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 h inglés (en)Art criticism at the beginning of the 1950s emphasized “the peace, clarity, and naive and crystal-clear beauty” of Sofía Urrutia’s paintings<ref>Engel, W. (August 17, 1952). El IX Salón Anual (The 11th Annual Show). ''El Tiempo''.</ref>, characterizing them as elements taken from a “wondrous toy shop”<ref>Mendoza, E. (August 9, 1952). La pintura en el IX Salón (Painting in the 11th show). ''El Espectador''.</ref>, thus drawing the subtle line between childlike representation — to which primitivist art was compared — and the resolute, purposeful decision by the artist to portray reality through a non-professional technique. The writings of the critics included her in the avant-garde trends of the mid-20th century, pointing to her success in applying “colorful patches and striking touches of white” in paintings such as Beach on the Cauca River (Playa en el río Cauca)<ref>Vidales, ''idem''.</ref>.
Urrutia’s scenes depict public spaces in cities such as Cartagena, Bogotá and Popayán. Other paintings are transformed into ethnographic portraits of indigenous and mestizo communities, such as Beach on the Cauca River, Cuna Indians (Indios Cuna) and Little Holy Week (Semana Santa Chiquita). Flowers are the central theme of her still lifes, which feature hydrangeas, roses and delphiniums. Her paintings devoted to religious themes portray figures such as St. Francis of Assisi, scenes from the Old Testament like Eden and The Tower of Babel, and stories such as The Creation of the World, Noah’s Ark, The Destruction of Sodom, Joseph Sold by his Brothers and Moses Saved from the Waters. The Bible and the novel One Hundred Years of Solitude by Gabriel García Márquez were essential references in the construction of her imagery.
 h español (es)La crítica de arte a comienzos de los años cincuenta destacó “''la paz, claridad e ingenua y diáfana belleza''” de los cuadros de Sofía Urrutia<ref>Engel, W. (17 de agosto de 1952). El IX Salón Anual. El Tiempo.</ref>, y los describió como elementos extraídos de una “''juguetería milagrosa''”<ref>Mendoza, E. (9 de agosto de 1952). La pintura en el IX Salón. El Espectador.</ref>. Así se calificaba el límite sutil entre la representación infantil, con la cual se comparó el arte primitivista, y la opción decidida e intencionada de la artista por representar la realidad desde una técnica no profesionalizada. El lenguaje de los comentaristas la incluía en las tendencias vanguardistas de mediados de siglo, señalando su acierto en la aplicación de “''manchas de color y toques sorpresivos de blanco''” en pinturas como Playa en el río Cauca<ref>Vidales, ídem.</ref>.
Los paisajes de Urrutia muestran espacios públicos de ciudades como Cartagena, Bogotá y Popayán. Otros cuadros se convierten en retratos etnográficos de comunidades indígenas y mestizas, como Playa en el río Cauca, Indios Cuna y Semana Santa chiquita. El tema central de sus bodegones son las flores, entre las que se cuentan hortensias, rosas y delfinios. Los cuadros dedicados a temas religiosos representan a figuras como San Francisco de Asis, escenarios del antiguo testamento como El paraíso y La torre de Babel, y relatos como el de La creación del mundo, El arca de Noé, La destrucción de Sodoma, José vendido por sus hermanos y Moisés salvado por las aguas. Para la artista fueron de referencia obligada en la construcción de su imaginería, la Sagrada Biblia y la novela Cien años de soledad de [[Gabriel García Márquez]].