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Este genial poeta y cronista nació en Bogotá en 1870 y murió de pulmonía en 1919. Luis María Mora lo describe como un hombre atractivo y mimado por la vida, de hábitos desordenados y pasiones intensas, que derrochó la vida en la bohemia y en la lectura de los clásicos y modernos y mantuvo siempre los bolsillos llenos de crónicas y versos. Amigo de José Asunción Silva, representó a la raza de poetas criollos arrastrados por la leyenda de los poetas malditos europeos.  
Este genial poeta y cronista nació en Bogotá en 1870 y murió de pulmonía en 1919. Luis María Mora lo describe como un hombre atractivo y mimado por la vida, de hábitos desordenados y pasiones intensas, que derrochó la vida en la bohemia y en la lectura de los clásicos y modernos y mantuvo siempre los bolsillos llenos de crónicas y versos. Amigo de José Asunción Silva, representó a la raza de poetas criollos arrastrados por la leyenda de los poetas malditos europeos.  
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Perteneció al movimiento literario La Gruta Simbólica, muy afín a su espíritu bohemio y romántico, y  firmaba sus epigramas, de sabor ligero y jovial, con el seudónimo de Cástor. Armando Solano retrató así a este genuino representante del humor santafereño: “Como todos esos vates risueños y sombríos, como todos los humoristas, Soto Borda fue un perenne atormentado [...]. Soto Borda muere joven, y sin embargo, agotado, exhausto, combustionado por esa llama interior que para el público se traducía en salados gracejos, en inmortales epigramas, en chispazos fulgurantes, que en su alma escéptica no eran sino pretextos para desahogar su rencor con la vida mediocre, su justa cólera contra la tontería triunfante y contra la necedad coronada... Fue un Paul Verlaine sin perversidades, sin exotismos ni blasfemias... Hidalgo de abolengo, gran señor que despilfarró sus tesoros espléndidos”. En su autorretrato se definió así: “Este soy. Un pobre diablo/ que a tragos pasa la vida/ en verso y prosa, perdida/ en el juego del vocablo”.
Perteneció al movimiento literario La Gruta Simbólica, muy afín a su espíritu bohemio y romántico, y  firmaba sus epigramas, de sabor ligero y jovial, con el seudónimo de Cástor. Armando Solano retrató así a este genuino representante del humor santafereño: “Como todos esos vates risueños y sombríos, como todos los humoristas, Soto Borda fue un perenne atormentado [...]. Soto Borda muere joven, y sin embargo, agotado, exhausto, combustionado por esa llama interior que para el público se traducía en salados gracejos, en inmortales epigramas, en chispazos fulgurantes, que en su alma escéptica no eran sino pretextos para desahogar su rencor con la vida mediocre, su justa cólera contra la tontería triunfante y contra la necedad coronada... Fue un Paul Verlaine sin perversidades, sin exotismos ni blasfemias... Hidalgo de abolengo, gran señor que despilfarró sus tesoros espléndidos”. En su autorretrato se definió así: “Este soy. Un pobre diablo/ que a tragos pasa la vida/ en verso y prosa, perdida/ en el juego del vocablo”.
=Parientes=
Clímaco Soto Restrepo (padre).
Magdalena Borda (madre).


=Enlaces relacionados en Banrep cultural=
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Revisión actual - 18:01 5 oct 2021

Clímaco Soto Borda
Avatar-hombre.jpg
Datos generales
Nombre Clímaco Soto Borda
Fecha de nacimiento 22/02/1870
Nacionalidad Colombiana Bandera de Colombia }}
Seudónimo Casimiro de La Barra
Ocupación Escritor, cronista del Congreso
Estudios universitarios Autodidacta
País de nacimiento Estados Unidos de Colombia actual República de Colombia
Ciudad de nacimiento Bogotá
Fecha de fallecimiento 18 de agosto de 1919
País de fallecimiento Colombia Bandera de Colombia }}
Ciudad de fallecimiento Bogotá
Familia Clímaco Soto Restrepo (padre); Magdalena Borda (madre).

Biografía

Este genial poeta y cronista nació en Bogotá en 1870 y murió de pulmonía en 1919. Luis María Mora lo describe como un hombre atractivo y mimado por la vida, de hábitos desordenados y pasiones intensas, que derrochó la vida en la bohemia y en la lectura de los clásicos y modernos y mantuvo siempre los bolsillos llenos de crónicas y versos. Amigo de José Asunción Silva, representó a la raza de poetas criollos arrastrados por la leyenda de los poetas malditos europeos.

Vida artística

Reveló sus excelentes cualidades como cronista en el semanario La Barra, que fundó a principios de siglo con el también poeta Carlos Villafañe (Tic Tac). Escribió en El Rayo X, El Carnaval, Oriente, El Sol y otros periódicos de humor y sátira, donde inauguró un estilo ágil y ameno de hacer periodismo que rompía con las formas centenaristas panfletarias y floridas que se estilaban. “Sin exageración puede decirse que Soto Borda es el padre verdadero de la crónica periodística con la cual ha tenido hasta aquí muy pocos felices imitadores”, afirmó Luis María Ansón. Su estilo ágil y mordaz se potencia con las asociaciones de sentido más disparatadas, los diálogos, la caracterización de los personajes, la mezcla de referencias cultas y populares y el tono guasón.


Según Jorge Bayona Posada, Clímaco Soto era un “saleroso calembourista”, ensayista, narrador y dramaturgo. Manejaba con gracia el chiste, la nota cómica y el epigrama. “Todos aquellos que querían que un dichoso epigrama circulara de boca en boca con la rapidez del relámpago, se lo acomodaban a Soto Borda y su efecto era mágico”.

Se inició como escritor en su juventud y se hizo popular por su fino ingenio y poder de observación como lo demostró con los perfiles de congresistas y ministros que recopiló en el volumen titulado Siluetas parlamentarias; un estilo de hacer crónica a la sazón desconocido para los bogotanos, con una prosa rica en términos coloquiales, con sorprendentes y atrevidas imágenes y diálogos chispeantes. Sus artículos y cuentos se recogieron en “Polvo y ceniza”, y también dejó una novela, “Diana Cazadora” (1917), sobre la vida bogotana de principios de siglo. Firmaba sus colaboraciones periodísticas con el seudónimo de Casimiro e la Barra. Sus mejores crónicas las publicó en la sección “Cronistas propios”, de El Espectador, hacia 1915.


Perteneció al movimiento literario La Gruta Simbólica, muy afín a su espíritu bohemio y romántico, y firmaba sus epigramas, de sabor ligero y jovial, con el seudónimo de Cástor. Armando Solano retrató así a este genuino representante del humor santafereño: “Como todos esos vates risueños y sombríos, como todos los humoristas, Soto Borda fue un perenne atormentado [...]. Soto Borda muere joven, y sin embargo, agotado, exhausto, combustionado por esa llama interior que para el público se traducía en salados gracejos, en inmortales epigramas, en chispazos fulgurantes, que en su alma escéptica no eran sino pretextos para desahogar su rencor con la vida mediocre, su justa cólera contra la tontería triunfante y contra la necedad coronada... Fue un Paul Verlaine sin perversidades, sin exotismos ni blasfemias... Hidalgo de abolengo, gran señor que despilfarró sus tesoros espléndidos”. En su autorretrato se definió así: “Este soy. Un pobre diablo/ que a tragos pasa la vida/ en verso y prosa, perdida/ en el juego del vocablo”.

Enlaces relacionados en Banrep cultural

[1] Maryluz Vallejo Mejía, en La crónica en Colombia: medio siglo de oro.

[2] Lea en la Biblioteca Virtual las crónicas: "Cascabeles" y "Por esas calles".

[3] La gruta simbólica, una anécdota en sí misma Por Juana Salamanca Uribe, Revista Credencial Historia (Bogotá - Colombia), Edición 216.