Los proyectos científicos de Colombia en el siglo XIX'

De Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República
José Celestino Mutis
José Celestino Mutis

Óleo sobre tela

Artista : Pablo Antonio García del Campo (Atribuido)

48 x 41 cm

Bogotá, Centro Cultural de Bogotá, Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU),
Datos generales


En las condiciones de Colombia en el siglo XIX, y especialmente con la situación de la educación, no podría esperarse que la historia de la ciencia en el país fuera otra cosa que una sucesión de frustraciones y fracasos, con algunos apóstoles infortunados e incomprendidos. Por supuesto no faltaron los esfuerzos, como las escuelas técnicas fundadas por Santander en la Gran Colombia, el Colegio Militar abierto por Mosquera en 1847, la Escuela de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, la Escuela Nacional de Minas de Medellín, y el establecimiento de sociedades científicas como el Instituto Caldas, organizado por Manuel Ancízar en 1847, y la Academia de Ciencias Naturales, fundada en 1871. Esta última resume la historia de todas ellas. Como recuerda Santiago Díaz Piedrahita, la Academia estaba compuesta por ocho secciones (química, física, botánica, zoología, geología, etc.) y según su reglamento, para sesionar debía estar presente al menos un miembro por cada sección. La falta de quórum era crónica, pues en Bogotá era casi imposible reunir en un mismo día a ocho científicos de ocho disciplinas distintas.

Sin embargo, en el siglo XIX se llevó a cabo una extraordinaria empresa científica: la Comisión Corográfica. Encargada de levantar el mapa de la nación y sus provincias y puesta a cargo del italiano Agustín Codazzi, no sólo produjo los primeros mapas oficiales de Colombia, un conjunto de obras de geografía física y política, una colección de acuarelas que forman el mejor y más completo testimonio visual de la Nueva Granada, la más notable descripción de las provincias nororientales de la Nueva Granada (la Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar), y un catálogo botánico muy superior en cantidad y calidad al de la Expedición Botánica de Mutis del siglo XVIII, sino que constituyó una contribución fundamental al desarrollo internacional de la geografía.

La Comisión Corográfica y su gran antecedente, la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, fueron las respuestas al gran desafío que en el siglo XIX se aspiraba a responder con el apoyo de la ciencia: conocer el país para determinar la magnitud y localización de sus recursos naturales, y poder así mejorar su comercio y sus manufacturas, mejorar sus vías de comunicación y alcanzar el progreso material que hasta entonces le había sido tan esquivo. Ese fue el principal hilo conductor entre las dos grandes empresas.

La Expedición Botánica, dirigida por el sacerdote y naturalista gaditano José Celestino Mutis, fue el proyecto científico más significativo realizado en Colombia durante todo el período colonial. Mutis había viajado al Nuevo Reino de Granada en 1760 como médico de cámara del virrey Pedro Messía de la Cerda y durante cerca de veinte años cursó propuestas a la Corona de España para la realización de estudios botánicos en el país. Tiempo relativamente largo si se tiene en cuenta que en otras partes de América se llevaron a cabo también expediciones botánicas durante este período. En 1778 se inició la Flora Peruana y Chilena, que estuvo a cargo de Hipólito Ruiz y José Pavón y comenzaría a publicarse en 1798. Así mismo, entre 1787 y 1803 se llevó a cabo la Real Expedición Botánica a Nueva España, a cargo de Martín Sessé y Mariano Mociño, cuyas excursiones los llevaron desde San Francisco (California) hasta Nicaragua, e incluyeron, aparte del México, las islas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.

Por fin, contando con el apoyo del arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora, consiguió Mutis obtener de la Corona el encargo de acometer la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, que inició labores el 30 de abril de 1783. Como en los casos de las expediciones de Chile y Perú y la de Nueva España, el propósito en el virreinato de Nueva Granada era recorrer el país para estudiar su flora, recolectarla, estudiarla, clasificarla y enviar al Jardín Botánico de Madrid los resultados de los trabajos.

Inicialmente Mutis y sus acompañantes, entre ellos el joven botánico Eloy Valenzuela y el pintor Pablo Antonio García, realizaron sus investigaciones en La Mesa de Juan Díaz para seguir a Mariquita tres meses después. Allí se estableció el Instituto Botánico hasta 1790, cuando se trasladó a Santa Fe, la capital del virreinato. Los trabajos se prolongaron durante la primera década del siglo XIX, y comenzaron a languidecer tras la muerte de Mutis, el 11 de septiembre de 1808. Finalmente, en 1816, durante la reconquista española, por orden de Pablo Morillo se embalaron los materiales botánicos y los documentos reunidos por la Expedición Botánica y se enviaron al Jardín Botánico de Madrid.

Durante casi tres décadas de labores y bajo la dirección de Mutis, La Mesa, Mariquita y Bogotá se convirtieron en centros de actividad científica. Históricamente se han subrayado contribuciones importantes de la empresa para la botánica, entre ellas los estudios de Mutis sobre las quinas, el té de Bogotá y la canela, así como la recolección de un herbario de cerca de 20.000 ejemplares. Pero sin duda lo que más se recuerda son las excelentes ilustraciones de plantas. Desde los primeros años de actividades Mutis llamó a pintores destacados a vincularse a los trabajos, muchos de ellos quiteños, llegando a sumar alrededor de 60 que produjeron 5.393 láminas de 2.696 especies de la flora del país.

Además de los pintores, alrededor de Mutis y su Instituto Botánico se congregó lo más importante de la intelectualidad de entonces en el Nuevo Reino de Granada. En distintas épocas se vincularon a la empresa, entre muchos otros, Francisco Antonio Zea, Sinforoso Mutis, Jorge Tadeo Lozano, Francisco José de Caldas y José María Carbonell. En su visita a la Nueva Granada en 1801, Alexander von Humboldt visitó a José Celestino Mutis y quedó gratamente sorprendido por la abundancia y calidad de los trabajos producidos por la Expedición Botánica. Expresó particular entusiasmo por la obra del pintor Francisco Javier Matis, a quien llamó "el mejor pintor de flores del mundo", y por la biblioteca de Mutis: "Después de la de Banks, en Londres", escribió, "jamás había visto una biblioteca botánica tan grande como la de Mutis". La visita de Humboldt estimuló a Mutis a pedir la construcción de un observatorio astronómico en la capital del virreinato, obra que se llevó a cabo en el solar del Instituto Botánico entre mayo de 1802 y agosto de 1803, convirtiéndose en el primer observatorio permanente erigido en el continente americano y, para Colombia, en fundamento material y símbolo del progreso científico.

Es un hecho paradójico y aciago que los estudios de Mutis hubieran quedado vedados para la ciencia debido al traslado de los materiales de la Expedición Botánica al Jardín Botánico de Madrid, donde quedaron prácticamente sepultados durante casi medio siglo. Por otra parte, desde el punto de vista del desarrollo internacional de la botánica en el siglo XIX, debido al acelerado desarrollo de la disciplina en ese momento, y en particular de los sistemas de clasificación, la contribución de Mutis perdió rápidamente la característica de la novedad.

Con todo, la Expedición Botánica se proyectó de otras maneras más fundamentales en la historia científica de la nación. Sin duda, el aporte cardinal de Mutis y su Instituto Botánico fue el haber estimulado un interés por la ciencia sin precedentes en el país, y contribuido de manera ostensible a la formación de ideas patrióticas entre la intelectualidad de la Nueva Granada. Distinguidos miembros de la Expedición Botánica, entre ellos Francisco José de Caldas, Francisco Antonio Zea y Jorge Tadeo Lozano, figurarían en la vanguardia de la lucha por la Independencia.

Fue Caldas el vehículo por el cual la Expedición Botánica trascendió hacia el futuro. Designado por Mutis para dirigir el Observatorio Astronómico, Caldas se entregó de lleno a realizar y promover el estudio geográfico del territorio nacional. En 1808, el mismo año del fallecimiento de Mutis, Caldas inició la publicación del Semanario del Nuevo Reino de Granada, la revista científica más importante publicada en Colombia antes del siglo XX. Su primer artículo está dedicado a examinar el "Estado de la geografía del Virreinato de Santafé de Bogotá, con relación a la economía y al comercio”. Su balance de los conocimientos geográficos en el país fue poco lisonjero:

"Que llevemos nuestras miradas al Norte, que las llevemos al Mediodía, que registremos lo más poblado, o los desiertos de esta colonia, en todas partes no hallamos sino el sello de la desidia y de la ignorancia. Nuestros ríos y nuestras montañas nos son desconocidos, no sabemos la extensión del país en que hemos nacido, y nuestra geografía está en la cuna."

Para llenar estos vacíos Caldas acariciaba su propio sueño, y escribió:

"Si se formase una expedición geográfica-económica destinada a recorrer el Virreinato; si ésta se compusiese de un astrónomo, de un botánico, de un mineralogista, de un encargado de la parte zoológica y de un economista, con dos o más diseñadores... no hay duda que dentro de pocos años tendríamos la gloria de poseer una obra maestra en la geografía y en la política, y de haber puesto los fundamentos de nuestra prosperidad."

Este artículo de Caldas, convertido en mártir de la independencia al ser fusilado en la plazuela de San Francisco en Bogotá el 29 de octubre de 1816 por su participación en el movimiento independentista, fue publicado posteriormente en la Gaceta de Colombia, el periódico oficial de la unión grancolombiana, y se convirtió en una suerte de programa para las futuras generaciones en cuanto al desarrollo de la ciencia. Su expedición geográfica-económica se convirtió, cuatro décadas más tarde, en la Comisión Corográfica de la Nueva Granada.

Poco se logró en materia científica o de exploración geográfica durante el período de la independencia y de la unión grancolombiana, aunque hubo varios proyectos y se publicaron valiosos mapas, pero en mayo de 1839 el Congreso expidió una ley “autorizando al Poder Ejecutivo para que contrate dos ingenieros geógrafos que trabajen la descripción de la Nueva Granada y que levanten una carta general de toda ella y un mapa corográfico de cada una de sus provincias”. La Guerra de los Supremos impidió que esta ley se cumpliera de inmediato, y correspondió al general Tomás Cipriano de Mosquera dar los pasos iniciales para la organización de la empresa geográfica. Desde 1847 había instado al geógrafo militar italiano Agustín Codazzi a tomar a su cargo el proyecto geográfico de la Nueva Granada. Codazzi ya había dirigido los trabajos de la Comisión Corográfica de Venezuela entre 1830 y 1839, que había producido para ese país lo que se deseaba para la Nueva Granada: un mapa general, un atlas cartográfico con los mapas de sus divisiones territoriales, y una descripción pormenorizada de la nación. En 1849, al producirse en Venezuela la crisis de la oligarquía conservadora bajo el gobierno de José Tadeo Monagas, Codazzi, entonces gobernador de la provincia de Barinas, huyó a la Nueva Granada, donde el general Mosquera había dejado lista su designación como profesor de instrucción militar e inspector del Colegio Militar de Bogotá.

Poco después de la llegada de Codazzi, en mayo de 1849 y ya bajo la presidencia de José Hilario López, el Congreso aprobó una ley "Mandando dar principio al levantamiento de la carta jeográfica de la Nueva Granada". El 1° de enero del año siguiente Agustín Codazzi y el secretario de Relaciones Exteriores firmaron en Bogotá el contrato para la ejecución de la obra geográfica y se contrató también a Manuel Ancízar para que sirviera como secretario de la Comisión Corográfica y elaborara “una obra acompañada de diseños, describiendo la expedición geográfica en sus marchas y aventuras, las costumbres, las razas en que se divide la po0blación, los monumentos antiguos y curiosidades naturales, y todas las circunstancias dignas de mencionarse”.

En su primer año de labores de campo, la Comisión Corográfica, conformada entonces solamente por Codazzi como jefe y Manuel Ancízar como secretario, recorrió y levantó los mapas de las provincias de Vélez, Socorro, Tundama y Tunja. El año siguiente, con dos nuevos miembros, el pintor Carmelo Fernández y el botánico José Jerónimo Triana, se dedicó a las provincias de Soto, Ocaña, Santander y Pamplona, y en 1852, sin Ancízar, desvinculado por el gobierno para enviarlo a una importante misión en los países del sur del continente, y con un nuevo pintor, el inglés Henry Price, correspondió el turno a las provincias de Córdoba, Medellín y Antioquia. En 1853, con un nuevo secretario, Santiago Pérez, futuro presidente de la República, la Comisión exploró las provincias de Chocó, Barbacoas, Túquerres y Pasto, y en 1854 se dirigió Codazzi al istmo de Panamá, como ingeniero granadino en la exploración de una ruta para un canal interoceánico en que se hallaban empeñados Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Luego de la revolución de 1854, con un nuevo pintor, Manuel María Paz, la Comisión Corográfica hizo los levantamientos de las provincias de Cauca, Buenaventura y Popayán y luego el de la provincia de Casanare. En la primera mitad de 1857 se verificó la expedición al territorio del Caquetá y las provincias de Neiva y Mariquita, y en 1858 se culminaron los trabajos del recientemente creado Estado de Cundinamarca. Al final de ese año partió Codazzi hacia los estados que restaban para concluir los trabajos corográficos, a saber, Bolívar y Magdalena, pero lo sorprendió la muerte el 7 de febrero de 1859.

Con el fallecimiento de Codazzi quedaron suspendidos indefinidamente los trabajos de campo de la Comisión Corográfica, habiendo quedado sin explorar los estados de Bolívar y Magdalena. Pero durante los siguientes años se publicaron los resultados finales de casi diez años de trabajo. Los trabajos cartográficos de la Comisión Corográfica se dieron a la luz en 1865, cuando se publicaron la Carta Jeográfica de los Estados Unidos de Colombia y el Atlas de los Estados Unidos de Colombia, antigua Nueva Granada. En 1863 se había dado a la estampa la Geografía Física y Política de los Estados Unidos de Colombia, redactada por Felipe Pérez y en 1853 la Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar, con el relato y la descripción de las provincias recorridas en los dos primeros años de trabajos. La obra botánica de Triana fue objeto de varias publicaciones, la primera de ellas la obra Plantas Útiles de la Nueva Granada, de 1852, que fue seguida por Nuevos géneros y especies de plantas para la Flora Neogranadina, de 1854. A partir de 1858, luego de su traslado a París, Triana se embarcó en la preparación de una vasta obra titulada Flora Colombiana. Finalmente, los tres pintores principales de la Comisión corográfica, el venezolano Carmelo Fernández, el inglés Henry Price y el colombiano Manuel María Paz, secundados por otros artistas, produjeron un conjunto de láminas que se conserva en la Biblioteca Nacional de Colombia, 151 en total de las 177 que entregó Codazzi al gobierno.

La Comisión Corográfica, con su obra cartográfica y sus ramificaciones en la pintura, la botánica y los estudios sociales, constituyó sin lugar a dudas la empresa científica y de progreso material de más vastas dimensiones emprendida en Colombia con anterioridad al siglo XX. Superó incluso, en alcances y extensión, a la Expedición Botánica de José Celestino Mutis, y todavía tienen validez las palabras escritas en Londres en 1883 por el diplomático Luis G. Rivas:

"Sin temor a equivocarnos, sin que pueda tachársenos de exageración, podemos asegurar que de los trabajos científicos costeados por el Tesoro Público, ninguno ha contribuido en igual escala al conocimiento del país, ninguno ha hecho marcar con tanta precisión su topografía y sus riquezas, como los que puso en planta, formó y publicó la Comisión Corográfica".

La Comisión Corográfica, primer estudio geográfico sistemático de Colombia, ocupa un lugar de especial trascendencia en la historia del país. A la vez que transformó y sintetizó la imagen geográfica y cartográfica de la Nueva Granada, proporcionó a sus líderes y gobernantes una visión nueva y más fiel de la nación, con sus problemas y potenciales. Grandes beneficios se esperaba derivar del conocimiento detallado de la nación, en una época en que la Nueva Granada daba grandes pasos para dejar atrás el pasado colonial y al mismo tiempo despertaba al atraso de sus condiciones materiales. La apertura de caminos, la promoción de la inmigración extranjera, la evaluación de la magnitud real de los recursos naturales, el desarrollo de la agricultura, la minería, la ganadería y la industria, se contaban entre las estrategias consideradas indispensables para hacer posible que la Nueva Granada alcanzara las altas cimas de civilización a que parecía estar destinada, o al menos para asegurar un futuro mejor para sus gentes.

Una contribución más de la Comisión Corográfica, por cierto significativa, fue la que hizo el botánico de la empresa, José Jerónimo Triana, al rescatar del olvido los materiales de la Expedición Botánica. En 1866 el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera comisionó a Triana para inspeccionar las colecciones de la Flora de la Expedición Botánica. El informe que presentó Triana, aunque breve, fuer el primer estudio que se hiciera de dichos materiales. Triana halló las colecciones "mui bien conservadas i tan completas como salieron de Bogotá", encerradas "en triple cubierta de madera i laton". Para Triana, "lo mas precioso e importante, i lo que todavía puede aprovecharse para la ciencia i para el arte", era

"una colección grandiosa, magnífica i admirable de láminas ejecutadas con grande exactitud científica i gusto artístico. No se ha emprendido nunca, ni tal vez se volverá a intentar, una obra tan en grande escala, ni seria proseguida con tanto esmero y perfección".

Esta, ciertamente, fue la idea que quedó de la Expedición Botánica para las generaciones posteriores de colombianos.

Véase también

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Créditos

  • Efraín Sánchez, Historiador e investigador. 2020


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