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Nombre | Texto actual |
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h inglés (en) | Botero's first known works are drawings: the illustrations for the literary supplement of the El Colombiano newspaper in Medellín. In 1951, after moving to Bogotá, he had his first individual exhibition at the Leo Matiz gallery, presenting watercolors, gouaches, ink drawings, and oils. With the sales of some of his works exhibited on that occasion, he settled in Tolú. On his return to the capital, he exhibited again, this time with more success. At the IX National Artists’ Salon, held in 1952, Botero won second prize in oil painting with “Frente al mar” (In Front of the Sea). He was 20 years old at the time and decided to travel to Europe. He spent a short time at the San Fernando Academy in Madrid and then at the San Marco Academy in Florence, where he took classes on the art of the Italian Quattrocento with Roberto Longhi. He remained in Europe until 1955. Of these years in Europe, Botero has commented: "I actually consider myself self-taught. I worked for three years in fine arts schools, but practically never had a teacher. I learned by reading, going at museums, and above all painting." In 1956 he traveled to Mexico, then to Washington and New York. On his return to Colombia in 1957, his oil painting Contrapunto he shared the second prize in painting at the X National Artists’ Salon with Alejandro Obregón and Jorge Elías Triana. In 1958, he won the first prize in the XI National Artists’ Salon, with the oil painting La camera degli sposi (Homage to Mantegna). Since then, Botero's dealings with the great masters of the past and with a few modern ones have been constant. Botero strove to—and indeed did—paint and draw like the best. In pursuit of this aim he not only visited the museums and methodically studied techniques and procedures but also worked long hours. This familiarity with and admiration for art since the Renaissance explains the charcoal work Dinner with Ingres and Piero della Francesca (1972), in which Botero sits at the table with the French Neoclassical painter and the great Italian painter of the Quattrocento. But although Botero has taken a seat at the table with European masters thanks to his talent, commitment, and hard work, Botero continues to be an artist from Latin America, from Colombia, and even from Medellin: "Many artists believe that art becomes universal if you copy universally. I don't think so. I think you have to be honest with yourself, and by being honest you can reach people all over the world [...] I am the most Colombian of Colombian artists, even though I have lived outside of Colombia for so long, since 1960 [...] In a way, I paint Colombia the way I want it to be, but it is not really like that. It is an imaginary Colombia that both is and is not the same as the true Colombia.” In 1961, he moved to New York, where he worked for twelve years. He then settled in Paris. Nevertheless, Botero is a true representative of Latin American art not only because of his themes of nuns, prelates, military men, brothels, villages with simple houses, and still lifes with tropical fruits, but also because of his magical realism. Botero stated in 1967: "I am a protest against modern painting and yet I use what is hidden behind its back, playing ironically with everything that is absolutely known to everyone. I paint figuratively and realistically, but not in the flat sense of fidelity to nature. I never give a brushstroke that does not describe something real: a mouth, a hill, a pitcher, a tree. But what I describe is a reality found by me. It could be formulated in this way: I describe realistically an unrealistic reality.” Tracy Atkinson, one of several foreign critics who have discussed Botero’s work, wrote, "Botero’s world is people in a broad sense. A repertoire that is generally absurd and a bit pathetic. But the warmth and sympathy of its treatment saves it from its ugliness and makes it instantly unforgettable. The artist’s attitude is so intense and consistent that it reaches into all things”. In Botero’s paintings are figures encircled by lines. Even in his Expressionist phase, we see vehement strokes that define the representation. His oeuvre contains large format drawings, many on canvas. Undoubtedly, Botero gives special importance to drawing. |
h español (es) | Las primeras obras que se conocen de Botero son dibujos: las ilustraciones para el suplemento literario del periódico El Colombiano de Medellín. En 1951, trasladado a Bogotá, expuso por primera vez individualmente en la galería Leo Matiz, y presentó acuarelas, gouaches, tintas y óleos. Con las ventas de algunos de sus trabajos expuestos en esa ocasión, se instaló en Tolú. A su regreso a la capital volvió a exponer, ahora con más éxito. En el IX Salón Nacional, realizado en 1952, Botero obtuvo el segundo premio en Pintura con el óleo Frente al mar. Tenía, entonces, 20 años y decidió viajar a Europa. Estuvo por poco tiempo en la Academia de San Fernando de Madrid y luego en la Academia de San Marcos de Florencia. Recibió clases sobre el arte del Quattrocento italiano con Roberto Longhi. Permaneció en Europa hasta 1955. De estos años en el Viejo Continente, Botero ha comentado: "''En realidad me considero autodidacta. Trabajé tres años en escuelas de bellas artes, pero prácticamente nunca tuve profesor. Mi aprendizaje lo hice leyendo, mirando museos y, sobre todo, pintando''". En 1956 viajó a México, después a Washington y Nueva York. A su regreso a Colombia, en 1957, compartió con Alejandro Obregón y Jorge Elías Triana, el segundo premio en Pintura del X Salón de Artistas Colombianos, con el óleo Contrapunto. En 1958 ganó el primer premio del XI Salón Nacional, con el óleo La camera degli sposi (Homenaje a Mantegna). Desde entonces, el trato de Botero con los grandes maestros del pasado y con algunos pocos modernos ha sido constante. Botero se empeñó, y lo logró, en pintar y dibujar como los mejores, y para ello no sólo visitó los museos y estudió metódicamente las técnicas y los procedimientos, sino que trabajó en largas jornadas. Esa familiaridad y admiración por el arte desde el Renacimiento explican bien el carboncillo La comida con Ingres y Piero de la Francesca (1972), en el que Botero aparece compartiendo una mesa con el neoclásico francés y el gran pintor italiano del Quattrocento. Pero si ha podido sentarse en la mesa de los clásicos por talento, empeño y trabajo, Botero no ha dejado de ser un artista de América Latina, de Colombia e incluso de Medellín: "''Muchos artistas creen que el arte se vuelve universal al copiar en forma universal. Yo no pienso así. Creo que hay que ser honesto con uno mismo, y al serlo se puede llegar hasta la gente de todo el mundo [...] Soy el más colombiano de los artistas colombianos, aun cuando he vivido fuera de Colombia por tanto tiempo, desde 1960 [...] En cierto modo, yo pinto Colombia de la manera que quiero que sea, pero no es así. Es una Colombia imaginaria que es y, al mismo tiempo, no es igual a la verdadera Colombia''". En 1961 se instala en Nueva York, donde trabaja durante doce años; después se radica en París. No obstante, Botero es un auténtico representante del arte latinoamericano no sólo por sus temas de monjas, prelados, militares, prostíbulos, pueblos de casas sencillas y bodegones con frutas tropicales, sino por su realismo mágico. Botero afirmó en 1967: "''Soy una protesta contra la pintura moderna y, sin embargo, utilizo lo que se oculta tras sus espaldas: el juego irónico con todo lo que es absolutamente conocido por todos. Pinto figurativo y realista, pero no en el sentido chato de la fidelidad a la naturaleza. Jamás doy una pincelada que no describa algo real: una boca, una colina, un cántaro, un árbol. Pero la que describo es una realidad encontrada por mí. Podría formularse de este modo: yo describo en una forma realista una realidad no realista''". Tracy Atkinson, uno de los varios críticos extranjeros que se ha referido a su trabajo, ha escrito: "''El mundo de Botero es la gente en un amplio repertorio que generalmente resulta absurdo y un poco patético. Pero el calor y la simpatía de su tratamiento la salva de su fealdad y la hace al instante inolvidable. La actitud del artista es tan intensa y consistente que llega a todas las cosas''”. Pinturas en que las figuras aparecen ceñidas por las líneas y en las que, incluso en la fase expresionista, se perciben trazos vehementes que definen la representación. Dibujos de gran formato, muchos realizados sobre lienzo. Indudablemente, Botero le da especial importancia al dibujo. |