Ismael Perdomo Borrero

De Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República


Ismael Perdomo Borrero
Información
Nombre Ismael Perdomo Borrero
Fecha de nacimiento 1900-01-2200:00:00
Nacionalidad Colombiano
Seudónimo Monseñor Perdimos
Ocupación Eclesiástico
Primaria Seminario de Bogotá
Ciudad de nacimiento Gigante
País de fallecimiento Colombia
Ciudad de fallecimiento Bogotá
Fecha de fallecimiento 1900-01-03 00:00:00
Profesionales Colegio Pío Latinoamericano (Roma)
Doctor en Teología de la Universidad Gregoriana
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Eclesiástico huilense (Gigante, febrero 22 de 1872 - Bogotá, junio 3 de 1950), arzobispo de Bogotá entre 1928 y 1950. Con motivo de la muerte de monseñor Ismael Perdomo Borrero, el obispo de Cartago, José Gabriel Calderón escribió: Fue un arzobispo de alma fuerte; pero fuerte con aquella fortaleza que es precisamente el sostén inseparable de la verdadera bondad. San Juan Crisóstomo en su diálogo con el sacerdocio dice del Obispo que para poder luchar victoriosamente contra todo obstáculo, debe ser grave y sencillo al mismo tiempo, severo y bueno, firme en el mandar y benévolo con todos, imparcial y amable, humilde y no servil, enérgico y dulce. A simple vista esas parejas de virtudes parecerían contrarias entre sí y casi inconciliables [...] en monseñor Perdomo hallamos siempre juntas la bondad y la fortaleza bajo todos esos aspectos de que habla San Juan Crisóstomo [. . . ] en la virtud es un hecho histórico hijo de Gabriel Perdomo Cuenca y María Francisca Borrero Silva, Ismael Perdomo estudió en Neiva e Ibagué; después se trasladó al seminario de Bogotá y continuó su preparación presbiterial en el Colegio Pío Latinoamericano, de Roma.

Fue ordenado por el cardenal Lucido M. Parochi, vicario 1 de León XIII, el 19 de diciembre de 1896, en la Basílica de San Juan de Letrán. Doctor en Teología de la Universidad Gregoriana, grado que recibió el 20 de julio del año siguiente, - estudió en el Seminario de San Sulpicio de París y regresó a Colombia en 1899. Vicerrector del seminario de Garzón, párroco de Altamira y secretario episcopal de Neiva, fue preconizado como primer obispo de Ibagué y consagrado el viernes 19 de junio de 1903, en la capilla del Colegio Pío Latinoamericano de Roma, por el prefecto de la Santa Congregación de Propaganda Fide, cardenal fray Jerónimo M. Gotti; oficiaron como asistentes José María Constantini, arzobispo titular de Patrasso y limosnero de Su Santidad, y Esteban Rojas, obispo de Garzón. En la capital del Tolima, monseñor Perdomo organizó con gran tino la diócesis, trayendo diversas comunidades y otorgando la dirección del seminario a los lazaristas. Fue secretario de las conferencias episcopales de 1908, 1912 y 1919.

El 5 de febrero de 1923 fue hecho arzobispo titular de Trajanópolis In Rodophe y coadjutor con derecho a sucesión del arzobispo Bernardo Herrera Restrepo; tres meses más tarde fue deán del Cabildo Eclesiástico, y tomó posesión de ambos cargos el 7 de octubre. Dos días después, se le encargó del Vicariato General. Al año siguiente, presidió, delegado por Herrera Restrepo, el Congreso de Misiones. A la muerte de éste, el 2 de enero de 1928, monseñor Perdomo fue preconizado arzobispo de Bogotá, y en mayo de ese año, por breve de Su Santidad, fue nombrado asistente al Solio Pontificio, prelado doméstico de Pío XI y conde romano. Se le entregó el Sagrado Palio en la Catedral Primada de Bogotá, el 12 de febrero de 1929, de manos del nuncio apostólico Paolo Giobbe, arzobispo titular de Tolemaida. Monseñor Perdomo recibió el Arzobispado en un momento difícil para la nación; era el ocaso de la hegemonía conservadora.

Perdomo fue culpado por su caída, por no escoger al candidato del gobierno, doctor Guillermo Valencia, y por las circulares contradictorias que envió a última hora; se le llegó a llamar, según un chiste bogotano, "Monseñor Perdimos". El arzobispo Herrera, apoyado en el Directorio Nacional Conservador y en la mayoría conservadora del Congreso (pues consideraba a éste como el partido católico por excelencia), había manejado los asuntos electorales con poder absoluto, designando él a los presidentes José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez. Para la elección de este último, en 1925, reunió a los candidatos Abadía y el general Alfredo Vázquez Cobo, y comisionó expresamente a monseñor Perdomo para comunicarles que el primero sería presidente y después el segundo. Para la escogencia del candidato conservador a las elecciones de 1930, cuenta monseñor José Restrepo Posada: El doctor Abadía había formado parte del grupo Civilistas dentro del partido conservador, que recordaba con terror el Quinquenio precisamente por los actos realizados prescindiendo de la ley, y temió que el general Vázquez fuera a actuar desde el gobierno en la forma de Reyes, y creyó un deber suyo impedir tal mal.

Pero contra este dictamen de su conciencia estaba el compromiso hecho ante el arzobispo Perdomo. Para lograr que no fuera elegido el general Vázquez y verse libre de tener que apoyar esa candidatura según lo convenido, recurrió a una treta política, y fue influir directamente en las elecciones para representantes al Congreso de 1929-1930, con el objeto de que los nombrados fueran personas que no simpatizaran con el general Vázquez. Me parecía tan increíble este convenio, que encerraba tanta imposición, que ocultaba tanta bellaquería y tanta infamia política escribe monseñor Perdomo a la Santa Sede que yo tuve que intervenir para que se atendiera, al menos en parte, al clamor de los pueblos, a lo cual se accedió incluyendo unos pocos nombres vazquistas. Sin embargo, la mayoría conservadora se presentó anarquizada en el Congreso, con seis candidatos para la Presidencia de la República. Cuando, según lo planeado por Abadía Méndez, se creyó que Valencia había reunido la mayoría de los votos de los parlamentarios, el presidente del Senado preguntó públicamente su parecer al arzobispo.

Este respondió en una carta que se mostraba totalmente ajeno a esta escogencia. Posteriormente, le enviaron una lista en la que no se incluía a Valencia entre los candidatos; además, éste había renunciado irrevocablemente a la candidatura. Monseñor Perdomo, tanteando los pareceres de los congresistas y confiando en su palabra, les escribió: En respuesta a la solicitud de Uds. [...] manifiesto que, habiendo explorado la opinión por los medios más seguros, precisos e imparciales, he llegado a la conclusión de que la candidatura del general Vázquez Cobo tiene el favor del 80% de la opinión del país. A1 hacerse pública la carta, el grupo valencista y el directorio conservador (antivazquista) acusó al prelado de crear la división y se dieron a la tarea de recolectar votos y cambiar pareceres a muchos que habían apoyado al general ante Perdomo. Así, el Congreso lanzó al doctor Valencia. Los obispos, por respeto al primado, apoyaron a Vázquez Cobo o, por opinión personal, empezaron a enviar circulares en pro de Valencia. Tras la división del episcopado, vino la del elevo: cada párroco o sacerdote enviaba telegramas que eran publicados profusamente por su candidato.

Mientras tanto el gobierno, por medio del encargado de negocios de la Santa Sede, había influido para que el cardenal secretario de Estado apoyase a Valencia; y así lo hizo. Ante la orden de la Santa Sede, el arzobispo de Bogotá envió el siguiente telegrama al episcopado: Papa comunícame [...] apoyar candidatura a Valencia. El gobierno transmitió profusamente por telégrafo y radio la circular que tuvo un efecto nefasto. Tras la división, vino la pérdida de elecciones y el partido liberal volvió al poder. Si consideramos las circunstancias de entonces, veremos cómo Perdomo obró con la mejor voluntad para tratar de ayudar a la Patria, haciendo cesar las discusiones en torno a la escogencia de candidato para que el Congreso se dedicara a sus obligaciones laborales. Mal interpretado incluso por el episcopado, y humillado, jamás envió un comunicado a la prensa que lo hubiera favorecido, ni se le oyó palabra alguna contra nadie. Desde su posesión, monseñor Perdomo inició la preparación del Sínodo Diocesano de su sede, que incluía todo el departamento de Cundinamarca.

Este, verdadera guía y encauzamiento de la Arquidiócesis, la rigió desde el 8 de diciembre de 1931 hasta 34 años más tarde. Monseñor Perdomo visitó toda la región hasta los últimos pueblos y caseríos, y cuando la salud se lo impidió envió a otros para realizar las visitas pastorales. Escribió y editó en Bogotá más de 50 parroquias nuevas, y después del 9 de abril de 1948, reorganizó totalmente la ciudad parroquialmente. El presbítero Guillermo Agudelo Giraldo escribe: Indudablemente su obra principal fue la organización y estabilidad del Seminario Conciliar de Bogotá y el Seminario Mayor, que fue trasladado del viejo y tradicional edificio de La Candelaria, al majestuoso y moderno edificio del Chicó, construido por su iniciativa y dirección, y que desde 1946 es un monumento. En 1934, monseñor Perdomo solicitó al Papa el nombramiento de un obispo que le ayudara en sus tareas pastorales. La Santa Sede nombró a monseñor Juan Manuel González Arbeláez, como arzobispo coadjutor con derecho a sucesión.

Sin embargo, la marcada actitud política de monseñor González durante el Congreso Eucarístico de Medellín, y su abierta oposición al Concordato revisado por Darío Echandía y la Santa Sede, hicieron que en el mes de febrero de 1942 la Santa Sede aceptara la renuncia que monseñor González había presentado en febrero del año anterior. El padre Julio César Orduz escribe cómo el traslado posterior de monseñor a Popayán dio lugar a muy enconadas interpretaciones, momento difícil en la historia eclesiástica colombiana, incluyendo los sucesos del Teatro Colón [durante un discurso del ministro de Educación, Germán Arciniegas], el 29 de junio de 1942, [cuando] los enemigos de la revisión del Concordato impugnaban sin miramiento al arzobispo primado, al señor nuncio y al mismo Santo Padre, y aparecían como celosos simpatizantes del arzobispo coadjutor.

Estas manifestaciones no pudieron sino perjudicar mucho su imagen ante la Santa Sede, si se considera que monseñor González nunca rectificó las tesis de E1 Siglo [... ] ni cuando malintencionadamente se interpretaban las actuaciones de la Curia de Bogotá, a la cual pertenecía, y por el contrario era conocida su simpatía y amistad con Laureano Gómez. En cuanto al Siervo de Dios, nadie le oyó una palabra de queja o murmuración [...) mas eso no quita lo duro y molesto que debió ser aquella anómala situación. Como nuevo obispo auxiliar fue nombrado Emilio de Brigard Ortiz, y el 3 de noviembre de 1945, también el eudista Luis Pérez Hernández. Fue este último quien le transmitió a monseñor Perdomo las terribles noticias del asesinato de Gaitán en "El Bogotazo", y la del incendio del Palacio Arzobispal, el 9 de abril de 1948. Recordaba monseñor De Brigard: La actitud del Siervo de Dios fue la de un santo. Providencialmente se hallaba enfermo en el Seminario, porque si se hubiera hallado en Palacio con nosotros, nos habrían matado a todos.

Varias veces pronunció la histórica frase: "Todo se ha perdido menos la confianza en Dios". Aunque necesariamente en su interior debía estar angustiado y dolido, se mostraba exteriormente sereno para darnos ánimo [. .. ] En esas circunstancias se mostró verdaderamente grande y comenzó inmediatamente con toda energía a organizar la curia y los servicios del Arzobispado. La última misa que celebró monseñor Perdomo fue el domingo de Pascua de 1950. El 27 de abril, monseñor Sebastián Baggio, encargado de negocios de la Santa Sede, le aplicó la extremaunción, y monseñor Perdomo falleció a las 9:15 a.m. del sábado 3 de junio de 1950. El 22 de febrero de 1958 se inauguró el monumento a su memoria en la Capilla de la Inmaculada de la Catedral de Bogotá, acto presidido por el cardenal Crisanto Luque, y la oración fúnebre fue pronunciada por monseñor José Vicente Castro Silva.

El 31 de enero de 1962, por decreto del cardenal Luis Concha Córdoba, se creó el tribunal informativo para iniciar la causa de beatificación y canonización. Este proceso se terminó el 12 de septiembre del mismo año, siguiendo curso ante la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos que, el 15 de noviembre de 1966, la admitió nombrando como ponente al cardenal Arcadio Larraona. El 12 de agosto de 1980 se inició en la curia de Bogotá el proceso de Non Cultu de monseñor Ismael Perdomo. Otra etapa de la causa fue la instalación del Tribunal para el Proceso Apostólico, el 10 de mayo de 1982, por el cardenal Aníbal Muñoz Duque. En 1994 se reactivó la causa de beatificación con el nombramiento como postulador de monseñor Octavio Ruiz Arenas, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y como vicepostulador, de monseñor José Ignacio Ortega Franco, párroco de Santa Rita de Cassia de Bogotá.

Bibliografia

Parientes

Citas dentro del texto

Enlaces externos