Cecilia Molina Salazar
Nombre | Cecilia Molina Salazar |
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Fecha de nacimiento | 21 de diciembre de 1901 |
Nacionalidad | Colombiana }} |
Seudónimo | Chila Molina |
Ocupación | Escritora |
País de nacimiento | Colombia }} |
Ciudad de nacimiento | Manizales |
Fecha de fallecimiento | 1988 |
País de fallecimiento | Colombia }} |
Ciudad de fallecimiento | Pereiraa |
Familia | Juan José Molina Vélez (padre); Carmen Salazar González (madre) |
Cónyuge | Juan José Molina Ángel |
Biografía
Cecilia Molina Salazar nació en Manizales el 21 de diciembre de 1901 y falleció en Pereira en 1988. Cecilia, a quien desde pequeña llamaron cariñosamente como “Chila” y “Chilita”, fue la mayor de los hijos de Juan José Molina Vélez y Carmen Salazar González. Su padre fue rector del Instituto Universitario de Manizales y tuvo interés por garantizarle educación de calidad no solo a sus hijos, sino también a sus hijas, algo que no era tan frecuente a comienzos del siglo XX. A este acceso al estudio se sumó además la posibilidad de crecer en un hogar afín a la literatura: Su abuelo, Juan José Molina Ángel, fue docente, escritor, y gestor de revistas reconocidas en la segunda mitad del siglo XIX en Medellín, como La Miscelánea y el Oasis, y su padre, Juan José le heredó el gusto por la literatura y publicó al menos un cuento en La Patria, titulado “Un héroe anónimo”. El surgimiento de Chila Molina como escritora ocurrió pocos meses después de quedar huérfana: en enero de 1921 Carmen Salazar falleció de cáncer y esa muerte temprana de la madre, a los 47 años, fue una tragedia familiar que desencadenó profundos cambios en Chila, entre ellos el de buscar la escritura como espacio de creación y, así mismo, de comunicación con la madre ausente, como se evidencia en varios de sus textos. A sus 19 años Chila quedó a cargo de siete hermanos con edades entre los ocho y los 15 años y en julio de 1923, cuando tenía 21 años cumplidos, publicó en La Patria “Azulejo”, su primer cuento. A partir de allí comenzó una frenética serie de publicaciones consecutivas: siete cuentos, una crónica y una prosa lírica en el segundo semestre de 1923; cuatro cuentos y dos prosas líricas en el primer semestre de 1924 y otras dos crónicas enviadas desde Pereira a La Voz de Caldas en 1926 y 1927. Después de 1927 no se registran obras suyas en La Patria ni en La Voz de Caldas, y tampoco se conoce si publicó en medios de Pereira, ciudad en la que se radicó después de 1924 y en donde vivió hasta su muerte en 1988. En El Diario de Pereira aparecen algunas menciones a Chila Molina como promotora de actividades cinematográficas y también por su rol como enfermera. Sin embargo, no hay registros de su rol como escritora ni publicaciones adicionales a los cuentos y crónicas que publicó entre 1923 y 1927. Hay tres temas recurrentes en los textos de Chila Molina: la muerte (la muerte de la madre en particular), los niños y el primer amor. Se trata de narraciones breves, escritas en un lenguaje sencillo, simple, coloquial, alejado de la segunda persona del plural, el “vosotros” tan característico de varias autoras de la época. Algunos cuentos tienen un tono que hace pensar que fueron escritos para que la autora se los leyera a sus hermanos y de hecho hay uno dedicado a sus dos hermanas menores, mientras que otros los dedica a figuras reconocidas de la intelectualidad caldense del momento, como Adel López Gómez. En algún momento entre 1924 y 1926 Chila Molina Salazar deja su vida en Manizales y se radica en Pereira. Desde allí envía sus últimos textos a La Voz de Caldas: “Salve tierra Mía” y “Lo triste es así”, dos crónicas que son sus textos más extensos y que tanto en el tono como en el contenido se alejan de sus piezas publicadas en La Patria, y que evidencian nostalgia por la ciudad que dejó. En “Salve tierra Mía! la autora se define como “hija del Ruiz” y descendiente de antioqueños que llegaron a esta región en la época de la colonización: “Yo soy hija del Ruiz! Siento la nostalgia de no verle. Yo lo adoro y me siento orgullosa de haber nacido a su amparo. He sido su hija más admiradora, y para cantarlo hubiera querido la pluma de todos los más grandes poetas que en el mundo han sido. Yo lo he visto en sus horas de más salvaje belleza; cuando amanece arrebujado en un espeso capote de nieve blanquísima, como si sintiera vergüenza de tanta hermosura! Cuando el sol de la tarde lo envuelve en un manto de oro, o cuando lo besa la luna!... Yo venero ese viejo canoso y sublime. El abuelo de mi raza. El león que vela los cachorros!...”. La prosa de Chila Molina, en especial sus cuentos y poemas en prosa, alcanzaron a despertar comentarios entre los lectores, pero no siempre fueron favorables. En la Historia de la Ciudad de Manizales el Padre Fabo registra “los relatos primaverales de la señorita Cecilia Molina Salazar, en cuya pluma germinan promesas de mejores triunfos todavía”, una línea que lleva implícito el llamado a superarse. En noviembre de 1923, cuando Chila Molina Salazar había publicado ocho textos en La Patria en un lapso de poco más de tres meses, apareció en un periódico local una crítica dura hacia la obra de la joven, que motivó dos publicaciones de desagravio. La primera nota la firmó Jack Pérez y en ella afirma que “sus cuentos, escritos en un estilo galano y sutil, han sabido abrirse paso a la aceptación general”. Pocos días después el mismo autor, publicó en La Patria una extensa entrevista a Uva Jaramillo Gaitán en la que la autora, antes de referirse a la publicación contra Chila Molina, hace algunos comentarios de tipo general en los que advierte: “tengo un papá que me dice: "Cuidado con volverte un "anuncio permanente", que eso es cansón y detestable en asuntos literarios Yo encuentro prudente este consejo, y, como en verdad, cuando no se es un Darío, Wilde a Hugo, podemos cansar a quienes tienen la paciencia de leernos”. Luego el periodista le pregunta por escritoras colombianas y menciona a las hermanas Flórez Fernández, María Cárdenas (Luz Stella), María Eastman y Blanca Isaza. En su listado no aparece Chila Molina y el periodista, aún sin mencionarla, le pregunta sobre cómo combinar la escritura con los oficios domésticos, a lo que Uva Jaramillo responde que su hogar depende de ella desde que murió su madre y “jamás he dejado de hacer un tejido y de barrer hasta los patios por escribir un cuento. Además, como la afición hace que se escriba sin esfuerzo, es rosa de un momento llenar un montón de cuartillas”. En ese momento la entrevista se vuelca sobre Chila Molina Salazar, de quien Uva Jaramillo afirma, en medio de elogios, que “no es una escritora, sino una "aficionada"”. Dos semanas después de la publicación de esta entrevista, el escritor y crítico Andrés Mercado escribió en La Patria otro texto de desagravio para Chila Molina, a quien denomina como “la Mistral de Caldas”. Después de este cruce de textos Chila Molina siguió publicando, aunque disminuyó su frecuencia: tan solo en el mes octubre de 1923, antes de la polémica, alcanzó a publicar tres cuentos y una crónica en La Patria, mientras que a partir de 1924 empezó a publicar un texto mensual y conservó ese ritmo hasta junio, mes hasta el que hay registro, porque el archivo de La Patria de julio de 1924 a diciembre de 1925 se quemó en el incendio de 1926. Su último conocido texto es de 1927 y vivió hasta 1988. Es incierto si en esos 60 años de vida volvió a escribir y a publicar. En caso de haber abandonado la literatura, cabe preguntarse por el peso que tuvieron las tempranas críticas de opinadores con tribuna en prensa sobre esa decisión de silencio.