Luis Caballero Holguín
Luis Caballero Holguín | |
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Información | |
Nombre | Luis Caballero Holguín |
Fecha de nacimiento | 1900-01-2700:00:00 |
Nacionalidad | Colombiano |
Seudónimo | |
Ocupación | Pintor y dibujante |
Primaria | Gimnasio Moderno |
Bachillerato | |
Ciudad de nacimiento | Bogotá |
País de fallecimiento | Colombia |
Ciudad de fallecimiento | Bogotá |
Fecha de fallecimiento | 1995-06-19 00:00:00 |
Profesionales | Universidad de los Andes. Academia de la Grande Chaumire (París). |
Images |
Pintor y dibujante nacido en Bogotá, en 1943. Luis Caballero Holguín estudió arte en la Universidad de los Andes entre 1961 y 1962, y luego en la Academia de la Grande Chaumire de París, entre 1963 y 1964. Desde el comienzo su trabajo ha sido figurativo, pero al principio sus personajes eran muy esquemáticos y definidos por una línea gruesa. En 1968 obtuvo el primer premio de la I Bienal de Medellín, con un políptico en el que estos personajes se extienden en afanosas búsquedas amatorias sobre superficies azules y amarillas [ver tomo 6, p. 133].
Ese mismo año Caballero se radicó en París. Desde 1970 su obra comenzó a observar la historia del arte; esta inclinación se destacó en 1973 en una muestra en Bogotá: con una clara referencia al Renacimiento, sus figuras repasaban una hermosa lección de líneas puras, valores plásticos, movimientos y escorzos. Sus personajes sin rostro resultaban muy vivos y expresivos, gracias al dinamismo de los cuerpos, a la tensión de las figuras solitarias y anhelantes y a la ansiedad desesperada de los acoplamientos.
Desde mediados de los setenta, Caballero ha venido perfeccionándose hasta lograr representaciones llenas de vigor y precisión anatómica, en las que la figura humana, tema exclusivo del artista, es un simple pretexto para exteriorizar el propio sentimiento vital frente a las formas orgánicas. En pinturas al óleo y dibujos en diversos medios (carboncillos, sanguinas, lápices, tintas con pluma o pincel), Caballero se regodea con el cuerpo humano: lo recorre amorosamente, con la vista y con el tacto, desde todos los puntos de vista.
Lo único que le importa es el cuerpo: su superficie, sus músculos y huesos. A base de estudio Caballero ha podido dominar la representación figurativa y volcarse sobre el goce brindado por el intenso poder de las formas orgánicas. Sin embargo, el naturalismo de Caballero no es un naturalismo tranquilo; por el contrario, las representaciones de sus figuras desazonan y llenan de angustia, una angustia amortiguada de todos modos por la belleza del trabajo.
Son cuerpos erectos que están a punto de caer o recibiendo castigo, o cuerpos yacentes, muchas veces apelotonados en pequeños grupos, que parecen descansar después de la contienda amorosa o que realmente están muertos. Si todas las zonas del cuerpo, a partir del rostro, destacan la idea del tormento, del éxtasis o del anhelo, las manos crispadas o aquéllas que aprehenden otros cuerpos resultan adoloridas al máximo. Son manos desesperadas, ansiosas, solitarias.
Contribuye al efecto deliberado de desenfreno y tormento, el hecho de que estas representaciones se vean tan próximas (en un espacio demasiado reducido), aparezcan fragmentadas y, algunas veces, se observen desde arriba. Para esta orgía de cuerpos entrelazados, Caballero se apoya en el amplio repertorio de figuras humanas de la historia de la pintura a partir del Renacimiento. No es difícil encontrar remembranzas de los mejores pintores, empezando por Miguel Angel.
Esa reverencia a la pintura del pasado implica una tremenda lucha por afirmar su propia personalidad, su propio estilo. El naturalismo intelectualizado de Caballero bien pudiera denominarse manierismo, pero, además, tiene otras características: por ejemplo, su consciente artificio. Parece que el artista concibiera escenografías refinadas para que unos actores amaestrados posaran en el gran proscenio de la sensualidad, obedeciendo a las más exquisitas ondulaciones de ritmos lentos y melodías elaboradas.
También está su preocupación casi exclusiva por el fenómeno estético, por la presencia del cuerpo hermoso, vivo o muerto, erótico y provocativo; la sofisticación de la sensibilidad que ama la estilización, la imagen prodigiosa. A lo largo de los años ochenta, la obra de Caballero se muestra más suelta y segura y, al mismo tiempo, más dramática. El artista trabaja cada vez más fragmentos del cuerpo humano y observaciones escorzadas muy cercanas, casi tangibles.
Aunque ahora le importa menos el acabado de la forma, es indudable que no deja de ver como dibujante, esto es, en trazos. Ultimamente Caballero ha acentuado los valores tonales, y con frecuencia ha trabajado con pinceles; sin embargo, sigue mostrando un diseño latente y no puede evitar que sus manchas o sombras tengan una delimitación precisa. De todos modos, este nuevo tratamiento de sus cuadros se aviene con la intensificación de la violencia.
Las fotografías de la crónica roja que escogió para completar la publicación de 1990 con motivo de la presentación de su obra en Bogotá, simplemente ratificaron lo que ya se sabía: Caballero no sólo trabaja el desnudo incitado por el hedonismo o motivado por la reflexión recurrente en torno del Cristo de la pasión, sino basado en las más brutales referencias gráficas de la violencia de hoy. Caballero ha hecho siempre lúcidos comentarios de su obra y respecto del dibujo ha dicho: “
Dibujar del natural es analizar. Es escoger. Escoger las líneas y los volúmenes que nos interesan dentro de esa maraña infinita de líneas y formas que son nuestra visión.
Escoger para recrear la emoción que se siente y saber desechar para concentrar la visión [...] dibujar no es reproducir la realidad sino tratar de apropiarnos la emoción fugaz y siempre distinta que produce en nosotros esa realidad.”
Al repasar sus bellos diseños de los últimos años, es evidente que dice la verdad. Desde sus tintas con pluma de 1979, que a veces reiteran en una sola hoja un cuerpo que se mueve, y que abundan en detalles de manos que se buscan, hasta los numerosos bocetos (en varios medios) para el gran telón, de seis metros cuadrados, realizado en público en 1990 en la Galería Garcés Velásquez de Bogotá -trabajos preparatorios admirables, a veces exclusivamente lineales, otras, manchados y dominados por los valores tonales; dibujos parciales de primeras ideas tanto de personajes aislados, como de figuras en grupo-, pasando por algunos carboncillos de los primeros años ochenta, algunos óleos negros sobre papel de 1986 y algunas sanguinas de 1989, Caballero no sólo demuestra su destreza como dibujante, sino su inclinación al naturalismo según lo definiera Worringer: deleite en la forma orgánica y autogoce objetivado [Ver tomo 6, Arte, p. 133].
GERMÁN RUBIANO CABALLERO
Bibliografia
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Parientes
Isabel Holguín Dávila (madre). Eduardo Caballero Calderón (padre).
Citas dentro del texto
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/dibujo/dibujo7.htm http://www.banrepcultural.org/luis-caballero/