El proyecto grancolombiano

De Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República

Con la Constitución de Villa del Rosario, promulgada el 6 de octubre de 1821 en el Palacio de Gobierno del Rosario de Cúcuta, se cristalizó un proyecto de unión largamente acariciado en el norte de Sur América e impulsado por Simón Bolívar. Un proyecto no habría de perdurar mucho más allá de la muerte de este: el proyecto grancolombiano.

El 17 de diciembre de 1819 se había promulgado en la ciudad de Santo Tomás de Angostura, a orillas del río Orinoco, la Ley Fundamental de la República de Colombia, cuyo Artículo Primero decía:

“Las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola bajo el título glorioso de República de Colombia”

Algo menos de un año y medio más tarde, el 6 de mayo de 1821, se instaló en Villa del Rosario de Cúcuta el Congreso que habría de dar existencia jurídica a la nueva nación mediante una Constitución. Su primer resultado, la ley 1ª de 1821, fue promulgada el 18 de julio y decretó “la solemne ratificación de la Ley Fundamental de la República de Colombia”, reafirmando la voluntad de reunir a los pueblos de la Nueva Granada y Venezuela “en un solo Cuerpo de Nación”.

“Gran Colombia” es un nombre ficticio. Ningún país llevó jamás esa designación, y sin embargo ha servido para denominar no solo la república creada por la Ley Fundamental de Angostura, sino el sueño, la aspiración o la ambición de una nación fuerte y poderosa resultado de la unión transnacional de las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Suele decirse que el nombre “Gran Colombia” fue ideado por historiadores para distinguir aquella república de la Colombia presente. En realidad, fue un apelativo utilizado desde el propio siglo XIX no tanto con el propósito de diferenciar como el de resaltar la grandeza de un proyecto efímero. El general Joaquín Posada Gutiérrez, uno de los próceres de la Independencia, publicó una obra titulada Memorias Histórico-Políticas, con el subtítulo de “Últimos días de la Gran Colombia y del Libertador”. Comenzó a escribirla en 1863, el mismo año en que la antigua Nueva Granada adoptó, por la Constitución de ese año, el nombre de Estados Unidos de Colombia. En la primera línea del primer capítulo nombra a “Colombia, la famosa”, y páginas más adelante habla de “Colombia, la verdadera”. En otras palabras, para Posada la verdadera Colombia es la famosa, la antigua, la que se disolvió en 1831, y no la que designó la Convención de Rionegro en 1863 y ratificó después la Constitución de 1886.

La Colombia de Francisco de Miranda

El nombre de Colombia, topónimo que rinde homenaje a Cristóbal Colón, fue utilizado originalmente por el precursor de la independencia de Venezuela, Francisco de Miranda, para describir un vasto estado “que integrarán las Colonias hispanoamericanas” y que iría desde el río Misisipi, al norte, hasta el Cabo de Hornos, en el extremo sur del continente. En su “Proyecto de Constitución para las Colonias Hispano-Americanas”, que desarrolló entre 1790 y 1798, Miranda explícitamente excluyó a Brasil y Guayana, así como todas las islas “puesto que el ya bastante extenso continente ha de ser suficiente para una potencia meramente terrestre y agrícola”. Se exceptuaría de esto la isla de Cuba, porque “el puerto de La Habana es la llave del golfo de México”. Semejante Estado habría de ser un imperio integrado por provincias, a su vez compuestas por entidades municipales.

El poder ejecutivo colombiano estaría compuesto por dos ciudadanos que “tendrán el título de Incas, nombre venerable en el país”. Estos nombrarían a dos ciudadanos “para ejercer el cargo de Cuestores o administradores del Tesoro Público”; también designarían dos Ediles, a cargo de la construcción y reparación de los caminos, y seis Censores, que “harán levantar el censo del Imperio, vigilarán la instrucción pública y cuidarán de la conservación de las buenas costumbres”. Habría también un Cuerpo Legislativo compuesto por individuos nombrados por las Asambleas Provinciales que se llamarían Amautas e irían a conformar el Concilio Colombiano, que sería “el único cuerpo que dicte leyes para toda la Federación Americana”. Las provincias tendrían también su propio poder ejecutivo, ejercido por dos ciudadanos llamados Curacas. Finalmente Miranda lanzó una idea sobre dónde debería estar situada y cómo habría de llamarse la capital de este vasto imperio: “La ciudad federal se establecerá en el punto más central (tal vez el istmo de Panamá), y llevará el nombre augusto de Colombo, a quien se debe el descubrimiento de esta bella parte de la Tierra”.

Requisito para la existencia de tal imperio era desde luego la independencia de las colonias hispanoamericanas. Persuadido de la necesidad de regresar a su tierra natal y luchar por la independencia de Venezuela, Miranda se embarcó en sus célebres expediciones para liberarla. Frustrados sus planes, finalmente falleció en prisión en España en 1816.

El sueño de Bolívar en su Carta de Jamaica