑ El Tiempo, “18 años sin luto por el padre que las FARC nunca les devolvieron”, 25 de junio de 2018. Disponible en: https://www.eltiempo.com/justicia/delitos/familia-pide-a-la-farc-que-les-devuelva-a-su-padre-despues-de-18-anos-235556.
- ↑ Jurisdicción Especial para la Paz. Macrocaso 01. Disponible en: https://www.jep.gov.co/macrocasos/caso01.html.
- ↑ Los diálogos se instalaron en ese municipio del Caquetá el 7 de enero de 1999 y culminaron abruptamente el 20 de febrero de 2002, por el secuestro de un avión de Aires para plagiar al entonces presidente de la Comisión de Paz del Senado, Jorge Géchem Turbay.
- ↑ Comisión de la Verdad, Las Voces del Silencio (podcast), 21 de junio de 2021. Disponible en: https://www.facebook.com/ComisionVerdadC/videos/las-voces-del-secuestro/348573606632665/
- ↑ Fundación País Libre. Disponible en: https://www.facebook.com/paislibreorg/
- ↑ Gloria Castrillón, entrevista virtual a Liliana Bustos, septiembre de 2025.
- ↑ En el auto del 4 de julio de 2018, la JEP convocó a las víctimas de secuestro para que se acreditaran y pudieran participar de las audiencias y otras diligencias, aportar pruebas, interponer recursos, acceder a acompañamiento jurídico y psicosocial y, en general, estar informadas sobre el avance de las investigaciones. Jurisdicción Especial para la Paz, Acreditación en el caso 01. Disponible en: https://www.jep.gov.co/Sala-de-Prensa/Paginas/acreditacion-en-el-caso-01.aspx
- ↑ La JEP documentó y describió los tratos crueles e inhumanos que recibieron las víctimas, las afectaciones a sus familias y la ruptura del tejido social y la unidad familiar. Jurisdicción Especial para la Paz, Ante la JEP, el último Secretariado de las Farc-EP reconoce responsabilidad por secuestros, 23 de agosto de 2024. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=HdLSLKdqOkc.
- ↑ Jurisdicción Especial para la Paz, sentencia TP-SeRVR-RC-ST-No.001-2025 del 16 de septiembre de 2025. Disponible en: https://relatoria.jep.gov.co/documentos/providencias/4/2/Sentencia_TP-SeRVR-RC-ST-001-2025_16-septiembre-2025.pdf