Introducción

Después de la Batalla de Boyacá considerada por la historia oficial como la confrontación que cerró el ciclo de la guerra de independencia en la Nueva Granada, sin tener en cuenta que la confrontación se recrudeció en el sur y que la batalla de Bomboná de 1822, cerró el ciclo de la guerra magna en Colombia. Con el triunfo de Boyacá-1819- la iglesia tuvo que discutir acerca del nuevo escenario que sobrevendría, tenía que decidir si proseguía defendiendo a la monarquía española, con todas sus consecuencias o, por el contrario, aceptaba el nuevo sistema de gobierno republicano al cual había atacado con denuedo porque sus estatutos, principios y valores provenían del liberalismo, de la masonería, del utilitarismo, en fin, de la modernidad que como paradigma afectaba a la religión católica, a la fe cristiana y a las sanas costumbres. La decisión final de la institución religiosa fue la de aceptar el sistema republicano, ello obligaba a cambiar radicalmente el discurso que había sostenido durante trecientos años, el reto era descomunal pues tenía que variar sustancialmente la cátedra, los discursos, los sermones, las pláticas, se trataba de crear en el pueblo una nueva mentalidad con el fin de legitimar a los nuevos gobernantes, fortalecer los postulados republicanos, en síntesis, crear conciencia de que el nuevo orden no era incompatible con la fe católica.

El nuevo discurso que adoptó la iglesia en toda la nación no penetró en Pasto o, mejor, no lo aceptaron, esta región fue estéril, al menos durante unos años, para las nuevas semillas ideológicas debido a que los pastusos desde el comienzo del proceso de liberación cerraron filas y juraron defender, hasta “derramar la última gota de sangre”, si es posible, los sagrados principios de la religión católica, al “amado Fernando VII”, como le decían al rey y, desde luego, a la “Madre Patria”- España-.

Su posición y su actitud fue radical, en consecuencia, el discurso que la iglesia inauguraba en el contexto nacional, en Pasto, la ciudad sagrada del realismo, fue vehementemente rechazado, la iglesia y el pueblo se anclaron en el discurso tradicional y mantuvieron con firmeza y lealtad la defensa de la “justa causa” como siempre lo habían proclamado, para ellos era un honor, un proceder acorde con sus principios porque sencillamente consideraban que la autoridad proviene de Dios y de sus representantes en la tierra, el Sumo Pontífice y el rey. Solo la élite pastusa y el máximo jerarca de la iglesia Salvador Jiménez Enciso, Obispo de Popayán que ejercía autoridad sobre los pastusos, dieron el salto hacia el republicanismo.

La defensa de la causa emancipadora no sólo fue una confrontación militar entre el imperio español y sus colonias, fue también un enfrentamiento político e ideológico, se trataba, por una parte, sostener y afirmar un régimen monárquico cerrado y autoritario y, por otra, implementar un sistema abierto y democrático, como era el sistema republicano, el primero sustentado por una ideología conservadora, el segundo por otra basada en los principios del liberalismo que irrumpió con fuerza en el mundo occidental como paradigma de la modernidad.

Referentes ideológicos del liberalismo y la modernidad y del conservadurismo o tradicionalismo

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, Europa comenzó a vivir una transformación profunda en todos los órdenes de la vida, la nueva clase social, la burguesía comercial e industrial ocupó el centro de la sociedad, su poder económico le otorgó poder político lo que hizo posible el surgimiento de nuevas instituciones, paradigmas y concepciones que develaron un mundo más moderno.

La ideología liberal que nació antes de la revolución francesa aportó al mundo occidental nuevas teorías que invadieron Europa y sustentaron la modernidad. Enrique Dussel, expresa: “La modernidad se refiere a la conciencia de una época que se levanta contra el pasado y fundamenta su visión en el progreso. La modernidad es una emancipación, una salida de la inmadurez, por un esfuerzo de la razón como proceso crítico que abre a la humanidad a un desarrollo del ser humano” [1].

A finales del siglo XVIII, La “Revolución Democrática Burguesa”, que vivía Europa y en su contexto la revolución francesa (1789), proclamaron las libertades ciudadanas, la libertad de enseñanza; de pensamiento; de expresión; de religión, de comercio, etc. Fueron elementos de lo moderno, considerado como signo de progreso, las sociedades que no reunían los componentes de la modernidad y modernización capitalista fueron considerados como arcaicos, premodernas o conservadoras.

Con la modernidad surgió una nueva actitud basada en la confianza de las facultades de la mente humana, esto es, la RAZON que se yergue en contravía de la FE, la razón, la observación, la experimentación, el pensamiento, el discernimiento, son los referentes de todo acto y proceder humanos como también elementos esenciales en el desarrollo de las sociedades. En este contexto liberal-moderno, apareció en el campo de las ciencias, el método científico-cartesiano que desplazó al método aristotélico, surgieron las “ciencias útiles” que reemplazaron a las “Ciencias del Espíritu” o “ciencias especulativas”. La nueva teoría del “utilitarismo” fundamentado en la filosofía de corte positivista constituyó una verdadera revolución en el campo del conocimiento. El utilitarismo fue condenado por la iglesia que lo calificó como “teoría sensualista” y “materialista” porque preconizaba que la felicidad se podía alcanzar en la vida terrenal contradiciendo a la religión católica que planteaba que la felicidad se alcanzaba en el más allá.

Desde el punto de vista de la teoría social y política, el liberalismo y la modernidad aportaron nuevos conceptos sobre el Estado, sobre el poder, la autoridad, la igualdad, la libertad, la democracia, la patria, la sociedad civil, etc. Desde la perspectiva política, la modernidad se representaba en un Estado nuevo, con sus tres poderes y el ejercicio de la democracia en un nuevo sistema de gobierno, como es la república en rechazo de las monarquías absolutistas.

En materia económica, el desarrollo del capitalismo industrial trajo aparejada la división del trabajo, la productividad, la teoría del valor, la libertad de comercio, no en vano la fórmula de “laisses faire, laisses passer”, “Dejad hace, dejad pasar”.

En el campo de la educación, la modernidad hizo posible el abandono de una educación escolástica-religiosa centrada en la preparación de almas para el cielo, por otra, laica centrada en la preparación del “Homo Económicus”, en síntesis, una educación científico-técnica.

  1. Dussel, Enrique. Europa, Modernidad, Eurocentrismo y América Latina. En: Castro, Santiago, MIgnolo, Walter; otros. La Colonialidad del Saber, Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas, República Dominicana, Clacso, Unesco, 1993, p, 45.