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'''“El ‘círculo’ literario de El Mosaico y la sociabilidad política bogotana en el molde de las humanidades clásicas a mediados del siglo XIX”''', artículo de Gloria Vargas Tisnés, sobre esta importante publicación que significó un espacio de sociabilidad cultural y política y forma parte de las colecciones de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Las reflexiones aquí consignadas forman parte del resultado de una investigación, publicada por la autora en 2016: La nación de los Mosaicos. Relaciones de identidad, literatura y política en Bogotá (1856-1886) (Academia Colombiana de Historia, Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2016).  
'''“El ‘círculo’ literario de El Mosaico y la sociabilidad política bogotana en el molde de las humanidades clásicas a mediados del siglo XIX”''', artículo de Gloria Vargas Tisnés, sobre esta importante publicación que significó un espacio de sociabilidad cultural y política y forma parte de las colecciones de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Las reflexiones aquí consignadas forman parte del resultado de una investigación, publicada por la autora en 2016: La nación de los Mosaicos. Relaciones de identidad, literatura y política en Bogotá (1856-1886) (Academia Colombiana de Historia, Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2016).  
''Los romanos tenían una frase expresiva y exacta que,
no sin misterio, ha desaparecido de los idiomas modernos
–mores ponere–, fundar costumbres,
lo cual es muy diferente de dictar leyes.
(Miguel Antonio Caro)''


==Introducción==
==Introducción==
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La Comisión Corográfica (1850 y 1859), agenciada por los gobiernos liberales con el propósito de levantar un mapa geográfico, de recursos naturales, humano y social, constituyó el esfuerzo más importante desde lo público. En 1859, finalizada la Comisión, se empezó a editar en Bogotá el periódico literario El Mosaico, que tuvo tres etapas (1859-1860; 1864-1865 y 1870-1872) y se propuso como un proyecto para la construcción de la literatura nacional, propósito que contó con el apoyo de literatos de ambos partidos. Si la comisión había descrito de manera positiva los distintos tipos humanos, la literatura debía describirlos en sus “usos y costumbres”.  
La Comisión Corográfica (1850 y 1859), agenciada por los gobiernos liberales con el propósito de levantar un mapa geográfico, de recursos naturales, humano y social, constituyó el esfuerzo más importante desde lo público. En 1859, finalizada la Comisión, se empezó a editar en Bogotá el periódico literario El Mosaico, que tuvo tres etapas (1859-1860; 1864-1865 y 1870-1872) y se propuso como un proyecto para la construcción de la literatura nacional, propósito que contó con el apoyo de literatos de ambos partidos. Si la comisión había descrito de manera positiva los distintos tipos humanos, la literatura debía describirlos en sus “usos y costumbres”.  


A partir de la producción y recolección sistemática de los cuadros de costumbres, y  más  allá de la versión racializada y jerarquizada que había proyectado la Comisión, esta literatura debía dar cuenta de la descripción de los rasgos morales de los “tipos” humanos identificados y sus prácticas sociales, valoradas dentro de los ideales civilizatorios (hispano-católicos) que promulgaba el grupo más conservador de los raizales capitalinos; indicando  a su vez los valores que debían ser fomentados para llegar a un estado de civilización aceptable (la práctica católica y el adecuado uso del idioma “español” como “La Lengua” en mayúscula) para la integración y armonización social, política y económica.  
A partir de la producción y recolección sistemática de los cuadros de costumbres, y  más  allá de la versión racializada y jerarquizada que había proyectado la Comisión, esta literatura debía dar cuenta de la descripción de los rasgos morales de los “tipos” humanos identificados y sus prácticas sociales, valoradas dentro de los ideales civilizatorios (hispano-católicos) que promulgaba el grupo más conservador de los raizales capitalinos; indicando  a su vez los valores que debían ser fomentados para llegar a un estado de civilización aceptable (la práctica católica y el adecuado uso del idioma “español” como “La Lengua” en mayúscula) para la integración y armonización social, política y económica.
 
Las descripciones costumbristas no solo ubicaban el lugar del otro en minúscula, el subalterno, sino también el “Otro” en mayúscula, el modelo, límites que demarcaban el espacio para ubicar el propio lugar de estos literatos, como legítimos guías de las rutas que conducían el progreso social. Como resultado de este esfuerzo editorial, el proyecto literario se vio afianzado en 1866 con la publicación en dos volúmenes del ''Museo de Cuadros y colección Costumbres, variedades y viajes'' que se proponía dar a conocer la imagen de eso “que somos y hemos sido”, formulando claramente una pregunta por la identidad.  
Las descripciones costumbristas no solo ubicaban el lugar del otro en minúscula, el subalterno, sino también el “Otro” en mayúscula, el modelo, límites que demarcaban el espacio para ubicar el propio lugar de estos literatos, como legítimos guías de las rutas que conducían el progreso social. Como resultado de este esfuerzo editorial, el proyecto literario se vio afianzado en 1866 con la publicación en dos volúmenes del ''Museo de Cuadros y colección Costumbres, variedades y viajes'' que se proponía dar a conocer la imagen de eso “que somos y hemos sido”, formulando claramente una pregunta por la identidad.  


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En consecuencia quiero señalar cómo el proyecto costumbrista liderado por el grupo de los Mosaicos, especialmente los “raizales” -adjetivo para aquellos representantes de las tradiciones andinas encarnadas en la tradición de Bogotá como legítimo centro civilizatorio, representó y actuó como agente de consolidación, difusión y legitimación de un discurso político conservador que prefiguró el proceso de la regeneración; en el cual la élite letrada capitalina no solo fijó su legitimidad como grupo gobernante en la figura de letrado latinista sino que consolidó el modelo clásico como el marco en el que debía ser leída la realidad social, caracterizada por el entramado de tensiones producidas por un país diverso en su geografía racial, social y física, y conjuradas por el dispositivo clásico que invisibilizaba el conflicto social.  
En consecuencia quiero señalar cómo el proyecto costumbrista liderado por el grupo de los Mosaicos, especialmente los “raizales” -adjetivo para aquellos representantes de las tradiciones andinas encarnadas en la tradición de Bogotá como legítimo centro civilizatorio, representó y actuó como agente de consolidación, difusión y legitimación de un discurso político conservador que prefiguró el proceso de la regeneración; en el cual la élite letrada capitalina no solo fijó su legitimidad como grupo gobernante en la figura de letrado latinista sino que consolidó el modelo clásico como el marco en el que debía ser leída la realidad social, caracterizada por el entramado de tensiones producidas por un país diverso en su geografía racial, social y física, y conjuradas por el dispositivo clásico que invisibilizaba el conflicto social.  
“Igualmente, señalar la forma como este discurso literario implicaba la defensa de la educación de las humanidades clásicas en tanto sinónimo de hispanismo católico, en contraposición a la educación experimental y positiva defendida a su vez por los liberales radicales, para ponerse en el centro de una de las principales contiendas ideológicas del bipartidismo de la época, la disputa por la formación del ciudadano y el sujeto moral, expuesta con mayor claridad en lo que se llamó la Querella Benthamista, que recorrió el siglo desde 1825 hasta 1870” <ref>Vargas-Tisnés, Gloria, La Nación de los Mosaicos… p. 28-29.</ref> .  
“Igualmente, señalar la forma como este discurso literario implicaba la defensa de la educación de las humanidades clásicas en tanto sinónimo de hispanismo católico, en contraposición a la educación experimental y positiva defendida a su vez por los liberales radicales, para ponerse en el centro de una de las principales contiendas ideológicas del bipartidismo de la época, la disputa por la formación del ciudadano y el sujeto moral, expuesta con mayor claridad en lo que se llamó la Querella Benthamista, que recorrió el siglo desde 1825 hasta 1870” <ref>Vargas-Tisnés, Gloria, La Nación de ''los Mosaicos''… p. 28-29.</ref> .  


La controversia no solo evidenció los puntos antagónicos entre ambas propuestas, sino que puso de manifiesto la resignificación de antiguos valores, dirigidos a sostener argumentos de legitimidad sobre la superioridad moral y social  del grupo de los mosaicos raizales, así por ejemplo la noción de latinista y letrado aparecía como sinónimo de los “limpios de sangre”, designando a quienes por tradición y desde la colonia, habían sido formados en las más depuradas lecciones de enseñanza hispano-católica, especialmente de la mano de los jesuitas.  
La controversia no solo evidenció los puntos antagónicos entre ambas propuestas, sino que puso de manifiesto la resignificación de antiguos valores, dirigidos a sostener argumentos de legitimidad sobre la superioridad moral y social  del grupo de los mosaicos raizales, así por ejemplo la noción de latinista y letrado aparecía como sinónimo de los “limpios de sangre”, designando a quienes por tradición y desde la colonia, habían sido formados en las más depuradas lecciones de enseñanza hispano-católica, especialmente de la mano de los jesuitas.  
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“El que no está conmigo está contra mi”. Es el inicio de la frase con la que Ezequiel Uricoechea (1834-1880) describe la tendencia radical e irreconciliable de las “pasiones” políticas, causa de dogmas y de camarillas de poder “anti-social”, como llamó a los grupos sectarios de uno u otro partido. Cofundador del periódico El Mosaico y miembro de la tertulia en sus primeras épocas, Uricoechea fue el naturalista y filólogo, científico y humanista más importante del siglo XIX republicano en Colombia. En correspondencia con Juan María Gutiérrez (1809-1878), y por interés de este humanista argentino, Uricoechea le hace saber sus apreciaciones sobre los malestares y vicisitudes de la política local. En 1876 y antes de empezar la guerra de las escuelas, que representó el inicio de la caída del proyecto radical y fue producto del levantamiento de clérigos y padres de familia por la implementación del sistema de educación laica, Uricoechea le comenta a Gutiérrez:  
“El que no está conmigo está contra mi”. Es el inicio de la frase con la que Ezequiel Uricoechea (1834-1880) describe la tendencia radical e irreconciliable de las “pasiones” políticas, causa de dogmas y de camarillas de poder “anti-social”, como llamó a los grupos sectarios de uno u otro partido. Cofundador del periódico El Mosaico y miembro de la tertulia en sus primeras épocas, Uricoechea fue el naturalista y filólogo, científico y humanista más importante del siglo XIX republicano en Colombia. En correspondencia con Juan María Gutiérrez (1809-1878), y por interés de este humanista argentino, Uricoechea le hace saber sus apreciaciones sobre los malestares y vicisitudes de la política local. En 1876 y antes de empezar la guerra de las escuelas, que representó el inicio de la caída del proyecto radical y fue producto del levantamiento de clérigos y padres de familia por la implementación del sistema de educación laica, Uricoechea le comenta a Gutiérrez:  


''Caro dice que va a tomar las armas –puede ser frase poética– porque en Bogotá se ha puesto la situación de tal modo que los conservadores retrógados (o ultramontanos) como él y los liberales no desean otra cosa sino exterminarse unos a otros. ¡Si al fin lo hicieran quedaríamos por un tiempo en paz! Pero ya verá U. cómo los instigadores recogen los lauros si triunfa su partido y si pierde no pierden ellos nada. ¡ Qué triste ver que un hombre de las dotes de Caro se meta en semejante zahurda.!<ref>Romero, Mario Germán. Epistolario de Ezequiel Uriciechea con Juan María Gutierrez. varios colombianos </ref>  (… ) Me parece tan deplorable y tan absurdo el que se maten los hombres, so pretexto de religión, porque unos creen y otros no unos tantos cuentos y tradiciones de la nación judía, que nada tienen que ver con nosotros, como se maten los pobres labriegos entre nosotros por la república, que ni ellos entienden ni es para ellos otra cosa que un azote continuo: los que con ella ganan son los pillos parlanchines. Amén .''<ref>Romero, Mario Germán. Epistolario de Ezequiel Uriciechea con Juan María Gutierrez. varios colombianos </ref>
''Caro dice que va a tomar las armas –puede ser frase poética– porque en Bogotá se ha puesto la situación de tal modo que los conservadores retrógados (o ultramontanos) como él y los liberales no desean otra cosa sino exterminarse unos a otros. ¡Si al fin lo hicieran quedaríamos por un tiempo en paz! Pero ya verá U. cómo los instigadores recogen los lauros si triunfa su partido y si pierde no pierden ellos nada. ¡ Qué triste ver que un hombre de las dotes de Caro se meta en semejante zahurda.!<ref>Romero, Mario Germán. Epistolario de Ezequiel Uriciechea con Juan María Gutierrez. varios colombianos y August Friedrich, t. XXV, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1998, U. 16, 179. </ref>  (… ) Me parece tan deplorable y tan absurdo el que se maten los hombres, so pretexto de religión, porque unos creen y otros no unos tantos cuentos y tradiciones de la nación judía, que nada tienen que ver con nosotros, como se maten los pobres labriegos entre nosotros por la república, que ni ellos entienden ni es para ellos otra cosa que un azote continuo: los que con ella ganan son los pillos parlanchines. Amén .''<ref>Idem.</ref>


Y en la misma carta:  
Y en la misma carta:  


(…) si los reyes son tiranos nada he visto más tiránico que estos menguados cabecillas de partido, que so pretexto de principios, (…) no le permiten a nadie ni raciocinar, ni pensar por si mismo, ni discutir por un solo instante los dogmas de su política. El que no está conmigo está contra mí, y con los míos con razón o sin ella, he ahí los dos grandes axiomas de nuestros politiqueros. Si esto pasa en el poder ejecutivo, el poder legislativo no le va en zaga. Es monstruoso el resultado que da un poder legislante e irresponsable; (...) más irresponsable tanto no es uno solo o un grupo determinado el que legisla a los ojos de la nación, sino la nación entera. ¿Y no sabe U. que para hacer pasar una ley monstruosa y anti-social, se forma un círculo de oposición al gobierno, el cual no teniendo una mira sino el no ser derrocado, acepta todo a trueque de que lo dejen mamar? Lo que está pasando hoy en Colombia (…)<ref>Romero, Mario Germán. Epistolario de Ezequiel Uriciechea con Juan María Gutierrez. varios colombianos </ref>  
''(…) si los reyes son tiranos nada he visto más tiránico que estos menguados cabecillas de partido, que so pretexto de principios, (…) no le permiten a nadie ni raciocinar, ni pensar por si mismo, ni discutir por un solo instante los dogmas de su política. El que no está conmigo está contra mí, y con los míos con razón o sin ella, he ahí los dos grandes axiomas de nuestros politiqueros. Si esto pasa en el poder ejecutivo, el poder legislativo no le va en zaga. Es monstruoso el resultado que da un poder legislante e irresponsable; (...) más irresponsable tanto no es uno solo o un grupo determinado el que legisla a los ojos de la nación, sino la nación entera. ¿Y no sabe U. que para hacer pasar una ley monstruosa y anti-social, se forma un círculo de oposición al gobierno, el cual no teniendo una mira sino el no ser derrocado, acepta todo a trueque de que lo dejen mamar? Lo que está pasando hoy en Colombia (…)''<ref>Idem</ref>  


Estas citas dejan ver el ambiente radical que atravesó la segunda mitad del siglo, mejor representado en la polarización de principios que se verán expuestos en las constituciones del momento.
Estas citas dejan ver el ambiente radical que atravesó la segunda mitad del siglo, mejor representado en la polarización de principios que se verán expuestos en las constituciones del momento.
===Entre el radicalismo liberal y la regeneración: constituciones, sociedad y sujeto moral.===
'''Constituciones y luchas programáticas.''' Con una diferencia de poco más de veinte años, las constituciones de 1863 y la de 1886, representaron las antípodas de la política en todo el siglo XIX. La Constitución de 1863 bautizó al país con el nombre de “Estado Unidos de Colombia” y se caracterizó, de manera general, por haber instaurado el federalismo mediante la creación de nueve Estados; dispuso el voto universal para hombres y le dio gran peso al congreso como representante del pueblo. También promulgó el Estado laico, es decir la separación de la iglesia y el Estado, y en consecuencia diseñó un sistema de educación pública y obligatoria para la infancia, que dejó la enseñanza de la religión por fuera de la responsabilidad del Estado, consagrando además libertades ilimitadas en varios aspectos de la vida social. 
Por su parte, la Constitución de 1886 de la “República de Colombia”-que modeló el país durante el siglo XX y fue derogada en 1991-, se erigió como una constitución confesional y le devolvió a la Iglesia las prerrogativas de organizar y dirigir la educación pública.  De carácter centralista, convirtió los Estados en departamentos, le dio gran peso al ejecutivo en cabeza del presidente (presidencialista) e instauró el sufragio limitado a la propiedad y el alfabetismo; por lo demás concretó la modernización del aparato estatal, aduanero y fiscal y contribuyó a integrar el país a la economía-mundo moderna.
'''Sociedad y sujeto moral.''' En este sentido ambas constituciones propusieron distintas visiones de la sociedad y la educación de los individuos en cuanto a su formación moral y sus competencias como ciudadanos. Los radicales liberales, apoyados en teorías positivistas -especialmente expuestas por el inglés Jeremias Bentham (1748-1832) y el francés Desttut de Tracy (1754-1836)-, concibieron la sociedad como una máquina perfectible por la ley, de allí que el poder legislativo adquiriera mayor importancia que el ejecutivo. Por su parte, el grupo de conservadores representados en la línea de Caro, apoyados en las teorías del derecho natural y las filosofías neotomismas, pensaron la sociedad como un organismo moral jerarquizado orientado naturalmente al BIEN, y en consecuencia, el peso recayó en la figura del ejecutivo como principal cabeza moral del Estado. 
A ambas nociones sobre lo social correspondió una idea distinta de la educación del futuro ciudadano. Los liberales pusieron énfasis en la educación de las ciencias útiles (matemáticas, técnicas y ciencias en general) que presuponían acompañar el desarrollo del capitalismo moderno, apuntando a un sujeto formado en la experiencia y regido por la duda cartesiana, concebido dentro del derecho positivo y las relaciones contractuales. Los conservadores en cambio (que también para no pocos liberales moderados), asumieron la idea de un sujeto formado en la fe, en la fuerza de lo no demostrable y sin embargo motor de lo humano, como el amor de Dios; un sujeto regido por el derecho natural y de moral universal innata guiada por los principios de fe, esperanza y caridad. Particularmente Caro mostraba su preocupación por una adecuada formación humanista que impidiera el advenimiento de lo que él nombraba como el darwinismo social.
Las diferencias tomaron cuerpo y se radicalizaron en torno a la discusión Benthamista, que puso en especial tensión la disputa por las nociones acerca de la naturaleza del Bien Social; las emociones de placer y dolor como motor de lo humano; la sociedad como un mecanismo causa efecto y el principio utilitarista del mayor bienestar para el mayor número. Según Bentham, eran las pulsiones de placer y dolor las principales motivaciones para la acción humana; según ellas el hombre buscaba felicitad, asimilada a la noción de lo útil como causa de existencia, donde el placer, la utilidad y la felicidad se alineaban del lado del Bien. En estos postulados Caro observó una perversa aberración que contravenía en todo las virtudes teologales y los principios de sacrificio y desinterés como causa de redención en la doctrina católica. De otra parte, el buen gobierno utilitarista debía regirse por un legislador pragmático anclado en el derecho positivo, mientras el buen gobierno conservador, ordenado según el derecho natural en el modelo hispano-católico, debía caracterizarse por el ejercicio de la autoridad paternalista. Finalmente, la apuesta democrática de Bentham con el voto universal y la consigna del “mayor bienestar para el mayor número” fue conjurada por Caro en la propuesta del voto censitario, limitado por la propiedad y el alfabetismo.
===La Querella Benthamista y “la cuestión de textos”. ===
Aunque el inicio de la Querella se produce en 1826 entre el liberal Vicente Azuero y el padre Francisco Margallo, fueron dos confrontaciones posteriores (1835-1836 y 1868-1870) las que alcanzaron un nivel de mayor conmoción social. Los enfrentamientos tuvieron siempre el mismo motivo, referido a la idea de introducir de manera obligatoria el tratado Benthamista en los colegios mayores -y posteriormente en la universidad nacional-; afectando el estudio de los tradicionales textos de derecho natural de tradición hispano-romana, con el consecuente desplazamiento de las humanidades clásicas como el latín, la filología o la retórica entre otras. Para 1870 Ezequiel Rojas, uno de los más destacados pensadores del liberalismo radical, propone al senado la adopción obligatoria de los textos de Bentham y de la filosofía de Tracy en la Universidad Nacional, este último conflicto, conocido como “La cuestión de textos”<ref>Saldarriaga Vélez, Oscar. “La cuestión textos de 1870: Una polémica colombiana sobre Los Elementos de Ideología de Desttut de Tracy”, Pensar el Siglo XIX. Cultura. biopolítica y modernidad en Colombia, ed. Santiago Castro Gómez, Universidad de Pittsburg, Pittsburg, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2004. En particular Saldarriaga señala esta disputa como una “querella de antiguos y modernos”.</ref> , llevó a Caro a refutar punto por punto toda la doctrina benthamista y la sensualista de Tracy.
A propósito de la propuesta y en los siguientes términos Caro comenta:
El senado liberalísimo de los Estados Unidos de Colombia acaba de declarar y pretende imponer a la juventud, por la fuerza, la infalibilidad del materialista Destutt de Tracy y del Epicuro inglés Jeremías Bentham (…) Una doctrina antipática a la inmensa mayoría de la nación, infame para quienes profesamos una fe religiosa, odiosa para todos los que no son ateos; una doctrina y unos autores que no están aceptados en ningún establecimiento de educación en Europa; una doctrina que solo ha tenido por sostenedores, entre los antiguos, a Epicuro y Lucrecio; apellidados puercos por sus contemporáneos; entre los modernos a Hobbes, Helvecio, D’Holbach y algunos otros ateos y materialistas (…) filósofos de segundo y de tercer orden (…) El doctor Rojas, vencido en la discusión, apeló al espíritu de partido, y el senado le ha dado gusto exigiendo como condición sine qua non para que un joven pueda recibir la educación que se da en la universidad, que se haga epicúreo con Bentham y materialista con Tracy. No importa que esa educación se costee con las contribuciones que paga un pueblo católico que tiene horror a Epicuro<ref>Caro, Miguel Antonio, Obras, t. I,  Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962, p. 422.</ref> .
En el mismo artículo y en breve reseña de la oposición contra el benthamismo, recuerda:   
El primero que tronó contra esas doctrinas aquí fue el eminente doctor Margallo, después el señor arzobispo Mosquera, a quien tampoco se atrevería nadie a llamar ignorante, y por fin, el Concilio Provincial, que de seguro no estaba compuesto de clérigos de misa y olla (…) Entre quienes no visten sotana, han impugnado el inmoral sistema los hombres de inteligencia más elevada, (…) Joaquín Mosquera, (…) Mario Valenzuela y los Ospinas (… ) El señor José Eusebio Caro los había precedido, y últimamente han escrito contra Bentham los señores Manuel M. Madiedo, José Joaquín Ortiz, Ricardo Carrasquilla, Miguel Antonio Caro, José Manuel Groot, entre los conservadores; [entre los liberales] Ricardo de la Parra, José María Samper y José María Rojas Garrido (…)
[aunque el mismo Caro comenta que Rojas Garrido había cambiado nuevamente de posición].
Pues bien, cincuenta años hace que el libro de Bentham está en manos de los estudiantes, y hasta ahora no ha producido un legista, ni una ley que pueda durar algunos años, y nuestras constituciones son defectuosas (…) En cambio, el sistema de Bentham ha formado algunos jueces venales y muchos politicastros corrompidos. Ya hemos dicho por qué se salvó en parte la generación educada bajo la administración del general Santander: entonces se aprendía la lección de memoria y no se razonaba; pero ahora que hasta los niños se han vuelto razonadores, las cosas no pasan del mismo modo<ref>Caro, Obras, t. I, 426.</ref>.
Finalmente, el rector de la universidad Nacional, para ese momento Manuel Ancizar, acompañado de una pequeña comisión en la que figuró José María Samper, conceptuaron que en un ambiente de libertad de cátedra no era lógico señalar como obligatorio ningún tipo de texto y menos considerando que a esas alturas se podían encontrar textos más actualizados sobre el tema, con lo que el tratado de Bentham y la filosofía de Traicy podían quedar como textos de referencia.
===Crisis y defensa de las humanidades clásicas: el Liceo Granadino y la Academia Colombiana de la Lengua.===
Una vez la Cuestión de textos fue resuelta y el tratado de Bentham relegado a un referente más dentro de las clases, se fortalecen en diferentes colegios los estudios de latinidad. De esta manera, Caro comenta con satisfacción:
Regocíjame sobre todo, y es motivo justísimo de parabienes, para la patria, ver que en este y otros establecimientos de educación los estudios clásicos se levantan del olvido y la postración al que la ignorancia y la barbarie los tuvieron relegados. La latinidad, la filología, la elocuencia, la poesía, la filosofía, todas las artes y ciencias, que designamos con el expresivo nombre de humanidades, renacen en estos planteles, aun no bien serenado el cielo de la patria (…) Los estudios literarios bien dirigidos, aun cuando no formen por lo pronto especialistas, agilitan el entendimiento y, comunicándole tino y perspicacia, le predisponen a todo género de ejercicios. Nuestra revolución de independencia ¿dónde fue a reclutar sus tribunos, sus magistrados y aun sus guerreros, sino en las universidades y colegios de la Colonia? ¿De dónde tomaba Camilo Torres ejemplos de sabiduría, de dónde sacaba las imágenes majestuosas con que engrandecía su estilo, sino de la historia griega y romana que aprendió en las aulas de humanidades?<ref>Caro, “Oración de Estudios”, Obras... 1375-1383.</ref>.
Sobre el estudio de las humanidades y citando a Horacio en sus opiniones sobre la decadencia de Roma, la preocupación de Caro se concretó en parte en el problema de la formación del carácter, y sus reclamos van a encontrar legitimidad de autoridad no solo en los autores clásicos sino en la propia historia de Roma, usada como un constante referente histórico para indicar la naturaleza de los progresos sociales o las causas de su derrumbe.
Horacio anunciaba en su tiempo la decadencia de Roma, porque veía que en las escuelas públicas sólo se daba importancia a las artes numéricas con menosprecio de los estudios liberales. Y nosotros, civilizados por el cristianismo, no podemos mirar con indiferencia que se vuelva al paganismo, y en él a un sistema reprobado por los mismos paganos de nobles sentimientos; que se considere enseñanza fundamental la de las operaciones de la aritmética, y secundaria y aun inconveniente, la de la religión; que se haga consistir la educación en recargar la memoria sin dirigir la voluntad; en ilustrar la mente sin formar el corazón; no podemos contemplar todo esto sin protestar contra los bárbaros novadores, sin presagiar la ruina de la sociedad moderna, con mucha mayor razón que la que tuvo Horacio para profetizar el derrumbamiento de la nación romana<ref>Caro, “Instrucción Laica”, Obras...1355 -1368</ref> .
Porque, fue cierto que para mediados del XIX y al calor de las nuevas proyecciones del país en materia económica y de los cambios de época, los padres de familia se preocuparon por darles a sus hijos una formación más práctica. En general las artes y los estudios latinos habían perdido interés y más aún después de la expulsión de los jesuitas en 1849 (por el gobierno liberal de José Hilario López), quienes desde la colonia habían sido los maestros naturales del latín y la formación tomista.
En este contexto, la formación del '''Liceo Granadino en 1856''' por José Joaquín Ortiz (1814-1892) y otros notables, representó un renovado esfuerzo desde lo privado por atender la cultura. Cabe recordar que fue Ortiz, reconocido latinista, quien acompañó a Caro en la controversia de la cuestión de textos, escribiendo en 1868 su famoso ensayo “Las Sirenas”, o refutación a Bentham.
Para el momento de su inauguración, el Liceo contaría con las secciones de Literatura, Ciencias Políticas, Ciencias Físicas, Música y Pintura y tendría como objetivo principal el ser “una reunión de hombres amantes de la ciencia i de las artes, que abandonando las mezquinas discordias de nuestros partidos políticos, van a cultivar con empeño aquellas materias, unidos por una fraternidad verdaderamente republicana, i animados por un mismo deseo de ilustrarse a si mismos e ilustrar a la Patria”<ref>''El Album'': periódico literario, científico i noticioso [Bogotá] Nº 9, 20 jul. 1856: 72 </ref> .
A pesar de su corta duración, el instituto fue reconocido en su época como un esfuerzo por incentivar la cultura en diferentes materias, especialmente la literaria. Para finales del siglo y en las páginas del Papel Periódico Ilustrado, Manuel María Carrasquilla recordaba la importancia del Liceo y la solemnidad durante su inauguración, a la que asistió lo más granado de la sociedad capitalina, incluidas algunas señoras y por supuesto los jóvenes más destacados de ambos colegios mayores.
Carecía la Nueva Granada de un instituto donde los cultivadores de las letras encontraran aliento para sus empresas y crítica ilustrada para sus publicaciones, y que favoreciera el desarrollo de la literatura nacional. Toca al señor Ortiz la gloria de haber provisto a esta necesidad con la creación del Liceo Granadino (...) La instalación del Liceo Granadino se verificó el 20 de julio de 1856, en el salón de grados de la Universidad. El local estaba adornado con banderas granadinas entrelazadas con los viejos estandartes castellanos, trofeos de la guerra de independencia. A los lados del solio en que presidía la sesión el doctor Mallarino, acompañado de los señores D. Joaquín Mosquera [Monseñor] y D. Lino de Pombo, se veía dos bustos, uno de Bolívar y otro de Santander, Llenaban el salón cuantos hombres figuraban entonces en la política, la milicia, la literatura, el arte y la ciencia; y en las galerías en anfiteatro presenciaba la fiesta lo más escogido entre las señoras bogotanas<ref>Carrasquilla, Rafael María. “Don José Joaquín Ortiz”. ''Papel Periódico Ilustrado'' [Bogotá] N° 28, 1 oct. 1882: 50-54.</ref> .
Es claro que se trataba de alentar a los jóvenes talentos en el cultivo de las artes y las humanidades dirigidas a enaltecer la cultura nacional, y de nuevo a la formación de un carácter modelado en la templanza y la modestia, según los preceptos clásicos de una justicia “Pura y Augusta” como el mismo Ortiz señaló durante su presentación.
¡Jóvenes que me escucháis! Permitidme un desahogo de patriotismo y de amor al dirigiros mis palabras y mis votos, (…) Hijos queridos de la patria, subid al capitolio con la oliva de paz en la mano y el culto de la verdad en el corazón. Apropiándome de las palabras de un ilustre romano a sus compatriotas seducidos por el lujo y los placeres en Capua y Tarento, os digo: Dejemos a los europeos sus dioses irritados; no demos al mundo sino ejemplos de templanza y de modestia, y así obligaremos a las naciones ricas de la tierra a tributar homenaje a la pobreza de los granadinos. ¡Justicia pura y augusta, noción intelectual de todo lo que hay de perfecto en el espíritu y en las aspiraciones de los hombres, que elevas el alma y alientas el corazón, yo te invoco! ¡Sé la antorcha que ilustre a nuestra juventud, para que haga triunfar definitivamente la libertad, objeto y fin último de tantos esfuerzos, de tantos sacrificios!<ref>Caro, Miguel Antonio, Obras Completas, t. IV, 261, citado por Díaz Guevara, ''La Vida de Don Miguel Antonio Caro'', Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1984, 53.</ref> .
A pesar de su corta existencia, el instituto fue un antecedente de primer orden para los proyectos literarios que vinieron después, incluido por supuesto el proyecto de los Mosaicos, quienes lograron consolidar el esfuerzo por acercar las letras nacionales a “la madre patria” y empezar a restituir el lazo original de unidad cultural representado en la lengua. En 1871 se inauguró la Academia Colombiana de la Lengua -siendo la primera en Latinoamérica-, convirtiéndose en un importante punto de referencia para la formación de otras academias en la región, como por ejemplo la argentina.
Entre los Mosaicos, sus principales mentores fueron José María Vergara y Vergara, José Manuel Marroquín y Ezequiel Uricoechea, acompañados por supuesto de Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo, cuyos trabajos se hicieron conocer en los grupos intelectuales de otros países latinoamericanos como Argentina. Fue ésta una de las tareas de Ezequiel Uricoechea, quien jugó un papel fundamental en el desarrollo de los trabajos de Caro y Cuervo. Por la correspondencia entre Uricoechea y Gutiérrez sabemos de los esfuerzos de Uricoechea para que su homólogo aceptara la postulación como miembro de la academia de Madrid, argumentando entre otras ideas la necesidad de sacar adelante el proyecto de un diccionario fuera de las manos más conservadoras que gobernaban las humanidades; de manera que Uricoechea le insiste y citando el caso colombiano le escribe:                   
Ya en mi anterior le dije a U. lo que pensaba de su carta a la Academia. Creo que U. y todos los hombres como U. deben contribuir con sus luces, con sus ideas y con su influjo a hacer un buen diccionario: U. debe trabajar en la reforma que cree conveniente en la Academia y no retirarle su apoyo, a menos que U. funde otra mejor. Esto de dejar la lengua en manos de un grupo sólo, tal vez político más bien que literario, es causa de que andemos como vamos; todos pues – y más los que tenemos las puertas abiertas – debemos reformar sino podemos fundar<ref>Romero, Germán. ''Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez''…, U. 17, 204.</ref> .
Aunque admirador de los trabajos de los colombianos, Gutiérrez no veía con buenos ojos el extremado carácter conservador de la academia de Madrid y lo que consideraba una verdadera reconquista cultural que ocultaba fines políticos. Así que Gutiérrez le contesta no, no y no; en un lenguaje crítico y descalificador sobre lo que para él representaba la academia de Madrid, Gutiérrez comenta:
Compare V. lo que saben y alcanzan sobre lenguaje castellano, esos americanos con lo que saben los madrileños y convendrá V. en que es exceso de generosidad el considerarnos por nuestra parte discípulos y meros caudatorios de semejantes figurones con pelucas hasta la cintura. (…) La de la lengua [se refiere a la Academia de Madrid], ha de mordérsela al ver que desde la falda de los Andes le llegan tan preciosos materiales y tan clásicas lecciones sobre materias de cuya exclusiva competencia se enorgullece con toda la toga de la ignorancia. (…) ¿No es picardía que esos hambrientos, necesitados de ciencias y cuartos, se presenten como obstáculo a los ilustrados y sanos propósitos de V. y de otros americanos en cuanto a libros docentes para la juventud sud-americana que por desgracia habla la lengua de Sancho Panza, que al fin también es esta la de Cervantes? ¿De que sirven las muestras de competencia que dan los miembros de la Academia de Bogotá, cuando se les calumnia de desconocer el arte de escribir en Español?<ref>Romero, Germán. ''Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez''…, G. 1, 216-218.  </ref> .
===La Comisión Corográfica y el país diverso.===
Y es que parecía que el único elemento de homogeneidad visible, para una nación en busca de rasgos de unidad, era la lengua, además de la religión que no todos profesaban, pero todos si, hablaban español, al menos aquellos incorporados dentro de la llamada vida social “civilizada”. Los primeros resultados de la Comisión Corográfica, realizada como sabemos entre 1850 y 1859, habían dejado claro tanto la diversidad geográfica como la diversidad racial, cultural y socio-económica de los pobladores del país. Realizada por encargo de los gobiernos liberales y bajo la dirección del ingeniero y militar italiano Agustín Codazzi, la Comisión se había propuesto hacer un mapa geográfico, de recursos naturales y humanos, para saber la realidad del país en términos de sus posibilidades y limitaciones, una información que le permitiera a los gobiernos establecer con mayor claridad para quiénes se estaba legislando, cuáles sus características  raciales y sociales y las posibilidades de su integración en términos políticos y económicos.
Vale la pena citar aquí una de las conclusiones de los trabajos más recientes publicados sobre la Comisión, por parte de la investigadora Nancy Appelbaum: “Antes que una nación unificada, la Comisión presentó una Colombia fragmentada en diferentes regiones, con frecuencia incluso enfrentadas, habitadas por diferentes “razas” y “tipos”, algunos mejores que otros. De esta manera la Comisión apuntalaba supuestos acerca de la superioridad de la población blanca y mestiza de las cordilleras, una idea que se remontaba, por lo menos, hasta los tiempos de la publicación del Semanario de Francisco José de Caldas a principios del siglo XIX. Esta jerarquía espacial y racial se reproduciría y refinaría en el discurso académico y popular a lo largo de los siglos XIX y XX”<ref>Appelbaum, Nancy, Dibujar la nación. La Comisión Corográfica en la Colombia del siglo XIX, Universidad de los Andes, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 2017, 320.</ref>. 
Y sería esta seguridad confirmada, sobre la jerarquía espacial y racial, como una jerarquía natural, un insumo básico para representar escrituralmente a la nación, mediante la descripción de cuadros de costumbres que no solo dieran cuenta de esta realidad diferencial sino también de las características morales de los diferentes grupos. Una literatura que ubicara el lugar de cada uno en esta jerarquía, indicando el lugar de los llamados a dirigir la sociedad según sus propias cualidades naturales y su linaje, anclado en la antigua noción colonial de “limpios de sangre” que, para mediados del siglo XIX, en la nueva república, era resignificada y encarnada en los “letrados”, quienes habían tenido acceso en razón de su condición de “blancos” a los principales colegios del virreinato y su tradición en las humanidades clásicas.
==El proyecto Mosaico==
Es en este contexto en el que debe inscribirse la creación del proyecto de los Mosaicos, dando paso al segundo punto, donde revisaré la conformación de la tertulia y el proyecto editorial encarnado en el periódico y la colección “Museo de cuadros de costumbres…”. Aclaro que, si bien el proyecto literario contó con una importante participación femenina, dejo de lado las mujeres en tanto no fueron reconocidas como agentes visibles de acuerdos políticos, aunque se sabe jugaron un papel fundamental en esta construcción. También precisar que del grupo Mosaico elegí para la charla y para este texto cinco casos que creo permiten visualizar de manera general la confrontación de enfoques diferentes y las transformaciones políticas de algunos de sus miembros. Cabe destacar que algunas veces el Mosaico ha sido visto como un grupo compacto y sin fisuras. Lejos de ello, allí convivieron diferentes perspectivas de mirada a la realidad y sobre el proyecto nacional. Luego se verá el papel asignado a la literatura como instrumento pedagógico y moralizante y su construcción dentro de los principios del modelo clásico, así como la construcción del Tipo social en el molde de una realidad jerarquizada.
===La tertulia y el proyecto editorial ¿quiénes somos? ===
Como se mencionó, este grupo de literatos se sintió comprometido con la formación de una identidad nacional, mostrando la consciencia histórica de quienes se concibieron a sí mismos como los legítimos constructores de los caminos que debía tomar el país, se trataba de edificar la nación colombiana. De esta manera nace 1858 el periódico “EL Mosaico” y con él las reuniones literarias que pronto se convirtieron en la tertulia de los Mosaicos. Las reuniones iniciales estuvieron conformadas por quienes en primera instancia dieron vida al proyecto del periódico: José María Vergara y Vergara (1831-1872), José Manuel Marroquín (1827-1908), Ricardo Carrasquilla (1827-1886), José David Guarín (1830-1890),  José Joaquín Borda (1835-1878),  Ezequiel Uricoechea (1834-1880) -quien se sumó en su doble condición de científico y filólogo para formar la sección científica- y Eugenio Díaz (1803-1865) quien con su novela Manuela -considerada por Vergara y Vergara<ref>Como sabemos fue Vergara y Vergara el principal gestor de la preocupación por rescatar la producción literaria que desde la colonia se había realizado en las nuevas tierras, y que fue concretada parcialmente en su obra: ''Historia de la Literatura de la Nueva Granada''.</ref>  como la primera novela nacional-  ofreció la disculpa para iniciar el proyecto con una novela por entregas.
Pero, cabe aclarar, no todos los iniciadores del periódico fueron miembros de número de la tertulia; fue el caso de Eugenio Díaz (claramente separado por su condición de campesino ilustrado y sus posiciones políticas de corte socialista) y Ezequiel Uricoechea (auto-distanciado por su pensamiento científico de corte positivista y muy liberal). De las tres etapas mencionadas del periódico (1858-1860; 1864-1865 y 1870-1872), fue la segunda la que alcanzó un mayor grado de gestión literaria, propiciando para 1866 la consolidación del primer compendio de cuadros costumbres, buena parte acopiados de las páginas del periódico; se trató de la edición en dos tomos del Museo de Cuadros y Costumbres, Variedades y Viajes, como la primera colección de cuadros que mejor representaba los diferentes “tipos” humanos que poblaban el país. De seguro la selección de los cuadros fue objeto de no pocas reuniones de tertulia. Se sabe que la tertulia estuvo activa en 1886 y que, presumiblemente, dejó de reunirse de manera definitiva en 1888 con la muerte de José María Samper, uno de sus principales gestores.
'''Cinco semblanzas mosaicas.''' Siguiendo el espíritu apartidista, a la tertulia se sumaron hombres de ambos partidos en diferentes momentos, a decir verdad, más hombres del partido conservador que del liberal y los liberales como José María Samper fueron tornando al redil de las ideas conservadoras, mientras otros, particularmente el caso de Isaacs, venido de las toldas conservadoras terminó combatiendo en las filas del liberalismo radical en defensa del proyecto federal. En este sentido e incluyendo los casos señalados, de manera breve se mencionarán cinco ejemplos que dejan ver las diferentes aproximaciones al proyecto y las transformaciones políticas de algunos de sus integrantes como Samper e Isaacs. 
'''José Manuel Marroquín (Bogotá, 1827-1908)''' Nacido y muerto en Bogotá, bien puede representar las ideas más conservadoras del grupo. De tradición hacendaria y educado por los jesuitas, fue prolífico escritor, poeta y reconocido educador; se caracterizó por sus estudios de gramática y ortografía. En 1900 protagonizó Marroquín el golpe de Estado que radicalizó el curso de la regeneración y llevó al país a la guerra de los mil días e indirectamente a la pérdida de panamá. En sus escritos proclamaba cuando podía su condición de bogotano “raizal”, como la ciudad que cumplía la función civilizatoria que en su tiempo había hecho Roma.  De la forma como valoraba su tradición familiar, enraizada con la más profunda tradición hispano católica, nos dice en su autobiografía:
De tal modo me dominan el respeto y el amor a mis mayores, que creo sentir que ellos son los que viven en mí, o que yo soy un ser en quienes ellos se han trasfundido. No me hallo en mi centro sino viviendo en donde ellos vivieron y usando de las cosas de que ellos usaron. Quisiera que en mi casa todo fuera reproducción o copia fiel de lo que era la casa de mis abuelos. Nada es para mí más disonante que los usos nuevos que por inevitable necesidad de la época se introducen en casa<ref>Marroquín, José Manuel. ''En familia'', Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1985, p. 313. </ref> .
Su carácter severo se deja ver en esta corta frase autodescriptiva “En todas las cosas veo la parte real y positiva; sobre todo la parte que pueda tener de flaqueza humana”<ref> Marroquín, José Manuel. “Autobiografía, o sea Confesión General de J. M. Marroquín”, ''En familia…313''.</ref> , tan diferente de Vergara y Vergara, de quien se decía que tenía el don de ver lo mejor en otros. En el Papel Periódico Ilustrado tuvo Marroquín oportunidad de recordar los inicios del periódico en los términos que siguen:
Vergara, Carrasquilla, Borda, Guarín y yo redactábamos el Mosaico por divertirnos, y sin curarnos del público, ni de si habría ó no suscriptores. No se nos daba un ardite de que abundaran o faltaran materiales para cada número del periódico, descuido que el señor Cualla, que era la bondad en persona, llevaba en paciencia, no obstante ser el empresario, al mismo tiempo que el impresor<ref>Marroquín, José Manuel. “Cartas importantes. Seudónimos”, ''Papel Periódico Ilustrado'', Bogotá, núm. 74, 1° de septiembre de 1884, 21. </ref> .
'''Ezequiel Uricoechea (Bogotá, 1834-Beirut, 1880).'''  Liberal de tendencias radicales, muere a la edad de 46 años siendo profesor de Árabe en la universidad de Bruselas. Reconocido en los medios intelectuales europeos como uno de los principales naturalistas y filólogos americanos, fue el científico más importante del siglo XIX republicano en Colombia. Amigo entrañable de Rufino José Cuervo, por quien mantuvo una nutrida correspondencia intelectual con Miguel Antonio Caro, su antítesis en pensamiento político.
Entre sus distintos trabajos vale la pena destacar que en 1854 Uricoechea escribió el primer texto que inauguró la arqueología en Colombia e hizo grandes esfuerzos por crear una sociedad de naturalistas promovida a través del periódico, la cual se extinguió con su partida y por falta de apoyo.  En una carta escrita a Caro el año de su muerte, le deja saber su gran sentimiento de frustración respecto de los esfuerzos invertidos en su tierra:
Veo también que pocos recuerdos he dejado allí de mis trabajos, por lo que escribe el biógrafo de Vergara sobre el Mosaico [se refiere a Carlos Martínez Silva], que en casa se reunió por segunda vez, habiendo sido la primera en casa de Santander, y por el periódico que trabajé de más de una manera. Igual negligencia noto en su discurso a fin de exámenes. (…) ¿Le parece a este señor que no hice nada por introducir las ciencias y revivir el amor al estudio de ellas? ¿De dónde salen los naturalistas que hay hoy allá sino de mis clases? O es muy olvidadizo dicho señor, o ignora la historia de nuestros estudios, o… no me tiene buena voluntad. ¡Triste cosa es verse tan olvidado uno cuando ha dedicado gran parte de su vida en pro de los demás, junto con algunos miles de pesos! Así pagan nuestros compatriotas<ref>Romero, Germán, ''Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Rufino José Cuervo,'' Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, vol. 1, (xxxvii, 340 p.), 1976,  U. 71, 299. </ref>.
Sobre sus preocupaciones en torno a la construcción de un conocimiento propio sobre la América Española y en carta dirigida a su homólogo argentino, Uricoechea escribe:
Es cierto que tenemos en nuestra América campo suficiente para llenar de gloria al más ambicioso, pero estamos tan desunidos, tan incomunicados que ni siquiera nos conocemos” [y prosigue a señalar la falta de un público crítico y la necesidad de superar ciertos hábitos culturales de rivalidad, por no decir envidia]. “Si no hay público ¿cómo puede el escritor remontarse? (...) Hay que formar un público americano, y si pasamos la vida en éxtasis delante de los ídolos que nos mandan los europeos -de oro fino y de oro más que bajo- enseñar a nuestros ciudadanos a dedicar siquiera un minuto a conocer a nuestros hombres. Pero qué, si nosotros mismos comenzamos por desdeñarnos unos a otros, y no hay autorzuelo, que no crea rebajarse si alaba a un compatriota. Aquí fabrican grandes hombres el día que a los periodistas se les antoja. No hay mas que gritar a los cuatro vientos de París, fulano es un grande hombre y el mundo lo repite… “et le tour est fait”, como diría un jugador de manos. A nosotros nos falta ese empuje, pues creo que heredamos esa cualidad española que un antiguo prelado representaba: los franceses sirvieron de escalón y ayudando con todas sus fuerzas a levantar a un hombre, y los españoles todos cogidos unos de otros y colgados de las piernas y ropa de una pobre víctima que se había atrevido a subir un poco, con el objeto (ellos) de bajarlo del puesto que ocupaba. Así somos, o mucho me equivoco<ref>Romero, Germán, ''Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez''..., U. 17, 206.</ref> .
Con esta reflexión Uricoechea expresa algunas de las preocupaciones que lo acompañaron a lo largo de su vida. La búsqueda de una mirada propia para América fuera de los lentes españoles; su empeño obsesivo por publicar, tanto para difundir e intercambiar el conocimiento en distintas materias, como por la convicción de que era necesario educar un público que estimulara la producción de conocimiento, y la contribución en la formación de individuos con espíritu crítico, que se atrevieran a pensar fuera del dogma religioso. También su preocupación por establecer una relación de pares entre los ambientes intelectuales del viejo y el nuevo continente y el fortalecimiento de espacios de estudio especializados. Estos propósitos no sólo se lograban a partir de las publicaciones sino también con una activa correspondencia personal con diferentes colegas.
Por último, y respecto de la posición política de sus colegas literatos conservadores le comenta a Gutiérrez algunos de los rasgos que más adelante podrán apreciarse en el proyecto regenerador, la defensa de los principios católicos en el molde romano:
Los defectos de Caro son conocidos y creo que él mismo no los desconoce pero quiere a todo trance levantar la lengua a alturas cervantinas y tal vez nos lleve al oscurantismo. La intención es buena pero los medios tal vez no adecuados. Pertenece a esa escuela de neo-católicos que con Vergara y otros se propusieron sostener la lámpara de la fe romana – que no cristiana – en Colombia y son los únicos que U. conoce. Tenemos otros que no les van en zaga y de otras ideas enteramente opuestas<ref>Romero, Germán, ''Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez''…, U. 12, 179.</ref> .
'''Eugenio Díaz (Soacha, 1803-Bogotá, 1865).''' Nacido en Soacha, a la que designaba como “Soacha mi patria”, y educado en el San Bartolomé, Díaz hizo su vida unas veces como propietario y otras como mayordomo y en todo caso como campesino en las tierras calientes del valle del Magdalena. Es allí donde Eugenio Díaz se dedicó a escribir. Su novela Manuela fue considerada por Vergara como una obra verdaderamente nacional, porque venía del pueblo, de un hombre de ruana que en una historia sencilla y llena de colores, instalaba la crítica social y promovía el socialismo católico. A pesar de esto o tal vez por esto, Díaz no fue considerado como un literato de altura, las difíciles realidades de cosecheros, arrendatarios e indígenas que Díaz describía en sus obras eran consideradas de mal gusto para la mayoría de los contertulios mosaicos.  Se puede ver, como bien lo expresó Marroquín, que “(…) aunque la idea de fundar el periódico nació de una conversación entre él y Vergara, y aunque siempre se pensó destinar columnas para los escritos de D. Eugenio, él no estuvo nunca en la categoría de aquellos redactores á quienes los impresores ó los empresarios consideran obligados á dar materiales”<ref>Marroquín, “Cartas importantes…”, ''Papel Periódico''… 21.</ref> .
Es evidente que gente como él no tenía calidad de miembro de las tertulias, “no conocía las costumbres urbanas” -dice Martínez Silva-, de manera que sus descripciones en esta materia eran “deplorables”:
Obra plagada de defectos y lenguaje por todo extremo incorrecto; de estilo vulgar y desaliñado; y la narración interrumpida a cada paso por disertaciones trivialísimas sobre política y moral<ref>  Martínez Silva, Carlos. “José María Vergara y Vergara” en ''El Repertorio Colombiano,'' Bogotá, jul.-dic., 1879, 387. p. 386.</ref>” . Por fortuna allí estaban Marroquín y Carrasquilla, y especialmente Vergara, quien “refundió el capítulo de la “Muerte de Rosa”, y, conservando el estilo de “don Eugenio” arregló el desenlace… De manera que la obra vino a quedar bastante buena, para que en ello brillara el raro ingenio del autor, sin que se descubriese mucho su falta de letras y de gusto<ref>Idem.</ref> .
Elisa Mujica, tal vez la primera escritora en señalar la importancia de la literatura costumbrista como valiosa fuente de investigación histórica y, comentadora profunda de la obra de Diaz, señala: 
(…) al hombre de Soacha lo rechazaban los radicales, que eran los socialistas de su época, a quienes incomodaba el apelativo de católico, justo al lado del de “socialista”, y a la inversa les sucedía a los conservadores y católicos, que jamás aceptarían otro mote. No obstante, la posición de don Eugenio reflejaba fielmente las meditaciones del cristiano y del patriota que había compartido desde los inicios de la república los trabajos y las decepciones de la gente común<ref>Mujica, Elisa. “Prólogo”, Novelas y Cuadros de Costumbres, t. I, Eugenio Díaz, Procultura, Bogotá, 1985. Para esta autora fue quizás Díaz el primero en introducir la denuncia social y una propuesta política en la literatura de costumbres, la de promover el socialismo católico, p. 12.</ref> .
'''Jorge Isaacs (Cali, 1837-Ibagué, 1895).''' Sobre las transformaciones políticas y la forma como el grupo acogió a los jóvenes talentos de la provincia bien vale citar el caso de Isaacs, quien inició su vida política en las ideas conservadoras para terminar defendiendo el proyecto del liberalismo radical. Introducido a la tertulia por Vergara y Vergara, Isaacs comenzó su carrera de reconocimiento como poeta, para convertirse en pocos años en el autor de la obra romántica más destacada del siglo XIX, “María”, la cual fue inicialmente proyectada como obra de teatro y, gracias a las sugerencias de sus nuevos amigos, convertida en novela. La descripción de la noche en que fue descubierto para el círculo literario quedó consignada en el prólogo al libro de poesías de Isaacs, publicación financiada por el grupo:
En una de las últimas noches de mayo, estábamos reunidos en casa de uno de nosotros y esperábamos oír leer las poesías de un joven, cuyo nombre nos era hasta entonces apenas conocido. Leída la primera composición, experimentamos dos sentimientos: de admiración el primero, admiración semejante a la que produce la vista de una de las magníficas auroras del Cauca. De temor el segundo, al pensar que aquellas armonías que tan dulce nos habían parecido, podían quizá desvanecerse, que la inspiración del poeta pudiera haber sido fugitiva. Pero nuestra admiración creció, y la lectura de las otras composiciones disipó nuestro temor. Entusiasmados al fin, ofrecimos al inspirado joven las sinceras simpatías de nuestros corazones expresadas en fervorosos elogios. Dímosle cuanto podíamos darle; devolvímosle ahora impresas las poesías que entonces nos leyó firmando no una recomendación, que para tanto no nos creemos competentes, sino una carta de introducción para el público: a este toca juzgar el mérito del libro que le presentamos. J. M. Samper, J. Manuel Marroquín, Ezequiel Uricoechea, Ricardo Carrasquilla, Aníbal Galindo, Próspero Pereira Gamba, Diego Fallón, J. M. Quijano O., Rafael Samper, Teodoro Valenzuela, J. M. Vergara y Vergara, Ricardo Becerra, Salvador Camacho Roldán<ref>Liévano Reyes, Roberto, “Tertulias Literarias en Santafé y en Bogotá” en ''El Gráfico'', Bogotá, núm. 375, 20 de octubre de 1917, p. 196.</ref> .
Del reconocimiento que sentía Isaacs para con el grupo, escribe el propio autor vallecaucano en carta dirigida a Martínez Silva:
No, no me he olvidado de los buenos amigos que dejé en Bogotá; yo creía que así debían suponerlo, y usted me hizo mal en desengañarme. Olvidarlos! ¿Y qué he encontrado aquí que pueda sustituirme tales afectos? ¿Qué hombre ha estrechado en esta tierra mi mano como usted, Caro, Cesar, Carrasquilla, Samper, Vergara, Silva, Pombo y Quijano la estrechan? (...) Olvidarlos! En Bogotá, patria de mi alma, ¿no fueron usted y ellos mi familia? ¿Qué era yo en 1864? A quiénes debo mi posición actual? ¿A quiénes deberán mis hijos llevar un nombre menos oscuro ya?<ref>Martínez Silva, Carlos, “José María Vergara y Vergara” en ''El Repertorio Colombiano'' … 387.</ref> .
'''José María Samper (Honda, 1828-Anapoima, 1888).''' Reconocido escritor y político de la segunda mitad del siglo y militante del liberalismo, terminó su carrera política defendiendo las ideas conservadoras en apoyo al proyecto regenerador. En sus conocidas memorias, tituladas “Historia de un Alma”, Samper nos deja saber el carácter de las transformaciones políticas de algunos hombres del momento; sobre Francisco de Paula Santander comenta:
Nada más curioso que el estudio de las transformaciones morales y de doctrina que han experimentado nuestros hombres públicos y partidarios políticos, durante el medio siglo transcurrido de 1830 a 1880. (…) Aquellas transformaciones, que han dado a nuestros partidos y a su política la más heterogénea combinación de ideas y personas. [Y más adelante puntualiza]: Con el tiempo, cuando conocía por lecturas y conversaciones la vida de Santander, y comprendí la verdadera índole y las tendencias de los dos grandes partidos que existían en aquel tiempo, me convencí de que si aquel personaje, como hombre de gobierno, había sido, en calidad de émulo y antagonista del Libertador, jefe del partido liberal y había modificado mucho sus ideas de 1828 a 1840. Creo firmemente que, si hubiera vivido diez o quince años más, habría acabado por ser el jefe del verdadero conservatismo neogranadino<ref>Samper, José María, “Bogotá y la Universidad” en ''Historia de un alma'', Kelly, Bogotá, 1946.</ref> .
De otro lado es importante señalar las influencias que cita Samper en su propia transformación, la cual confiesa tuvo que ver mucho con las conversaciones con uno de los mosaicos más reputados, Ricardo Carrasquilla, quien lejos de la política fue destacado educador y mentor en su colegio de las humanidades clásicas y quien como el mismo Samper comenta “tenía el don de inducir a la meditación”. A propósito de la semblanza biográfica que sobre Ricardo Carrasquilla y en el Papel Periódico Ilustrado realiza Samper, nos deja saber de qué manera afectó su decisión de cambiar a las filas del partido conservador:
Oí muchas veces a Carrasquilla en reuniones íntimas, ya disertando sencillamente sobre moral y religión, (…) Y luego ¡qué aptitud para inocular sencilla y dulcemente la verdad! Carrasquilla tenía el don de inducirlo a uno a meditar, con diez minutos de conversación más que un libro entero… En tiempos en que yo era cristiano puramente platónico, mejor dicho, incrédulo, jamás argumentación alguna penetró tan hondamente en mi alma, como las que me hizo Carrasquilla; eran penetrantes, cuando no contundentes<ref>Samper, José María, “Ricardo Carrasquilla” ''en Papel Periódico Ilustrado'', Bogotá, núm. 107, 1° de enero de 1887, 165.</ref> .
Cabe señalar en el mismo texto y sobre las virtudes de Carrasquilla, las cualidades que Samper destaca como modelo del buen católico, haciendo énfasis especial en la cualidad del sacrificio, en consecuencia, Carrasquilla se reputaba acérrimo enemigo del utilitarismo. También destacar cómo estas cualidades católicas fueron ajustadas al modelo clásico en los principios de verdad, belleza y bondad, incorporados también al carácter de los sujetos. 
[era Carrasquilla] miembro de la más alta nobleza de Colombia, (…) Pertenecía por su sangre y por afinidad, a la aristocracia del SACRIFICIO: la de los hombres de alma grande y levantado carácter que fundaron para sus descendientes, que no para ellos, una patria libre. (…) Casi todo lo que supo, que no fue poco, lo aprendió enseñando (…). Así, en su escuela enseñó lo que sabía: enseñó lo que era Dios; y aprendió lo que más importa aprender en la tierra: la ciencia y el arte de sufrir, esperar y pensar<ref>Samper, “Ricardo Carrasquilla”, ''Papel Periódico…'' 162-163.</ref>” .
Y en otro aparte: “Dios era su ciencia, el DEBER su ley suprema y su programa, y de estos principios, más que de los libros, los sacaba y deducía todo (…) Carrasquilla no fue hombre político, ni jamás figuró en la política militante (…) Y con todo, nadie veía más claro que él a través de las tinieblas de que el espíritu de partido rodea las verdades morales y políticas (…) Para él no había verdad, ni belleza, ni fuerza, ni fecundidad, ni vida, donde no había moralidad; (...) Era el ardiente adversario del utilitarismo, pero adversario de una pieza, sin casuismo ni reservaciones de sectario. Hombres hay que combaten con muchos argumentos el utilitarismo, y claman contra la doctrina del interés, pero proceden como utilitaristas cuando piensan que así puede convenir a su causa; y tienen bastante elasticidad moral para contemporizar con graves faltas, y aun con el delito, porque "así conviene, según las circunstancias". Carrasquilla no admitía este casuismo: el deber era siempre su regla, y las circunstancias un sofisma<ref>Samper, “Ricardo Carrasquilla”, ''Papel Periódico''… 165.</ref> .
===La Patria y el proyecto editorial: periódico y colección. ===
En la propuesta de una imagen de “patria” o proyecto dirigido a construir la imagen de una comunidad cohesionada sobre la base de compartir valores culturales y morales similares, y en resonancia con prácticas de participación política ordenadas, el grupo se propuso describir los valores culturales, empezando por la historia compartida, acaecida en un escenario geográfico concreto, el rico territorio neogranadino; así también los valores que caracterizaban la patria moral y el proyecto político que debía encarnarla. De manera que, además de un proyecto de identidad basada en principios de orden hispano católico, se propuso un proyecto político antibenthamista (por asociación al radicalismo liberal), articulados y legitimados ambos en la unicidad simbólica de un espacio geográfico concreto y la idea de un pasado común, representado para empezar en la lengua.
En este sentido quiero centrar la atención sobre los propósitos del proyecto literario expuestos en sus editoriales, especialmente la editorial del primer número del Mosaico en el 59 y la editorial del museo de cuadros. La primera editorial del periódico, escrita por José Joaquín Borda, deja clara las rutas y los principios sobre los que se construirá la imagen de patria. De esta manera se destacan los siguientes apartes:
(...) hacer de El Mosaico una reunión de escritos nacionales en ciencia y literatura, que venga a ser, andando el tiempo, los anales de nuestra historia literaria. El pueblo de Nueva Granada determinará si apoya o no esta idea (...) Hagamos un tono interesante, formemos un monumento nacional<ref> “A nuestros abonados”, El Mosaico, Bogotá, núm. 50, 17 de diciembre de 1859, 397. </ref> .
[Combatir] El siglo del egoísmo i del oro, el siglo de las pesas i las cifras (…) el espíritu de positivismo (…) no es por ventura un abismo inmenso que absorve i devora sin cesar i para siempre esas hojas fugaces que llevan en su seno los pensamientos del jenio, los sentimientos de mil corazones jenerosos? I nosotros, soldados mas que débiles de la gloriosa multitud que lucha en todo el globo por ensalzar el pensamiento humano<ref> “Editorial. El Mosaico”, El Mosaico, Bogotá, núm. 1, 24 de diciembre de 1858,1 </ref> .
...nuestra patria es totalmente desconocida en su parte material i moral no solo de los extranjeros, que a causa de la ignorancia nos desprecian como a una turba de bárbaros; sino lo que es mas triste, es desconocida de sus mismos moradores... A nosotros nos toca trabajar con ahinco por hacer conocer el suelo donde recibimos la vida... A nosotros nos toca el elogio de las grandes acciones, la pintura de nuestros usos i costumbres…<ref> Idem. </ref> .
Pocos son tal vez los que saben cual fué el aventurero, que blandiendo con una mano la espada, echó con la otra las primeras hojas de palma y colgó su armadura donde tres siglos después vino a mecerse nuestra cuna (...)[El mismo territorio que vio nacer] una jeneración vigorosa i altiva que se levantó para vengar la antigua raza(…) [y liberar la nueva patria ganada, héroes que] duermen en ignorada fosa sin mármoles ni bronces,(…)[cuyas] hazañas existen apenas en la memoria de los contemporaneos que los han sobrevivido<ref> Idem. </ref>.
… una tierra que por su situación jeográfica está llamada a ocupar un puesto muy elevado entre las naciones, que mui pronto tal vez será teatro de crímenes y sangre; pero que después será un foco de riqueza i civilización…” Rica en “…los recuerdos orijinales i poéticos de los primitivos habitantes de interesantísima fisonomía social, notables por su relijión, por sus costumbres, por sus adelantos".
A los que estamos separados de esa lucha encomiosa de las pasiones públicas (…) nos toca también, aunque indirectamente, despertar esa multitud de corazones jóvenes, llenos de sávia i de vigor, que solo necesitan de una mano que los impulse para estallar en himnos inmortales, de una palestra en donde puedan recoger guirnaldas vistosísimas (…) Las cuestiones políticas y los odios personales los dejamos para mejor ocasión (…)<ref> Idem. </ref>
El campo literario debía empezar por sostener la propuesta moral en contra de un siglo materialista, utilitarista y sensualista, a la vez que señalara la identidad como un producto natural del pasado hispano-católico. Lejos de la leyenda negra, partía de reconocer la conquista como una obra civilizatoria y la independencia como un mito fundacional para la nueva república, dignidades suficientes para que “no nos desprecien como a una turba de bárbaros”. Sucesos acaecidos en un territorio valorado a la vez por su riqueza y como el escenario de los sucesos históricos que definieron el lugar de su cuna, más no su origen de sangre. Un suelo del que los indígenas hicieron parte como un recurso natural y exótico, necesario para ennoblecer la acción del conquistador, cuya llegada había dado nacimiento a la patria moral. Por último, el propósito de superar las fracturas políticas que impedían el adelanto de cualquier proyecto con fines de integración social, particularmente este que pretendía formar consenso. 
Por su parte, en el prólogo del Museo Cuadros de Costumbres, escrito por Marroquín, se da cuenta de la continuidad de propósitos indicando que la idea de la colección se había gestado seis años atrás, coincidente con la segunda época del periódico. Acto seguido explica en tono irónico la imposibilidad del nombre de la colección debido a los cambios constitucionales que negaban o exaltaban los procesos históricos, de exgranadinos a colombianos, en los cuales, y dado que se esperaba que la colección llegase al conocimiento de los europeos, se trataba de “evitar” posibles confusiones con otros nacionales. Que una cosa era Colombia primitiva, compartida con “las costumbres de los vene¬zolanos y de los ecuatorianos” y otra bien distinta las costumbres “de los que éramos neo y ahora somos ex granadinos”, frase con la que instala con claridad una pregunta por la identidad política de quienes no son iguales. De esta manera se lee:
Nuestra idea de publicar una colección de artículos de costumbres de los muchos que están esparcidos en nuestros periódicos, no es cosa del otro jueves. Sobre seis años hace que la concebimos, y al tiempo de la concepción y sin aguardar al nacimiento le buscamos nombre a lo que había de nacer. Este nombre prematuro era el de «Los granadinos pintados por sí mismos» (…) En efecto cuando pusimos por obra el antiguo proyecto de formar esta colección, ya los granadinos no éramos granadinos, ya no había granadinos, y por consiguiente el nombre que teníamos prevenido venía mal a la obra (…) Hubiéramos trocado aquel nombre por el de «Los colombianos pintados por sí mismos», y habría quedado remediada la inexactitud; pero es el caso que este libro puede ir a Europa (¿quién tiene en nuestros días suerte tan mezquina que no pueda hacer su viajecito al otro lado del charco?), y como los señores europeos están tan atrasados en cuanto a nuestra historia y nuestra geografía, que hasta ahora empiezan a hacerse cargo de que en estas Indias Occidentales hay algo más que indias e indios y de que en ellas ha existido la Colombia primitiva, si llegasen a ver dicho título, nadie podría quitarles de la cabeza que la obra contenía descripción de las costumbres de los venezolanos y de los ecuatorianos juntamente con las de los que éramos neo y ahora somos ex granadinos. (…) Y como al fin y al cabo no habíamos de dejar a nuestro libro sin nombre, (…) nos dijimos: pongámosle «Museo de cuadros de costumbres», y salga el sol por Antequera<ref> Los editores, “Prologo”, ''Museo de Cuadros de Costumbres'', t. I, 1-4</ref> .
Igualmente, la editorial apuntaba con claridad su propósito de dar a conocer en el contexto de su propio paisaje “las figuras humanas que se ven en el vasto cuadro que forma nuestro libro…, y que han de servir para dar a los que no nos conocen alguna idea de lo que somos y de lo que hemos sido”<ref> Idem. </ref> . Más allá de señalar diferencias nacionales, el proyecto se dirigirá a realizar una taxonomía socio racial, política y moral, sobre los moradores del territorio ex granadino. Descripciones literarias donde los diferentes tipos sociales debían tener cabida para construir una imagen de lo nacional en términos del reconocimiento común de un pasado hispano y católico, como principales fuentes de civilidad.  Se trataba también de formar un público y de configurar un discurso pedagógico sobre las buenas costumbres, morales y políticas, que debían caracterizar la nueva sociedad “republicana”.
Por último, su deseo manifiesto de dedicar la obra a los europeos españoles, por lo que “hubiéramos querido ajustarnos rigurosamente a los preceptos de la Academia (…) imposibles de seguir en el régimen de los Estados Unidos de Colombia… Mal que quedaría remediado cuando se multiplicaran las relaciones literarias con la madre patria”, que en verdad no tuvieron mucho que esperar pues seis años después se fundó la Academia de la Lengua.
===La literatura de costumbres y el dispositivo clásico. ===
Expuesto con claridad el propósito y el contenido, quedaba por precisar la estrategia y las formas estéticas de narración, que a su vez definirían la interpretación de la realidad y la construcción de los tipos humanos en el canon estético de Verdad, Belleza y Bondad; Orden, Unidad y Armonía; que comprendían los principios del arte clásico que tenía por finalidad una función pedagógica moralizante, sobre la base de que transformar la narración era el primer paso para transformar la realidad. El arte no sólo debía mostrar la realidad por medio de su imitación sino embellecerla en el sentido de cómo debía ser vista e interpretada.
“La humanidad tiene sus vicios. Lo verdadero, lo bueno i lo bello, esa trinidad de los
antiguos, no existe sino con la carga inevitable de proyectar la caricatura (…)”, es lo que dice
Lamartine en el artículo titulado “Literatura Muérgano…”<ref> “Literatura Muérgano. Apéndice de las lecciones de literatura por M. Lamartine”, (traducido del francés), en ''El Mosaico'', Bogotá, núm. 4, 18 de febrero de 1865, 25. </ref> . Siguiendo a Lamartine, los
editores del Mosaico consideraron la literatura como el gran campo que abarcaba todas
las humanidades. Por qué, “¿Qué es la literatura?”, se pregunta Agripina Samper en 1860:
No conocemos acaso una palabra de mayor latitud que esta. La palabra literatura (dice Lamartine) comprende, pues, en su significación más universal, la religión, la moral, la filosofía, la legislación, la política, la historia, la ciencia, la elocuencia, la poesía: es decir, todo lo que santifica, lo que civiliza, lo que enseña, lo que gobierna, lo que perpetúa, todo lo que encanta al género humano<ref> Samper de Ancízar, Agripina (Pia Rigan), “Sofía. Romance neo-granadino”, en ''El Mosaico'', Bogotá, núm. 22, 6 de junio de 1860, 170. </ref> .
Se pensaba la literatura como la guía natural para el desarrollo espiritual de los hombres. Útil para las transformaciones de la propia intimidad y para un mejor desempeño de su vida en colectividad, su vida pública. “¿Podremos dudar de que sea útil para la moral ¿Podremos dudar de que sea útil y casi necesaria, para el adelanto de eso que llaman las masas…? (…) Para nuestros hermanos, para los hombres que forman una misma sociedad con nosotros, y que por causa de sus mismos empleos no han podido emprender sólidos y metódicos estudios…?”<ref> Borda, “Formas Poéticas” en ''El Mosaico'', Bogotá, núm. 4, 29 de enero de 1860. </ref> .
Y también la literatura como una poderosa herramienta auxiliar de la historia. Así lo expresó Martínez Silva:
Hemos creído siempre que la novela de costumbres (y todas más o menos deben tener este carácter) no es género literario de mero entretenimiento, sino complemento necesario y auxiliar valiosísimo de la historia. Con efecto, la relación de los grandes hechos de un país carece de vida y de interés, y por consiguiente de enseñanza, cuando no va acompañada de las costumbres y usos, intereses y pasiones de la sociedad a la cual se refieren los sucesos que el historiador narra<ref>Martínez Silva, “Una novela nacional” en El Repertorio… 384-388. </ref>.
Pero la copia tenía un límite, no todo debía ser destacado, incluso en la revisión del pasado. El molde clásico literario implicaba valorar la realidad escrutada en términos de lo que se debía contar y cómo se debía contar. Para este caso José Joaquín Borda puntualiza:
La pintura de las costumbres sociales, con el debido elogio de lo que contribuye a embellecer la vida, y la corrección de los defectos que se cometen de ordinario, a causa muchas veces de ignorancia o descuido, consigue muchas veces lo que en vano procuraría conseguir la más minuciosa y tiránica legislación. No sería difícil comprobar que la literatura tiene sobre las costumbres una influencia casi igual a la que tienen las leyes<ref> Borda, José Joaquín, “Formas poéticas”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 4, 29 de enero de 1860, 397. </ref> .   
Por su parte José David Guarín exclamó: “Ah! Si el escritor de costumbres contara todo lo que ve, sin darle un lenguaje cultamente disfrazado, los periódicos dejarían de serlo para convertirse en pasquines, i lejos de cumplir la misión que llevan en sí, no harían sino corromper o echar abajo la moral”<ref>Guarín, José David, “Un Artículo de Costumbres”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 24, 4 de junio de 1859, 187. </ref> .
Y siguiendo la idea Pia Rigán (Agripina Samper) resaltó las bondades y buenas lecciones de un desenlace bien traído. “[la] sencillez de estilo, naturalidad, coincidencia i verosimilitud en los acontecimientos; colorido, por la descripción clara i sencilla de los lugares; i finalmente, un desenlace bien traído i con lecciones saludables para el corazón, apoyadas en la crítica severa que se hace de preocupaciones perniciosas arraigadas en nuestra sociedad, que las más veces atraen desgracias i sinsabores inesperados”<ref>Samper de Ancizar, Agripina (Pia Rigan), “Sofía. Romance neo-granadino”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 22, 6 de junio de 1860. </ref> .
Esta noción estética configuró lo que aquí se nombra como el “dispositivo clásico” que tiene que ver con la negación del conflicto social. Hace poco un investigador hacía notar en su estudio la ausencia del conflicto social en la María de Isaacs; yo diría que se trata de un robusto ejemplo sobre el funcionamiento de este dispositivo en términos literarios, aplicable también a la escritura de la historia producida en la época.
En su cuadro “Mi Tintero”, Marroquín recordó que la sal santafereña era la versión andina de la sal ática: “(…) artículos de costumbres llenos al mismo tiempo de festiva ligereza i de profundas observaciones, de sátira finísima i de sal santafereña (no digo ática) porque ¡que diablo! Entonces se diría: en casa de herrero, azadón de palo”<ref>Marroquín, José Manuel, “Mi Tintero”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 27, 16 de julio de 1864, 213-215. </ref>. En consecuencia, serán frecuentes las comparaciones y asimilaciones de las realidades naturales y sociales al mundo de lo clásico.
Mientras Camacho Roldán describió la entrada al Valle del Magdalena como el camino del Orco:
A juzgar por su entrada, lo que está allá, bajo nuestros pies, no es esa naturaleza alegre, de germina¬ción poderosa, sino un lugar de horror y de espanto. Un griego de los tiempos de Homero, que resucitase en nues¬tros días, lo tomaría quizás por el tenebroso camino del Orco, habitado por los remordimientos en sus orillas, y esperaría encontrar al término de su viaje la barca del feo Caronte, amarrada sobre las aguas negras del Aquerón. Algún puritano del Estado de Massachussets, que anduvie¬se buscando prosélitos entre nosotros, se vería tentado a confundir, así a la distancia, los verdes valles del Apulo con el temido «valle de sombra y de muerte<ref>Camacho Roldán, Salvador, “Algo sobre Tierra Caliente”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 134-142. </ref>. 
Caicedo Rojas hizo rasgar el tiple y danzar el Torbellino en una bucólica escena de Homero. “(…) si en tiempo de Homero hubieran existido el tiple y el torbellino, el poeta griego sin duda habría representado a sus dioses en bullicioso corro, riendo y cantando en rededor de dos tiples bien rasgueados”<ref>Caicedo Rojas, “El Tiple”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 47-54. </ref> .
===El arquetipo del Bien en la literatura de costumbres: el tipo, la cadena del ser, la zona tórrida y el centro de poder.===
Nosotros no realizamos el tipo de lo perfecto; aspiramos a él con incesante anhelo; no lo vemos, y sin embargo, lo concebimos existente, realizado. Bien es una idea abstracta a que nos sentimos atraídos con un sentimiento de adhesión más racional y justo a medida que ella saliendo de su abstracción se personaliza en Dios. Orden, bondad, belleza, son lineamientos que ilustrándose, conforman ese nombre santo<ref>Caro, Miguel Antonio, “Princípios de la moral. Refutación del sistema egoísta”, Obras, t. I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962, 348. </ref>.
Para Miguel Antonio Caro, el orden natural y social concebido en la idea del BIEN, debía caracterizarse por el Orden, la bondad, y la belleza, como principios que encarnaban la existencia y la idea de Dios. En la mirada clásica este orden significó una jerarquía orgánica, “la cadena del ser”, o la idea de la realidad natural y social como un organismo jerarquizado, reflejo de la unidad moral de un orden divino, ausente de conflicto, pues el organismo presenta gradaciones y división de funciones, no competencia entre las mismas, tampoco en lo social, donde cada quien debía ocupar que le corresponde.
De esta manera y, sobre la base de significaciones cerradas, aparecía una realidad coherente y auto-referenciada como una imagen fotográfica, que podía ser clasificada y ordenada, donde cada sujeto ocupaba un lugar preciso en el entramado social fijando así lo que se puede llamar una identidad premoderna.
Así por ejemplo el buen gusto, cualidad con la que se nacía, es lo que señala el Papel Periódico ilustrado a propósito de una semblanza sobre Ricardo Silva -padre de José Asunción Silva-, quien además de reconocido costumbrista y miembro de los mosaicos, se había caracterizado por el “… buen gusto, sentido con que se nace, no pudiendo adquirirlo el que no lo trajo con la vida. Por eso son tan raros los artistas y literatos verdaderos, pues muchos que se creen animados con la chispa del genio, se engañan, y desperdician el tiempo si la naturaleza no les ha concedido esta gracia”<ref>Mejía Restrepo, Luis, “Ensayos de Crítica Literaria”, en Papel Periódico Ilustrado, Bogotá, núm. 102, 1° de septiembre de 1886, 38. Este artículo está dedicado a la crítica de la producción costumbrista y en especial a la obra de Ricardo Silva. </ref> .
En otra palabras lo expresó José María Samper en su cuadro de “Honda a Cartagena”: Allá el hombre primitivo, tosco, brutal, indolente, semisalvaje y retostado por el sol tropical, es decir, el boga colombiano, con toda su insolencia, con su fanatismo estúpido, su cobarde petulancia, su indolencia increíble y su cinismo de lenguaje, hijos más bien de la ignorancia que de la corrupción; y más acá el europeo, activo, inteligente, blanco y elegante, muchas veces rubio, con su mirada penetrante y poética, su lenguaje vibrante y rápido, su elevación de espíritu, sus formas siempre distinguidas<ref>Samper, José María, “De Honda a Cartagena”, ''en Museo de Cuadros de Costumbres'', t. III, 246-268. </ref> .
Con mayor precisión, y para el campo social, Marroquín puntualiza en su cuadro “Contribuciones directas…”. “Entre nosotros, nadie quiere descender de la posición en que lo colocó su nacimiento, o a donde la fortuna lo elevó. El que una vez calzó botas no se resuelve a usar alpargatas; la que una vez llevó saya, preferirá siempre la saya más raída a las mejores enaguas de bayeta. El que una vez fue cachaco, no quiere renunciar a la vida holgada y regalona, ni entregarse al trabajo<ref>Marroquín, “Contribuciones directas”, en ''Museo de Cuadros de Costumbres'', t. I, 11-19. </ref>”
Por su parte Rafael Eliseo Santander le recuerda a “los Artesanos”
(…) que es una necedad pretender que el que no ha recibido buena educación, haya de tratar y alternar con otro que sí la ha recibido o que tiene otros motivos para que se considere de otro rango; así es que la cosa más salada de este mundo, y que veríamos con placer, sería un billete de desafío dirigido por un zapatero a un diputado, pidiéndole explicaciones por las ofensas que le ha irrogado en el momento en que probándose una botas, y resultándole angostas, ha maldecido a todos los zapateros del mundo<ref>Santander, Rafael Eliseo, “Los Artesanos”, en ''Museo de Cuadros de Costumbres'', t. III, 99-107. </ref> .
Como si faltara confirmación a estas jerarquías, también las había por supuesto en el clima y la geografía, haciendo eco de las teorías respecto de la degeneración natural de los sentidos y las costumbres que producían las zonas tórridas; teorías de dominio desde principios del siglo XIX. De manera que en estas latitudes “… nuestra lengua ha corrido i va corriendo la suerte de todas las cosas que de las zonas templadas se trasplantan a la tórrida, a saber, que se bastardean, degeneran y jamás se aclimatan; hombres, animales, ideas, plantas, modas, costumbres, todo se desvirtúa i se malea entre nosotros”  <ref> “La mano”, en ''El Mosaico'', Bogotá, núm. 11, 17 de marzo de 1860. </ref>.
Así también las prácticas sociales, la música, las artes. “El tiple” por ejemplo, sobre el que Caicedo Rojas señala:
… nuestro tiple es una degeneración informe de la vihuela, un vestigio de las antiguas costumbres peninsulares mal aclimatadas en nuestro suelo, vestidas casi siempre con el traje indígena, y caracterizadas con el sello agreste de nuestra América; vestigios que están connaturalizados con la índole y genio de nuestros pueblos, como ha sucedido con el dialecto o habla corrompida del vulgo, y con mil otras cosas. ¿Qué es lo que no degenera y se corrompe en nuestro continente? <ref>Caicedo Rojas, José, “El Tiple”, en ''Museo de Cuadros de Costumbres'', t. I, 47-54. </ref>
Tampoco escapaba a esta jerarquía la prevalencia del mundo urbano como centro de poder sobre el rural, y Bogotá como Roma, la llamada a ser centro civilizatorio para todo el país, donde las diversas regiones debían buscar el modelo de civilidad deseado, con lo que el ejemplo capitalino debía ser el primero en dichas formas. Con claridad lo expresaban las señoras bogotanas en una queja publicada en el Mosaico sobre el humo del cigarrillo en el Teatro.
Varias señoras desesperadas con el humo del tabaco con que los señores concurrentes al teatro de Bogotá se han propuesto sahumar al público, […] Porque ¿Cuál es la ciudad más adelantada en costumbres cultas en la América del Sur? (se peguntan) Después de Buenos Aires, os dirán en Europa, la que tiene fama de ser más culta es Bogotá. ¿Cuáles son los jóvenes que parecen tener mejores modales i más finura de todos los extranjeros que van a Francia? Los bogotanos, decía una señora francesa, son siempre en la sociedad parisiense los más atentos i distinguidos. ¿Cuál es positivamente la juventud mas espiritual de estas Repúblicas? La bogotana es superior a todas las demás por el injenio, la espontaneidad del chiste, i la agudeza de percepción i comparación irónica…<ref>Varias Señoras, “Una súplica: dedicada a los cachacos bogotanos”, en ''El Mosaico'', Bogotá, núm. 24, 25 de junio de 1864.</ref> .
Marroquín también encontró que el buen gusto había nacido con Bogotá; a propósito de las campesinas de la sabana, puntualizó: “No dudo que hayan gastado como gastan siempre las campesinas cuando pretenden ponerse majas; pero el buen gusto se ha encaprichado en no salir de Bogotá y en no visitar los campos; y le aseguro a usted que, para esto de la elegancia, ayuda más una onza de buen gusto que cien onzas de oro”<ref>Marroquín, José Manuel, “Vamos a misa al pueblo”, en '' Museo de Cuadros de Costumbres '', t. II, 130-136.</ref> .
Para José David Guarín por su parte, Bogotá representó el modelo civilizatorio para el país. “Por variar de escena, y seguir paso a paso todas aquellas costumbres que me parecieron tan bárbaras, por no ser los paseos en ómnibus, las tertulias y el teatro, únicas diversiones de que disfruta un cachaco moderado en Bogotá…”<ref>Guarín, José David, “Un día de San Juan en tierra caliente”, en '' Museo de Cuadros de Costumbres Variedades y Viajes '', t. I, Foción Mantilla, Bogotá, 1866, 205-214. </ref> . A propósito de su cuadro “Un día de San Juan en tierra caliente”, y sobre las bárbaras costumbres de la provincia calentana.
Identificada la realidad de una jerarquía natural humana, social, geográfica y del mundo civilizado representado en Bogotá, quedaba ver las costumbres morales que debían ser modeladas según los ideales hispano católicos amenazados por el romanticismo sensualista, y por el sistema positivista propuesto por el radicalismo liberal.
===La cruzada moral contra el sensualismo y el utilitarismo (el egoísmo, el lujo, la usura, el comerciante).===
El sensualismo o literatura empalagosa se caracterizaba por arruinar la moral; especialmente peligrosa para el género femenino, que los románticos franceses se esforzaban por corromper; autores sensuales y por demás de tendencia socialista, que, como Dumas, Sue, y Sand, contaban con cierta complacencia del público capitalino, al que los mosaicos advertían el peligro de dejar entrar en casa:
“El sensualismo que domina (…) al siglo decimonónico, se toca en las costumbres y se ve reflejado en los escritos (…), los escritores franceses especialmente salpican sus obras con episodios que espantan. [Es el caso de Eugenio Sue –tan distinto de Chateaubriand, Lamartine o Víctor Hugo-, quien no obstante] “hace muchas veces llorar sobre la virtud oprimida, [también hace] que prendan en el alma de sus lectores los jérmenes del mal”<ref>Borda, José Joaquín. “Formas poéticas”, '' El Mosaico [Bogotá] Nº 4, 29 ene. 1860</ref>.
Y en un artículo publicado en México sobre la gran virtud de María, la obra de Isaacs, como contrapeso moral al sensualismo, el autor señala:
El estado actual de las costumbres; esta sociedad descreída, egoísta y materializada, frutos son, sin duda alguna, de la perniciosa literatura francesa que, invadiendo el hogar, ha infiltrado su veneno en el corazon mismo de la familia, y ha minado los más santos fundamentos en que ella descansa. La novela francesa, engalanada con el ropaje bellísimo del buen decir, despertando un interés siempre creciente con sus complicadas tramas, y sobre todo, halagando las pasiones del lector, ha llegado a dominar de tal modo la situación,… que hoy, para ser leído con empeño un libro, es necesario que sea original, ó cuando ménos, narración francesa. (…) En esas obras no se halla una sola frase que no sirva para dañar y corromper. Engalanado el crimen, en ellas revestido elegantemente, sancionados allí los principios disolventes de toda sociedad, el vicio llega á hacerse ménos repugnante al principio, y acaba por infiltrarse, sin sentirlo, en los corazones. …<ref>Sosa, Francisco. “María (Juicio de la prensa en Méjico publicado en abril de 1871)”, El Mosaico [Bogotá] N° 2, 30 ene. 1872: 15-16. </ref>
También era el sensualismo causante de incentivar la corrupción por el lujo, una preocupación manifiesta al menos desde 1859, cuando el Mosaico publicó “El Lujo”, artículo dedicado a definir el lujo y denunciar la especulación y la usura por parte de los comerciantes, quienes incitaban a las clases populares a la emulación y el consumo de bienes reservados para clases naturalmente designadas para tal consumo.
El lujo es excesivo i ruinoso en Bogotá porque el es el que alimenta el llamado comercio de esta capital, i el que está destinado a improvisar fortunas inmensas en pocos dias. La vanidad, el deseo necio de ostentar, la ridícula emulacion son tan ciegos que sin reparar el camino por donde van, ni a donde han de parar, corren desatentados en pos de una fruslería, de un trapo miserable que mañana se acaba (…). I el comerciante, riendo de esta imbecilidad, se aprovecha de la locura i ceguedad de sus consumidores para chuparles hasta la última gota de sustancia (…). En tiempos en que habia conciencia i probidad, voces hoy vacias de sentido, i en que la codicia i ambicion de dinero, no habian tomado proporciones monstruosas, o a lo ménos no atropellaban por sobre toda consideracion para llegar a su fin (***), los comerciantes, o sea los introductores de artículos de lujo, se contentaban con la moderada ganancia de un ciento por ciento en lo que vendian a los detalladotes. Mas tarde les pareció aquella ganancia tan moderada que ya no se contentaron con un doscientos i quisieron obtener trescientos<ref> “El Lujo”, El Mosaico [Bogotá] N° 19, 25 abr. 1859:146-147.</ref> .
De manera que el hombre del siglo, el hombre del cálculo y del negocio, el hijo directo de una economía liberal con dinámicas de especulación financiera, no podía estar mejor encarnado que en el especulador, que poco a poco se iría fijando en la figura genérica del comerciante. Era quien mejor representaba el ejercicio del cálculo, ese gran corruptor, que empezaba por las cuentas y terminaba en “las costumbres viciadas por la codicia”, espíritu egoísta que contravenía el principal valor de justicia social: la Caridad, que según el editorialista y crítico del “Tanto por Ciento”, no conocía el negociante del siglo XIX:
(...) la sanción, lo que se llama sanción, que ántes era un ánjel, hoi no es sino un esclavo que va entre cadenas adornando el triunfo del oro victorioso (..) [De allí que] el caballero del siglo XIX es el villano mas villano desde que el negocio llega a él. La amistad, los instintos del corazón, la caridad, la hidalguía, todo muere entonces: el negocio es negocio<ref>Se trata de '' “la virtud que puede perder cualquier hombre de bien para comportarse como un villano, aunque no sea reprochable a los ojos de la justicia legal (…)”. Así por ejemplo “un hombre de bien (...) desea una casa que linda con la suya, para hacer de ella una caballeriza que le falta (…)'' El hombre de bien, que es rico del siglo XIX, compra al contado deudas de su vecino: quién podría reprocharle ese acto si nadie sabe a donde quiere ir a parar? El pobre no puede pagarlas: qué culpa tiene el rico? El pobre tiene que ofrecer su casa en venta, i el rico se la compra. ¿Hai algo de malo en comprar una casa? El pobre sale con el corazón hecho pedazos de su hogar, i el rico hace su caballeriza. Este es un drama; i pasó a la vuelta de nuestra habitación. Nadie acusó al comprador, él mismo no oyó despertarse a su conciencia. I sin embargo! (…) Esto no es una diatriba contra los ricos: los pobres también hacen de esas cosas, también tienden sus redes para enriquecerse: si esto es diatriba, es contra el hombre del siglo, codicioso e indelicado”. “Editorial. El Tanto Por Ciento”, ''El Mosaico''…</ref>
Y en el cuadro “El Dinero”, condenado cuando era resultado de la especulación y el interés: “Todo el que cuente mucho dinero, acabará siempre con las manos manchadas (…) El dinero engrandece; por eso el hombre no tiene inconveniente en ser ruin para llegar a ser rico…”<ref> “El Dinero”, ''El Mosaico'' [Bogotá] N° 2, 15 ene. 1860:14. </ref>.
La cruzada política contra el sofisma de liberalismo radical (libertad, igualdad, fraternidad).
Por su parte, y respecto de la política, no fue la literatura sensualista el único malestar producido por la influencia francesa, también la construcción del sofisma de los valores insignias de la República Liberal: Libertad, Igualdad y Fraternidad, cuyo sentido distorsionado denunciaban José Manuel Groot, Eliseo Santander, Rafael Pombo y José Manuel Marroquín, entre otros. Es la queja de Groot en “Un sueño de dos colores”, donde lamenta el estancamiento de la ciencia en el país desde los tiempos de Mutis y Caldas.
¿En dónde están los sucesores de aquellas altas inteligencias? ¿Quién ha continuado la serie de trabajos que aquellos sabios em¬prendieron? Yo alcancé a conocer el establecimiento botánico y el Observatorio Astronómico antes de su ruina. ¿Qué se ha hecho todo esto? No queda sino el mudo edificio en un deterioro lamentable. Lo demás no existe (…). Pero somos políticos, somos socialistas, tenemos la nueva idea, la República que viene, el pasado que se va, el yo y el no-yo, las tríadas, las grandes derivaciones del cristianismo a novo, la sustancia única más allá del fenó¬meno; los espíritus del vacío que sueñan en las nebu¬losas, con otras mil curiosidades dignas del tiempo del peripato, de que tanta burla había hecho el siglo de la filosofía y tenemos, sobre todo, las tres gran¬des palabras cuasi-cabalísticas: Libertad, Fraternidad, Igualdad, con las evoluciones de la humanidad, que se asesina y se mata en guerras y revoluciones para establecer la armonía social y la República genuina, que consiste en abolir los gobiernos y las leyes... ¿Para qué es más? Para esto no necesitamos de observatorios sino de balas<ref>Groot, José Manuel. “Un sueño de dos colores”, ''Museo de Cuadros de Costumbres'' …Tomo III: 35-41 </ref> .
Por su parte, y en el cuento Toros en Calle y en Plaza, Rafael Pombo describe el “bárbaro” espectáculo de las corridas de toros en Bogotá, tal como se habían instalado en los últimos años y que consideraba como un verdadero festejo de anarquía social.
(…) o de las de menos políticos tiempos, de más provecho y de menor estruendo, cuando se hacían menos versos y se peroraban menos discursos, se ostentaba nuestra cachaquería cual una com-pacta, soberana falange (…). Esto no es juego de toros (observa el español) sino corrida de toros con apachurramiento y atropellamiento de gente, añadía. ¿Dónde están la plaza, los palcos, las escaleras, las cuerdas, el toril? ¿Dónde están los picadores, los chulos, los banderilleros, el matador? -Aquí no hay excepciones, le contesté; está usted en un país republicano, en que todos somos iguales ante la ley y ante el toro; todos toreamos; todos corremos; el toro por su parte acata profundamente los dogmas de la liber¬tad, la igualdad, la fraternidad y la seguridad. -¡Esto es!, y ustedes por su parte no acatan más dogma que el de la anarquía. Estamos corrientes<ref>Pombo, Rafael. “Toros en calle i en plaza”, ''Museo de Cuadros de Costumbres''… Tomo I: 88-98 </ref> .
En esta ingrata anarquía [dice Mariano Gonzáles Manrique, observando un rodeo en la sabana] no puedo menos que contemplar la fiel imagen de nuestra Desconfederación Granadina; precisamente dividimos nuestra República en ocho Estados, así como la partida buscadora de reses se dividió en ocho pelotones, y desfilan o se precipitan por donde creen que les conviene, váyale bien o mal al jefe supremo, asístale o no favorablemente la suerte; y esto después de celebrar un pacto solemnemente un pacto federal, y sujetarse y obedecer al mandato general, sin embargo de conservar su mando particular. Aunque algunos alegarán en su abono, que el jefe en su marcha les señaló fragosos y difíciles senderos, y se vieron obligados a evitarlos<ref>Gonzáles Manrique, Mariano. “Lo que puede un pié”, ''Museo de Cuadros de Costumbres''… Tomo III: 115-119 </ref> .
De otro lado la democracia y la libertad individuales mejor representadas en los excesos pasionales de los bailes de salón:
¡Bravo! Dije yo; el código de los bailes en Bogotá es el código más liberal, porque cada uno hace en ellos lo que le da la gana, (…) ¡Viva la libertad!, exclamé; esto se llama buena sociedad, buenas costumbres, amabilidad para festejarlo a uno: beba usted; emborráchese usted; trasnoche usted; no haga usted su gusto, sino el nuestro; enférmese usted; muérase usted<ref>Caicedo Rojas, José. “El duende en un Baile”, ''Museo de Cuadros de Costumbres'' … Tomo I: 238-249</ref>(...)
También en un romántico enamorado cuyos amores son comparados con la voracidad burocrática de los liberales.
La vida sin amores es para Ovidio lo que para ciertos liberales la causa de los principios sin empleos, un árido desierto, valle de tumbas que pasando vemos; y así como aquellos sacrifican independencia, dignidad y virtud en el altar del empleito, así aquel sacrifica su salud, su tran-quilidad y su bien en el altar de los amores. Querer y ser querido, he aquí su ambición, su gloria, el sueño dorado de su fantasía, la imagen risueña que lo seduce y lo em¬briaga. Su amor es infinito, inmenso; ama con pasión, con frenesí, con delirio; y ama a todas las bonitas por turno, y a todas les ofrece como ofrenda su corazón de fuego…  “¡abajo los monopolios!, ¡abajo los fa-roles!, ¡igualdad o muerte!<ref>Rivas, Medardo. “Ovidio el enamorado”, ''Museo de Cuadros de Costumbres'' … Tomo I: 143-149</ref>.
En síntesis, diferentes situaciones y escenarios fueron propicios para establecer comparaciones entre el desorden introducido por las políticas liberales y las prácticas sociales que las representan. Una corrida de toros, un baile, la descripción de un tipo o una anécdota cotidiana, sirvieron para señalar los malos hábitos introducidos por las nuevas licencias liberales, asociadas a la “barbarie” o la incivilidad, en prácticas sociales y de urbanidad asociadas a prácticas políticas.
===El fantasma caudillista y la virtud de los poetas.===
Como si fuera poco, a las amenazas morales sensualistas y materialistas y a las nefastas doctrinas políticas de los liberales radicales, se sumaba el fantasma de la odiosa figura del militar con pretensiones políticas, en momentos que creían superada la vieja manía caudillista de los primeros tiempos de la república, y especialmente después de haber conjurado, no sin dificultad, la revuelta popular de los artesanos dirigida por el coronel Melo en 1854, la primera revuelta social y con visos de clases, después de la independencia. 
Para Caicedo Rojas el “combate del crimen con la virtud, de la nación con algunos granaderos desnaturalizados [en] la lucha de la serpiente con el cóndor [y en la que finalmente] los defensores de la ley, el orden y la moral triunfaron al fin”<ref>Caicedo Rojas, José. “Joaquin Marín”, ''Museo de Cuadros de Costumbres'' … Tomo III: 6-12</ref> . Para Ezequiel Uricoechea un golpe ignominioso:
“Al hablar de los honores militares de Colombia se nos ensancha el corazón. Recordamos los antiguos tiempos, una época de gloria para nuestra patria, i lanzando un suspiro, vemos que ya acabó, que no quedan de esa época sino truncos recuerdos i uno que otro guerrero ya cerca de la tumba (…) Descendemos por fin de esa guerra magna y heroica, a las maldecidas guerras civiles que devastan nuestra patria, i cuya causa está más bien en los gobernantes que en los pueblos; i vacilamos aun en creer que se deba dejar un recuerdo de esas mil infamias, que con el nombre de guerra serán siempre un borrón para nuestra historia. Olvidémoslas más bien, borrémoslas de nuestras costumbres. (…) Tal fue el motín militar, que por ocho meses arruinó esta República, i que comenzando en 17 de abril de 1854, concluyó ignominiosamente el 4 de diciembre del mismo año, dejando en el campo de batalla muchas víctimas y algunos héroes que salvaron la patria con su sangre; motín condenado por la sanción universal (…)<ref>Uricoechea, Ezequiel. (E.U.), “Honores Militares”, ''El Mosaico'' [Bogotá] N° 51, 29 dic. 1860. </ref>
Entre muchos otros que abordaron el tema en su momento, Felipe Pérez expresó con claridad el por qué el letrado, en especial el poeta, y no el militar, era el señalado a pretender la dirección moral de los pueblos.
Los arcos de triunfo de los conquistadores caen por tierra, los obeliscos se desmoronan, i el ala del tiempo toca a su paso los palacios de los reyes i los derrumba; lo que no perece jamas es el nombre del hijo de las musas; i el pensamiento rimado sobrevive a los mármoles i a los imperios. Sus triunfos son incruentos; dulcifican i no agrian las costumbres; enseñan a amar la naturaleza, el hogar, la virtud i la relijión; su mision es por tanto de flores i paz. Debemos, pues, amarlos i venerarlos como a los sacerdotes del corazon i del espíritu, i mirar su altar como el de la única divinidad adorable sobre la tierra.” Y más adelante: “Los guerreros viven de los cadáveres i la pólvora; los poetas viven solo de su corazón; (…) Los conquistadores no tienen sino una espada en las manos, i las espadas solo producen sangre. Sangre! siempre infecunda, porque ella no ha de empapar otra tierra que la del cuerpo, ni correr por otro cauce que por el de las venas. Para juzgarlos, pues, hai que tomarlos tales cuales son, en la plenitud de su esencia; i no querer comparar su piedad con la de Antonio, su virtud con la de Séneca, ni su prudencia con la de Fabio<ref>Pérez, Felipe. “Una hora de Melancolia”, ''El Mosaico'' [Bogotá] N° 36, 12 sep. 1860. Como excepción a la figura del militar, el autor destaca a “dos hombres en la historia ante quienes yo no he podido llegar nunca sino con el mismo relijioso respeto con que voi a la casa de Dios. Esos dos hombres, el uno de la antigüedad, el otro de los tiempos modernos, son Camilo i Washington. El primero era el jenio del patriotismo, el segundo era el jenio de la honradez […] En Washington no hallo yo grandes talentos políticos ni militares; lo que hallo es un hombre de bien que respira República por todas partes,.. que, sirviendo a la libertad… funda en mui poco tiempo la primera nacion del siglo.”</ref>.
De otra forma lo dejó saber José María Samper en el prólogo de su selección de poesías publicado en 1860.
(…) porque doi la preferencia a la poesía en el órden de esta publicación? Lo diré francamente: Es que creo deberle a la poesía cuanto tengo i soi: Merezca o no el título de poeta, ella ha sido mi camino hácia toda meditación i toda verdad: es ella la que me ha iniciado a la vida bajo todas sus formas. La poesía, sentimiento íntimo y supremo de la religión, de lo bello, de lo bueno y lo verdadero, me ha hecho buscar el ideal del bien, en el santuario de la vida privada como en las agitaciones de la vida pública, porque, desde que sentí en mi alma la primera tentación que me obligó a cantar y meditar, comprendí que la Poesía se resume en toda la idea infinita del Amor. (…) Yo canto el Amor, y solo el Amor: En el orden de los divino: El amor a Dios, a Cristo, y su Evangelio, a la luz, la religión, la naturaleza, la inmortalidad. En el orden de lo humano: El amor a la madre, la mujer, la familia, el amigo, el pueblo, la patria, la humanidad, el genio, la virtud, el arte, la ciencia, la gloria, la libertad, el progreso<ref>Samper, José María. “Prólogo”, ''El Mosaico'' [Bogotá] N° 29, 25 jul. 1960: 225-226</ref>.
En síntesis, la virtud de los poetas, la búsqueda del ideal del bien, del bien común, tal cual debía hacer un buen gobierno, la república cristiana, especialmente promovida por poetas como Víctor Hugo y Lamartine, quienes habían leído en el evangelio la doctrina de la democracia cristiana, basada en la hermandad, y “promovían la unión entre el liderazgo intelectual y el liderazgo político
==El proyecto regenerador ==
En este tercer y último punto quiero señalar la actividad de la tertulia en la consolidación del proyecto regenerador a la vez que precisar la naturaleza de los proyectos culturales en los que la regeneración vertía su propuesta de construcción de lo nacional, la cual no solo retomaba el ideario mosaico sino que de nuevo invocaba el molde clásico, adoptado en su más refinada forma academicista, para terminar con su radicalización con el golpe de Estado protagonizado por José Manuel Marroquín.
'''El vulgo ilustrado y la regeneración.''' Sin duda el liderazgo intelectual y político propuesto por Victor Hugo y Lamartine, fue especialmente encarnado por los miembros de la Tertulia en los tiempos del proyecto regenerador, momento en el que reconocían con claridad la eficacia de los acuerdos que podían lograrse en estas reuniones. En este sentido Máximo Nieto describe una de las sesiones de tertulia que llevó a la decisión de apoyar a Núñez, cuando en medio de una amena reunión, Diego Fallón advirtió las estrategias que debían seguir para lograr apoyo el apoyo de los indecisos o contrarios.
¿Debemos apoyar a Núñez solamente porque a ello estamos comprometidos, o debemos hacerlo porque este apoyo es decisivo para el partido conservador? Lo último lo sabemos bien y este es un punto de partida cierto e indudable. ¿Sabemos si el directorio conservador, con la repulsa que nos ha hecho, obra por amor a Otálora o por odio al doctor Núñez, o por no quedar mal en los compromisos que ha contraído? Creo que también sabemos muy bien esto. ¿Podemos, entonces enfrentárnosle? Creo que no podemos ni debemos hacer esto, porque la experiencia adquirida esta noche nos enseña que no podemos torear en manada a esos señores, porque son a la inversa de los toros bravíos y nos embestirán y patarribearán sin remedio (…) Nosotros disponemos de fuerzas que bien empleadas son irresistibles; adoptemos el sistema analítico y no el sintético. Combatamos a esos señores uno a uno y no en manada. Aquí tenemos a Alejandro Posada, a quien le entregaremos a los más rehacios y discutidores, los cuales no podrán resistirle. Tenemos a Rufino y Ángel Cuervos y se los echaremos a los lingüistas y literatos. A Pepe Samper se lo echaremos al General Canal, que es abogado y a los Ortiz Durán que lo son también. Antonio Cuervo que se entienda con los Generales Sergio Arboleda, Lázaro María Pérez y Manuel Briceño, y Máximo y yo nos quedaremos de acólitos para ayudarles a todos. Debo advertir que esta campaña, con la experiencia que tengo, debe hacerse en ágapes, vulgo ilustrado, mosaicos<ref>Nieto, Máximo. ''Recuerdos de la Regeneración'' (Bogotá: Marconi, 1924)</ref> .
Para esta fecha ya habían pasado catorce años desde que el último número de “El Mosaico” había dejado de circular, el mismo tiempo de la desaparición de Vergara y Vergara, líder del grupo que en 1858 había decidido hacer público su proyecto de literatura nacional, el proyecto que en buena parte ya había sentado los principios de Orden, Unidad y Armonía; Lengua, Religión y Patria, que guiaron el proceso regenerador y que apoyó la consolidación del triunfo de Caro. “Para Caro, como para los editores que lo acompañaron en el Mosaico, la lengua representó un asunto teológico, impensable fuera de sus relaciones con la moral y la política, donde la filología era a la política lo que la gramática a las leyes, origen y sustento de la norma social. El castellano hijo del latín, el latín lengua de razas, lengua de la teología y los padres de la iglesia, y la iglesia, madre rectora de las sociedades humanas”<ref>Vargas-Tisnés, Gloria. La Nación de los Mosaicos… 224</ref> .
Según el profesor Juan Antonio Ennis<ref>Ennis, Juan Antonio. “Miguel Antonio Caro, la lengua y la ley”. Revista RASAL Lingüística. Ed. Sociedad Argentina de Lingüística, 2013. En línea. Consultado 15 de noviembre de 2020. </ref> , el conservadurismo inamovible de Caro encuentra su expresión en la triple alianza de ley, gramática y religión como asuntos fundamentales del Estado. En otros términos, entiendo esta expresión como la alianza entre la racionalidad divina, expresada por las virtudes teologales, principios básicos en la formación moral del ciudadano, y la más preclara racionalidad humana, simbolizada en los estudios de las humanidades clásicas como primera fuente de civilidad y progreso.
Así lo expone Caro:
Hay tres afirmaciones que siempre han sido fecundas: la afirmación del entendimiento, que es la fe; la afirmación del espíritu que es la esperanza, y la afirmación del corazón, que es la caridad. (…) Todas grandes cosas se deben a la afirmación; la incredulidad no crea, ni la duda ilumina, ni el odio fructifica, ¿Queréis ser útiles a vuestra patria? Pues creed, esperad y amad<ref>Caro, “Nuevas Reflexiones”, '' Obras ''...621-624. </ref>.
Ved ahí cómo la inteligencia es un arma poderosa y cómo en los estudios literarios se templa y se afila. (…) los estudios literarios al mismo tiempo que aguzan la inteligencia la pulen y abrillantan. “El esmerado aprendizaje de las artes liberales –dice Ovidio- suaviza las costumbres y quita la ferocidad de los hombres”. El célebre Macaulay asienta, en términos no menos perentorios, que los estudios clásicos marcan la línea divisoria entre el caballero y el salvaje<ref>Caro, “Oración de Estudios” '' Obras '' … 1375-1383. </ref>.
'''El Papel Periódico Ilustrado y la Escuela de Bellas Artes.''' En cabeza de Alberto Urdaneta, el artista soldado, el proyecto regenerador encontró su más refinada expresión en la propuesta de un modelo clásico para la construcción de la imagen de lo nacional y el estudio de las artes. La producción del papel Periódico Ilustrado (1881-1888) y la creación de la Escuela de Bellas artes, más tarde asimilada a la universidad nacional, fueron espacios en los que se formaron importantes intelectuales y artistas que modernizaron las artes y su aplicación a diferentes campos de la producción cultural como el campo editorial y también importantes vanguardias artísticas.
El proyecto del Papel Periódico Ilustrado, reconocido también por varios autores como un proyecto que legitimó desde el espacio cultural el espíritu católico e hispanista de la regeneración, destaca por haber hecho de la conquista el punto de partida para la cruzada civilizadora y de independencia el mito fundacional para la nación, dejando de lado los conflictos del siglo XIX que no merecían llenar las páginas de la historia de Colombia; así lo señala  Wilson Jiménez<ref>Jiménez, Wilson. El Papel Periódico Ilustrado y la configuración del proyecto de la Regeneración (1881-1888) En: '' Historia Crítica ''. No. 47. Mayo-Agosto. Bogotá: Universidad de los Andes, 2012. </ref>,  quien además puntualiza que “el proyecto se dirigió a deleitar a la élite ilustrada de la capital, cimentando valores de exaltación de las devociones del catolicismo y sus figuras clericales, pero además contribuyendo a convertir en iconos a los conquistadores españoles y en héroe al “Libertador” Simón Bolívar”.
Por su parte y respecto de la Escuela de Bellas Artes, Rubén Darío Ladino <ref> Ladino, Rubén Darío. Primeros años de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia. Tesis de Maestría en Historia. Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javerina, Bogotá, 2015. En línea. Consultado en diciembre 4 de 2020. </ref>  indica que a diferencia del pensamiento liberal que destacó el carácter práctico y funcional de las artes -entendiendo el arte como oficio e impulsando su enseñanza como una práctica de tipo artesanal (asimilable al del sastre o el zapatero)-, la Escuela de Bellas Artes propuesta por el movimiento regenerador, empezó por reconocer los modelos del arte clásico como un camino civilizatorio en su capacidad de formar el carácter y suavizar las costumbres de los individuos. En otras palabras, reconocer la belleza como promotora del espíritu social, dando impulso a su enseñanza a través del modelo academicista, más universitario y entendiendo por artista una profesión liberal del orden intelectual o científico. 
'''Reinado Marroquinesco.''' Sin embargo, y pese a todas las bondades atribuidas a la literatura en la templanza y la dulcificación del carácter, la radicalización de la regeneración vino paradójicamente de uno de sus letrados más reconocidos, José Manuel Marroquín, quien el 31 de julio de 1900 asestó el golpe que dejó a muchos atónitos y desubicados a otros, sobre el rumbo que tomaba el proyecto de Núñez y Caro. El mismo Caro, a través de elocuente poesía citada por Luis Mará Mora, mostró su “radical” desacuerdo con el golpe político y protestó contra el comportamiento humano de su antiguo colega de letras.
“REINADO MARROQUINESCO” ''
Traición ejecutada a salvamano;
quebrantados solemnes juramentos
y de la ley de Dios los mandamientos
todos, con faz piadosa y pecho insano;
cintica azul y proceder villano;
mozuelos educados en conventos,
y hoy de maldad perfectos instrumentos,
dando tortura a inmaculado anciano.
Monopolio de bestias y monturas,
honradez y billetes a montones,
mucho rejo, mucho ajo y mucho muera;
éste es el santo régimen, las puras
almas e incorruptibles corazones;
ésta ¡oh pueblos! la histórica bandera!”''<ref>Mora, Luis María, ''Croniquillas de mi ciudad '', Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1972, p. 202. </ref>
De otra manera lo describió Luis María Mora, joven conservador de pensamiento moderno:
Liberales e históricos compitieron por manifestarle al señor Marroquín su amistad y adhesión. Era el sol levante. El risueño tío volvió a verse rodeado de su larga parentela como en un delicioso cumpleaños del apacible y consentido bisabuelo de la familia. La residencia del vicepresidente se convirtió en una corte galante.” [Y como en sus viejos tiempos de tertulia] pusiéronse de moda en Palacio los recibos y chocolates santafereños a media canela. Como en las reuniones del Mosaico, allí se podía fumar y mentir (...) Tal parecía... una real fiesta colonial, con sus minués, sus músicas y sus bufones. Siempre fue don Manuel muy amado de los campesinos acaudalados, y en cierta ocasión más de quinientos sabaneros, de los llamados orejones, pasaron por frente de palacio, en señal de aplauso, mostrando sus rejos asidos al galápago y haciendo sonar sus zamarros, sus espuelas y sus estribos de cobre. Maravilloso espectáculo rural y caballar a la vez<ref>Mora, '' ''Croniquillas de mi ciudad… 144. </ref> ,
del que Luis María Mora, ingenuamente creyó que las generaciones futuras no volverían a ver.
Cegó Marroquín el sueño de muchos, especialmente de humanistas, literatos y poetas, en su sentida apuesta por modelar el carácter histórico del joven país, bajo el influjo de las más refinadas fuentes de las humanidades clásicas, que hacían del orden poético -el amor-, la lengua hispana y la moral católica, el camino a la civilidad y al añorado progreso, “para que no nos desprecien como a una turba de bárbaros”.
==Breve balance historiográfico==
Tanto la literatura costumbrista como el proyecto literario de El Mosaico empezaron a configurarse como objeto de estudio desde las últimas décadas del siglo pasado. Un primer momento está representado por los autores que específicamente señalaron su importancia como fuente documental para la historia y escenario de representaciones políticas, en este sentido pueden citarse los trabajos de Elisa Mujica<ref>Mujica, Elisa. “Prólogo”, ''Novelas y Cuadros de Costumbres'', Tomo I, Eugenio Díaz (Bogotá: Procultura, 1985). Sin duda es Elisa Mujica una de las pioneras en señalar la importancia del género costumbrista cómo fuente de investigación y objeto de estudio, en su trabajo sobre Díaz, Mujica destaca la importancia de la obra de este autor como una obra de crítica social que marca la excepción dentro de la producción de los literatos de la sabana, caracterizada por la ausencia de conflicto en las diferentes descripciones sociales.</ref> , Germán Colmenares<ref>Colmenares, Germán. “Manuela, la novela de costumbres de Eugenio Díaz”, ''Manual de Literatura Colombiana'', Tomo 1, (Bogotá: Procultura – Planeta, 1988) 247- 266. Colmenares considera que, si bien las pretensiones fotográficas han hecho desconfiar del costumbrismo como literatura, este mismo elemento le ha dado un importante valor testimonial, aunque el autor advierte la necesidad de analizar el lugar de emisión de la representación, indicando por ejemplo que no existe en el costumbrismo un cuestionamiento radical al orden existente, más bien un deseo de mantener las costumbres y el orden de un mundo rural amenazado por las reformas de la época. </ref>  Carlos José Reyes<ref>Reyes, Carlos José “El Costumbrismo en Colombia”. ''Manual de Literatura Colombiana''. Tomo 1. Bogotá: Procultura – Planeta, 1988. 175-246. </ref> , Raymond Williams<ref>Williams, Raymond Leslie. Novela y Poder en ''Colombia 1844-1987'' (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1992). Este autor considera que en general las obras del género costumbrista no lograron en nuestro medio la importancia de obras similares en países latinoamericanos como México, Argentina, Perú o Chile, entre otros. Para Williams, Manuela (de Eugenio Díaz) constituye la novela cumbre del costumbrismo en Colombia. Según este autor la obra no sólo refleja los conflictos políticos del momento sino la dicotomía entre cultura oral y escrita: representada de una parte en el escepticismo de los protagonistas rurales frente a la norma escrita y, de otra, la credulidad del viajero letrado y urbano en la palabra escrita. </ref>  y Carmén Elisa Acosta<ref>Acosta Peñaloza, Carmen Elisa. ''Lecturas, Lectores y Leídas: Historia de una Seducción en el siglo'' XIX, Tesis de Maestría en Historia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1998). Esta tesis, dedicada a estudiar las formas mediante las cuales se definieron prácticas de lectura, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, observa cómo EL Mosaico constituyó un medio a partir del cual se promovió la adopción - mediante figuras didácticas - de modos de comportamiento bajo el rótulo de “buenas costumbres”. De otra parte la autora indica que la literatura producida a partir del Mosaico, “se elaboró y promovió en procura de objetivos nacionales, religiosos y políticos conservadores, en el modelo hispano-católico”.
------ Lectura y ''Nación: novela por entregas en Colombia'', 1840-1880. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009. </ref>
  -en sus primeros trabajos sobre el tema. Por su parte, con  la primera década del 2000 aparece un renovado interés por desentrañar sus claves en términos de sus formas de sociabilidad política, la configuración del campo literario como instrumento de competencia social y el papel fundamental de la lengua como eje articulador en la construcción de un discurso nacional y de su legitimidad histórica, es decir, se enfoca con precisión la idea del discurso costumbrista como un instrumento de representación política dirigido a sostener el modelo hispano católico, como el marco natural en el que se debía proyectar la nación, dado que allí se encontraba su legitimidad moral y su tradición histórica.
De otra parte y como antecedentes directos de este trabajo pueden citarse los estudios de Andrés Gordillo Restrepo <ref>Gordillo Restrepo, Andrés. “El Mosaico (1858-1872): nacionalismo, elites y cultura en la segunda mitad del siglo XIX”, Fronteras de la Historia (Bogotá) Vol. 8, 2003. En línea. Consultado 10 diciembre 2020. También publicado en:  ''Pensar el siglo'' XIX. '' Cultura, biopolítica y modernidad en Colombia'', ed. Santiago Castro (Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2004) Este trabajo tiene por objeto estudiar el papel mediador desempeñado por las “minorías privilegiadas culturales”, específicamente el grupo de El Mosaico, y las acciones políticas que ellas fueron tomando con la intensión de formar una cultura nacional, en medio del proceso de construcción de la nación. La revisión de la situación y el contexto socio-cultural y el seguimiento del desarrollo del grupo en torno a la publicación periódica, conduce al autor a plantear que la imagen de nación propuesta era preferiblemente la de un país urbano y culto. </ref> ; Gilberto Loaiza Cano<ref>Loaiza Cano, Gilberto. “La búsqueda de autonomía del campo literario, El Mosaico, Bogotá, 1858-1872”, Boletín Cultural y Bibliográfico (Bogotá) Vol. 42 Núm. 67, 2004. En línea. Consultado 10 diciembre 2020.
--------- ''El poder letrado en Colombia. Ensayos sobre historia intelectual colombiana, siglos'' XIX y XX. Cali: Universidad del Valle, 2014, 292.
--------- ''Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación'' (1820-1886). Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011, 469. </ref>
  -el primero de sus trabajos sobre el grupo de El Mosaico fue publicado por el Boletín Cultural y Bibliográfico y por tanto es referente de primer orden para esta lectura dado el rigor con que señala las características del periódico y las condiciones para su producción y la construcción de un campo literario dedicado a construir una legitimdad política-; David Jiménez<ref>Jiménez, David. “Romanticismo y radicalismo”. ''El radicalismo colombiano del siglo'' XIX. Sierra Mejía, Rubén (editor). (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencais Humanas. Departamento de Filosofía, 2006) 289-308. Especialmente a partir de la figura de José María Samper y José María Vergara y Vergara, Jiménez señala con claridad la relación entre estos dos espacios cómo ámbitos emocionales que dejan ver el tipo de apropiaciones de pensamiento filosófico y político de algunos letrados del momento. </ref> , quien avanza en la comprensión del lugar de la lengua en la apropiación de un discurso moderno en el pensamiento de Caro y el trabajo de Julio Arias Arias<ref>Arias Vanegas, Julio. ''Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano. Orden nacional, racialismo y taxonomías poblacionales'' (Bogotá: Uniandes-CESO, 2005) 162. </ref> , quien en particular observa en la literatura costumbrista un escenario de representaciones de poder en sus diferentes formas de diferenciación, subordinación y marginación de la región respecto del centro, de manera reciente la reedición de la obra original del Museo de Cuadros y Costumbres, con notas y estudio de Felipe Martínez Pinzón<ref>Martínez Pinzón, Felipe. “Edición académica, estudio y notas”. ''Museo de Cuadros y Costumbres, Variedades y Viajes''. Bogotá: Universidad de los Andes, 2020</ref> .
Sobre la influencia hispana es necesario destacar el trabajo de Iván Vicente Padilla Chasing<ref>Padilla Chasing, Iván Vicente. ''El debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX: lectura de la Historia de la literatura en Nueva Granada de José María Vergara y Vergara''. (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Literatura. Grupo Historia y Literatura, 2008) 233. </ref> , El debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX, el cual documenta y analiza el contexto y la producción de la Historia de la literatura en Nueva Granada, José María Vergara y Vergara, como “la apología más completa del legado sociocultural hispánico.” Cabe destacar aquí los trabajos realizados por Oscar Saldarriaga Vélez<ref>Saldarriaga Vélez, Oscar. “La Cuestión Textos de 1870: Una polémica colombiana sobre Los Elementos de Ideología de Desttut de Tracy”, Pensar el Siglo XIX. ''Cultura, biopolítica y modernidad en Colombia'', ed. Santiago Castro Gómez (Pittsburg: Universidad de Pittsburg, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2004). </ref>.  sobre la Querella Benthamista y su incidencia en la disputa por el sujeto moral como base para la formación de ciudadanos. Sobre la relación de las letras y el poder político en el siglo XIX el clásico trabajo de Malcom Deas<ref>Deas, Malcom. ''Del Poder y la Gramática'' (Bogotá, Taurus, 2006) 372. </ref>  y sobre la influencia del mundo clásico el trabajo de Ricardo del Molino García<ref>Del Molino García Ricardo. ''Griegos y Romanos en la primera república colombiana'' (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2007). </ref>  en la comprensión de la apropiación de la Antigüedad en el pensamiento ilustrado en la Nueva Granada. Por último, el trabajo desarrollado por el filólogo argentino Juan Antonio Ennis  quien precisa el lugar de la lengua en el pensamiento de Miguel Antonio Caro<ref>Ennis, Juan Antonio. “Miguel Antonio Caro, la lengua y la ley”…  En palabras de este autor: “las políticas de la lengua y la postulación de una tradición literaria se integran en un entramado político efectivo en el que el letrado tiene a su cargo la definición e imposición de una identidad criolla en la que el purismo lingüístico y el conservadurismo político-religioso aparecen como deberes históricos (…) configurando un dispositivo que será el del Estado produciendo un ciudadano legítimo, hablante de la norma que se llamará culta.”  </ref> y la configuración de “la triple alianza entre ley, gramática y religión como asuntos fundamentales del Estado”.
==Referencias==
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==Bibliografía==
==Créditos==
Autora:
Gloria Vargas Tisnés
Mg. Historia de la Universidad Nacional (Bogotá)
Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Universidad Externado de Colombia
2021
==Véase también==
==Enlaces relacionados en Banrepcultural==
*
[[Categoría: Colección Bibliográfica]]
{{RelacionesBanrepcultural}}

Revisión actual - 17:20 10 jun 2021

“El ‘círculo’ literario de El Mosaico y la sociabilidad política bogotana en el molde de las humanidades clásicas a mediados del siglo XIX”, artículo de Gloria Vargas Tisnés, sobre esta importante publicación que significó un espacio de sociabilidad cultural y política y forma parte de las colecciones de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Las reflexiones aquí consignadas forman parte del resultado de una investigación, publicada por la autora en 2016: La nación de los Mosaicos. Relaciones de identidad, literatura y política en Bogotá (1856-1886) (Academia Colombiana de Historia, Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2016).

Introducción

En Colombia, como en otros países latinoamericanos, la pregunta por ¿quiénes somos? en relación con la construcción de un proyecto de identidad nacional se acentuó en la segunda mitad del siglo XIX a la luz de la consolidación de los distintos proyectos republicanos. Tanto desde lo público como desde lo privado se realizaron esfuerzos por contribuir en esta definición.

La Comisión Corográfica (1850 y 1859), agenciada por los gobiernos liberales con el propósito de levantar un mapa geográfico, de recursos naturales, humano y social, constituyó el esfuerzo más importante desde lo público. En 1859, finalizada la Comisión, se empezó a editar en Bogotá el periódico literario El Mosaico, que tuvo tres etapas (1859-1860; 1864-1865 y 1870-1872) y se propuso como un proyecto para la construcción de la literatura nacional, propósito que contó con el apoyo de literatos de ambos partidos. Si la comisión había descrito de manera positiva los distintos tipos humanos, la literatura debía describirlos en sus “usos y costumbres”.

A partir de la producción y recolección sistemática de los cuadros de costumbres, y más allá de la versión racializada y jerarquizada que había proyectado la Comisión, esta literatura debía dar cuenta de la descripción de los rasgos morales de los “tipos” humanos identificados y sus prácticas sociales, valoradas dentro de los ideales civilizatorios (hispano-católicos) que promulgaba el grupo más conservador de los raizales capitalinos; indicando a su vez los valores que debían ser fomentados para llegar a un estado de civilización aceptable (la práctica católica y el adecuado uso del idioma “español” como “La Lengua” en mayúscula) para la integración y armonización social, política y económica.

Las descripciones costumbristas no solo ubicaban el lugar del otro en minúscula, el subalterno, sino también el “Otro” en mayúscula, el modelo, límites que demarcaban el espacio para ubicar el propio lugar de estos literatos, como legítimos guías de las rutas que conducían el progreso social. Como resultado de este esfuerzo editorial, el proyecto literario se vio afianzado en 1866 con la publicación en dos volúmenes del Museo de Cuadros y colección Costumbres, variedades y viajes que se proponía dar a conocer la imagen de eso “que somos y hemos sido”, formulando claramente una pregunta por la identidad.

Lejos de la leyenda negra, la imagen de patria, asimilada a la de nación, reconocía en la conquista las bases de la patria moral y en la independencia el mito fundante de la nación republicana, tal cual 20 años después lo propondría el proyecto cultural agenciado por el movimiento regenerador en 1886, liderado por el ex liberal radical Rafael Núñez y el conservador ultramontano Miguel Antonio Caro, quienes promovieron un molde cultural en la más refinada escuela neo-clásica y academicista, que exponía los valores precedentes de El Mosaico en el Papel Periódico Ilustrado -dirigido por Alberto Urdaneta-, y avanzaba con este modelo al campo de las artes con el proyecto de la Escuela Nacional de Arte, asimilada por la Universidad Nacional.

De otra parte, el proyecto literario fue complementado con la creación paralela de la Tertulia de los Mosaicos (1860-1886 aprox.), que se propuso como el espacio privado para el reconocimiento de una identidad de grupo y de afinidad a la causa literaria en términos “Apartidistas” -como bien señala el profesor Andrés Jiménez-, que facilitó la superación del conflicto político para depurar los acuerdos en el sentido de los rasgos que debían caracterizar esencialmente el ideal de progreso material y moral de la sociedad republicana.

A la finalización del periódico en 1872, se concretó el principal logro “político-cultural” del esfuerzo letrado en el molde hispano-católico, la creación de la Academia Colombiana de la Lengua en 1871. Para esta fecha la tertulia logró consolidarse como un espacio de reunión para el reconocimiento de lo más destacado de las letras granadinas -especialmente aquellos alinderados dentro del pensamiento conservador-, y convertirse más adelante en un instrumento decisivo en el consenso de las élites capitalinas sobre las bondades del proyecto regenerador.   

En consecuencia quiero señalar cómo el proyecto costumbrista liderado por el grupo de los Mosaicos, especialmente los “raizales” -adjetivo para aquellos representantes de las tradiciones andinas encarnadas en la tradición de Bogotá como legítimo centro civilizatorio, representó y actuó como agente de consolidación, difusión y legitimación de un discurso político conservador que prefiguró el proceso de la regeneración; en el cual la élite letrada capitalina no solo fijó su legitimidad como grupo gobernante en la figura de letrado latinista sino que consolidó el modelo clásico como el marco en el que debía ser leída la realidad social, caracterizada por el entramado de tensiones producidas por un país diverso en su geografía racial, social y física, y conjuradas por el dispositivo clásico que invisibilizaba el conflicto social. “Igualmente, señalar la forma como este discurso literario implicaba la defensa de la educación de las humanidades clásicas en tanto sinónimo de hispanismo católico, en contraposición a la educación experimental y positiva defendida a su vez por los liberales radicales, para ponerse en el centro de una de las principales contiendas ideológicas del bipartidismo de la época, la disputa por la formación del ciudadano y el sujeto moral, expuesta con mayor claridad en lo que se llamó la Querella Benthamista, que recorrió el siglo desde 1825 hasta 1870” [1] .

La controversia no solo evidenció los puntos antagónicos entre ambas propuestas, sino que puso de manifiesto la resignificación de antiguos valores, dirigidos a sostener argumentos de legitimidad sobre la superioridad moral y social del grupo de los mosaicos raizales, así por ejemplo la noción de latinista y letrado aparecía como sinónimo de los “limpios de sangre”, designando a quienes por tradición y desde la colonia, habían sido formados en las más depuradas lecciones de enseñanza hispano-católica, especialmente de la mano de los jesuitas. Producto de esta misma tradición, la adopción del modelo clásico -como argumento de legitimidad intelectual, social y moral, asociado al linaje- que no solo significaba reconocer la jerarquía humana sino que redundó en la proyección de una sociedad racial y moralmente jerarquizada, a la vez que en la interpretación de una realidad en la que el conflicto social queda parcialmente invisibilizado bajo los lineamientos estéticos que corresponden a este modelo clásico, encarnado en las triadas nociones de verdad, belleza y bondad y orden, unidad y armonía, unidos a la noción de que modelar el lenguaje y su forma de comunicación eran el primer paso para modelar la realidad y el proceso civilizatorio. Así las cosas, fueron los humanistas, literatos, filólogos, poetas, educadores, el poeta, el más sensible y cultivado en el manejo del lenguaje, el llamado a ocupar los más altos cargos en la dirección social.

Un contexto radical

A partir de la introducción de las medidas liberales a principios de la década de 1850 y con el surgimiento de los partidos liberal y conservador, los discursos políticos empezaron a radicalizar sus diferencias en torno a temas sensibles tales como: la pertinencia de un Estado laico para el país; su organización regional en tensión con el centralismo consuetudinario representado en Bogotá -y de las regiones entre sí-; y la disputa por la educación moral del pueblo, en el mejor de los casos del ciudadano, nuevo protagonista del orden republicano. Las diferencias programáticas estuvieron encarnadas en la Constitución de 1863, sustentada en los principios del radicalismo liberal, y la Constitución de 1886 (también radical), promulgada por el proyecto conservador de la regeneración.

Ambas constituciones representaron el escenario de contienda por dos formas de gobierno y conformación del Estado diametralmente opuestas, y más allá, dos formas de concepción de lo humano y de la vida en sociedad. Significó la disputa filosófica más importante a lo largo del siglo XIX, la cual puede seguirse y entenderse en torno a la conocida “Querella Benthamista”, que de la mano de la discusión sobre el decaimiento de las humanidades y los estudios clásicos -asociado a la expulsión de los jesuitas en 1849-, fue el telón de fondo que alertó sobre el peligro que corría la sociedad y la lengua si las ideas positivistas y sensualistas llegaban a entrar en casa. A efectos de combatir el mal se organizaron agremiaciones de filólogos, literatos y poetas: El Liceo Granadino (1856) y la Academia Colombiana de la Lengua (1871…), fueron exitosos ejemplos de conjuro.

“El que no está conmigo está contra mi”. Es el inicio de la frase con la que Ezequiel Uricoechea (1834-1880) describe la tendencia radical e irreconciliable de las “pasiones” políticas, causa de dogmas y de camarillas de poder “anti-social”, como llamó a los grupos sectarios de uno u otro partido. Cofundador del periódico El Mosaico y miembro de la tertulia en sus primeras épocas, Uricoechea fue el naturalista y filólogo, científico y humanista más importante del siglo XIX republicano en Colombia. En correspondencia con Juan María Gutiérrez (1809-1878), y por interés de este humanista argentino, Uricoechea le hace saber sus apreciaciones sobre los malestares y vicisitudes de la política local. En 1876 y antes de empezar la guerra de las escuelas, que representó el inicio de la caída del proyecto radical y fue producto del levantamiento de clérigos y padres de familia por la implementación del sistema de educación laica, Uricoechea le comenta a Gutiérrez:

Caro dice que va a tomar las armas –puede ser frase poética– porque en Bogotá se ha puesto la situación de tal modo que los conservadores retrógados (o ultramontanos) como él y los liberales no desean otra cosa sino exterminarse unos a otros. ¡Si al fin lo hicieran quedaríamos por un tiempo en paz! Pero ya verá U. cómo los instigadores recogen los lauros si triunfa su partido y si pierde no pierden ellos nada. ¡ Qué triste ver que un hombre de las dotes de Caro se meta en semejante zahurda.![2] (… ) Me parece tan deplorable y tan absurdo el que se maten los hombres, so pretexto de religión, porque unos creen y otros no unos tantos cuentos y tradiciones de la nación judía, que nada tienen que ver con nosotros, como se maten los pobres labriegos entre nosotros por la república, que ni ellos entienden ni es para ellos otra cosa que un azote continuo: los que con ella ganan son los pillos parlanchines. Amén .[3]

Y en la misma carta:

(…) si los reyes son tiranos nada he visto más tiránico que estos menguados cabecillas de partido, que so pretexto de principios, (…) no le permiten a nadie ni raciocinar, ni pensar por si mismo, ni discutir por un solo instante los dogmas de su política. El que no está conmigo está contra mí, y con los míos con razón o sin ella, he ahí los dos grandes axiomas de nuestros politiqueros. Si esto pasa en el poder ejecutivo, el poder legislativo no le va en zaga. Es monstruoso el resultado que da un poder legislante e irresponsable; (...) más irresponsable tanto no es uno solo o un grupo determinado el que legisla a los ojos de la nación, sino la nación entera. ¿Y no sabe U. que para hacer pasar una ley monstruosa y anti-social, se forma un círculo de oposición al gobierno, el cual no teniendo una mira sino el no ser derrocado, acepta todo a trueque de que lo dejen mamar? Lo que está pasando hoy en Colombia (…)[4]

Estas citas dejan ver el ambiente radical que atravesó la segunda mitad del siglo, mejor representado en la polarización de principios que se verán expuestos en las constituciones del momento.

Entre el radicalismo liberal y la regeneración: constituciones, sociedad y sujeto moral.

Constituciones y luchas programáticas. Con una diferencia de poco más de veinte años, las constituciones de 1863 y la de 1886, representaron las antípodas de la política en todo el siglo XIX. La Constitución de 1863 bautizó al país con el nombre de “Estado Unidos de Colombia” y se caracterizó, de manera general, por haber instaurado el federalismo mediante la creación de nueve Estados; dispuso el voto universal para hombres y le dio gran peso al congreso como representante del pueblo. También promulgó el Estado laico, es decir la separación de la iglesia y el Estado, y en consecuencia diseñó un sistema de educación pública y obligatoria para la infancia, que dejó la enseñanza de la religión por fuera de la responsabilidad del Estado, consagrando además libertades ilimitadas en varios aspectos de la vida social.

Por su parte, la Constitución de 1886 de la “República de Colombia”-que modeló el país durante el siglo XX y fue derogada en 1991-, se erigió como una constitución confesional y le devolvió a la Iglesia las prerrogativas de organizar y dirigir la educación pública. De carácter centralista, convirtió los Estados en departamentos, le dio gran peso al ejecutivo en cabeza del presidente (presidencialista) e instauró el sufragio limitado a la propiedad y el alfabetismo; por lo demás concretó la modernización del aparato estatal, aduanero y fiscal y contribuyó a integrar el país a la economía-mundo moderna.

Sociedad y sujeto moral. En este sentido ambas constituciones propusieron distintas visiones de la sociedad y la educación de los individuos en cuanto a su formación moral y sus competencias como ciudadanos. Los radicales liberales, apoyados en teorías positivistas -especialmente expuestas por el inglés Jeremias Bentham (1748-1832) y el francés Desttut de Tracy (1754-1836)-, concibieron la sociedad como una máquina perfectible por la ley, de allí que el poder legislativo adquiriera mayor importancia que el ejecutivo. Por su parte, el grupo de conservadores representados en la línea de Caro, apoyados en las teorías del derecho natural y las filosofías neotomismas, pensaron la sociedad como un organismo moral jerarquizado orientado naturalmente al BIEN, y en consecuencia, el peso recayó en la figura del ejecutivo como principal cabeza moral del Estado.

A ambas nociones sobre lo social correspondió una idea distinta de la educación del futuro ciudadano. Los liberales pusieron énfasis en la educación de las ciencias útiles (matemáticas, técnicas y ciencias en general) que presuponían acompañar el desarrollo del capitalismo moderno, apuntando a un sujeto formado en la experiencia y regido por la duda cartesiana, concebido dentro del derecho positivo y las relaciones contractuales. Los conservadores en cambio (que también para no pocos liberales moderados), asumieron la idea de un sujeto formado en la fe, en la fuerza de lo no demostrable y sin embargo motor de lo humano, como el amor de Dios; un sujeto regido por el derecho natural y de moral universal innata guiada por los principios de fe, esperanza y caridad. Particularmente Caro mostraba su preocupación por una adecuada formación humanista que impidiera el advenimiento de lo que él nombraba como el darwinismo social.

Las diferencias tomaron cuerpo y se radicalizaron en torno a la discusión Benthamista, que puso en especial tensión la disputa por las nociones acerca de la naturaleza del Bien Social; las emociones de placer y dolor como motor de lo humano; la sociedad como un mecanismo causa efecto y el principio utilitarista del mayor bienestar para el mayor número. Según Bentham, eran las pulsiones de placer y dolor las principales motivaciones para la acción humana; según ellas el hombre buscaba felicitad, asimilada a la noción de lo útil como causa de existencia, donde el placer, la utilidad y la felicidad se alineaban del lado del Bien. En estos postulados Caro observó una perversa aberración que contravenía en todo las virtudes teologales y los principios de sacrificio y desinterés como causa de redención en la doctrina católica. De otra parte, el buen gobierno utilitarista debía regirse por un legislador pragmático anclado en el derecho positivo, mientras el buen gobierno conservador, ordenado según el derecho natural en el modelo hispano-católico, debía caracterizarse por el ejercicio de la autoridad paternalista. Finalmente, la apuesta democrática de Bentham con el voto universal y la consigna del “mayor bienestar para el mayor número” fue conjurada por Caro en la propuesta del voto censitario, limitado por la propiedad y el alfabetismo.

La Querella Benthamista y “la cuestión de textos”.

Aunque el inicio de la Querella se produce en 1826 entre el liberal Vicente Azuero y el padre Francisco Margallo, fueron dos confrontaciones posteriores (1835-1836 y 1868-1870) las que alcanzaron un nivel de mayor conmoción social. Los enfrentamientos tuvieron siempre el mismo motivo, referido a la idea de introducir de manera obligatoria el tratado Benthamista en los colegios mayores -y posteriormente en la universidad nacional-; afectando el estudio de los tradicionales textos de derecho natural de tradición hispano-romana, con el consecuente desplazamiento de las humanidades clásicas como el latín, la filología o la retórica entre otras. Para 1870 Ezequiel Rojas, uno de los más destacados pensadores del liberalismo radical, propone al senado la adopción obligatoria de los textos de Bentham y de la filosofía de Tracy en la Universidad Nacional, este último conflicto, conocido como “La cuestión de textos”[5] , llevó a Caro a refutar punto por punto toda la doctrina benthamista y la sensualista de Tracy.

A propósito de la propuesta y en los siguientes términos Caro comenta: El senado liberalísimo de los Estados Unidos de Colombia acaba de declarar y pretende imponer a la juventud, por la fuerza, la infalibilidad del materialista Destutt de Tracy y del Epicuro inglés Jeremías Bentham (…) Una doctrina antipática a la inmensa mayoría de la nación, infame para quienes profesamos una fe religiosa, odiosa para todos los que no son ateos; una doctrina y unos autores que no están aceptados en ningún establecimiento de educación en Europa; una doctrina que solo ha tenido por sostenedores, entre los antiguos, a Epicuro y Lucrecio; apellidados puercos por sus contemporáneos; entre los modernos a Hobbes, Helvecio, D’Holbach y algunos otros ateos y materialistas (…) filósofos de segundo y de tercer orden (…) El doctor Rojas, vencido en la discusión, apeló al espíritu de partido, y el senado le ha dado gusto exigiendo como condición sine qua non para que un joven pueda recibir la educación que se da en la universidad, que se haga epicúreo con Bentham y materialista con Tracy. No importa que esa educación se costee con las contribuciones que paga un pueblo católico que tiene horror a Epicuro[6] .

En el mismo artículo y en breve reseña de la oposición contra el benthamismo, recuerda: El primero que tronó contra esas doctrinas aquí fue el eminente doctor Margallo, después el señor arzobispo Mosquera, a quien tampoco se atrevería nadie a llamar ignorante, y por fin, el Concilio Provincial, que de seguro no estaba compuesto de clérigos de misa y olla (…) Entre quienes no visten sotana, han impugnado el inmoral sistema los hombres de inteligencia más elevada, (…) Joaquín Mosquera, (…) Mario Valenzuela y los Ospinas (… ) El señor José Eusebio Caro los había precedido, y últimamente han escrito contra Bentham los señores Manuel M. Madiedo, José Joaquín Ortiz, Ricardo Carrasquilla, Miguel Antonio Caro, José Manuel Groot, entre los conservadores; [entre los liberales] Ricardo de la Parra, José María Samper y José María Rojas Garrido (…)

[aunque el mismo Caro comenta que Rojas Garrido había cambiado nuevamente de posición]. Pues bien, cincuenta años hace que el libro de Bentham está en manos de los estudiantes, y hasta ahora no ha producido un legista, ni una ley que pueda durar algunos años, y nuestras constituciones son defectuosas (…) En cambio, el sistema de Bentham ha formado algunos jueces venales y muchos politicastros corrompidos. Ya hemos dicho por qué se salvó en parte la generación educada bajo la administración del general Santander: entonces se aprendía la lección de memoria y no se razonaba; pero ahora que hasta los niños se han vuelto razonadores, las cosas no pasan del mismo modo[7].

Finalmente, el rector de la universidad Nacional, para ese momento Manuel Ancizar, acompañado de una pequeña comisión en la que figuró José María Samper, conceptuaron que en un ambiente de libertad de cátedra no era lógico señalar como obligatorio ningún tipo de texto y menos considerando que a esas alturas se podían encontrar textos más actualizados sobre el tema, con lo que el tratado de Bentham y la filosofía de Traicy podían quedar como textos de referencia.

Crisis y defensa de las humanidades clásicas: el Liceo Granadino y la Academia Colombiana de la Lengua.

Una vez la Cuestión de textos fue resuelta y el tratado de Bentham relegado a un referente más dentro de las clases, se fortalecen en diferentes colegios los estudios de latinidad. De esta manera, Caro comenta con satisfacción: Regocíjame sobre todo, y es motivo justísimo de parabienes, para la patria, ver que en este y otros establecimientos de educación los estudios clásicos se levantan del olvido y la postración al que la ignorancia y la barbarie los tuvieron relegados. La latinidad, la filología, la elocuencia, la poesía, la filosofía, todas las artes y ciencias, que designamos con el expresivo nombre de humanidades, renacen en estos planteles, aun no bien serenado el cielo de la patria (…) Los estudios literarios bien dirigidos, aun cuando no formen por lo pronto especialistas, agilitan el entendimiento y, comunicándole tino y perspicacia, le predisponen a todo género de ejercicios. Nuestra revolución de independencia ¿dónde fue a reclutar sus tribunos, sus magistrados y aun sus guerreros, sino en las universidades y colegios de la Colonia? ¿De dónde tomaba Camilo Torres ejemplos de sabiduría, de dónde sacaba las imágenes majestuosas con que engrandecía su estilo, sino de la historia griega y romana que aprendió en las aulas de humanidades?[8].

Sobre el estudio de las humanidades y citando a Horacio en sus opiniones sobre la decadencia de Roma, la preocupación de Caro se concretó en parte en el problema de la formación del carácter, y sus reclamos van a encontrar legitimidad de autoridad no solo en los autores clásicos sino en la propia historia de Roma, usada como un constante referente histórico para indicar la naturaleza de los progresos sociales o las causas de su derrumbe. Horacio anunciaba en su tiempo la decadencia de Roma, porque veía que en las escuelas públicas sólo se daba importancia a las artes numéricas con menosprecio de los estudios liberales. Y nosotros, civilizados por el cristianismo, no podemos mirar con indiferencia que se vuelva al paganismo, y en él a un sistema reprobado por los mismos paganos de nobles sentimientos; que se considere enseñanza fundamental la de las operaciones de la aritmética, y secundaria y aun inconveniente, la de la religión; que se haga consistir la educación en recargar la memoria sin dirigir la voluntad; en ilustrar la mente sin formar el corazón; no podemos contemplar todo esto sin protestar contra los bárbaros novadores, sin presagiar la ruina de la sociedad moderna, con mucha mayor razón que la que tuvo Horacio para profetizar el derrumbamiento de la nación romana[9] .

Porque, fue cierto que para mediados del XIX y al calor de las nuevas proyecciones del país en materia económica y de los cambios de época, los padres de familia se preocuparon por darles a sus hijos una formación más práctica. En general las artes y los estudios latinos habían perdido interés y más aún después de la expulsión de los jesuitas en 1849 (por el gobierno liberal de José Hilario López), quienes desde la colonia habían sido los maestros naturales del latín y la formación tomista.

En este contexto, la formación del Liceo Granadino en 1856 por José Joaquín Ortiz (1814-1892) y otros notables, representó un renovado esfuerzo desde lo privado por atender la cultura. Cabe recordar que fue Ortiz, reconocido latinista, quien acompañó a Caro en la controversia de la cuestión de textos, escribiendo en 1868 su famoso ensayo “Las Sirenas”, o refutación a Bentham.

Para el momento de su inauguración, el Liceo contaría con las secciones de Literatura, Ciencias Políticas, Ciencias Físicas, Música y Pintura y tendría como objetivo principal el ser “una reunión de hombres amantes de la ciencia i de las artes, que abandonando las mezquinas discordias de nuestros partidos políticos, van a cultivar con empeño aquellas materias, unidos por una fraternidad verdaderamente republicana, i animados por un mismo deseo de ilustrarse a si mismos e ilustrar a la Patria”[10] .

A pesar de su corta duración, el instituto fue reconocido en su época como un esfuerzo por incentivar la cultura en diferentes materias, especialmente la literaria. Para finales del siglo y en las páginas del Papel Periódico Ilustrado, Manuel María Carrasquilla recordaba la importancia del Liceo y la solemnidad durante su inauguración, a la que asistió lo más granado de la sociedad capitalina, incluidas algunas señoras y por supuesto los jóvenes más destacados de ambos colegios mayores. Carecía la Nueva Granada de un instituto donde los cultivadores de las letras encontraran aliento para sus empresas y crítica ilustrada para sus publicaciones, y que favoreciera el desarrollo de la literatura nacional. Toca al señor Ortiz la gloria de haber provisto a esta necesidad con la creación del Liceo Granadino (...) La instalación del Liceo Granadino se verificó el 20 de julio de 1856, en el salón de grados de la Universidad. El local estaba adornado con banderas granadinas entrelazadas con los viejos estandartes castellanos, trofeos de la guerra de independencia. A los lados del solio en que presidía la sesión el doctor Mallarino, acompañado de los señores D. Joaquín Mosquera [Monseñor] y D. Lino de Pombo, se veía dos bustos, uno de Bolívar y otro de Santander, Llenaban el salón cuantos hombres figuraban entonces en la política, la milicia, la literatura, el arte y la ciencia; y en las galerías en anfiteatro presenciaba la fiesta lo más escogido entre las señoras bogotanas[11] .

Es claro que se trataba de alentar a los jóvenes talentos en el cultivo de las artes y las humanidades dirigidas a enaltecer la cultura nacional, y de nuevo a la formación de un carácter modelado en la templanza y la modestia, según los preceptos clásicos de una justicia “Pura y Augusta” como el mismo Ortiz señaló durante su presentación. ¡Jóvenes que me escucháis! Permitidme un desahogo de patriotismo y de amor al dirigiros mis palabras y mis votos, (…) Hijos queridos de la patria, subid al capitolio con la oliva de paz en la mano y el culto de la verdad en el corazón. Apropiándome de las palabras de un ilustre romano a sus compatriotas seducidos por el lujo y los placeres en Capua y Tarento, os digo: Dejemos a los europeos sus dioses irritados; no demos al mundo sino ejemplos de templanza y de modestia, y así obligaremos a las naciones ricas de la tierra a tributar homenaje a la pobreza de los granadinos. ¡Justicia pura y augusta, noción intelectual de todo lo que hay de perfecto en el espíritu y en las aspiraciones de los hombres, que elevas el alma y alientas el corazón, yo te invoco! ¡Sé la antorcha que ilustre a nuestra juventud, para que haga triunfar definitivamente la libertad, objeto y fin último de tantos esfuerzos, de tantos sacrificios![12] .

A pesar de su corta existencia, el instituto fue un antecedente de primer orden para los proyectos literarios que vinieron después, incluido por supuesto el proyecto de los Mosaicos, quienes lograron consolidar el esfuerzo por acercar las letras nacionales a “la madre patria” y empezar a restituir el lazo original de unidad cultural representado en la lengua. En 1871 se inauguró la Academia Colombiana de la Lengua -siendo la primera en Latinoamérica-, convirtiéndose en un importante punto de referencia para la formación de otras academias en la región, como por ejemplo la argentina.

Entre los Mosaicos, sus principales mentores fueron José María Vergara y Vergara, José Manuel Marroquín y Ezequiel Uricoechea, acompañados por supuesto de Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo, cuyos trabajos se hicieron conocer en los grupos intelectuales de otros países latinoamericanos como Argentina. Fue ésta una de las tareas de Ezequiel Uricoechea, quien jugó un papel fundamental en el desarrollo de los trabajos de Caro y Cuervo. Por la correspondencia entre Uricoechea y Gutiérrez sabemos de los esfuerzos de Uricoechea para que su homólogo aceptara la postulación como miembro de la academia de Madrid, argumentando entre otras ideas la necesidad de sacar adelante el proyecto de un diccionario fuera de las manos más conservadoras que gobernaban las humanidades; de manera que Uricoechea le insiste y citando el caso colombiano le escribe:

Ya en mi anterior le dije a U. lo que pensaba de su carta a la Academia. Creo que U. y todos los hombres como U. deben contribuir con sus luces, con sus ideas y con su influjo a hacer un buen diccionario: U. debe trabajar en la reforma que cree conveniente en la Academia y no retirarle su apoyo, a menos que U. funde otra mejor. Esto de dejar la lengua en manos de un grupo sólo, tal vez político más bien que literario, es causa de que andemos como vamos; todos pues – y más los que tenemos las puertas abiertas – debemos reformar sino podemos fundar[13] .

Aunque admirador de los trabajos de los colombianos, Gutiérrez no veía con buenos ojos el extremado carácter conservador de la academia de Madrid y lo que consideraba una verdadera reconquista cultural que ocultaba fines políticos. Así que Gutiérrez le contesta no, no y no; en un lenguaje crítico y descalificador sobre lo que para él representaba la academia de Madrid, Gutiérrez comenta: Compare V. lo que saben y alcanzan sobre lenguaje castellano, esos americanos con lo que saben los madrileños y convendrá V. en que es exceso de generosidad el considerarnos por nuestra parte discípulos y meros caudatorios de semejantes figurones con pelucas hasta la cintura. (…) La de la lengua [se refiere a la Academia de Madrid], ha de mordérsela al ver que desde la falda de los Andes le llegan tan preciosos materiales y tan clásicas lecciones sobre materias de cuya exclusiva competencia se enorgullece con toda la toga de la ignorancia. (…) ¿No es picardía que esos hambrientos, necesitados de ciencias y cuartos, se presenten como obstáculo a los ilustrados y sanos propósitos de V. y de otros americanos en cuanto a libros docentes para la juventud sud-americana que por desgracia habla la lengua de Sancho Panza, que al fin también es esta la de Cervantes? ¿De que sirven las muestras de competencia que dan los miembros de la Academia de Bogotá, cuando se les calumnia de desconocer el arte de escribir en Español?[14] .

La Comisión Corográfica y el país diverso.

Y es que parecía que el único elemento de homogeneidad visible, para una nación en busca de rasgos de unidad, era la lengua, además de la religión que no todos profesaban, pero todos si, hablaban español, al menos aquellos incorporados dentro de la llamada vida social “civilizada”. Los primeros resultados de la Comisión Corográfica, realizada como sabemos entre 1850 y 1859, habían dejado claro tanto la diversidad geográfica como la diversidad racial, cultural y socio-económica de los pobladores del país. Realizada por encargo de los gobiernos liberales y bajo la dirección del ingeniero y militar italiano Agustín Codazzi, la Comisión se había propuesto hacer un mapa geográfico, de recursos naturales y humanos, para saber la realidad del país en términos de sus posibilidades y limitaciones, una información que le permitiera a los gobiernos establecer con mayor claridad para quiénes se estaba legislando, cuáles sus características raciales y sociales y las posibilidades de su integración en términos políticos y económicos.

Vale la pena citar aquí una de las conclusiones de los trabajos más recientes publicados sobre la Comisión, por parte de la investigadora Nancy Appelbaum: “Antes que una nación unificada, la Comisión presentó una Colombia fragmentada en diferentes regiones, con frecuencia incluso enfrentadas, habitadas por diferentes “razas” y “tipos”, algunos mejores que otros. De esta manera la Comisión apuntalaba supuestos acerca de la superioridad de la población blanca y mestiza de las cordilleras, una idea que se remontaba, por lo menos, hasta los tiempos de la publicación del Semanario de Francisco José de Caldas a principios del siglo XIX. Esta jerarquía espacial y racial se reproduciría y refinaría en el discurso académico y popular a lo largo de los siglos XIX y XX”[15].

Y sería esta seguridad confirmada, sobre la jerarquía espacial y racial, como una jerarquía natural, un insumo básico para representar escrituralmente a la nación, mediante la descripción de cuadros de costumbres que no solo dieran cuenta de esta realidad diferencial sino también de las características morales de los diferentes grupos. Una literatura que ubicara el lugar de cada uno en esta jerarquía, indicando el lugar de los llamados a dirigir la sociedad según sus propias cualidades naturales y su linaje, anclado en la antigua noción colonial de “limpios de sangre” que, para mediados del siglo XIX, en la nueva república, era resignificada y encarnada en los “letrados”, quienes habían tenido acceso en razón de su condición de “blancos” a los principales colegios del virreinato y su tradición en las humanidades clásicas.

El proyecto Mosaico

Es en este contexto en el que debe inscribirse la creación del proyecto de los Mosaicos, dando paso al segundo punto, donde revisaré la conformación de la tertulia y el proyecto editorial encarnado en el periódico y la colección “Museo de cuadros de costumbres…”. Aclaro que, si bien el proyecto literario contó con una importante participación femenina, dejo de lado las mujeres en tanto no fueron reconocidas como agentes visibles de acuerdos políticos, aunque se sabe jugaron un papel fundamental en esta construcción. También precisar que del grupo Mosaico elegí para la charla y para este texto cinco casos que creo permiten visualizar de manera general la confrontación de enfoques diferentes y las transformaciones políticas de algunos de sus miembros. Cabe destacar que algunas veces el Mosaico ha sido visto como un grupo compacto y sin fisuras. Lejos de ello, allí convivieron diferentes perspectivas de mirada a la realidad y sobre el proyecto nacional. Luego se verá el papel asignado a la literatura como instrumento pedagógico y moralizante y su construcción dentro de los principios del modelo clásico, así como la construcción del Tipo social en el molde de una realidad jerarquizada.

La tertulia y el proyecto editorial ¿quiénes somos?

Como se mencionó, este grupo de literatos se sintió comprometido con la formación de una identidad nacional, mostrando la consciencia histórica de quienes se concibieron a sí mismos como los legítimos constructores de los caminos que debía tomar el país, se trataba de edificar la nación colombiana. De esta manera nace 1858 el periódico “EL Mosaico” y con él las reuniones literarias que pronto se convirtieron en la tertulia de los Mosaicos. Las reuniones iniciales estuvieron conformadas por quienes en primera instancia dieron vida al proyecto del periódico: José María Vergara y Vergara (1831-1872), José Manuel Marroquín (1827-1908), Ricardo Carrasquilla (1827-1886), José David Guarín (1830-1890), José Joaquín Borda (1835-1878), Ezequiel Uricoechea (1834-1880) -quien se sumó en su doble condición de científico y filólogo para formar la sección científica- y Eugenio Díaz (1803-1865) quien con su novela Manuela -considerada por Vergara y Vergara[16] como la primera novela nacional- ofreció la disculpa para iniciar el proyecto con una novela por entregas. Pero, cabe aclarar, no todos los iniciadores del periódico fueron miembros de número de la tertulia; fue el caso de Eugenio Díaz (claramente separado por su condición de campesino ilustrado y sus posiciones políticas de corte socialista) y Ezequiel Uricoechea (auto-distanciado por su pensamiento científico de corte positivista y muy liberal). De las tres etapas mencionadas del periódico (1858-1860; 1864-1865 y 1870-1872), fue la segunda la que alcanzó un mayor grado de gestión literaria, propiciando para 1866 la consolidación del primer compendio de cuadros costumbres, buena parte acopiados de las páginas del periódico; se trató de la edición en dos tomos del Museo de Cuadros y Costumbres, Variedades y Viajes, como la primera colección de cuadros que mejor representaba los diferentes “tipos” humanos que poblaban el país. De seguro la selección de los cuadros fue objeto de no pocas reuniones de tertulia. Se sabe que la tertulia estuvo activa en 1886 y que, presumiblemente, dejó de reunirse de manera definitiva en 1888 con la muerte de José María Samper, uno de sus principales gestores.

Cinco semblanzas mosaicas. Siguiendo el espíritu apartidista, a la tertulia se sumaron hombres de ambos partidos en diferentes momentos, a decir verdad, más hombres del partido conservador que del liberal y los liberales como José María Samper fueron tornando al redil de las ideas conservadoras, mientras otros, particularmente el caso de Isaacs, venido de las toldas conservadoras terminó combatiendo en las filas del liberalismo radical en defensa del proyecto federal. En este sentido e incluyendo los casos señalados, de manera breve se mencionarán cinco ejemplos que dejan ver las diferentes aproximaciones al proyecto y las transformaciones políticas de algunos de sus integrantes como Samper e Isaacs.

José Manuel Marroquín (Bogotá, 1827-1908) Nacido y muerto en Bogotá, bien puede representar las ideas más conservadoras del grupo. De tradición hacendaria y educado por los jesuitas, fue prolífico escritor, poeta y reconocido educador; se caracterizó por sus estudios de gramática y ortografía. En 1900 protagonizó Marroquín el golpe de Estado que radicalizó el curso de la regeneración y llevó al país a la guerra de los mil días e indirectamente a la pérdida de panamá. En sus escritos proclamaba cuando podía su condición de bogotano “raizal”, como la ciudad que cumplía la función civilizatoria que en su tiempo había hecho Roma. De la forma como valoraba su tradición familiar, enraizada con la más profunda tradición hispano católica, nos dice en su autobiografía: De tal modo me dominan el respeto y el amor a mis mayores, que creo sentir que ellos son los que viven en mí, o que yo soy un ser en quienes ellos se han trasfundido. No me hallo en mi centro sino viviendo en donde ellos vivieron y usando de las cosas de que ellos usaron. Quisiera que en mi casa todo fuera reproducción o copia fiel de lo que era la casa de mis abuelos. Nada es para mí más disonante que los usos nuevos que por inevitable necesidad de la época se introducen en casa[17] .

Su carácter severo se deja ver en esta corta frase autodescriptiva “En todas las cosas veo la parte real y positiva; sobre todo la parte que pueda tener de flaqueza humana”[18] , tan diferente de Vergara y Vergara, de quien se decía que tenía el don de ver lo mejor en otros. En el Papel Periódico Ilustrado tuvo Marroquín oportunidad de recordar los inicios del periódico en los términos que siguen: Vergara, Carrasquilla, Borda, Guarín y yo redactábamos el Mosaico por divertirnos, y sin curarnos del público, ni de si habría ó no suscriptores. No se nos daba un ardite de que abundaran o faltaran materiales para cada número del periódico, descuido que el señor Cualla, que era la bondad en persona, llevaba en paciencia, no obstante ser el empresario, al mismo tiempo que el impresor[19] .

Ezequiel Uricoechea (Bogotá, 1834-Beirut, 1880). Liberal de tendencias radicales, muere a la edad de 46 años siendo profesor de Árabe en la universidad de Bruselas. Reconocido en los medios intelectuales europeos como uno de los principales naturalistas y filólogos americanos, fue el científico más importante del siglo XIX republicano en Colombia. Amigo entrañable de Rufino José Cuervo, por quien mantuvo una nutrida correspondencia intelectual con Miguel Antonio Caro, su antítesis en pensamiento político. Entre sus distintos trabajos vale la pena destacar que en 1854 Uricoechea escribió el primer texto que inauguró la arqueología en Colombia e hizo grandes esfuerzos por crear una sociedad de naturalistas promovida a través del periódico, la cual se extinguió con su partida y por falta de apoyo. En una carta escrita a Caro el año de su muerte, le deja saber su gran sentimiento de frustración respecto de los esfuerzos invertidos en su tierra: Veo también que pocos recuerdos he dejado allí de mis trabajos, por lo que escribe el biógrafo de Vergara sobre el Mosaico [se refiere a Carlos Martínez Silva], que en casa se reunió por segunda vez, habiendo sido la primera en casa de Santander, y por el periódico que trabajé de más de una manera. Igual negligencia noto en su discurso a fin de exámenes. (…) ¿Le parece a este señor que no hice nada por introducir las ciencias y revivir el amor al estudio de ellas? ¿De dónde salen los naturalistas que hay hoy allá sino de mis clases? O es muy olvidadizo dicho señor, o ignora la historia de nuestros estudios, o… no me tiene buena voluntad. ¡Triste cosa es verse tan olvidado uno cuando ha dedicado gran parte de su vida en pro de los demás, junto con algunos miles de pesos! Así pagan nuestros compatriotas[20].

Sobre sus preocupaciones en torno a la construcción de un conocimiento propio sobre la América Española y en carta dirigida a su homólogo argentino, Uricoechea escribe: Es cierto que tenemos en nuestra América campo suficiente para llenar de gloria al más ambicioso, pero estamos tan desunidos, tan incomunicados que ni siquiera nos conocemos” [y prosigue a señalar la falta de un público crítico y la necesidad de superar ciertos hábitos culturales de rivalidad, por no decir envidia]. “Si no hay público ¿cómo puede el escritor remontarse? (...) Hay que formar un público americano, y si pasamos la vida en éxtasis delante de los ídolos que nos mandan los europeos -de oro fino y de oro más que bajo- enseñar a nuestros ciudadanos a dedicar siquiera un minuto a conocer a nuestros hombres. Pero qué, si nosotros mismos comenzamos por desdeñarnos unos a otros, y no hay autorzuelo, que no crea rebajarse si alaba a un compatriota. Aquí fabrican grandes hombres el día que a los periodistas se les antoja. No hay mas que gritar a los cuatro vientos de París, fulano es un grande hombre y el mundo lo repite… “et le tour est fait”, como diría un jugador de manos. A nosotros nos falta ese empuje, pues creo que heredamos esa cualidad española que un antiguo prelado representaba: los franceses sirvieron de escalón y ayudando con todas sus fuerzas a levantar a un hombre, y los españoles todos cogidos unos de otros y colgados de las piernas y ropa de una pobre víctima que se había atrevido a subir un poco, con el objeto (ellos) de bajarlo del puesto que ocupaba. Así somos, o mucho me equivoco[21] .

Con esta reflexión Uricoechea expresa algunas de las preocupaciones que lo acompañaron a lo largo de su vida. La búsqueda de una mirada propia para América fuera de los lentes españoles; su empeño obsesivo por publicar, tanto para difundir e intercambiar el conocimiento en distintas materias, como por la convicción de que era necesario educar un público que estimulara la producción de conocimiento, y la contribución en la formación de individuos con espíritu crítico, que se atrevieran a pensar fuera del dogma religioso. También su preocupación por establecer una relación de pares entre los ambientes intelectuales del viejo y el nuevo continente y el fortalecimiento de espacios de estudio especializados. Estos propósitos no sólo se lograban a partir de las publicaciones sino también con una activa correspondencia personal con diferentes colegas.

Por último, y respecto de la posición política de sus colegas literatos conservadores le comenta a Gutiérrez algunos de los rasgos que más adelante podrán apreciarse en el proyecto regenerador, la defensa de los principios católicos en el molde romano: Los defectos de Caro son conocidos y creo que él mismo no los desconoce pero quiere a todo trance levantar la lengua a alturas cervantinas y tal vez nos lleve al oscurantismo. La intención es buena pero los medios tal vez no adecuados. Pertenece a esa escuela de neo-católicos que con Vergara y otros se propusieron sostener la lámpara de la fe romana – que no cristiana – en Colombia y son los únicos que U. conoce. Tenemos otros que no les van en zaga y de otras ideas enteramente opuestas[22] .

Eugenio Díaz (Soacha, 1803-Bogotá, 1865). Nacido en Soacha, a la que designaba como “Soacha mi patria”, y educado en el San Bartolomé, Díaz hizo su vida unas veces como propietario y otras como mayordomo y en todo caso como campesino en las tierras calientes del valle del Magdalena. Es allí donde Eugenio Díaz se dedicó a escribir. Su novela Manuela fue considerada por Vergara como una obra verdaderamente nacional, porque venía del pueblo, de un hombre de ruana que en una historia sencilla y llena de colores, instalaba la crítica social y promovía el socialismo católico. A pesar de esto o tal vez por esto, Díaz no fue considerado como un literato de altura, las difíciles realidades de cosecheros, arrendatarios e indígenas que Díaz describía en sus obras eran consideradas de mal gusto para la mayoría de los contertulios mosaicos. Se puede ver, como bien lo expresó Marroquín, que “(…) aunque la idea de fundar el periódico nació de una conversación entre él y Vergara, y aunque siempre se pensó destinar columnas para los escritos de D. Eugenio, él no estuvo nunca en la categoría de aquellos redactores á quienes los impresores ó los empresarios consideran obligados á dar materiales”[23] .

Es evidente que gente como él no tenía calidad de miembro de las tertulias, “no conocía las costumbres urbanas” -dice Martínez Silva-, de manera que sus descripciones en esta materia eran “deplorables”: Obra plagada de defectos y lenguaje por todo extremo incorrecto; de estilo vulgar y desaliñado; y la narración interrumpida a cada paso por disertaciones trivialísimas sobre política y moral[24]” . Por fortuna allí estaban Marroquín y Carrasquilla, y especialmente Vergara, quien “refundió el capítulo de la “Muerte de Rosa”, y, conservando el estilo de “don Eugenio” arregló el desenlace… De manera que la obra vino a quedar bastante buena, para que en ello brillara el raro ingenio del autor, sin que se descubriese mucho su falta de letras y de gusto[25] .

Elisa Mujica, tal vez la primera escritora en señalar la importancia de la literatura costumbrista como valiosa fuente de investigación histórica y, comentadora profunda de la obra de Diaz, señala: (…) al hombre de Soacha lo rechazaban los radicales, que eran los socialistas de su época, a quienes incomodaba el apelativo de católico, justo al lado del de “socialista”, y a la inversa les sucedía a los conservadores y católicos, que jamás aceptarían otro mote. No obstante, la posición de don Eugenio reflejaba fielmente las meditaciones del cristiano y del patriota que había compartido desde los inicios de la república los trabajos y las decepciones de la gente común[26] .

Jorge Isaacs (Cali, 1837-Ibagué, 1895). Sobre las transformaciones políticas y la forma como el grupo acogió a los jóvenes talentos de la provincia bien vale citar el caso de Isaacs, quien inició su vida política en las ideas conservadoras para terminar defendiendo el proyecto del liberalismo radical. Introducido a la tertulia por Vergara y Vergara, Isaacs comenzó su carrera de reconocimiento como poeta, para convertirse en pocos años en el autor de la obra romántica más destacada del siglo XIX, “María”, la cual fue inicialmente proyectada como obra de teatro y, gracias a las sugerencias de sus nuevos amigos, convertida en novela. La descripción de la noche en que fue descubierto para el círculo literario quedó consignada en el prólogo al libro de poesías de Isaacs, publicación financiada por el grupo: En una de las últimas noches de mayo, estábamos reunidos en casa de uno de nosotros y esperábamos oír leer las poesías de un joven, cuyo nombre nos era hasta entonces apenas conocido. Leída la primera composición, experimentamos dos sentimientos: de admiración el primero, admiración semejante a la que produce la vista de una de las magníficas auroras del Cauca. De temor el segundo, al pensar que aquellas armonías que tan dulce nos habían parecido, podían quizá desvanecerse, que la inspiración del poeta pudiera haber sido fugitiva. Pero nuestra admiración creció, y la lectura de las otras composiciones disipó nuestro temor. Entusiasmados al fin, ofrecimos al inspirado joven las sinceras simpatías de nuestros corazones expresadas en fervorosos elogios. Dímosle cuanto podíamos darle; devolvímosle ahora impresas las poesías que entonces nos leyó firmando no una recomendación, que para tanto no nos creemos competentes, sino una carta de introducción para el público: a este toca juzgar el mérito del libro que le presentamos. J. M. Samper, J. Manuel Marroquín, Ezequiel Uricoechea, Ricardo Carrasquilla, Aníbal Galindo, Próspero Pereira Gamba, Diego Fallón, J. M. Quijano O., Rafael Samper, Teodoro Valenzuela, J. M. Vergara y Vergara, Ricardo Becerra, Salvador Camacho Roldán[27] .

Del reconocimiento que sentía Isaacs para con el grupo, escribe el propio autor vallecaucano en carta dirigida a Martínez Silva: No, no me he olvidado de los buenos amigos que dejé en Bogotá; yo creía que así debían suponerlo, y usted me hizo mal en desengañarme. Olvidarlos! ¿Y qué he encontrado aquí que pueda sustituirme tales afectos? ¿Qué hombre ha estrechado en esta tierra mi mano como usted, Caro, Cesar, Carrasquilla, Samper, Vergara, Silva, Pombo y Quijano la estrechan? (...) Olvidarlos! En Bogotá, patria de mi alma, ¿no fueron usted y ellos mi familia? ¿Qué era yo en 1864? A quiénes debo mi posición actual? ¿A quiénes deberán mis hijos llevar un nombre menos oscuro ya?[28] .

José María Samper (Honda, 1828-Anapoima, 1888). Reconocido escritor y político de la segunda mitad del siglo y militante del liberalismo, terminó su carrera política defendiendo las ideas conservadoras en apoyo al proyecto regenerador. En sus conocidas memorias, tituladas “Historia de un Alma”, Samper nos deja saber el carácter de las transformaciones políticas de algunos hombres del momento; sobre Francisco de Paula Santander comenta: Nada más curioso que el estudio de las transformaciones morales y de doctrina que han experimentado nuestros hombres públicos y partidarios políticos, durante el medio siglo transcurrido de 1830 a 1880. (…) Aquellas transformaciones, que han dado a nuestros partidos y a su política la más heterogénea combinación de ideas y personas. [Y más adelante puntualiza]: Con el tiempo, cuando conocía por lecturas y conversaciones la vida de Santander, y comprendí la verdadera índole y las tendencias de los dos grandes partidos que existían en aquel tiempo, me convencí de que si aquel personaje, como hombre de gobierno, había sido, en calidad de émulo y antagonista del Libertador, jefe del partido liberal y había modificado mucho sus ideas de 1828 a 1840. Creo firmemente que, si hubiera vivido diez o quince años más, habría acabado por ser el jefe del verdadero conservatismo neogranadino[29] .

De otro lado es importante señalar las influencias que cita Samper en su propia transformación, la cual confiesa tuvo que ver mucho con las conversaciones con uno de los mosaicos más reputados, Ricardo Carrasquilla, quien lejos de la política fue destacado educador y mentor en su colegio de las humanidades clásicas y quien como el mismo Samper comenta “tenía el don de inducir a la meditación”. A propósito de la semblanza biográfica que sobre Ricardo Carrasquilla y en el Papel Periódico Ilustrado realiza Samper, nos deja saber de qué manera afectó su decisión de cambiar a las filas del partido conservador: Oí muchas veces a Carrasquilla en reuniones íntimas, ya disertando sencillamente sobre moral y religión, (…) Y luego ¡qué aptitud para inocular sencilla y dulcemente la verdad! Carrasquilla tenía el don de inducirlo a uno a meditar, con diez minutos de conversación más que un libro entero… En tiempos en que yo era cristiano puramente platónico, mejor dicho, incrédulo, jamás argumentación alguna penetró tan hondamente en mi alma, como las que me hizo Carrasquilla; eran penetrantes, cuando no contundentes[30] .

Cabe señalar en el mismo texto y sobre las virtudes de Carrasquilla, las cualidades que Samper destaca como modelo del buen católico, haciendo énfasis especial en la cualidad del sacrificio, en consecuencia, Carrasquilla se reputaba acérrimo enemigo del utilitarismo. También destacar cómo estas cualidades católicas fueron ajustadas al modelo clásico en los principios de verdad, belleza y bondad, incorporados también al carácter de los sujetos. [era Carrasquilla] miembro de la más alta nobleza de Colombia, (…) Pertenecía por su sangre y por afinidad, a la aristocracia del SACRIFICIO: la de los hombres de alma grande y levantado carácter que fundaron para sus descendientes, que no para ellos, una patria libre. (…) Casi todo lo que supo, que no fue poco, lo aprendió enseñando (…). Así, en su escuela enseñó lo que sabía: enseñó lo que era Dios; y aprendió lo que más importa aprender en la tierra: la ciencia y el arte de sufrir, esperar y pensar[31]” . Y en otro aparte: “Dios era su ciencia, el DEBER su ley suprema y su programa, y de estos principios, más que de los libros, los sacaba y deducía todo (…) Carrasquilla no fue hombre político, ni jamás figuró en la política militante (…) Y con todo, nadie veía más claro que él a través de las tinieblas de que el espíritu de partido rodea las verdades morales y políticas (…) Para él no había verdad, ni belleza, ni fuerza, ni fecundidad, ni vida, donde no había moralidad; (...) Era el ardiente adversario del utilitarismo, pero adversario de una pieza, sin casuismo ni reservaciones de sectario. Hombres hay que combaten con muchos argumentos el utilitarismo, y claman contra la doctrina del interés, pero proceden como utilitaristas cuando piensan que así puede convenir a su causa; y tienen bastante elasticidad moral para contemporizar con graves faltas, y aun con el delito, porque "así conviene, según las circunstancias". Carrasquilla no admitía este casuismo: el deber era siempre su regla, y las circunstancias un sofisma[32] .

La Patria y el proyecto editorial: periódico y colección.

En la propuesta de una imagen de “patria” o proyecto dirigido a construir la imagen de una comunidad cohesionada sobre la base de compartir valores culturales y morales similares, y en resonancia con prácticas de participación política ordenadas, el grupo se propuso describir los valores culturales, empezando por la historia compartida, acaecida en un escenario geográfico concreto, el rico territorio neogranadino; así también los valores que caracterizaban la patria moral y el proyecto político que debía encarnarla. De manera que, además de un proyecto de identidad basada en principios de orden hispano católico, se propuso un proyecto político antibenthamista (por asociación al radicalismo liberal), articulados y legitimados ambos en la unicidad simbólica de un espacio geográfico concreto y la idea de un pasado común, representado para empezar en la lengua.

En este sentido quiero centrar la atención sobre los propósitos del proyecto literario expuestos en sus editoriales, especialmente la editorial del primer número del Mosaico en el 59 y la editorial del museo de cuadros. La primera editorial del periódico, escrita por José Joaquín Borda, deja clara las rutas y los principios sobre los que se construirá la imagen de patria. De esta manera se destacan los siguientes apartes: (...) hacer de El Mosaico una reunión de escritos nacionales en ciencia y literatura, que venga a ser, andando el tiempo, los anales de nuestra historia literaria. El pueblo de Nueva Granada determinará si apoya o no esta idea (...) Hagamos un tono interesante, formemos un monumento nacional[33] . [Combatir] El siglo del egoísmo i del oro, el siglo de las pesas i las cifras (…) el espíritu de positivismo (…) no es por ventura un abismo inmenso que absorve i devora sin cesar i para siempre esas hojas fugaces que llevan en su seno los pensamientos del jenio, los sentimientos de mil corazones jenerosos? I nosotros, soldados mas que débiles de la gloriosa multitud que lucha en todo el globo por ensalzar el pensamiento humano[34] . ...nuestra patria es totalmente desconocida en su parte material i moral no solo de los extranjeros, que a causa de la ignorancia nos desprecian como a una turba de bárbaros; sino lo que es mas triste, es desconocida de sus mismos moradores... A nosotros nos toca trabajar con ahinco por hacer conocer el suelo donde recibimos la vida... A nosotros nos toca el elogio de las grandes acciones, la pintura de nuestros usos i costumbres…[35] . Pocos son tal vez los que saben cual fué el aventurero, que blandiendo con una mano la espada, echó con la otra las primeras hojas de palma y colgó su armadura donde tres siglos después vino a mecerse nuestra cuna (...)[El mismo territorio que vio nacer] una jeneración vigorosa i altiva que se levantó para vengar la antigua raza(…) [y liberar la nueva patria ganada, héroes que] duermen en ignorada fosa sin mármoles ni bronces,(…)[cuyas] hazañas existen apenas en la memoria de los contemporaneos que los han sobrevivido[36]. … una tierra que por su situación jeográfica está llamada a ocupar un puesto muy elevado entre las naciones, que mui pronto tal vez será teatro de crímenes y sangre; pero que después será un foco de riqueza i civilización…” Rica en “…los recuerdos orijinales i poéticos de los primitivos habitantes de interesantísima fisonomía social, notables por su relijión, por sus costumbres, por sus adelantos". A los que estamos separados de esa lucha encomiosa de las pasiones públicas (…) nos toca también, aunque indirectamente, despertar esa multitud de corazones jóvenes, llenos de sávia i de vigor, que solo necesitan de una mano que los impulse para estallar en himnos inmortales, de una palestra en donde puedan recoger guirnaldas vistosísimas (…) Las cuestiones políticas y los odios personales los dejamos para mejor ocasión (…)[37]

El campo literario debía empezar por sostener la propuesta moral en contra de un siglo materialista, utilitarista y sensualista, a la vez que señalara la identidad como un producto natural del pasado hispano-católico. Lejos de la leyenda negra, partía de reconocer la conquista como una obra civilizatoria y la independencia como un mito fundacional para la nueva república, dignidades suficientes para que “no nos desprecien como a una turba de bárbaros”. Sucesos acaecidos en un territorio valorado a la vez por su riqueza y como el escenario de los sucesos históricos que definieron el lugar de su cuna, más no su origen de sangre. Un suelo del que los indígenas hicieron parte como un recurso natural y exótico, necesario para ennoblecer la acción del conquistador, cuya llegada había dado nacimiento a la patria moral. Por último, el propósito de superar las fracturas políticas que impedían el adelanto de cualquier proyecto con fines de integración social, particularmente este que pretendía formar consenso. Por su parte, en el prólogo del Museo Cuadros de Costumbres, escrito por Marroquín, se da cuenta de la continuidad de propósitos indicando que la idea de la colección se había gestado seis años atrás, coincidente con la segunda época del periódico. Acto seguido explica en tono irónico la imposibilidad del nombre de la colección debido a los cambios constitucionales que negaban o exaltaban los procesos históricos, de exgranadinos a colombianos, en los cuales, y dado que se esperaba que la colección llegase al conocimiento de los europeos, se trataba de “evitar” posibles confusiones con otros nacionales. Que una cosa era Colombia primitiva, compartida con “las costumbres de los vene¬zolanos y de los ecuatorianos” y otra bien distinta las costumbres “de los que éramos neo y ahora somos ex granadinos”, frase con la que instala con claridad una pregunta por la identidad política de quienes no son iguales. De esta manera se lee: Nuestra idea de publicar una colección de artículos de costumbres de los muchos que están esparcidos en nuestros periódicos, no es cosa del otro jueves. Sobre seis años hace que la concebimos, y al tiempo de la concepción y sin aguardar al nacimiento le buscamos nombre a lo que había de nacer. Este nombre prematuro era el de «Los granadinos pintados por sí mismos» (…) En efecto cuando pusimos por obra el antiguo proyecto de formar esta colección, ya los granadinos no éramos granadinos, ya no había granadinos, y por consiguiente el nombre que teníamos prevenido venía mal a la obra (…) Hubiéramos trocado aquel nombre por el de «Los colombianos pintados por sí mismos», y habría quedado remediada la inexactitud; pero es el caso que este libro puede ir a Europa (¿quién tiene en nuestros días suerte tan mezquina que no pueda hacer su viajecito al otro lado del charco?), y como los señores europeos están tan atrasados en cuanto a nuestra historia y nuestra geografía, que hasta ahora empiezan a hacerse cargo de que en estas Indias Occidentales hay algo más que indias e indios y de que en ellas ha existido la Colombia primitiva, si llegasen a ver dicho título, nadie podría quitarles de la cabeza que la obra contenía descripción de las costumbres de los venezolanos y de los ecuatorianos juntamente con las de los que éramos neo y ahora somos ex granadinos. (…) Y como al fin y al cabo no habíamos de dejar a nuestro libro sin nombre, (…) nos dijimos: pongámosle «Museo de cuadros de costumbres», y salga el sol por Antequera[38] .

Igualmente, la editorial apuntaba con claridad su propósito de dar a conocer en el contexto de su propio paisaje “las figuras humanas que se ven en el vasto cuadro que forma nuestro libro…, y que han de servir para dar a los que no nos conocen alguna idea de lo que somos y de lo que hemos sido”[39] . Más allá de señalar diferencias nacionales, el proyecto se dirigirá a realizar una taxonomía socio racial, política y moral, sobre los moradores del territorio ex granadino. Descripciones literarias donde los diferentes tipos sociales debían tener cabida para construir una imagen de lo nacional en términos del reconocimiento común de un pasado hispano y católico, como principales fuentes de civilidad. Se trataba también de formar un público y de configurar un discurso pedagógico sobre las buenas costumbres, morales y políticas, que debían caracterizar la nueva sociedad “republicana”.

Por último, su deseo manifiesto de dedicar la obra a los europeos españoles, por lo que “hubiéramos querido ajustarnos rigurosamente a los preceptos de la Academia (…) imposibles de seguir en el régimen de los Estados Unidos de Colombia… Mal que quedaría remediado cuando se multiplicaran las relaciones literarias con la madre patria”, que en verdad no tuvieron mucho que esperar pues seis años después se fundó la Academia de la Lengua.

La literatura de costumbres y el dispositivo clásico.

Expuesto con claridad el propósito y el contenido, quedaba por precisar la estrategia y las formas estéticas de narración, que a su vez definirían la interpretación de la realidad y la construcción de los tipos humanos en el canon estético de Verdad, Belleza y Bondad; Orden, Unidad y Armonía; que comprendían los principios del arte clásico que tenía por finalidad una función pedagógica moralizante, sobre la base de que transformar la narración era el primer paso para transformar la realidad. El arte no sólo debía mostrar la realidad por medio de su imitación sino embellecerla en el sentido de cómo debía ser vista e interpretada. “La humanidad tiene sus vicios. Lo verdadero, lo bueno i lo bello, esa trinidad de los antiguos, no existe sino con la carga inevitable de proyectar la caricatura (…)”, es lo que dice Lamartine en el artículo titulado “Literatura Muérgano…”[40] . Siguiendo a Lamartine, los editores del Mosaico consideraron la literatura como el gran campo que abarcaba todas las humanidades. Por qué, “¿Qué es la literatura?”, se pregunta Agripina Samper en 1860: No conocemos acaso una palabra de mayor latitud que esta. La palabra literatura (dice Lamartine) comprende, pues, en su significación más universal, la religión, la moral, la filosofía, la legislación, la política, la historia, la ciencia, la elocuencia, la poesía: es decir, todo lo que santifica, lo que civiliza, lo que enseña, lo que gobierna, lo que perpetúa, todo lo que encanta al género humano[41] .

Se pensaba la literatura como la guía natural para el desarrollo espiritual de los hombres. Útil para las transformaciones de la propia intimidad y para un mejor desempeño de su vida en colectividad, su vida pública. “¿Podremos dudar de que sea útil para la moral ¿Podremos dudar de que sea útil y casi necesaria, para el adelanto de eso que llaman las masas…? (…) Para nuestros hermanos, para los hombres que forman una misma sociedad con nosotros, y que por causa de sus mismos empleos no han podido emprender sólidos y metódicos estudios…?”[42] .

Y también la literatura como una poderosa herramienta auxiliar de la historia. Así lo expresó Martínez Silva: Hemos creído siempre que la novela de costumbres (y todas más o menos deben tener este carácter) no es género literario de mero entretenimiento, sino complemento necesario y auxiliar valiosísimo de la historia. Con efecto, la relación de los grandes hechos de un país carece de vida y de interés, y por consiguiente de enseñanza, cuando no va acompañada de las costumbres y usos, intereses y pasiones de la sociedad a la cual se refieren los sucesos que el historiador narra[43].

Pero la copia tenía un límite, no todo debía ser destacado, incluso en la revisión del pasado. El molde clásico literario implicaba valorar la realidad escrutada en términos de lo que se debía contar y cómo se debía contar. Para este caso José Joaquín Borda puntualiza: La pintura de las costumbres sociales, con el debido elogio de lo que contribuye a embellecer la vida, y la corrección de los defectos que se cometen de ordinario, a causa muchas veces de ignorancia o descuido, consigue muchas veces lo que en vano procuraría conseguir la más minuciosa y tiránica legislación. No sería difícil comprobar que la literatura tiene sobre las costumbres una influencia casi igual a la que tienen las leyes[44] .

Por su parte José David Guarín exclamó: “Ah! Si el escritor de costumbres contara todo lo que ve, sin darle un lenguaje cultamente disfrazado, los periódicos dejarían de serlo para convertirse en pasquines, i lejos de cumplir la misión que llevan en sí, no harían sino corromper o echar abajo la moral”[45] .

Y siguiendo la idea Pia Rigán (Agripina Samper) resaltó las bondades y buenas lecciones de un desenlace bien traído. “[la] sencillez de estilo, naturalidad, coincidencia i verosimilitud en los acontecimientos; colorido, por la descripción clara i sencilla de los lugares; i finalmente, un desenlace bien traído i con lecciones saludables para el corazón, apoyadas en la crítica severa que se hace de preocupaciones perniciosas arraigadas en nuestra sociedad, que las más veces atraen desgracias i sinsabores inesperados”[46] .

Esta noción estética configuró lo que aquí se nombra como el “dispositivo clásico” que tiene que ver con la negación del conflicto social. Hace poco un investigador hacía notar en su estudio la ausencia del conflicto social en la María de Isaacs; yo diría que se trata de un robusto ejemplo sobre el funcionamiento de este dispositivo en términos literarios, aplicable también a la escritura de la historia producida en la época.

En su cuadro “Mi Tintero”, Marroquín recordó que la sal santafereña era la versión andina de la sal ática: “(…) artículos de costumbres llenos al mismo tiempo de festiva ligereza i de profundas observaciones, de sátira finísima i de sal santafereña (no digo ática) porque ¡que diablo! Entonces se diría: en casa de herrero, azadón de palo”[47]. En consecuencia, serán frecuentes las comparaciones y asimilaciones de las realidades naturales y sociales al mundo de lo clásico.

Mientras Camacho Roldán describió la entrada al Valle del Magdalena como el camino del Orco: A juzgar por su entrada, lo que está allá, bajo nuestros pies, no es esa naturaleza alegre, de germina¬ción poderosa, sino un lugar de horror y de espanto. Un griego de los tiempos de Homero, que resucitase en nues¬tros días, lo tomaría quizás por el tenebroso camino del Orco, habitado por los remordimientos en sus orillas, y esperaría encontrar al término de su viaje la barca del feo Caronte, amarrada sobre las aguas negras del Aquerón. Algún puritano del Estado de Massachussets, que anduvie¬se buscando prosélitos entre nosotros, se vería tentado a confundir, así a la distancia, los verdes valles del Apulo con el temido «valle de sombra y de muerte[48].

Caicedo Rojas hizo rasgar el tiple y danzar el Torbellino en una bucólica escena de Homero. “(…) si en tiempo de Homero hubieran existido el tiple y el torbellino, el poeta griego sin duda habría representado a sus dioses en bullicioso corro, riendo y cantando en rededor de dos tiples bien rasgueados”[49] .

El arquetipo del Bien en la literatura de costumbres: el tipo, la cadena del ser, la zona tórrida y el centro de poder.

Nosotros no realizamos el tipo de lo perfecto; aspiramos a él con incesante anhelo; no lo vemos, y sin embargo, lo concebimos existente, realizado. Bien es una idea abstracta a que nos sentimos atraídos con un sentimiento de adhesión más racional y justo a medida que ella saliendo de su abstracción se personaliza en Dios. Orden, bondad, belleza, son lineamientos que ilustrándose, conforman ese nombre santo[50].

Para Miguel Antonio Caro, el orden natural y social concebido en la idea del BIEN, debía caracterizarse por el Orden, la bondad, y la belleza, como principios que encarnaban la existencia y la idea de Dios. En la mirada clásica este orden significó una jerarquía orgánica, “la cadena del ser”, o la idea de la realidad natural y social como un organismo jerarquizado, reflejo de la unidad moral de un orden divino, ausente de conflicto, pues el organismo presenta gradaciones y división de funciones, no competencia entre las mismas, tampoco en lo social, donde cada quien debía ocupar que le corresponde. De esta manera y, sobre la base de significaciones cerradas, aparecía una realidad coherente y auto-referenciada como una imagen fotográfica, que podía ser clasificada y ordenada, donde cada sujeto ocupaba un lugar preciso en el entramado social fijando así lo que se puede llamar una identidad premoderna. Así por ejemplo el buen gusto, cualidad con la que se nacía, es lo que señala el Papel Periódico ilustrado a propósito de una semblanza sobre Ricardo Silva -padre de José Asunción Silva-, quien además de reconocido costumbrista y miembro de los mosaicos, se había caracterizado por el “… buen gusto, sentido con que se nace, no pudiendo adquirirlo el que no lo trajo con la vida. Por eso son tan raros los artistas y literatos verdaderos, pues muchos que se creen animados con la chispa del genio, se engañan, y desperdician el tiempo si la naturaleza no les ha concedido esta gracia”[51] . En otra palabras lo expresó José María Samper en su cuadro de “Honda a Cartagena”: Allá el hombre primitivo, tosco, brutal, indolente, semisalvaje y retostado por el sol tropical, es decir, el boga colombiano, con toda su insolencia, con su fanatismo estúpido, su cobarde petulancia, su indolencia increíble y su cinismo de lenguaje, hijos más bien de la ignorancia que de la corrupción; y más acá el europeo, activo, inteligente, blanco y elegante, muchas veces rubio, con su mirada penetrante y poética, su lenguaje vibrante y rápido, su elevación de espíritu, sus formas siempre distinguidas[52] .

Con mayor precisión, y para el campo social, Marroquín puntualiza en su cuadro “Contribuciones directas…”. “Entre nosotros, nadie quiere descender de la posición en que lo colocó su nacimiento, o a donde la fortuna lo elevó. El que una vez calzó botas no se resuelve a usar alpargatas; la que una vez llevó saya, preferirá siempre la saya más raída a las mejores enaguas de bayeta. El que una vez fue cachaco, no quiere renunciar a la vida holgada y regalona, ni entregarse al trabajo[53]” Por su parte Rafael Eliseo Santander le recuerda a “los Artesanos” (…) que es una necedad pretender que el que no ha recibido buena educación, haya de tratar y alternar con otro que sí la ha recibido o que tiene otros motivos para que se considere de otro rango; así es que la cosa más salada de este mundo, y que veríamos con placer, sería un billete de desafío dirigido por un zapatero a un diputado, pidiéndole explicaciones por las ofensas que le ha irrogado en el momento en que probándose una botas, y resultándole angostas, ha maldecido a todos los zapateros del mundo[54] .

Como si faltara confirmación a estas jerarquías, también las había por supuesto en el clima y la geografía, haciendo eco de las teorías respecto de la degeneración natural de los sentidos y las costumbres que producían las zonas tórridas; teorías de dominio desde principios del siglo XIX. De manera que en estas latitudes “… nuestra lengua ha corrido i va corriendo la suerte de todas las cosas que de las zonas templadas se trasplantan a la tórrida, a saber, que se bastardean, degeneran y jamás se aclimatan; hombres, animales, ideas, plantas, modas, costumbres, todo se desvirtúa i se malea entre nosotros” [55].

Así también las prácticas sociales, la música, las artes. “El tiple” por ejemplo, sobre el que Caicedo Rojas señala: … nuestro tiple es una degeneración informe de la vihuela, un vestigio de las antiguas costumbres peninsulares mal aclimatadas en nuestro suelo, vestidas casi siempre con el traje indígena, y caracterizadas con el sello agreste de nuestra América; vestigios que están connaturalizados con la índole y genio de nuestros pueblos, como ha sucedido con el dialecto o habla corrompida del vulgo, y con mil otras cosas. ¿Qué es lo que no degenera y se corrompe en nuestro continente? [56] Tampoco escapaba a esta jerarquía la prevalencia del mundo urbano como centro de poder sobre el rural, y Bogotá como Roma, la llamada a ser centro civilizatorio para todo el país, donde las diversas regiones debían buscar el modelo de civilidad deseado, con lo que el ejemplo capitalino debía ser el primero en dichas formas. Con claridad lo expresaban las señoras bogotanas en una queja publicada en el Mosaico sobre el humo del cigarrillo en el Teatro. Varias señoras desesperadas con el humo del tabaco con que los señores concurrentes al teatro de Bogotá se han propuesto sahumar al público, […] Porque ¿Cuál es la ciudad más adelantada en costumbres cultas en la América del Sur? (se peguntan) Después de Buenos Aires, os dirán en Europa, la que tiene fama de ser más culta es Bogotá. ¿Cuáles son los jóvenes que parecen tener mejores modales i más finura de todos los extranjeros que van a Francia? Los bogotanos, decía una señora francesa, son siempre en la sociedad parisiense los más atentos i distinguidos. ¿Cuál es positivamente la juventud mas espiritual de estas Repúblicas? La bogotana es superior a todas las demás por el injenio, la espontaneidad del chiste, i la agudeza de percepción i comparación irónica…[57] .

Marroquín también encontró que el buen gusto había nacido con Bogotá; a propósito de las campesinas de la sabana, puntualizó: “No dudo que hayan gastado como gastan siempre las campesinas cuando pretenden ponerse majas; pero el buen gusto se ha encaprichado en no salir de Bogotá y en no visitar los campos; y le aseguro a usted que, para esto de la elegancia, ayuda más una onza de buen gusto que cien onzas de oro”[58] .

Para José David Guarín por su parte, Bogotá representó el modelo civilizatorio para el país. “Por variar de escena, y seguir paso a paso todas aquellas costumbres que me parecieron tan bárbaras, por no ser los paseos en ómnibus, las tertulias y el teatro, únicas diversiones de que disfruta un cachaco moderado en Bogotá…”[59] . A propósito de su cuadro “Un día de San Juan en tierra caliente”, y sobre las bárbaras costumbres de la provincia calentana.

Identificada la realidad de una jerarquía natural humana, social, geográfica y del mundo civilizado representado en Bogotá, quedaba ver las costumbres morales que debían ser modeladas según los ideales hispano católicos amenazados por el romanticismo sensualista, y por el sistema positivista propuesto por el radicalismo liberal.

La cruzada moral contra el sensualismo y el utilitarismo (el egoísmo, el lujo, la usura, el comerciante).

El sensualismo o literatura empalagosa se caracterizaba por arruinar la moral; especialmente peligrosa para el género femenino, que los románticos franceses se esforzaban por corromper; autores sensuales y por demás de tendencia socialista, que, como Dumas, Sue, y Sand, contaban con cierta complacencia del público capitalino, al que los mosaicos advertían el peligro de dejar entrar en casa: “El sensualismo que domina (…) al siglo decimonónico, se toca en las costumbres y se ve reflejado en los escritos (…), los escritores franceses especialmente salpican sus obras con episodios que espantan. [Es el caso de Eugenio Sue –tan distinto de Chateaubriand, Lamartine o Víctor Hugo-, quien no obstante] “hace muchas veces llorar sobre la virtud oprimida, [también hace] que prendan en el alma de sus lectores los jérmenes del mal”[60]. Y en un artículo publicado en México sobre la gran virtud de María, la obra de Isaacs, como contrapeso moral al sensualismo, el autor señala: El estado actual de las costumbres; esta sociedad descreída, egoísta y materializada, frutos son, sin duda alguna, de la perniciosa literatura francesa que, invadiendo el hogar, ha infiltrado su veneno en el corazon mismo de la familia, y ha minado los más santos fundamentos en que ella descansa. La novela francesa, engalanada con el ropaje bellísimo del buen decir, despertando un interés siempre creciente con sus complicadas tramas, y sobre todo, halagando las pasiones del lector, ha llegado a dominar de tal modo la situación,… que hoy, para ser leído con empeño un libro, es necesario que sea original, ó cuando ménos, narración francesa. (…) En esas obras no se halla una sola frase que no sirva para dañar y corromper. Engalanado el crimen, en ellas revestido elegantemente, sancionados allí los principios disolventes de toda sociedad, el vicio llega á hacerse ménos repugnante al principio, y acaba por infiltrarse, sin sentirlo, en los corazones. …[61]

También era el sensualismo causante de incentivar la corrupción por el lujo, una preocupación manifiesta al menos desde 1859, cuando el Mosaico publicó “El Lujo”, artículo dedicado a definir el lujo y denunciar la especulación y la usura por parte de los comerciantes, quienes incitaban a las clases populares a la emulación y el consumo de bienes reservados para clases naturalmente designadas para tal consumo. El lujo es excesivo i ruinoso en Bogotá porque el es el que alimenta el llamado comercio de esta capital, i el que está destinado a improvisar fortunas inmensas en pocos dias. La vanidad, el deseo necio de ostentar, la ridícula emulacion son tan ciegos que sin reparar el camino por donde van, ni a donde han de parar, corren desatentados en pos de una fruslería, de un trapo miserable que mañana se acaba (…). I el comerciante, riendo de esta imbecilidad, se aprovecha de la locura i ceguedad de sus consumidores para chuparles hasta la última gota de sustancia (…). En tiempos en que habia conciencia i probidad, voces hoy vacias de sentido, i en que la codicia i ambicion de dinero, no habian tomado proporciones monstruosas, o a lo ménos no atropellaban por sobre toda consideracion para llegar a su fin (***), los comerciantes, o sea los introductores de artículos de lujo, se contentaban con la moderada ganancia de un ciento por ciento en lo que vendian a los detalladotes. Mas tarde les pareció aquella ganancia tan moderada que ya no se contentaron con un doscientos i quisieron obtener trescientos[62] .

De manera que el hombre del siglo, el hombre del cálculo y del negocio, el hijo directo de una economía liberal con dinámicas de especulación financiera, no podía estar mejor encarnado que en el especulador, que poco a poco se iría fijando en la figura genérica del comerciante. Era quien mejor representaba el ejercicio del cálculo, ese gran corruptor, que empezaba por las cuentas y terminaba en “las costumbres viciadas por la codicia”, espíritu egoísta que contravenía el principal valor de justicia social: la Caridad, que según el editorialista y crítico del “Tanto por Ciento”, no conocía el negociante del siglo XIX: (...) la sanción, lo que se llama sanción, que ántes era un ánjel, hoi no es sino un esclavo que va entre cadenas adornando el triunfo del oro victorioso (..) [De allí que] el caballero del siglo XIX es el villano mas villano desde que el negocio llega a él. La amistad, los instintos del corazón, la caridad, la hidalguía, todo muere entonces: el negocio es negocio[63]

Y en el cuadro “El Dinero”, condenado cuando era resultado de la especulación y el interés: “Todo el que cuente mucho dinero, acabará siempre con las manos manchadas (…) El dinero engrandece; por eso el hombre no tiene inconveniente en ser ruin para llegar a ser rico…”[64]. La cruzada política contra el sofisma de liberalismo radical (libertad, igualdad, fraternidad). Por su parte, y respecto de la política, no fue la literatura sensualista el único malestar producido por la influencia francesa, también la construcción del sofisma de los valores insignias de la República Liberal: Libertad, Igualdad y Fraternidad, cuyo sentido distorsionado denunciaban José Manuel Groot, Eliseo Santander, Rafael Pombo y José Manuel Marroquín, entre otros. Es la queja de Groot en “Un sueño de dos colores”, donde lamenta el estancamiento de la ciencia en el país desde los tiempos de Mutis y Caldas. ¿En dónde están los sucesores de aquellas altas inteligencias? ¿Quién ha continuado la serie de trabajos que aquellos sabios em¬prendieron? Yo alcancé a conocer el establecimiento botánico y el Observatorio Astronómico antes de su ruina. ¿Qué se ha hecho todo esto? No queda sino el mudo edificio en un deterioro lamentable. Lo demás no existe (…). Pero somos políticos, somos socialistas, tenemos la nueva idea, la República que viene, el pasado que se va, el yo y el no-yo, las tríadas, las grandes derivaciones del cristianismo a novo, la sustancia única más allá del fenó¬meno; los espíritus del vacío que sueñan en las nebu¬losas, con otras mil curiosidades dignas del tiempo del peripato, de que tanta burla había hecho el siglo de la filosofía y tenemos, sobre todo, las tres gran¬des palabras cuasi-cabalísticas: Libertad, Fraternidad, Igualdad, con las evoluciones de la humanidad, que se asesina y se mata en guerras y revoluciones para establecer la armonía social y la República genuina, que consiste en abolir los gobiernos y las leyes... ¿Para qué es más? Para esto no necesitamos de observatorios sino de balas[65] .

Por su parte, y en el cuento Toros en Calle y en Plaza, Rafael Pombo describe el “bárbaro” espectáculo de las corridas de toros en Bogotá, tal como se habían instalado en los últimos años y que consideraba como un verdadero festejo de anarquía social. (…) o de las de menos políticos tiempos, de más provecho y de menor estruendo, cuando se hacían menos versos y se peroraban menos discursos, se ostentaba nuestra cachaquería cual una com-pacta, soberana falange (…). Esto no es juego de toros (observa el español) sino corrida de toros con apachurramiento y atropellamiento de gente, añadía. ¿Dónde están la plaza, los palcos, las escaleras, las cuerdas, el toril? ¿Dónde están los picadores, los chulos, los banderilleros, el matador? -Aquí no hay excepciones, le contesté; está usted en un país republicano, en que todos somos iguales ante la ley y ante el toro; todos toreamos; todos corremos; el toro por su parte acata profundamente los dogmas de la liber¬tad, la igualdad, la fraternidad y la seguridad. -¡Esto es!, y ustedes por su parte no acatan más dogma que el de la anarquía. Estamos corrientes[66] . En esta ingrata anarquía [dice Mariano Gonzáles Manrique, observando un rodeo en la sabana] no puedo menos que contemplar la fiel imagen de nuestra Desconfederación Granadina; precisamente dividimos nuestra República en ocho Estados, así como la partida buscadora de reses se dividió en ocho pelotones, y desfilan o se precipitan por donde creen que les conviene, váyale bien o mal al jefe supremo, asístale o no favorablemente la suerte; y esto después de celebrar un pacto solemnemente un pacto federal, y sujetarse y obedecer al mandato general, sin embargo de conservar su mando particular. Aunque algunos alegarán en su abono, que el jefe en su marcha les señaló fragosos y difíciles senderos, y se vieron obligados a evitarlos[67] .

De otro lado la democracia y la libertad individuales mejor representadas en los excesos pasionales de los bailes de salón: ¡Bravo! Dije yo; el código de los bailes en Bogotá es el código más liberal, porque cada uno hace en ellos lo que le da la gana, (…) ¡Viva la libertad!, exclamé; esto se llama buena sociedad, buenas costumbres, amabilidad para festejarlo a uno: beba usted; emborráchese usted; trasnoche usted; no haga usted su gusto, sino el nuestro; enférmese usted; muérase usted[68](...)

También en un romántico enamorado cuyos amores son comparados con la voracidad burocrática de los liberales. La vida sin amores es para Ovidio lo que para ciertos liberales la causa de los principios sin empleos, un árido desierto, valle de tumbas que pasando vemos; y así como aquellos sacrifican independencia, dignidad y virtud en el altar del empleito, así aquel sacrifica su salud, su tran-quilidad y su bien en el altar de los amores. Querer y ser querido, he aquí su ambición, su gloria, el sueño dorado de su fantasía, la imagen risueña que lo seduce y lo em¬briaga. Su amor es infinito, inmenso; ama con pasión, con frenesí, con delirio; y ama a todas las bonitas por turno, y a todas les ofrece como ofrenda su corazón de fuego… “¡abajo los monopolios!, ¡abajo los fa-roles!, ¡igualdad o muerte![69]. En síntesis, diferentes situaciones y escenarios fueron propicios para establecer comparaciones entre el desorden introducido por las políticas liberales y las prácticas sociales que las representan. Una corrida de toros, un baile, la descripción de un tipo o una anécdota cotidiana, sirvieron para señalar los malos hábitos introducidos por las nuevas licencias liberales, asociadas a la “barbarie” o la incivilidad, en prácticas sociales y de urbanidad asociadas a prácticas políticas.

El fantasma caudillista y la virtud de los poetas.

Como si fuera poco, a las amenazas morales sensualistas y materialistas y a las nefastas doctrinas políticas de los liberales radicales, se sumaba el fantasma de la odiosa figura del militar con pretensiones políticas, en momentos que creían superada la vieja manía caudillista de los primeros tiempos de la república, y especialmente después de haber conjurado, no sin dificultad, la revuelta popular de los artesanos dirigida por el coronel Melo en 1854, la primera revuelta social y con visos de clases, después de la independencia. Para Caicedo Rojas el “combate del crimen con la virtud, de la nación con algunos granaderos desnaturalizados [en] la lucha de la serpiente con el cóndor [y en la que finalmente] los defensores de la ley, el orden y la moral triunfaron al fin”[70] . Para Ezequiel Uricoechea un golpe ignominioso: “Al hablar de los honores militares de Colombia se nos ensancha el corazón. Recordamos los antiguos tiempos, una época de gloria para nuestra patria, i lanzando un suspiro, vemos que ya acabó, que no quedan de esa época sino truncos recuerdos i uno que otro guerrero ya cerca de la tumba (…) Descendemos por fin de esa guerra magna y heroica, a las maldecidas guerras civiles que devastan nuestra patria, i cuya causa está más bien en los gobernantes que en los pueblos; i vacilamos aun en creer que se deba dejar un recuerdo de esas mil infamias, que con el nombre de guerra serán siempre un borrón para nuestra historia. Olvidémoslas más bien, borrémoslas de nuestras costumbres. (…) Tal fue el motín militar, que por ocho meses arruinó esta República, i que comenzando en 17 de abril de 1854, concluyó ignominiosamente el 4 de diciembre del mismo año, dejando en el campo de batalla muchas víctimas y algunos héroes que salvaron la patria con su sangre; motín condenado por la sanción universal (…)[71]

Entre muchos otros que abordaron el tema en su momento, Felipe Pérez expresó con claridad el por qué el letrado, en especial el poeta, y no el militar, era el señalado a pretender la dirección moral de los pueblos. Los arcos de triunfo de los conquistadores caen por tierra, los obeliscos se desmoronan, i el ala del tiempo toca a su paso los palacios de los reyes i los derrumba; lo que no perece jamas es el nombre del hijo de las musas; i el pensamiento rimado sobrevive a los mármoles i a los imperios. Sus triunfos son incruentos; dulcifican i no agrian las costumbres; enseñan a amar la naturaleza, el hogar, la virtud i la relijión; su mision es por tanto de flores i paz. Debemos, pues, amarlos i venerarlos como a los sacerdotes del corazon i del espíritu, i mirar su altar como el de la única divinidad adorable sobre la tierra.” Y más adelante: “Los guerreros viven de los cadáveres i la pólvora; los poetas viven solo de su corazón; (…) Los conquistadores no tienen sino una espada en las manos, i las espadas solo producen sangre. Sangre! siempre infecunda, porque ella no ha de empapar otra tierra que la del cuerpo, ni correr por otro cauce que por el de las venas. Para juzgarlos, pues, hai que tomarlos tales cuales son, en la plenitud de su esencia; i no querer comparar su piedad con la de Antonio, su virtud con la de Séneca, ni su prudencia con la de Fabio[72].

De otra forma lo dejó saber José María Samper en el prólogo de su selección de poesías publicado en 1860. (…) porque doi la preferencia a la poesía en el órden de esta publicación? Lo diré francamente: Es que creo deberle a la poesía cuanto tengo i soi: Merezca o no el título de poeta, ella ha sido mi camino hácia toda meditación i toda verdad: es ella la que me ha iniciado a la vida bajo todas sus formas. La poesía, sentimiento íntimo y supremo de la religión, de lo bello, de lo bueno y lo verdadero, me ha hecho buscar el ideal del bien, en el santuario de la vida privada como en las agitaciones de la vida pública, porque, desde que sentí en mi alma la primera tentación que me obligó a cantar y meditar, comprendí que la Poesía se resume en toda la idea infinita del Amor. (…) Yo canto el Amor, y solo el Amor: En el orden de los divino: El amor a Dios, a Cristo, y su Evangelio, a la luz, la religión, la naturaleza, la inmortalidad. En el orden de lo humano: El amor a la madre, la mujer, la familia, el amigo, el pueblo, la patria, la humanidad, el genio, la virtud, el arte, la ciencia, la gloria, la libertad, el progreso[73].

En síntesis, la virtud de los poetas, la búsqueda del ideal del bien, del bien común, tal cual debía hacer un buen gobierno, la república cristiana, especialmente promovida por poetas como Víctor Hugo y Lamartine, quienes habían leído en el evangelio la doctrina de la democracia cristiana, basada en la hermandad, y “promovían la unión entre el liderazgo intelectual y el liderazgo político

El proyecto regenerador

En este tercer y último punto quiero señalar la actividad de la tertulia en la consolidación del proyecto regenerador a la vez que precisar la naturaleza de los proyectos culturales en los que la regeneración vertía su propuesta de construcción de lo nacional, la cual no solo retomaba el ideario mosaico sino que de nuevo invocaba el molde clásico, adoptado en su más refinada forma academicista, para terminar con su radicalización con el golpe de Estado protagonizado por José Manuel Marroquín.

El vulgo ilustrado y la regeneración. Sin duda el liderazgo intelectual y político propuesto por Victor Hugo y Lamartine, fue especialmente encarnado por los miembros de la Tertulia en los tiempos del proyecto regenerador, momento en el que reconocían con claridad la eficacia de los acuerdos que podían lograrse en estas reuniones. En este sentido Máximo Nieto describe una de las sesiones de tertulia que llevó a la decisión de apoyar a Núñez, cuando en medio de una amena reunión, Diego Fallón advirtió las estrategias que debían seguir para lograr apoyo el apoyo de los indecisos o contrarios. ¿Debemos apoyar a Núñez solamente porque a ello estamos comprometidos, o debemos hacerlo porque este apoyo es decisivo para el partido conservador? Lo último lo sabemos bien y este es un punto de partida cierto e indudable. ¿Sabemos si el directorio conservador, con la repulsa que nos ha hecho, obra por amor a Otálora o por odio al doctor Núñez, o por no quedar mal en los compromisos que ha contraído? Creo que también sabemos muy bien esto. ¿Podemos, entonces enfrentárnosle? Creo que no podemos ni debemos hacer esto, porque la experiencia adquirida esta noche nos enseña que no podemos torear en manada a esos señores, porque son a la inversa de los toros bravíos y nos embestirán y patarribearán sin remedio (…) Nosotros disponemos de fuerzas que bien empleadas son irresistibles; adoptemos el sistema analítico y no el sintético. Combatamos a esos señores uno a uno y no en manada. Aquí tenemos a Alejandro Posada, a quien le entregaremos a los más rehacios y discutidores, los cuales no podrán resistirle. Tenemos a Rufino y Ángel Cuervos y se los echaremos a los lingüistas y literatos. A Pepe Samper se lo echaremos al General Canal, que es abogado y a los Ortiz Durán que lo son también. Antonio Cuervo que se entienda con los Generales Sergio Arboleda, Lázaro María Pérez y Manuel Briceño, y Máximo y yo nos quedaremos de acólitos para ayudarles a todos. Debo advertir que esta campaña, con la experiencia que tengo, debe hacerse en ágapes, vulgo ilustrado, mosaicos[74] .

Para esta fecha ya habían pasado catorce años desde que el último número de “El Mosaico” había dejado de circular, el mismo tiempo de la desaparición de Vergara y Vergara, líder del grupo que en 1858 había decidido hacer público su proyecto de literatura nacional, el proyecto que en buena parte ya había sentado los principios de Orden, Unidad y Armonía; Lengua, Religión y Patria, que guiaron el proceso regenerador y que apoyó la consolidación del triunfo de Caro. “Para Caro, como para los editores que lo acompañaron en el Mosaico, la lengua representó un asunto teológico, impensable fuera de sus relaciones con la moral y la política, donde la filología era a la política lo que la gramática a las leyes, origen y sustento de la norma social. El castellano hijo del latín, el latín lengua de razas, lengua de la teología y los padres de la iglesia, y la iglesia, madre rectora de las sociedades humanas”[75] . Según el profesor Juan Antonio Ennis[76] , el conservadurismo inamovible de Caro encuentra su expresión en la triple alianza de ley, gramática y religión como asuntos fundamentales del Estado. En otros términos, entiendo esta expresión como la alianza entre la racionalidad divina, expresada por las virtudes teologales, principios básicos en la formación moral del ciudadano, y la más preclara racionalidad humana, simbolizada en los estudios de las humanidades clásicas como primera fuente de civilidad y progreso. Así lo expone Caro: Hay tres afirmaciones que siempre han sido fecundas: la afirmación del entendimiento, que es la fe; la afirmación del espíritu que es la esperanza, y la afirmación del corazón, que es la caridad. (…) Todas grandes cosas se deben a la afirmación; la incredulidad no crea, ni la duda ilumina, ni el odio fructifica, ¿Queréis ser útiles a vuestra patria? Pues creed, esperad y amad[77]. Ved ahí cómo la inteligencia es un arma poderosa y cómo en los estudios literarios se templa y se afila. (…) los estudios literarios al mismo tiempo que aguzan la inteligencia la pulen y abrillantan. “El esmerado aprendizaje de las artes liberales –dice Ovidio- suaviza las costumbres y quita la ferocidad de los hombres”. El célebre Macaulay asienta, en términos no menos perentorios, que los estudios clásicos marcan la línea divisoria entre el caballero y el salvaje[78].

El Papel Periódico Ilustrado y la Escuela de Bellas Artes. En cabeza de Alberto Urdaneta, el artista soldado, el proyecto regenerador encontró su más refinada expresión en la propuesta de un modelo clásico para la construcción de la imagen de lo nacional y el estudio de las artes. La producción del papel Periódico Ilustrado (1881-1888) y la creación de la Escuela de Bellas artes, más tarde asimilada a la universidad nacional, fueron espacios en los que se formaron importantes intelectuales y artistas que modernizaron las artes y su aplicación a diferentes campos de la producción cultural como el campo editorial y también importantes vanguardias artísticas.

El proyecto del Papel Periódico Ilustrado, reconocido también por varios autores como un proyecto que legitimó desde el espacio cultural el espíritu católico e hispanista de la regeneración, destaca por haber hecho de la conquista el punto de partida para la cruzada civilizadora y de independencia el mito fundacional para la nación, dejando de lado los conflictos del siglo XIX que no merecían llenar las páginas de la historia de Colombia; así lo señala Wilson Jiménez[79], quien además puntualiza que “el proyecto se dirigió a deleitar a la élite ilustrada de la capital, cimentando valores de exaltación de las devociones del catolicismo y sus figuras clericales, pero además contribuyendo a convertir en iconos a los conquistadores españoles y en héroe al “Libertador” Simón Bolívar”.

Por su parte y respecto de la Escuela de Bellas Artes, Rubén Darío Ladino [80] indica que a diferencia del pensamiento liberal que destacó el carácter práctico y funcional de las artes -entendiendo el arte como oficio e impulsando su enseñanza como una práctica de tipo artesanal (asimilable al del sastre o el zapatero)-, la Escuela de Bellas Artes propuesta por el movimiento regenerador, empezó por reconocer los modelos del arte clásico como un camino civilizatorio en su capacidad de formar el carácter y suavizar las costumbres de los individuos. En otras palabras, reconocer la belleza como promotora del espíritu social, dando impulso a su enseñanza a través del modelo academicista, más universitario y entendiendo por artista una profesión liberal del orden intelectual o científico.

Reinado Marroquinesco. Sin embargo, y pese a todas las bondades atribuidas a la literatura en la templanza y la dulcificación del carácter, la radicalización de la regeneración vino paradójicamente de uno de sus letrados más reconocidos, José Manuel Marroquín, quien el 31 de julio de 1900 asestó el golpe que dejó a muchos atónitos y desubicados a otros, sobre el rumbo que tomaba el proyecto de Núñez y Caro. El mismo Caro, a través de elocuente poesía citada por Luis Mará Mora, mostró su “radical” desacuerdo con el golpe político y protestó contra el comportamiento humano de su antiguo colega de letras.

“REINADO MARROQUINESCO”

Traición ejecutada a salvamano; quebrantados solemnes juramentos y de la ley de Dios los mandamientos todos, con faz piadosa y pecho insano; cintica azul y proceder villano; mozuelos educados en conventos, y hoy de maldad perfectos instrumentos, dando tortura a inmaculado anciano. Monopolio de bestias y monturas, honradez y billetes a montones, mucho rejo, mucho ajo y mucho muera; éste es el santo régimen, las puras almas e incorruptibles corazones; ésta ¡oh pueblos! la histórica bandera!”[81]

De otra manera lo describió Luis María Mora, joven conservador de pensamiento moderno: Liberales e históricos compitieron por manifestarle al señor Marroquín su amistad y adhesión. Era el sol levante. El risueño tío volvió a verse rodeado de su larga parentela como en un delicioso cumpleaños del apacible y consentido bisabuelo de la familia. La residencia del vicepresidente se convirtió en una corte galante.” [Y como en sus viejos tiempos de tertulia] pusiéronse de moda en Palacio los recibos y chocolates santafereños a media canela. Como en las reuniones del Mosaico, allí se podía fumar y mentir (...) Tal parecía... una real fiesta colonial, con sus minués, sus músicas y sus bufones. Siempre fue don Manuel muy amado de los campesinos acaudalados, y en cierta ocasión más de quinientos sabaneros, de los llamados orejones, pasaron por frente de palacio, en señal de aplauso, mostrando sus rejos asidos al galápago y haciendo sonar sus zamarros, sus espuelas y sus estribos de cobre. Maravilloso espectáculo rural y caballar a la vez[82] ,

del que Luis María Mora, ingenuamente creyó que las generaciones futuras no volverían a ver.

Cegó Marroquín el sueño de muchos, especialmente de humanistas, literatos y poetas, en su sentida apuesta por modelar el carácter histórico del joven país, bajo el influjo de las más refinadas fuentes de las humanidades clásicas, que hacían del orden poético -el amor-, la lengua hispana y la moral católica, el camino a la civilidad y al añorado progreso, “para que no nos desprecien como a una turba de bárbaros”.

Breve balance historiográfico

Tanto la literatura costumbrista como el proyecto literario de El Mosaico empezaron a configurarse como objeto de estudio desde las últimas décadas del siglo pasado. Un primer momento está representado por los autores que específicamente señalaron su importancia como fuente documental para la historia y escenario de representaciones políticas, en este sentido pueden citarse los trabajos de Elisa Mujica[83] , Germán Colmenares[84] Carlos José Reyes[85] , Raymond Williams[86] y Carmén Elisa Acosta[87]

 -en sus primeros trabajos sobre el tema. Por su parte, con  la primera década del 2000 aparece un renovado interés por desentrañar sus claves en términos de sus formas de sociabilidad política, la configuración del campo literario como instrumento de competencia social y el papel fundamental de la lengua como eje articulador en la construcción de un discurso nacional y de su legitimidad histórica, es decir, se enfoca con precisión la idea del discurso costumbrista como un instrumento de representación política dirigido a sostener el modelo hispano católico, como el marco natural en el que se debía proyectar la nación, dado que allí se encontraba su legitimidad moral y su tradición histórica. 

De otra parte y como antecedentes directos de este trabajo pueden citarse los estudios de Andrés Gordillo Restrepo [88] ; Gilberto Loaiza Cano[89]

 -el primero de sus trabajos sobre el grupo de El Mosaico fue publicado por el Boletín Cultural y Bibliográfico y por tanto es referente de primer orden para esta lectura dado el rigor con que señala las características del periódico y las condiciones para su producción y la construcción de un campo literario dedicado a construir una legitimdad política-; David Jiménez[90] , quien avanza en la comprensión del lugar de la lengua en la apropiación de un discurso moderno en el pensamiento de Caro y el trabajo de Julio Arias Arias[91] , quien en particular observa en la literatura costumbrista un escenario de representaciones de poder en sus diferentes formas de diferenciación, subordinación y marginación de la región respecto del centro, de manera reciente la reedición de la obra original del Museo de Cuadros y Costumbres, con notas y estudio de Felipe Martínez Pinzón[92] . 

Sobre la influencia hispana es necesario destacar el trabajo de Iván Vicente Padilla Chasing[93] , El debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX, el cual documenta y analiza el contexto y la producción de la Historia de la literatura en Nueva Granada, José María Vergara y Vergara, como “la apología más completa del legado sociocultural hispánico.” Cabe destacar aquí los trabajos realizados por Oscar Saldarriaga Vélez[94]. sobre la Querella Benthamista y su incidencia en la disputa por el sujeto moral como base para la formación de ciudadanos. Sobre la relación de las letras y el poder político en el siglo XIX el clásico trabajo de Malcom Deas[95] y sobre la influencia del mundo clásico el trabajo de Ricardo del Molino García[96] en la comprensión de la apropiación de la Antigüedad en el pensamiento ilustrado en la Nueva Granada. Por último, el trabajo desarrollado por el filólogo argentino Juan Antonio Ennis quien precisa el lugar de la lengua en el pensamiento de Miguel Antonio Caro[97] y la configuración de “la triple alianza entre ley, gramática y religión como asuntos fundamentales del Estado”.

Referencias

  1. Vargas-Tisnés, Gloria, La Nación de los Mosaicos… p. 28-29.
  2. Romero, Mario Germán. Epistolario de Ezequiel Uriciechea con Juan María Gutierrez. varios colombianos y August Friedrich, t. XXV, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1998, U. 16, 179.
  3. Idem.
  4. Idem
  5. Saldarriaga Vélez, Oscar. “La cuestión textos de 1870: Una polémica colombiana sobre Los Elementos de Ideología de Desttut de Tracy”, Pensar el Siglo XIX. Cultura. biopolítica y modernidad en Colombia, ed. Santiago Castro Gómez, Universidad de Pittsburg, Pittsburg, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2004. En particular Saldarriaga señala esta disputa como una “querella de antiguos y modernos”.
  6. Caro, Miguel Antonio, Obras, t. I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962, p. 422.
  7. Caro, Obras, t. I, 426.
  8. Caro, “Oración de Estudios”, Obras... 1375-1383.
  9. Caro, “Instrucción Laica”, Obras...1355 -1368
  10. El Album: periódico literario, científico i noticioso [Bogotá] Nº 9, 20 jul. 1856: 72
  11. Carrasquilla, Rafael María. “Don José Joaquín Ortiz”. Papel Periódico Ilustrado [Bogotá] N° 28, 1 oct. 1882: 50-54.
  12. Caro, Miguel Antonio, Obras Completas, t. IV, 261, citado por Díaz Guevara, La Vida de Don Miguel Antonio Caro, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1984, 53.
  13. Romero, Germán. Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez…, U. 17, 204.
  14. Romero, Germán. Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez…, G. 1, 216-218.
  15. Appelbaum, Nancy, Dibujar la nación. La Comisión Corográfica en la Colombia del siglo XIX, Universidad de los Andes, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 2017, 320.
  16. Como sabemos fue Vergara y Vergara el principal gestor de la preocupación por rescatar la producción literaria que desde la colonia se había realizado en las nuevas tierras, y que fue concretada parcialmente en su obra: Historia de la Literatura de la Nueva Granada.
  17. Marroquín, José Manuel. En familia, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1985, p. 313.
  18. Marroquín, José Manuel. “Autobiografía, o sea Confesión General de J. M. Marroquín”, En familia…313.
  19. Marroquín, José Manuel. “Cartas importantes. Seudónimos”, Papel Periódico Ilustrado, Bogotá, núm. 74, 1° de septiembre de 1884, 21.
  20. Romero, Germán, Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Rufino José Cuervo, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, vol. 1, (xxxvii, 340 p.), 1976, U. 71, 299.
  21. Romero, Germán, Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez..., U. 17, 206.
  22. Romero, Germán, Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez…, U. 12, 179.
  23. Marroquín, “Cartas importantes…”, Papel Periódico… 21.
  24. Martínez Silva, Carlos. “José María Vergara y Vergara” en El Repertorio Colombiano, Bogotá, jul.-dic., 1879, 387. p. 386.
  25. Idem.
  26. Mujica, Elisa. “Prólogo”, Novelas y Cuadros de Costumbres, t. I, Eugenio Díaz, Procultura, Bogotá, 1985. Para esta autora fue quizás Díaz el primero en introducir la denuncia social y una propuesta política en la literatura de costumbres, la de promover el socialismo católico, p. 12.
  27. Liévano Reyes, Roberto, “Tertulias Literarias en Santafé y en Bogotá” en El Gráfico, Bogotá, núm. 375, 20 de octubre de 1917, p. 196.
  28. Martínez Silva, Carlos, “José María Vergara y Vergara” en El Repertorio Colombiano … 387.
  29. Samper, José María, “Bogotá y la Universidad” en Historia de un alma, Kelly, Bogotá, 1946.
  30. Samper, José María, “Ricardo Carrasquilla” en Papel Periódico Ilustrado, Bogotá, núm. 107, 1° de enero de 1887, 165.
  31. Samper, “Ricardo Carrasquilla”, Papel Periódico… 162-163.
  32. Samper, “Ricardo Carrasquilla”, Papel Periódico… 165.
  33. “A nuestros abonados”, El Mosaico, Bogotá, núm. 50, 17 de diciembre de 1859, 397.
  34. “Editorial. El Mosaico”, El Mosaico, Bogotá, núm. 1, 24 de diciembre de 1858,1
  35. Idem.
  36. Idem.
  37. Idem.
  38. Los editores, “Prologo”, Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 1-4
  39. Idem.
  40. “Literatura Muérgano. Apéndice de las lecciones de literatura por M. Lamartine”, (traducido del francés), en El Mosaico, Bogotá, núm. 4, 18 de febrero de 1865, 25.
  41. Samper de Ancízar, Agripina (Pia Rigan), “Sofía. Romance neo-granadino”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 22, 6 de junio de 1860, 170.
  42. Borda, “Formas Poéticas” en El Mosaico, Bogotá, núm. 4, 29 de enero de 1860.
  43. Martínez Silva, “Una novela nacional” en El Repertorio… 384-388.
  44. Borda, José Joaquín, “Formas poéticas”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 4, 29 de enero de 1860, 397.
  45. Guarín, José David, “Un Artículo de Costumbres”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 24, 4 de junio de 1859, 187.
  46. Samper de Ancizar, Agripina (Pia Rigan), “Sofía. Romance neo-granadino”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 22, 6 de junio de 1860.
  47. Marroquín, José Manuel, “Mi Tintero”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 27, 16 de julio de 1864, 213-215.
  48. Camacho Roldán, Salvador, “Algo sobre Tierra Caliente”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 134-142.
  49. Caicedo Rojas, “El Tiple”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 47-54.
  50. Caro, Miguel Antonio, “Princípios de la moral. Refutación del sistema egoísta”, Obras, t. I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962, 348.
  51. Mejía Restrepo, Luis, “Ensayos de Crítica Literaria”, en Papel Periódico Ilustrado, Bogotá, núm. 102, 1° de septiembre de 1886, 38. Este artículo está dedicado a la crítica de la producción costumbrista y en especial a la obra de Ricardo Silva.
  52. Samper, José María, “De Honda a Cartagena”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. III, 246-268.
  53. Marroquín, “Contribuciones directas”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 11-19.
  54. Santander, Rafael Eliseo, “Los Artesanos”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. III, 99-107.
  55. “La mano”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 11, 17 de marzo de 1860.
  56. Caicedo Rojas, José, “El Tiple”, en Museo de Cuadros de Costumbres, t. I, 47-54.
  57. Varias Señoras, “Una súplica: dedicada a los cachacos bogotanos”, en El Mosaico, Bogotá, núm. 24, 25 de junio de 1864.
  58. Marroquín, José Manuel, “Vamos a misa al pueblo”, en Museo de Cuadros de Costumbres , t. II, 130-136.
  59. Guarín, José David, “Un día de San Juan en tierra caliente”, en Museo de Cuadros de Costumbres Variedades y Viajes , t. I, Foción Mantilla, Bogotá, 1866, 205-214.
  60. Borda, José Joaquín. “Formas poéticas”, El Mosaico [Bogotá] Nº 4, 29 ene. 1860
  61. Sosa, Francisco. “María (Juicio de la prensa en Méjico publicado en abril de 1871)”, El Mosaico [Bogotá] N° 2, 30 ene. 1872: 15-16.
  62. “El Lujo”, El Mosaico [Bogotá] N° 19, 25 abr. 1859:146-147.
  63. Se trata de “la virtud que puede perder cualquier hombre de bien para comportarse como un villano, aunque no sea reprochable a los ojos de la justicia legal (…)”. Así por ejemplo “un hombre de bien (...) desea una casa que linda con la suya, para hacer de ella una caballeriza que le falta (…) El hombre de bien, que es rico del siglo XIX, compra al contado deudas de su vecino: quién podría reprocharle ese acto si nadie sabe a donde quiere ir a parar? El pobre no puede pagarlas: qué culpa tiene el rico? El pobre tiene que ofrecer su casa en venta, i el rico se la compra. ¿Hai algo de malo en comprar una casa? El pobre sale con el corazón hecho pedazos de su hogar, i el rico hace su caballeriza. Este es un drama; i pasó a la vuelta de nuestra habitación. Nadie acusó al comprador, él mismo no oyó despertarse a su conciencia. I sin embargo! (…) Esto no es una diatriba contra los ricos: los pobres también hacen de esas cosas, también tienden sus redes para enriquecerse: si esto es diatriba, es contra el hombre del siglo, codicioso e indelicado”. “Editorial. El Tanto Por Ciento”, El Mosaico
  64. “El Dinero”, El Mosaico [Bogotá] N° 2, 15 ene. 1860:14.
  65. Groot, José Manuel. “Un sueño de dos colores”, Museo de Cuadros de Costumbres …Tomo III: 35-41
  66. Pombo, Rafael. “Toros en calle i en plaza”, Museo de Cuadros de Costumbres… Tomo I: 88-98
  67. Gonzáles Manrique, Mariano. “Lo que puede un pié”, Museo de Cuadros de Costumbres… Tomo III: 115-119
  68. Caicedo Rojas, José. “El duende en un Baile”, Museo de Cuadros de Costumbres … Tomo I: 238-249
  69. Rivas, Medardo. “Ovidio el enamorado”, Museo de Cuadros de Costumbres … Tomo I: 143-149
  70. Caicedo Rojas, José. “Joaquin Marín”, Museo de Cuadros de Costumbres … Tomo III: 6-12
  71. Uricoechea, Ezequiel. (E.U.), “Honores Militares”, El Mosaico [Bogotá] N° 51, 29 dic. 1860.
  72. Pérez, Felipe. “Una hora de Melancolia”, El Mosaico [Bogotá] N° 36, 12 sep. 1860. Como excepción a la figura del militar, el autor destaca a “dos hombres en la historia ante quienes yo no he podido llegar nunca sino con el mismo relijioso respeto con que voi a la casa de Dios. Esos dos hombres, el uno de la antigüedad, el otro de los tiempos modernos, son Camilo i Washington. El primero era el jenio del patriotismo, el segundo era el jenio de la honradez […] En Washington no hallo yo grandes talentos políticos ni militares; lo que hallo es un hombre de bien que respira República por todas partes,.. que, sirviendo a la libertad… funda en mui poco tiempo la primera nacion del siglo.”
  73. Samper, José María. “Prólogo”, El Mosaico [Bogotá] N° 29, 25 jul. 1960: 225-226
  74. Nieto, Máximo. Recuerdos de la Regeneración (Bogotá: Marconi, 1924)
  75. Vargas-Tisnés, Gloria. La Nación de los Mosaicos… 224
  76. Ennis, Juan Antonio. “Miguel Antonio Caro, la lengua y la ley”. Revista RASAL Lingüística. Ed. Sociedad Argentina de Lingüística, 2013. En línea. Consultado 15 de noviembre de 2020.
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  78. Caro, “Oración de Estudios” Obras … 1375-1383.
  79. Jiménez, Wilson. El Papel Periódico Ilustrado y la configuración del proyecto de la Regeneración (1881-1888) En: Historia Crítica . No. 47. Mayo-Agosto. Bogotá: Universidad de los Andes, 2012.
  80. Ladino, Rubén Darío. Primeros años de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia. Tesis de Maestría en Historia. Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javerina, Bogotá, 2015. En línea. Consultado en diciembre 4 de 2020.
  81. Mora, Luis María, Croniquillas de mi ciudad , Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1972, p. 202.
  82. Mora, Croniquillas de mi ciudad… 144.
  83. Mujica, Elisa. “Prólogo”, Novelas y Cuadros de Costumbres, Tomo I, Eugenio Díaz (Bogotá: Procultura, 1985). Sin duda es Elisa Mujica una de las pioneras en señalar la importancia del género costumbrista cómo fuente de investigación y objeto de estudio, en su trabajo sobre Díaz, Mujica destaca la importancia de la obra de este autor como una obra de crítica social que marca la excepción dentro de la producción de los literatos de la sabana, caracterizada por la ausencia de conflicto en las diferentes descripciones sociales.
  84. Colmenares, Germán. “Manuela, la novela de costumbres de Eugenio Díaz”, Manual de Literatura Colombiana, Tomo 1, (Bogotá: Procultura – Planeta, 1988) 247- 266. Colmenares considera que, si bien las pretensiones fotográficas han hecho desconfiar del costumbrismo como literatura, este mismo elemento le ha dado un importante valor testimonial, aunque el autor advierte la necesidad de analizar el lugar de emisión de la representación, indicando por ejemplo que no existe en el costumbrismo un cuestionamiento radical al orden existente, más bien un deseo de mantener las costumbres y el orden de un mundo rural amenazado por las reformas de la época.
  85. Reyes, Carlos José “El Costumbrismo en Colombia”. Manual de Literatura Colombiana. Tomo 1. Bogotá: Procultura – Planeta, 1988. 175-246.
  86. Williams, Raymond Leslie. Novela y Poder en Colombia 1844-1987 (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1992). Este autor considera que en general las obras del género costumbrista no lograron en nuestro medio la importancia de obras similares en países latinoamericanos como México, Argentina, Perú o Chile, entre otros. Para Williams, Manuela (de Eugenio Díaz) constituye la novela cumbre del costumbrismo en Colombia. Según este autor la obra no sólo refleja los conflictos políticos del momento sino la dicotomía entre cultura oral y escrita: representada de una parte en el escepticismo de los protagonistas rurales frente a la norma escrita y, de otra, la credulidad del viajero letrado y urbano en la palabra escrita.
  87. Acosta Peñaloza, Carmen Elisa. Lecturas, Lectores y Leídas: Historia de una Seducción en el siglo XIX, Tesis de Maestría en Historia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1998). Esta tesis, dedicada a estudiar las formas mediante las cuales se definieron prácticas de lectura, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, observa cómo EL Mosaico constituyó un medio a partir del cual se promovió la adopción - mediante figuras didácticas - de modos de comportamiento bajo el rótulo de “buenas costumbres”. De otra parte la autora indica que la literatura producida a partir del Mosaico, “se elaboró y promovió en procura de objetivos nacionales, religiosos y políticos conservadores, en el modelo hispano-católico”.
    Lectura y Nación: novela por entregas en Colombia, 1840-1880. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009.
  88. Gordillo Restrepo, Andrés. “El Mosaico (1858-1872): nacionalismo, elites y cultura en la segunda mitad del siglo XIX”, Fronteras de la Historia (Bogotá) Vol. 8, 2003. En línea. Consultado 10 diciembre 2020. También publicado en: Pensar el siglo XIX. Cultura, biopolítica y modernidad en Colombia, ed. Santiago Castro (Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2004) Este trabajo tiene por objeto estudiar el papel mediador desempeñado por las “minorías privilegiadas culturales”, específicamente el grupo de El Mosaico, y las acciones políticas que ellas fueron tomando con la intensión de formar una cultura nacional, en medio del proceso de construcción de la nación. La revisión de la situación y el contexto socio-cultural y el seguimiento del desarrollo del grupo en torno a la publicación periódica, conduce al autor a plantear que la imagen de nación propuesta era preferiblemente la de un país urbano y culto.
  89. Loaiza Cano, Gilberto. “La búsqueda de autonomía del campo literario, El Mosaico, Bogotá, 1858-1872”, Boletín Cultural y Bibliográfico (Bogotá) Vol. 42 Núm. 67, 2004. En línea. Consultado 10 diciembre 2020.
    El poder letrado en Colombia. Ensayos sobre historia intelectual colombiana, siglos XIX y XX. Cali: Universidad del Valle, 2014, 292.
    Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación (1820-1886). Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011, 469.
  90. Jiménez, David. “Romanticismo y radicalismo”. El radicalismo colombiano del siglo XIX. Sierra Mejía, Rubén (editor). (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencais Humanas. Departamento de Filosofía, 2006) 289-308. Especialmente a partir de la figura de José María Samper y José María Vergara y Vergara, Jiménez señala con claridad la relación entre estos dos espacios cómo ámbitos emocionales que dejan ver el tipo de apropiaciones de pensamiento filosófico y político de algunos letrados del momento.
  91. Arias Vanegas, Julio. Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano. Orden nacional, racialismo y taxonomías poblacionales (Bogotá: Uniandes-CESO, 2005) 162.
  92. Martínez Pinzón, Felipe. “Edición académica, estudio y notas”. Museo de Cuadros y Costumbres, Variedades y Viajes. Bogotá: Universidad de los Andes, 2020
  93. Padilla Chasing, Iván Vicente. El debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX: lectura de la Historia de la literatura en Nueva Granada de José María Vergara y Vergara. (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Literatura. Grupo Historia y Literatura, 2008) 233.
  94. Saldarriaga Vélez, Oscar. “La Cuestión Textos de 1870: Una polémica colombiana sobre Los Elementos de Ideología de Desttut de Tracy”, Pensar el Siglo XIX. Cultura, biopolítica y modernidad en Colombia, ed. Santiago Castro Gómez (Pittsburg: Universidad de Pittsburg, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2004).
  95. Deas, Malcom. Del Poder y la Gramática (Bogotá, Taurus, 2006) 372.
  96. Del Molino García Ricardo. Griegos y Romanos en la primera república colombiana (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2007).
  97. Ennis, Juan Antonio. “Miguel Antonio Caro, la lengua y la ley”… En palabras de este autor: “las políticas de la lengua y la postulación de una tradición literaria se integran en un entramado político efectivo en el que el letrado tiene a su cargo la definición e imposición de una identidad criolla en la que el purismo lingüístico y el conservadurismo político-religioso aparecen como deberes históricos (…) configurando un dispositivo que será el del Estado produciendo un ciudadano legítimo, hablante de la norma que se llamará culta.”

Bibliografía

Créditos

Autora: Gloria Vargas Tisnés

Mg. Historia de la Universidad Nacional (Bogotá)

Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Universidad Externado de Colombia 2021

Véase también

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