Campaña del sur de 1822 Batalla de Bomboná

De Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República
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El teatro de operaciones, situación previa

La Campaña del Sur de 1822 comprendió dos teatros de operaciones militares geográficamente convergentes: El del norte desde el Valle del Cauca y Popayán hasta Pasto, y el del Sur conformado después de la insurrección patriota de Guayaquil, entre este puerto y Quito. Por tanto, los realistas operaron por líneas interiores protegiendo las ciudades de Pasto y Quito como eje central, mientras los patriotas lo hicieron por líneas exteriores, sobre este eje territorial.

Como se trata de la celebración bicentenaria de Bomboná, solo nos referiremos al escenario norte, donde los patriotas avanzaron desde el Valle del Cauca y Popayán hasta Pasto. Quizás el teatro de operaciones más difícil de la guerra de independencia, por la naturaleza abrupta del macizo colombiano, conformado por una serie sucesiva de barreras inabordables, constituidas por los cañones de los ríos Patía, Juanambú y Guáitara; que, al descender de las cumbres elevadas, rompen la cordillera en profundos abismos, escarpados riscos y en su parte más baja por su inhóspito clima. Escenario en el cual operaron fuerzas realistas regulares e irregulares, integradas por españoles, criollos e indígenas nativos de la zona, conocedores palmo a palmo del terreno, fanatizados y valientes hasta heroísmo en defensa de la autoridad real, y comandados por oficiales españoles y criollos de excelentes condiciones militares, que supieron hacer una guerra defensiva obstinada, tenaz, cruel y a veces generosa.

Condiciones por las que fracasaron sucesivamente, cada una de las anteriores expediciones patriotas provenientes del interior o del Valle del Cauca desde el comienzo de la guerra de independencia, siendo las más significativas, las del coronel Caicedo y Cuero y Macaulay de 1811 a 1812, la del precursor Antonio Nariño de 1813 y 1814 en la Primera República; y en esta campaña, las de los coroneles Obando y París, y del general Manuel Valdez de 1819 a 1821.

El frente de Guayaquil a Quito en cambio, tuvo un aspecto militar más favorable a las fuerzas de la República, al contar con una actitud patriótica de buena parte de la población, y la colaboración de las tropas peruanas, argentinas, y chilenas del general San Martin; así como del dominio del mar Pacífico por el almirante Lord Cohrranne al servicio de la independencia. Además, fue comandado por el general Antonio José de Sucre, quizás el más brillante militar de la independencia, secundado por el bizarro coronel José María Córdova, el mejor intérprete del momento táctico crítico y de las cargas incontenibles.

Recordemos que en 1819, después de la batalla de Boyacá, los coroneles Joaquín Paris y Antonio Obando, ocuparon a Popayán, pero los realistas reforzados desde Quito por su presidente Melchor Aymerich, los sorprendieron y derrotaron completamente, escapando solo algunos pocos patriotas en dirección a la Plata y el Valle del Cauca. Sin poder emprender otra ofensiva de consideración, ya que los recursos espirituales, humanos y materiales de la Nueva Granada, estaban enfocados hacia Venezuela, aún cuando con la revolución de Guayaquil, el Sur fue tomando importancia y con la victoria de Carabobo terminó por ganar todo el esfuerzo de guerra, en esta dirección.

Sin embargo, desde Venezuela, el Libertador a comienzos de 1820, organizó una división al mando de los generales Manuel Valdés y José Mires, español este último al servicio de Colombia, para que asumieran el mando del ejército del Sur. Quienes después de superar una serie de deserciones y hasta un episodio de envenenamiento con chicha en Sogamoso, arribaron a Santa Fe, con instrucciones concretas de iniciar operaciones por el Valle del Cauca, sin atacar directamente a Popayán hasta no incrementar, entrenar y disciplinar las tropas y esperar el armamento adquirido en las Antillas. También debían abrir comunicaciones con el general José de San Martin por el Perú.

A pesar de tales misiones, los patriotas realizaron operaciones de corto alcance como la del coronel Murguéitio, quien derrotó en Cartago al realista Mendiburen y obligó a Calzada a retrogradar a Popayán, mientras Cali era saqueada por los guerrilleros patriotas de Runnel.

El general Valdés salió de Santa Fe en abril de 1820, y su Vanguardia al mando el general Mires penetró por La Plata, desalojó la avanzada realista, y luego avanzó hasta Paicol, donde derrotó completamente otro destacamento realista, teniendo el coronel Calzada que enviar al coronel López con un fuerte destacamento a la cordillera.

Después de cruzar la cordillera central, Valdés avanzó hasta Pitayó, donde el 6 de junio destrozó completamente la avanzada realista del coronel López, victoria que no fue aprovechada para ocupar de inmediato a Popayán, prefiriendo tomar contacto con las fuerzas del Valle del Cauca. Victoria menoscabada por los abusos de sus tropas con la población y las deserciones, que lo llevaron a disponer varios fusilamientos. Solo hasta el l6 de junio ocupó Valdés a Popayán, sometiéndola al saqueo y a excesos irreligiosos que lo desprestigiaron y lo enemistaron con el Obispo realista Jiménez. Allí permaneció hasta agosto, cuando retrogradó al Valle del Cauca.

Por fortuna la situación del ejército realista no era mejor, las disensiones entre el obispo Jiménez y el coronel Sebastian De La Calzada a quien el prelado responsabilizaba de los abusos y derrotas realistas, generaron algunas conjuras que obligaron al Presiente Aymerich a trasladar su puesto de mando de Quito a Pasto.

La revolución de Guayaquil y sus consecuencias inmediatas

En 1820, como efecto del cambio de la situación política en España con el levantamiento de los coroneles Riego y Quiroga contra el despotismo del rey Fernando VII, se generó una nueva política y un armisticio general. Si embargo, los puertos de Maracaibo y después Guayaquil, se insurreccionaron contra el gobierno español. En este último, sus promotores fueron los oficiales venezolanos del batallón español Numancia, capitanes León Febres Codero, Luis Urdaneta Farías y Miguel Letamendi, quienes, en compañía de otros jefes locales, el 9 de octubre asumieron el mando militar y tomaron tres de las cinco fragatas españolas surtas en el puerto. Luego constituyeron una Junta de Gobierno presidida por el poeta José Joaquín Olmedo.

A partir de entonces las fuerzas patriotas de Guayaquil y las que fueron llegando de Venezuela, la Nueva Granada y del Perú, constituyeron una base de operaciones independentista para tomar la ciudad de Quito. Operación que inició Febres Cordero, derrotando al realista Fumminaya en el Camino Real, el 9 de noviembre. Triunfo que nada sirvió a los patriotas, porque el coronel realista Francisco Gonzalez enviado desde Quito, destrozó a Febres Cordero en el campo de Huachi, sufriendo los patriotas cerca de 600 bajas. Motivo por el cual fue sometido a juicio y tuvo que salir a Lima donde se incorporó a las Fuerzas del general San Martin. Los restos patriotas que escaparon del combate fueron emboscados en Tanizahua por el cura realista de Guaranda con sus feligreses.

Al conocer la insurrección de Guayaquil, Bolívar nombró al general José Mires, segundo de Valdés para que asumiera el mando de este frente. Con tal fin, se embarcó por Buenaventura con pocos hombres, pero con l.000 fusiles y suficientes municiones para reorganizar una fuerza capaz de operar sobre sobre Quito. Las tropas de Valdés en Valle del Cauca, propuesto el armisticio por los realistas, para ganar la máxima cantidad de terreno, ocupó a Popayán, donde los abusos en el mando continuaron incrementando las deserciones y reduciendo sus efectivos a la mitad.

Sin embargo, el 2 de enero de 1821, Valdés reinició la ofensiva sobre Pasto con l.400 hombres pero carentes de recursos y en medio del hostigamiento continuo de las guerrillas realistas. Alcanzó el río Juanambú que era la meta prevista, pero al continuar su avance, en la loma de Jenoy, cerca de Pasto, tuvo que enfrentar a 600 aguerridos guerrilleros fuertemente parapetados que constituían la vanguardia del coronel Basilio García que protegía Pasto. Allí sin conocer el terreno Valdés cometió el error de atacarlos frontalmente, siendo fácilmente rechazado y disperso su ejército por sus tenaces enemigos, que lo obligaron a huir hasta el río Juanambú con un escaso grupo de jinetes, afortunadamente sin ser perseguido. Acción en la que perdieron la vida veinte oficiales, entre ellos el héroe del Pantano de Vargas capitán Juan Carvajal, quedando reducido el ejército patriota a uno exiguo grupo de jinetes, que por fortuna no fueron perseguidos.

Al conocer Bolívar en Bogotá la derrota de Valdés en Jenoy a comienzos de 1821, nombró en su reemplazo al general de brigada Antonio José de Sucre, pero cuando este llegó a Popayán, lo reasignó como jefe de la expedición a Guayaquil, mientras al general Pedro León Torres era nombrado en reemplazo de Valdés.

La expedición de Sucre zarpó de Buenaventura el 2 de abril de 1821, pero por el camino tuvo que desembarcar partes de sus tropas en la costa del Pacífico por problemas de salud y deserciones. El 4 de mayo llegó a Guayaquil, donde su primera actividad fue la de suscribir un acuerdo con la Junta de Gobierno, para que este puerto quedara bajo la protección del ejército de Colombia. Luego inició las operaciones militares sobre Quito, por la vía de Ambato, pero en el campo de Huachi lo esperaba el realista organizado y dispuesto al combate. Allí, por su desconocimiento del terreno y un imprudente y desordenado ataque del general Mires, sufrió su única derrota militar, que, por fortuna no produjo la pérdida de Guayaquil, en razón a que a este puerto habían llegado refuerzos de Colombia, y los del Almirante Lord Cochrane, enviados por el general San Martín, quien el 9 de julio había ocupado a Lima y proclamado la libertad del Perú. Situación favorable, que luego complementó el general Lamar en el Callao al desertar de las filas del rey.

Con el triunfó Bolívar en Carabobo en junio de 1821, el gobierno de Colombia pudo volcar todo el esfuerzo de guerra al Sur, disponiendo la concentración de tropas en Santa Marta para traerlas por Panamá a Guayaquil y enviando un contingente por tierra desde el interior de la Nueva Granada al Cauca. Razones para que el realista aceptara el armisticio propuesto por la Junta de Gobierno, con una suspensión de hostilidades por noventa días.

Entre tanto en Popayán, el general Pedro León Torres, logró atraer algunas guerrillas realistas al campo patriota, situación que enardeció al coronel Basilio García, quien avanzó sobre Popayán, pero luego retrogradó al Tambo. Torres, después de organizar en el Valle del Cauca una fuerza de 2.500 hombres, el 30 de julio marchó hacia Pasto, sin sobrepasar el rio Patía, tanto por el clima y las deserciones, como por el hostigamiento guerrillero que amenazaba Popayán. Además, tuvo que desprenderse de un batallón para enviarlo a Guayaquil. Con solo 800 hombres avanzó sobre Pasto, mientras perdía los territorios de Barbacoas en el Pacífico.

Antes de emprender su viaje al Sur, Bolívar tuvo que ir al Congreso de la Villa del Rosario de Cúcuta, a tomar posesión como Presidente de Colombia, mientras el general Santander lo hacía como Vicepresidente. Congreso que sentó las bases Constitucionales de la república, con fundamento territorial en el antiguo Virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía General de Venezuela y la Presidencia de Quito; en un estado centralista, con la división tripartita del poder y demás presupuestos democráticos surgidos de las revoluciones Norteamericana y Francesa. También tuvo que afrontar la llegada del Mariscal de Campo español Juan de la Cruz Murgueón a Venezuela, designado nuevo virrey bajo los postulados constitucionalistas de Cádiz. Pero frustrado por la derrota de Carabobo, reorganizó el gobierno en los puertos que aún mantenía los realistas, y luego emprendió por el Istmo de Panamá su viaje a Quito.

Aproximación al campo de batalla

El Libertador planeó la Campaña del Sur y manifestó a los generales San Martín y O¨Higuins su colaboración con un desembarco colombiano por el Pacífico. Pero al llegar a Bogotá el 25 de octubre, enterado de la toma de Cartagena por las fuerzas patriotas de Montilla, Padilla, y Córdova, reestructuró su concepción de la campaña, emitiendo las órdenes administrativas para proveer la navegación del coronel Córdova de Cartagena a Panamá y la marcha terrestre del interior de la Nueva Granada al Sur.

Bolívar salió de Bogotá el 13 de diciembre de 1821 y el 28 llegó a Caloto donde asumió el mando. Luego fue a Cali pensando llevar el esfuerzo principal a Quito por la vía de Guayaquil, para lo cual dio instrucciones al coronel Joaquín Paris de hacer el esfuerzo secundario por el Cauca sobre Pasto y envió las órdenes correspondientes al general Sucre. Entre tanto el 7 de febrero de 1822 el notable jefe de las guerrillas pastusas, coronel José María Obando, se pasó al campo republicano, animado por los jefes patriotas y por el sentido de su verdadera patria.

Por su parte, Murgueón en Panamá reorganizó una fuerza de 800 hombres y zarpó rumbo a Quito, logrando burlar el bloqueo naval del almirante Cochrane, para lo cual desembarcando en Esmeraldas y llegó el día de Navidad a su destino.

Pactado el armisticio y el intercambio de prisioneros propuesto por Murgueón, este generoso jefe realista emitió las providencias administrativas para atender la guerra y lograr un nuevo clima de tolerancia y caballerosidad. Desafortunadamente para España, las fatigas de su viaje, una caída del caballo, y la rendición de tres fragatas españolas a la Junta de Gobierno de Guayaquil, minaron su resistencia física y moral, y lo llevaron a la muerte el mes de abril de 1822.

En Cali, el Libertador a comienzos de 1822, tomó la decisión definitiva de conducir el esfuerzo principal contra Pasto, para lo cual vislumbró la posibilidad de eludir la ciudad y avanzar sobre Quito, pues bien sabía la difícil travesía del Patía con su clima malsano, de la abrupta topografía y de la tenacidad de los pastusos, que habían derrotado las expediciones de sus antecesores.

Al llegar a Popayán, el Ejército Libertador se reorganizó en dos divisiones: la primera al mando del general Pedro León Torres, con los batallones Bogotá y Vargas y dos escuadrones de Guías; la segunda con los batallones Rifles y Vencedores de Boyacá, un escuadrón de cazadores montados y otro de lanceros; el general Bartolomé Salom fue designado Jefe del Estado Mayor. Sus efectivos por las deserciones y enfermedades se habían reducido a 2000 hombres.

El coronel Basilia García organizó la defensa de Pasto, con los batallones Aragón, Cataluña y Cazadores de Cádiz, las milicias de Pasto, un escuadrón llamado invencible y más de un centenar de milicianos de Túquerres, con un total de 1.500 hombres.

El 15 de marzo los patriotas alcanzaron el río Patía, luego cruzaron el río Mayo y acamparon en Taminango. Al llegar al Juanambú, buscaron evadir el camino de Berruecos, fortificado y defendido por un fuerte destacamento enemigo, y cruzaron el río por Burreros de forma relativamente tranquila, sin más combate que una breve escaramuza con una guerrilla.

Al llegar al Peñol, el ejército patriota continuó su marcha por el escarpado camino sobre las rocas del Juanambú, y el 4 de abril, desde Chaguarbamba, Bolívar trató de engañar a su enemigo, proponiéndole un armisticio de 8 a 15 días; aceptado por su enemigo solo a condición de que repasara el Juanambu, condición imposible de cumplir.

Basilio García dispuso sus efectivos en la fuerte posición de Jenoy donde podía contar con todas las milicias pastusas. Bolívar por su parte, desde Veracruz resolvió otra vez esquivar el combate e intentar el paso por alguno de los puentes sobre el río Guáitara hacia la provincia de los Pastos hoy Ipiales, adicta a la causa patriota, con el fin de avanzar al Sur y posiblemente intentar el contacto con Sucre. Pero su astuto oponente, al detectar este movimiento, después de dejar organizada la posición de Jenoy y ordenar la destrucción de los puentes sobre el río Guáitara, marchó por un camino indígena apenas conocido por los pastusos, que pasaba por las estribaciones occidentales del Galeras, por los sitios del Buitrón y San Antonio y el alto de Churupamba que dominaba el camino por el que transitaba el Ejército Patriota. Así Bolívar quedó sin mas opción que tomar la vía de Yacuanquer.

El coronel Manuel Antonio López hace recaer esta decisión de Bolívar en un teniente patriota de apellido Alvarez, que merodeaba la zona disfrazado de sacerdote: ”Llegó a donde estaba el Libertador dice, y este se puso a examinarlo minuciosamente; y por los informes que le dio del enemigo, de la posición que ocupaba, las tropas que tenía y seguramente otros datos de importancia, varió en el acto la resolución que tenía tomada, de atacar ese mismo día en Jenoy, donde estaba situada buena parte de la posición realista”.

El día 5 de abril, los patriotas reiniciaron la marcha hostilizados frecuentemente por las guerrillas, que fueron dispersadas por el batallón Bogotá del coronel Paris. Hostigamiento que perduró un día más, pero al anochecer la columna acampó en el pueblo de Consacá, mientras el Libertador se adelantaba por Veracruz hasta la hacienda de Bomboná.

El escenario de la batalla de Bomboná está conformado por una meseta inclinada, especie de peldaño de la escarpada del volcán Galeras antes de precipitarse abruptamente al río Guáitara. Tenía cultivos agrícolas y manchas de bosques alrededor de la casa de la hacienda; en los causes de los ríos Azufral, Cariaco y otras quebradas de menor caudal, así como en las estribaciones del Galeras antes de formar esta sabana. Meseta delimitada al oriente por las estribaciones del Galeras, al Sur por las Alturas de Cariaco, al occidente por el abismal cauce del Guáitara y al norte por la quebrada Changota. Tiene una extensión aproximada de 4 kilómetros de sur a norte y de oriente a occidente de 3 kilómetros en su parte más ancha, está cortada en el centro por los ríos Azufral y Cariaco, que nacen en el Galeras y corren formando zanjones cada vez más profundos hacia el Guáitara.

En el centro de esta planicie se encontraba la hacienda de Bomboná, desde donde se asciende por los cerros de San Rafael, la Guaca y Chapacual, a Yacuanquer. El profundo tajo del río Cariaco solo se podía cruzar por el puente pequeño sobre el camino, construido de madera terraplenada que solo daba paso a dos hombres de frente. El costado sur de su cause estaba cubierto por denso bosque que ocultaba las tropas dispuestas en la defensa. Mas al occidente y a medida que corren sus aguas hacia el Guaitara, sus riveras adquieren dimensiones abruptas, hasta formar un cañón que a la sola vista produce sensaciones de vértigo.

La batalla de Bombona

La división realista, aun cuando no llegó a su posición sino en la mañana de aquel domingo de Pascua Florida 7 de abril de 1822, pudo organizar una posición defensiva sobre el costado Sur del río Cariaco, invulnerable por su frente y flanco izquierdo y a cubierto de la observación. Para tal efecto García buscó proteger el camino con l.000 hombres de los batallones Aragón y las Milicias de Pasto y dos cañones directamente a sus órdenes; y dos compañías del Cataluña con otras dos de las milicias de Pasto, 600 hombres sobre el cerro Catambuquillo al mando del coronel Ramón Castilla. Los batallones referidos no se encontraban completos porque algunas compañías habían quedado guarneciendo Quito y Pasto.

Entre tanto el ejército patriota, pese a que el tiempo era factor determinante, sin conocer el movimiento enemigo, marcho lentamente y hasta dispuso breve descanso en Consacá, que no duró mucho tiempo por falta de víveres Luego realizó con los Guías de caballería a órdenes del coronel Barreto un reconocimiento ligero por su flanco izquierdo y con una compañía del coronel París por el camino, sin que alcanzaran a obtener mayor claridad sobre las posiciones realistas.

Una vez regresó el coronel Barreto y sin esperar al coronel París, Bolívar concibió la acción con dos ataques; uno con la división de Vanguardia del general Pedro León Torres por el camino que conduce al zanjón del río Cariaco, que por por el desarrollo de la situación terminó convirtiéndose en ataque principal. El otro avance por la difícil rula de las estribaciones del Volcán Galeras con la división de retaguardia a cuya cabeza estaba el batallón Rifles.

El primer ataque, desde su inicio resultó apresurado y tácticamente inconveniente, porque, pretender irrumpir frontalmente una posición, justamente por su sector menos vulnerable y a través de un obstáculo natural de las condiciones descritas, completamente a merced del fuego enemigo, era arriesgar desde el comienzo el éxito de la batalla.

Sin embargo, Bolívar ordenó al general Pedro León Torres aplazar el almuerzo y atacar de inmediato; orden trasmitida por un mensajero, y que el jefe divisionario entendió al revés y dispuso el rancho. Situación que le causó su destitución momentánea del mando, porque al ser increpado por el Libertador, arrebatando el fusil a uno de sus soldados le replicó: “si no puedo servir a mi patria como general, pelearé como soldado”. Reacción que conmovió a Bolívar, quien de inmediato lo restituyó en su cargo, para que acometiera frontalmente la tremenda muralla natural del frente realista. Tal como lo advirtió el mismo Libertador: “Bien, la posición es difícil. Pero no debemos permanecer aquí. Tenemos que vencer y venceremos”.

Tan atrevida y apresurada determinación, si bien puede justificarse en cualquier acción bélica, en esta oportunidad se explica por el espíritu impulsivo de Bolívar y la celeridad que exigía la situación. Porque un objetivo táctico no solo puede conquistarse con el ataque directo, máxime cuando el enemigo ha escogido su posición, sin buscar otra maniobra que logre la libertad de acción y mejores resultados, que en esta circunstancia resultaron demasiado costosos en vidas humanas para la vanguardia Patriota.

El ataque se inició al filo de las tres de la tarde. Torres acometió al enemigo primero por la izquierda, pero como la naturaleza y el fuego cruzado lo hicieron retrogradar, volvió a la ofensiva con mayor denuedo, siendo rechazado una y otra vez hasta quedar gravemente herido. Lo reemplazó el coronel Lucas Carbajal que también fue herido; luego asumió el mando el coronel París quien lesionado en la mano derecha continuó combatiendo valerosamente, y al oír que le insinuaban ceder el mando replicó: “a mí no se me reemplaza”, pero cayo otra vez herido, y tuvo que sustituirlo el coronel Luque, y luego el coronel García que sufrieron la misma suerte.

Dice al respecto el parte de batalla patriota: “El ardor del general Torres lo llevó hasta los abatidos sobre los cuales no pudo penetrar, allí nuestros esfuerzos resultaron impotentes, y los fuegos del enemigo mortíferos. La metralla hacía estragos horrorosos en aquella impavidísima columna Los fusileros enemigos dirigían sus fuegos con el acierto más funesto para nosotros. En media hora el General, todos los jefes y oficiales, excepto seis y una centena de hombres fueron muertos o heridos, sin dar un paso atrás, y antes por en contrario rechazando valerosamente cuantas tentativas hizo el enemigo por completar su destrucción. El señor Coronel Lucas Carvajal sucedió al señor General Torres, y fue igualmente herido”.

Se afirma que Bolívar, con su puesto de mando ubicado sobre una piedra a tres cuadras de distancia del zanjón del río Cariaco, al ver a los hombres de su vanguardia accederlo con intrepidez, exclamó entusiasmado: "Que bien entra mi gente" ante lo cual, uno de los oficiales presentes de su Estado Mayor, le respondió: "pero no salen mi general”.

De tal manera la vanguardia, después de haber perdido varios centenares de hombres, se vio obligada a retroceder a la margen occidental de la cañada para continuar desde allí el fuego con menor severidad, pero con mayor protección para sus hombres. Aun cuando el parte republicano sostiene que esta fase de la batalla no duró sino media hora, el parte realista dice “que no cesó en más de dos horas, a cuyo término los pastusos bajaron al lecho del rio para capturar varios prisioneros heridos y un estandarte, e incautar sus fusiles y municiones”.

Pero mientras esta situación acontecía con el ataque de la vanguardia, el batallón Rifles avanzaba a cubierto de la observación enemiga por la enmarañada hondonada de la Leonera teniendo sus soldados que clavar la bayoneta en el suelo para apoyarse y ascender con éxito en la aproximación. Llegaron al tardecer al cerro Jusepe, desde donde el general Valdés buscó envolver las compañías realistas que defendían este flanco. Para el efecto fraccionó el ataque en tres direcciones con tres compañías del Rifles: una a órdenes del Teniente coronel Carlos Ramírez, otra del de igual grado Thomas Wright y la tercera del comandante del batallón, Arthur Sanders. Este ataque favorecido por el terreno y a cubierto de la naturaleza, pudo sorprender a los defensores que sin embargo presentaron alguna resistencia, pero el Rifles como el cuerpo más veterano del ejército, pudo desalojarlos de sus posiciones.

Avisado Basilio García sobre esta amenaza en su flanco, tuvo que acudir personalmente en apoyo de los defensores, dejando la defensa del camino y del puente a cargo del coronel Pantaleón del Hierro con solo las milicias pastusas. Apoyo que para infortunio de los realistas llegó tarde, porque todos sus intentos fueron rechazados por el Rifles, a cuya cabeza estaba el general Valdés, quien logró no solo amenazar este flanco sino la retaguardia realista que vio como el tricolor nacional flameaba sobre el cerro Catambuquillo.

Este triunfo parcial del Rifles le costó 50 bajas, y ocurrió cuando las sombras de la noche empezaban a cubrir el campo, y como los patriotas desconocían el terreno y el esfuerzo realizado había producido mengua en la resistencia física de sus hombres, tuvo que detenerlo.

Sin embargo, Bolívar quiso aprovecharlo para lanzar un nuevo ataque por el camino con la reserva constituida por el batallón Vencedores, para romper de una vez frontalmente la posición enemiga sobre el cañón del Cariaco. Este cuerpo, pasando sobre los cadáveres de los hombres de los batallones Vargas y Bogotá, acometió la posición pastusa con ímpetu, pero sin lograr desalojarlos la posición, una vez más fue rechazado con más de 80 bajas, obligando a su comandante Teniente coronel Pulido a disponer el repliegue al área de retaguardia.

De todas formas, la posición alcanzada por el Rifles en el flanco resultó decisiva, a pesar del sacrificio patriota en el centro, pero como llegaron las sombras de la noche, los dos contendientes se vieron obligados a suspender el fuego en todo el frente. Situación que aprovechó el coronel Pantaleón del Hierro que defendía el camino, para retirarse organizadamente hacia el cerro de la Guaca a donde también había retrocedido su jefe: Basilio García, donde se organizaron defensivamente también favorecidos por el terreno. Así el ejército patriota pudo ocupar el campo de combate.

Aun cuando el parte de batalla patriota, disminuyó la cantidad de bajas propias para no afectar la moral de sus tropas, conforme con los testimonios de los participantes y el propio desarrollo de la acción, fueron elevadas en su vanguardia, cuando menos en un 30 a 40%; mientras bajas realistas apenas alcanzaron el 10%.

Al día siguiente día, con el fin de evitar la depresión anímica de sus hombres, rendir culto a su heroísmo y satisfacerse espiritualmente, Bolívar ascendió a los generales de brigada Valdés y Torres a generales de División, al coronel Barreto a general de Brigada y a los tenientes coroneles París, Sanders, García, Carvajal y Murgueitío a coroneles, y otros oficiales subalternos al grado superior, culminada la batalla, el Libertador ubicado en la hacienda de Cariaco y el coronel García en el cerro de La Guaca, cada uno pretendió arrogarse la victoria. Lo cierto es que los dos participantes quedaron debilitados, y tuvieron que apelar a la diplomacia, para resolver los problemas inmediatos, con una propuesta de armisticio por 4 días, tiempo para enterrar muertos, organizar hospitales y evacuar los heridos graves a retaguardia. Armisticio que el realista condicionó a consultarlo con el Cabildo de Pasto, y a que el ejército patriota repasara el río Juanambú.

Las conversaciones incluyeron notas de hidalguía como la suscrita por Basilio García, cuando notificó caballerosamente a Bolívar: “Remito a V.E. las banderas de los batallones Bogotá y Vargas. Yo no quiero conservar un trofeo que empaña las glorias de dos batallones de los cuales se puede decir que, si fue fácil destruirlos, ha sido imposible vencerlos”. Bolívar le contestó agradeciéndole el gesto y suplicándole el buen trato de los guerrilleros a los prisioneros heridos, en especial al general Pedro León Torres, sin dejar de señalar la inutilidad del sacrificio español, en atención a la firme determinación de América por lograr su independencia.

Consecuencias de la batalla

De un análisis militar a la luz de los principios de la guerra y a las formas de maniobra tácticas y estratégicas, podemos concluir que si bien el ejército patriota quedó dueño del campo de combate, su margen de maniobra quedó tan reducido que no pudo avanzar al Sur por cuanto el enemigo le obstruía el paso en una posición tan formidable como la de Bomboná y sin poder retroceder al norte por cuanto las guerrillas pastusas fortificadas en Jenoy y el propio ejército realista le impedían el paso con graves riesgo. Si lo pudo hacer, fue por el armisticio y por el cumplimiento de las condiciones que le impuso el Cabildo de Pasto, entre ellas la de prohibirle el paso por la ciudad. Razón para que esta victoria fuera solo aparente, proclamada para estimular el valor del ejército patriota y evitar su desmoralización, puesto que Bolívar no tuvo otra alternativa que regresar por la misma ruta de aproximación, como el mismo lo dice: “con la más dolorosa repugnancia y casi humillado”.

El 17 de abril, desde Consacá emprendió Bolívar la retirada al norte, dejando 200 heridos bajo la protección de su adversario. Retirada que no fue del todo pacífica, por el hostigamiento guerrillero e intentos de flanquear su maniobra al pasar por Jenoy. En el Peñol el Libertador tuvo que permanecer dos semanas recuperando su salud, luego el 12 de mayo acampó en Taminango y dos días después cruzó el río Mayo.

Pero al llegar a Mercaderes el ejército patriota volvió a reforzarse convenientemente con 400 reclutas de diversas partes y 879 veteranos llegados de Bogotá. Por eso permaneció en el Trapiche reorganizándose, ya en condiciones de retomar la ofensiva No lo consideró conveniente a la espera de noticias de Sucre, que llegaron cuando éste ocupó Cuenca, ante lo cual Basilio García tuvo que concentrarse en Pasto.

Días más tarde, al recibir en Pasto Basilio García la noticia del triunfo patriota en Pichincha, de forma hábil e hidalga rindió la ciudad a Bolívar, para evitar ser atacado en dos frentes. Razón para que las consecuencias que siguieron en toda la campaña del Sur, fueran fruto del triunfo de Sucre en la batalla de Pichincha y también de la habilidad política del Libertador, a quien nadie pudo derrotar completamente, porque lo que no logró en el campo militar lo obtuvo en el campo político estratégico, al impedir a Basilio García pudiera explotar el éxito.

Por tales razones Bomboná no tuvo repercusiones negativas para la campaña del sur en su conjunto, porque Bolívar en medio del infortunio, pudo mantener sus fuerzas en condiciones de lucha, reanimarlas con sentimientos heroicos y hacer que se consideraran victoriosas sin serlo. Esta asombrosa capacidad para soportar los reveces, así como su inquebrantable fe en la victoria final, ubican su figura en el pedestal más alto de su glorioso genio guerrero, así sus acciones militares no fueran resultado de una planificada estrategia, y menos de una táctica depurada, sino epopeyas gloriosas con dosis de aventura y de genial intuición.

Condiciones explicables por cuanto Bolívar apenas tuvo una incipiente formación militar. Su primer grado lo obtuvo más por tradición aristocrática de su familia y no por la elemental educación castrense adquirida en Madrid y en París. Tuvo que aprender a luchar en el mismo campo de batalla, a captar el arte de la conducción en la guerra, con el infortunio, la derrota y la adversidad y no pocas veces sin medios indispensables para enfrentar una geografía abrupta y desconocida, de clima gélido o caluroso y malsano cuando sus hombres provenían de climas diversos y no habían visto otra naturaleza.

Así templó su espíritu, forjó su cuerpo e iluminó su mente para erigirse en el supremo caudillo de la libertad Suramericana. Tal como lo afirmó su más calificado rival, el Pacificador Pablo Morillo: “Bolívar es la revolución, él es más peligroso derrotado que victorioso.” Por eso su inmensa obra guerrera, se da más como político genial, que comprendió la estrategia en sus más altas concepciones, aun cuando al descender al campo táctico cometiera errores como el de esta y otras batallas. Pero aun cuando no tuvo acabada formación militar, si obtuvo formación política de consumados maestros, que supo acrecentar con su vasta lectura, su inteligencia y el conocimiento de la geografía y el medio americano para acrecentarla. Recurrió a la guerra solo para alcanzar sus ideales políticos, y su gloria se de en la trascendencia de su monumental obra política y en los valores humanos que busco para los nuevos Estados surgidos de su espada.

Por eso logró idear la unidad Hispanoamericana en el Congreso anfictiónico de Panamá, las Confederaciones de los Andes y de las Antillas y la Gran Colombia, como símbolos de unidad y grandeza para Hispanoamérica, con una fuerza telúrica identificada con su realidad social. Y su poderosa mente, le hizo comprender en qué medida podían aplicarse las ideas de las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa al medio Americano. No lo logró por la intoxicación dogmática de quienes pelearon a su lado, que creyeron que los valores surgidos de las revoluciones Norteamericana Inglesa y Francesa podían aplicarse de inmediato en pueblos en su mayoría analfabetas, ignorantes, carentes de toda experiencia participativa, y pobres; con el velado propósito de satisfacer su herencia encomendera para usufructuar el poder en su propio beneficio, gestando el espíritu anárquico, caudillista y regionalista que hoy nos caracteriza.

Además, su conciencia social, lo elevó al sitial de redentor pueblos oprimidos, con un desprendimiento sin par, cuando siendo un hombre rico, quizá uno de los más potentados de Caracas, al estallar la revolución se entregó a ella con toda su fortuna. Mas aún, su sueldo de presidente lo lego a las viudas y huérfanos del Ejército libertador y consolidada la independencia planteó la reivindicación de los sectores más deprimidos de la sociedad de su tiempo: los negros y los indios. A los primeros la libertad y devolución de sus tierras que laboraban, la supresión de trabajos forzados y obligatorios, y a los segundos su manumisión o libertad, razón para que pueblos indígenas como el del Perú lo proclamaran en el Cuzco como Inca redentor de su vasallaje secular.

Bolívar como expresión humana en la historia de Hispanoamericana, ha dado pie para interpretarlo conforme concepciones e intereses personales en función de ideas políticas, sociales y religiosas, o intereses, regionales o locales, manifestados en los cientos de biografías, y escritos, publicados, varios de ellos infundados, rayanos en el delirio y deificación de su figura. Situación que no es rara en la historia de todo gran hombre, cuando en la realidad humana, es conjunción indivisible de magistrales realizaciones y de no pocos errores, de virtudes y de pasiones, de glorias y de infortunios. Por eso la vida de Bolívar se presta en nuestra historia tropical tanto para al panegírico, como la descripción deslumbrante, apasionada, controvertida, o a veces procaz, sectaria y romántica.

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Créditos

  • Mayor General (RA) José Roberto Ibáñez Sánchez. 2023. Miembro de Número de la Academia Colombiana de Historia.


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