Zenú

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Desde el 200 a.C., cacicazgos de agricultores construyeron un sistema hidráulico que por 1.300 años controló las inundaciones en las cálidas llanuras del Caribe. La metáfora del tejido estuvo presente en la trama de los canales de drenaje, las redes de pesca, la alfarería y la orfebrería hecha en aleaciones ricas en oro. Aves acuáticas, caimanes, peces, felinos y venados fueron recursos alimenticios y a la vez elementos esenciales de su pensamiento simbólico.

Los difuntos eran enterrados con figuras de mujeres en arcilla y cubiertos con túmulos donde se sembraban árboles de cuyas ramas pendían campanas. La redondez de túmulos y pectorales significaba gestación y renacimiento.

Después del 1100 d.C. y hasta la Conquista los zenúes se replegaron a las sabanas altas y al valle del Sinú, mientras grupos relacionados ocuparon la Serranía de San Jacinto y las riberas del Magdalena. Los orfebres de la Serranía de San Jacinto fabricaban objetos de uso masivo en aleaciones ricas en cobre: orejeras, colgantes con personajes ataviados y hombres-anfibios.

Zenú en la exposición del Museo del Oro

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Las cálidas llanuras inundables del Caribe fueron pobladas desde hace 6.000 años por grupos de recolectores que modelaron la primera cerámica de América. Hacia el 200 a.C. hubo en la región grandes sociedades de agricultores y orfebres que ocuparon extensas zonas pantanosas y crearon un sistema hidráulico que durante 1.300 años les permitió aprovechar las aguas de inundación. Al momento de la Conquista sus descendientes, los zenúes, habitaban las sabanas no inundables e interactuaban con sus vecinos de la Serranía de San Jacinto y de las riberas del Magdalena.

La tradición Zenú, 200 a.C. a 1600 d.C.

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En cada temporada de lluvias en las cordilleras, las llanuras del Caribe se inundan con grave perjuicio para las viviendas y cultivos de quienes viven allí. Sin embargo, desde dos siglos antes de nuestra era los pobladores de las llanuras desarrollaron un sistema de canales de drenaje que dominó las inundaciones y les permitió adecuar extensas zonas para sus viviendas y cultivos. Los caciques controlaron el funcionamiento de este sistema, el intercambio de productos y dirigieron política y espiritualmente a la población.

En los primeros años de la era cristiana los llamativos adornos de orfebrería usados por los jefes se distinguieron por ser fabricados con aleaciones ricas en oro. Numerosas aves acuáticas, caimanes, peces, felinos y venados fueron recursos alimenticios y a la vez elementos esenciales del pensamiento simbólico de estas sociedades. La fauna, representada con realismo en remates de bastón y colgantes, tiene generalmente una apariencia plácida y mansa. Patos pisingos, patos cuchara y hasta pinzas de cangrejo o langosta fundidas en oro son indicativos de una vida anfibia que de acuerdo con las fechas de carbono 14 tenía lugar en el Zenú en los años en que Jesús predicaba en Galilea.

La mujer se relacionaba con las ideas de fertilidad, sabiduría y respeto. Múltiples mujeres de arcilla fueron depositadas junto a los difuntos bajo túmulos funerarios, posiblemente como símbolo de la fertilidad humana y agrícola necesaria para la reproducción de la población. Su presencia induciría la germinación, renacimiento y transformación del difunto en el mundo subterráneo, de la misma manera que se siembra y protege la semilla para que germinen las cosechas.

En ceremonias funerarias que reunían a toda la comunidad, al ritmo de la música y la danza se construía el túmulo sobre el entierro para festejar el renacimiento del difunto en otro mundo. Sobre las sepulturas plantaban árboles y de sus ramas colgaban campanas. Los pectorales mamiformes que en las grandes ceremonias usaban las mujeres importantes y los caciques, complementaban el potencial de gestación de ellas y el de fertilización de los hombres. La redondez de los pectorales aludía, como la de los túmulos funerarios, al lugar de gestación y renacimiento.

En el siglo XVI todavía era palpable la importancia religiosa y política de la mujer puesto que el gran centro religioso de Finzenú, en el río Sinú, estaba bajo la dirección de una cacica que ejercía su dominio sobre varias poblaciones aledañas.

En distintos elementos de la cultura del Zenú parece tejerse una metáfora del tejido. En sus múltiples formas, los tejidos se relacionaron con todos los aspectos de la cultura, desde la trama de los canales de drenaje y las redes de pesca hasta la orfebrería y la alfarería. El universo parece haber sido un tejido sobre el que reposaban los seres vivos. Así como el tapiz de los canales era el lugar donde se desarrollaba la existencia, en el tejido metálico de las orejeras de filigrana fundida pueden verse representadas la fauna y la gente. La filigrana fundida a la cera perdida fue la técnica distintiva de manufactura y decoración en la orfebrería del Zenú. La habilidad del orfebre creó diversos diseños en un tejido metálico de sorprendente delicadeza.

Poblamiento en la época de la Conquista

Al tiempo de la Conquista, los zenúes se habían replegado a habitar en sabanas altas no inundables de los valles del Sinú y el San Jorge, donde no se requería el manejo hidráulico. Otros grupos de orfebres, comerciantes y navegantes habitaron en la Serranía de San Jacinto y en las riberas del bajo Magdalena, al tiempo con los Zenúes, hasta épocas posteriores a la Conquista. Actualmente existe un resguardo zenú en San Andrés de Sotavento donde la comunidad mantiene costumbres milenarias. Mientras que los zenúes erigieron túmulos funerarios sobre las tumbas de sus muertos, agrupadas en cementerios, los pobladores de las riberas del Magdalena enterraron a los suyos en el piso de las viviendas dentro de grandes ollas de uso doméstico. Los orfebres de la Serranía de San Jacinto fabricaron objetos de uso masivo en aleaciones ricas en cobre; en ellos se advierten ideas similares a las expresadas en los adornos de las llanuras.

Esta gente se adornó con colgantes que representan personajes muy ataviados u hombres-anfibios con tocados bifurcados. Usaron también orejeras circulares y remates de bastón con motivos de personajes y animales. Un cinturón de algodón hallado en una tumba en Ovejas, Sucre, fue fechado en 1530 d.C., es decir en la misma época en que el español Bartolomé Briones de Pedraza describía así una ceremonia indígena que nos recuerda los gaiteros actuales:

““Llevan algunos en la cabeza un a manera de sombrero de plumas de aves o de papagayo o guacamayas, que son más galanas que los papagayos... y por su orden por hileras puestos todos sentados en unos duhos, que son las sillas do se sientan, que son un trozo de palo hecho con cuatro pies y su espalda donde se arriman, de forma que todo es de una pieza, y a la cabecera de todos están los principales, y el mayor en medio muy galán más que todos, y todo el oro que tienen lo echan encima de sí y cuentas, y el duho del principal es el más galano de todos. Y así andan sirviendo otros indios, que ponen en unos platos de barro a manera de taza la comida, y otros dan de beber, y siempre a los principales les ponen dos totumas de chicha en la mano, una en la una mano y otra en la otra....y hay sus gaiteros que tañen con unas flautas muy largas que tienen los brazos muy colgando abajo, puestos los dedos en los agujeros de la flauta, que es una caña hueca, y de cera de la tierra tienen hecha su manera de flauta, a manera de un capillo de fraile, y puesto un cañón de ave que meten en la boca para tañer””. (1540)

Las flautas de cerámica en forma de pez adornadas con lagartos combinan los mundos de la tierra y el agua en los que vivieron estas poblaciones. Los lagartos subsisten como elementos simbólicos en la mitología de los actuales zenúes.

La tradición Zenú

En épocas prehispánicas las Llanuras del Caribe colombiano estuvieron habitadas de manera continua desde al menos el 200 a.C. hasta la Conquista. En los valles de los ríos Sinú, San Jorge, bajo Cauca y Nechí, vivieron numerosas comunidades relacionadas culturalmente quienes, durante siglos, manifestaron de manera similar sus expresiones artísticas, su concepto acerca de la muerte y el manejo del medio ambiente.

En este territorio se desarrolló un sistema hidráulico que controlaba las aguas de inundación gracias a la construcción de canales y campos elevados que se readecuaban y expandían constantemente. Su extensión mayor se dio en el valle del San Jorge entre el 200 a.C. y el 1000 d.C., pero también se implementó en el bajo Cauca y en el bajo Sinú.

Los temas expresados en los adornos de orfebrería o en los objetos de cerámica denotan el parentesco político y religioso entre las diversas comunidades que ocupaban estas tierras. La impronta de los textiles a la que aludía la filigrana fundida que constituía o adornaba miles de piezas de orfebrería, la cestería modelada en arcilla, la relevancia de las figuras femeninas de barro y la construcción de túmulos sobre las tumbas de los muertos, fueron rasgos y temas compartidos por todos los pueblos de las Llanuras. Al igual que la tecnología del sistema hidráulico se utilizó por más de un milenio, estos elementos se mantuvieron a lo largo del tiempo y forman parte de lo que se ha denominado la larga tradición Zenú.

Sin embargo, en cada región los artesanos expresaron estas ideas de manera particular y así se distinguieron unos de otros. No obstante siempre les imprimieron una identidad que los reúne a todos y que hoy distinguimos con el nombre de Zenú.

Con posterioridad al 1100 d.C., hubo un descenso demográfico por razones aún desconocidas. Los reductos de estas sociedades se establecieron en las sabanas no inundables y a lo largo del curso del río Sinú, donde los encontraron los españoles en el siglo XVI.

En los valles de los ríos Sinú y San Jorge, los conquistadores hallaron muchos pueblos así como vestigios de un antiguo esplendor. Los reconocieron como zenúes, ya que entraron a sus territorios por el río del Zenú, como se le llamaba entonces.

En esa época cada valle constituía una unidad política. El valle del Sinú se conocía como Finzenú, con su capital en el pueblo del Zenú en la ribera del río. Allí estaba el principal templo religioso y el mayor y más importante cementerio, que albergaba los restos de personajes importantes desde siglos atrás. A la hoya del San Jorge se la denominaba Panzenú, con su centro político en Ayapel, cuya variedad y productividad de áreas cultivadas, así como el poder regional de su cacique, llamó la atención de los españoles.

Según los zenúes, el cacique de Zenufana, un personaje mítico, gobernaba antiguamente en el bajo Cauca y el Nechí donde se encontraban los principales yacimientos de oro. Durante la Conquista, éste era considerado como el cacique ancestral más importante, organizador del territorio del Gran Zenú, quien le había conferido a sus parientes, los caciques de Finzenú y Panzenú, funciones políticas, económicas y religiosas complementarias; había dictado reglas y preceptos que todavía prevalecían en 1537, a pesar de que en esa época la región del bajo Cauca ya no estaba ocupada por comunidades zenúes.

El sistema hidráulico

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Aspecto actual de los canales artificiales que excavaron los antiguos zenúes para controlar las inundaciones, y que modifican el paisaje de una extensa región en las llanuras del Caribe colombiano. San Marcos, Sucre.

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Las llanuras inundables del Caribe

Al centro de las Llanuras del Caribe, la Depresión Momposina recibe anualmente las aguas de los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge que bajan desde las cordilleras. Con la inundación que la anega durante ocho meses al año llega también un fértil depósito de sedimentos. Hoy la gente sufre, año tras año, la pérdida de sus viviendas, enseres, cosechas y ganado, pero en épocas prehispánicas los zenúes aprovecharon las aguas y el limo poniéndolos a su favor. En un largo proceso, que alcanzó su mayor auge entre el 200 a.C. y el 1000 d.C., transformaron el paisaje mediante un ingenioso sistema de control de aguas.

El sistema hidráulico formado por una gigantesca red de canales y camellones elevados, alcanzó a cubrir 500.000 hectáreas en la cuenca del río San Jorge y 150.000 alrededor del río Sinú.

El mecanismo principal del sistema consistió en mantener estables los cursos de los ríos y caños, bordeados de islotes artificiales donde se levantaban las viviendas. Perpendiculares a estos cursos, los zenúes cavaron canales hasta de cuatro kilómetros de largo con 10 metros de separación entre sí, por donde el agua de la creciente vertía hacia ciénagas más bajas. Allí la corriente era frenada con canales cortos y entrecruzados, de 30 a 70 metros de largo, para cubrir grandes áreas dedicadas al cultivo.

En estas extensiones, hasta de 2.000 hectáreas habilitadas para la agricultura, al bajar el nivel de las aguas los canales mantenían una reserva de humedad para el tiempo seco. Los sedimentos ricos en nutrientes eran recogidos en los lechos de los canales y transportados hasta el tope de los campos elevados para fertilizarlos y alistarlos para ser cultivados. Algunos sectores eran dedicados a un solo producto mientras que otros sostenían diversas especies: coca (Erythroxylum sp.), maíz (Zea mays), batata (Ipomoea batata), ahuyama (Cucurbita maxima), ají (Capsicum sp.), calabaza (Cucurbita mixta), yuca (Manihot esculenta) y muchas frutas. Una compleja y estricta organización social y política permitió que durante 1.300 años sucesivas poblaciones zenúes adecuaran el paisaje y mantuvieran limpios los canales para albergar una numerosa población sin deterioro del medio ambiente.

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El tejido y la representación del universo

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Para muchas sociedades indígenas actuales los tejidos en fibras vegetales están estrechamente vinculados con su vida cotidiana, con el ritual y con la construcción del conocimiento por parte de los líderes. El construir un canasto o tejer una manta es como recrear la idea del universo; en este ejercicio se unen el saber, la naturaleza (las fibras) y lo material que es el trabajo en sí mismo. Al tejer se hace y se representa la cultura.

En las llanuras del Caribe, las sociedades zenúes, junto con su fauna, vivían dentro de una red de caños, ríos y ciénagas, relacionados con el [4]sistema hidráulico, que a su vez formaba una intrincada malla de canales artificiales. Las poblaciones se organizaban en un ordenado tejido de relaciones comerciales, políticas y religiosas complementarias que hacían parte del enorme tapiz del Gran Zenú.

El tejido se relacionó con todos los aspectos de su cultura. Para ellos, el universo parece haber sido un enorme tejido sobre el que reposaban los seres vivos. Así como el tejido de los canales era el lugar donde se desarrollaban la existencia, el tejido metálico de las orejeras soportaba también las representaciones de la fauna y de la gente, elaborados de forma esquemática, así como las pequeñas mochilas de algodón sostenidas por barras de hueso talladas con diseños de aves.

Debido a su naturaleza orgánica, los vestigios prehispánicos de tejidos con fibras vegetales son prácticamente inexistentes; no así las herramientas usadas para este oficio, como agujas de hueso o concha, o volantes de huso de cerámica, concha o hueso. Las evidencias de la proliferación de textiles las encontramos en sus múltiples representaciones en la orfebrería y en vasijas cerámicas de uso ritual y funerario depositadas en los recintos sagrados o bajo los túmulos.

La técnica distintiva de manufactura y decoración en la orfebrería de las Llanuras del Caribe fue la falsa filigrana, por medio de la cual el oro se expresó como un verdadero tejido de metal, especialmente en las orejeras. En la representación de músicos que llevan puestas estas orejeras se pueden observar además viseras tejidas o sombreros.

En arcilla modelaron diversas vasijas en forma de canastas, cestas posadas sobre bancos y otras vasijas redondeadas con diseños de redes. Las mujeres se mostraron vestidas con largas faldas tejidas de los más variados diseños y adornadas con pintura corporal que reproducía diseños similares a los tejidos de las faldas.

En las crónicas de la Conquista se consignaron numerosas referencias sobre la industria textil entre los pueblos zenúes. Se mencionaba una hamaca finamente “labrada” en algodón y receptora de las ofrendas de oro del templo de Finzenú, la cual era además el sitio de descanso de los ancestros, al decir de los zenúes de la época. También se hablaba de chinchorros de algodón, canastos para recolectar cangrejos, grillos y langostas o esteras tejidas con caña fleche usadas a manera de alfombras, así como las faldas de las mujeres.

En las representaciones de la orfebrería y de la cerámica de los pueblos zenúes, es evidente la mezcla de elementos, ambientes y trabajo para manifestar su cultura como un verdadero tejido que en conjunto simbolizaría su Universo: metales o arcillas del mundo subterráneo, tejidos de la tierra que permitía los cultivos, animales de los más variados ambientes y la gente que trabajaba todo esto y que se representaba a sí misma.

Tecnologías y escenas de la vida diaria

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En épocas cercanas a la Conquista española, las poblaciones de la Serranía de San Jacinto y del bajo río Magdalena, a diferencia de las poblaciones zenúes de las llanuras inundables, orientaron la producción de su orfebrería hacia el uso generalizado de adornos relativamente pequeños, elaborados por fundición en aleaciones de cobre y oro. Estos objetos hicieron parte de los ajuares funerarios depositados junto a los muertos.

Su característica fundamental es el predominio en el uso de la tumbaga con altos contenidos de cobre, razón por la cual muchos objetos se encuentran corroídos. Para que las piezas tuvieran un aspecto dorado en su superficie, las sometieron a un proceso químico de calentamiento, conocido actualmente como dorado por oxidación. El paso del tiempo y el intenso uso de los adornos ocasionaron la pérdida de la capa superficial dorada, de manera que quedó al descubierto el metal base, cobre oscuro y corroído. La técnica de manufactura y decoración más generalizada fue la filigrana fundida, por lo común con hilos muy delgados.

El arte orfebre de la Serranía incluía pequeños remates de bastón con variadas representaciones de hombres y animales, orejeras circulares y semicirculares de filigrana fundida muy fina, narigueras de prolongaciones laterales, hombres con tocados bifurcados, narigueras circulares o en forma de “n”, campanas y cascabeles.

Los motivos representados en estos adornos son variados; algunos con imágenes realistas y otros con un alto grado de esquematización. Son naturalistas las figuras de seres humanos que muestran hombres con totumas en las manos o músicos con gaitas y maracas, de pié o sentados en bancos de espaldar alto. En la fauna se incluyeron especies propias del ambiente quebrado de la Serranía y también de las zonas ribereñas y cenagosas. Por otra parte, pequeñas aves, mamíferos, reptiles y seres humanos esquematizados adornan las orejeras.

Muy característico de estas piezas fue la representación de escenas: bandadas de patos posados sobre una rama, la lucha de un felino con un caimán o un hombre que sostiene las garras de un ave rapaz.

Se destacan en las escenas y otros adornos los felinos, anfibios y aves como los principales animales que se asocian con los seres humanos. Generalmente hombres y animales mantienen su individualidad, como los personajes ataviados de cuerpo muy esquemático, algunos de los cuales llevan sapos o ranas muy reales en el pecho; pero en ocasiones se advierten imágenes que muestran la fusión de distintos seres en uno solo, con rostro humano y tocado bifurcado que sugiere penachos de plumas, cuyo cuerpo se torna en el de un animal que bien podría ser un pez, un lagarto o un crustáceo, de todas maneras un ser acuático propio de aquellos ambientes cenagosos.

Ciertos aspectos de esta orfebrería como el uso generalizado del tejido de la filigrana fundida, los remates de bastón, las orejeras semicirculares y las narigueras con prolongaciones laterales, se hicieron bajo interpretaciones muy propias de estos pueblos, pero al mismo tiempo sugieren relaciones sociales estrechas e influencia de las poblaciones zenúes en la manufactura de los objetos tanto como en ideas de su pensamiento simbólico.

De acuerdo con la alta concentración de piezas procedentes de la Serranía de San Jacinto, posiblemente allí existió un importante centro de manufactura. No sabemos desde qué época se inició la producción orfebre en estas regiones, pero los temas y técnicas compartidas con la orfebrería de las llanuras inundables, producida al menos desde el 200 a.C., sugieren que podría remontarse atrás en el tiempo. La certeza radica en la continuidad en la producción hasta después de la Conquista como lo atestiguan algunas fechas de radio carbono asociadas a estos objetos que oscilan entre el 1420 y el 1665 después de Cristo.

Bibliografía comentada Zenú

Todos los textos divulgativos del Museo del Oro están respaldados por la investigación científica realizada por la Subdirección Técnica del Museo y por la bibliografía académica arqueológica y antropológica. En esta página los curadores del Museo del Oro recomiendan artículos y libros científicos académicos sobre esta región arqueológica expuesta en el Museo. Intentan establecer una bibliografía mínima según su criterio y destacan lo que permanece relevante y vigente. A diferencia de los artículos divulgativos, como el web del Museo del Oro, los artículos científicos están escritos para un público especializado.

Buscadores en bibliotecas físicas: [5]Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República | [6]Biblioteca del Instituto Colombiano de Antropología e Historia

Zenú

PLAZAS, Clemencia y FALCHETTI, Ana María. 1986. La cultura del oro y el agua. Un proyecto de reconstrucción. En: Boletín Cultural y Bibliográfico No.6, Vol.23, Pp.

Con frecuencia al conocer sobre el antiguo sistema de canales zenú se piensa en que habría que reconstruirlo para poder producir de nuevo en la región tantos alimentos como hace 2.000 años produjeron los zenúes. Este artículo explica el sistema de canales. Pero, ¿podríamos excavar y remover tantísima tierra hoy en día y lograr que resulte rentable? EL

Leer en la Biblioteca Virtual

REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo. 1990 Pasado arqueológico: legado y desafío. En: Caribe Colombia. María Cristina JIMENO (Ed.), Fondo FEN Colombia, Fondo para la Protección del Medio Ambiente José Celestino Mutis.

El arqueólogo Gerardo Reichel hace un recuento de las investigaciones arqueológicas realizadas por él y su esposa en la costa Caribe colombiana hasta esta fecha, en el que destaca maravillado cómo la arqueología permite entender a fondo una región, sus recursos, posibilidades y dificultades. EL

[7]Leer en la Bilbioteca Virtual

ICANH - San Jorge - Registro de sitios

Una bibliografía general y una bibliografía básica de las investigaciones científicas arqueológicas realizadas en la región del medio y bajo río San Jorge, en la costa Caribe de Colombia?, compiladas por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia - ICANH.

Bibliografía de Referencia Arqueológica | Bibliografía Básica de Registro