Introducción

Después de la Batalla de Boyacá considerada por la historia oficial como la confrontación que cerró el ciclo de la guerra de independencia en la Nueva Granada, sin tener en cuenta que la confrontación se recrudeció en el sur y que la batalla de Bomboná de 1822, cerró el ciclo de la guerra magna en Colombia. Con el triunfo de Boyacá-1819- la iglesia tuvo que discutir acerca del nuevo escenario que sobrevendría, tenía que decidir si proseguía defendiendo a la monarquía española, con todas sus consecuencias o, por el contrario, aceptaba el nuevo sistema de gobierno republicano al cual había atacado con denuedo porque sus estatutos, principios y valores provenían del liberalismo, de la masonería, del utilitarismo, en fin, de la modernidad que como paradigma afectaba a la religión católica, a la fe cristiana y a las sanas costumbres. La decisión final de la institución religiosa fue la de aceptar el sistema republicano, ello obligaba a cambiar radicalmente el discurso que había sostenido durante trecientos años, el reto era descomunal pues tenía que variar sustancialmente la cátedra, los discursos, los sermones, las pláticas, se trataba de crear en el pueblo una nueva mentalidad con el fin de legitimar a los nuevos gobernantes, fortalecer los postulados republicanos, en síntesis, crear conciencia de que el nuevo orden no era incompatible con la fe católica.

El nuevo discurso que adoptó la iglesia en toda la nación no penetró en Pasto o, mejor, no lo aceptaron, esta región fue estéril, al menos durante unos años, para las nuevas semillas ideológicas debido a que los pastusos desde el comienzo del proceso de liberación cerraron filas y juraron defender, hasta “derramar la última gota de sangre”, si es posible, los sagrados principios de la religión católica, al “amado Fernando VII”, como le decían al rey y, desde luego, a la “Madre Patria”- España-.

Su posición y su actitud fue radical, en consecuencia, el discurso que la iglesia inauguraba en el contexto nacional, en Pasto, la ciudad sagrada del realismo, fue vehementemente rechazado, la iglesia y el pueblo se anclaron en el discurso tradicional y mantuvieron con firmeza y lealtad la defensa de la “justa causa” como siempre lo habían proclamado, para ellos era un honor, un proceder acorde con sus principios porque sencillamente consideraban que la autoridad proviene de Dios y de sus representantes en la tierra, el Sumo Pontífice y el rey. Solo la élite pastusa y el máximo jerarca de la iglesia Salvador Jiménez Enciso, Obispo de Popayán que ejercía autoridad sobre los pastusos, dieron el salto hacia el republicanismo.

La defensa de la causa emancipadora no sólo fue una confrontación militar entre el imperio español y sus colonias, fue también un enfrentamiento político e ideológico, se trataba, por una parte, sostener y afirmar un régimen monárquico cerrado y autoritario y, por otra, implementar un sistema abierto y democrático, como era el sistema republicano, el primero sustentado por una ideología conservadora, el segundo por otra basada en los principios del liberalismo que irrumpió con fuerza en el mundo occidental como paradigma de la modernidad.

Referentes ideológicos del liberalismo y la modernidad y del conservadurismo o tradicionalismo

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, Europa comenzó a vivir una transformación profunda en todos los órdenes de la vida, la nueva clase social, la burguesía comercial e industrial ocupó el centro de la sociedad, su poder económico le otorgó poder político lo que hizo posible el surgimiento de nuevas instituciones, paradigmas y concepciones que develaron un mundo más moderno.

La ideología liberal que nació antes de la revolución francesa aportó al mundo occidental nuevas teorías que invadieron Europa y sustentaron la modernidad. Enrique Dussel, expresa: “La modernidad se refiere a la conciencia de una época que se levanta contra el pasado y fundamenta su visión en el progreso. La modernidad es una emancipación, una salida de la inmadurez, por un esfuerzo de la razón como proceso crítico que abre a la humanidad a un desarrollo del ser humano” [1].

A finales del siglo XVIII, La “Revolución Democrática Burguesa”, que vivía Europa y en su contexto la revolución francesa (1789), proclamaron las libertades ciudadanas, la libertad de enseñanza; de pensamiento; de expresión; de religión, de comercio, etc. Fueron elementos de lo moderno, considerado como signo de progreso, las sociedades que no reunían los componentes de la modernidad y modernización capitalista fueron considerados como arcaicos, premodernas o conservadoras.

Con la modernidad surgió una nueva actitud basada en la confianza de las facultades de la mente humana, esto es, la RAZON que se yergue en contravía de la FE, la razón, la observación, la experimentación, el pensamiento, el discernimiento, son los referentes de todo acto y proceder humanos como también elementos esenciales en el desarrollo de las sociedades. En este contexto liberal-moderno, apareció en el campo de las ciencias, el método científico-cartesiano que desplazó al método aristotélico, surgieron las “ciencias útiles” que reemplazaron a las “Ciencias del Espíritu” o “ciencias especulativas”. La nueva teoría del “utilitarismo” fundamentado en la filosofía de corte positivista constituyó una verdadera revolución en el campo del conocimiento. El utilitarismo fue condenado por la iglesia que lo calificó como “teoría sensualista” y “materialista” porque preconizaba que la felicidad se podía alcanzar en la vida terrenal contradiciendo a la religión católica que planteaba que la felicidad se alcanzaba en el más allá.

Desde el punto de vista de la teoría social y política, el liberalismo y la modernidad aportaron nuevos conceptos sobre el Estado, sobre el poder, la autoridad, la igualdad, la libertad, la democracia, la patria, la sociedad civil, etc. Desde la perspectiva política, la modernidad se representaba en un Estado nuevo, con sus tres poderes y el ejercicio de la democracia en un nuevo sistema de gobierno, como es la república en rechazo de las monarquías absolutistas.

En materia económica, el desarrollo del capitalismo industrial trajo aparejada la división del trabajo, la productividad, la teoría del valor, la libertad de comercio, no en vano la fórmula de “laisses faire, laisses passer”, “Dejad hace, dejad pasar”.

En el campo de la educación, la modernidad hizo posible el abandono de una educación escolástica-religiosa centrada en la preparación de almas para el cielo, por otra, laica centrada en la preparación del “Homo Económicus”, en síntesis, una educación científico-técnica.

Todo lo anterior, son, entre otros, referentes fundamentales del liberalismo y la modernidad, sus principios, su estatuto epistémico, sus postulados, en general, fueron vaciados en América y acogidos por una élite intelectual-criolla que los asimiló y los difundió, a través de la cátedra, los periódicos y textos clandestinos que circulaban en espacios reducidos como en la logias masónicas donde los estudiaban y los discutían, la nueva narrativa alimentó y avivó la mente y la actitud de pequeños círculos políticos que empezaron a plantear la libertad y la independencia.

El llamado a seguir este nuevo horizonte político que se abría al mundo tuvo su contrapartida, el conservadurismo o tradicionalismo que apareció con fuerza en el contexto europeo y luego en otras latitudes como respuesta a los planteamientos del liberalismo y la modernidad. El objetivo era la “restauración del antiguo régimen”, es decir, del viejo orden, instaurado por los imperios que, como España mantenía, contra viento y marea la monarquía-conservadora. Pensadores como Joseph Maitre, frente a la consigna de “Libertad, Fraternidad e Igualdad”, contrapuso la consigna de “Trono y Altar”, esto es, rey y Dios, para la iglesia, los liberales revolucionarios eran enemigos de la religión.

Sobre ésta base la iglesia también estructuró su discurso y lo defendió en todo el mundo, con fuerza rechazó el liberalismo y la modernidad porque estas narrativas cuestionaban la infalibilidad del Papa y con ello su autoridad, la filosofía ilustrada al defender el antropocentrismo desplazaba a Dios como esencia misma de la vida, por eso a los liberales los calificó de “ateos”, “irreligiosos”, “masones”, “Impíos”. Donoso Cortés ideólogo del conservadurismo cuestionó a fondo la modernidad porque ésta renegaba del orden divino, la modernidad y el proceso de secularización fueron calificados como ateísmo, recordemos que el Obispo de Popayán Salvador Jiménez Enciso, excomulgó a los portadores de libros y papeles heréticos, revolucionarios y exclamó: “ Son herejes y cismáticos detestables, los que pretenden la independencia de España; así los que defienden la causa del rey y combaten por la religión, si mueren vuelan en derechura al cielo” [2].

La iglesia en la Nueva Granada, mantuvo los principios propios de la ideología conservadora y los confrontó abiertamente hasta 1819, de ahí en adelante, cambió su concepción e introdujo un nuevo discurso para defender la independencia fundamentada ésta en los postulados del liberalismo y la modernidad teorías que había rechazado y condenado enfáticamente calificándolas como “teorías perversas”.

En Pasto, el nuevo discurso no fue aceptado, como una isla en medio de un mar avasallador mantuvo su consiga de defender a la religión, al rey y a la madre patria hasta el final, es decir, hasta cuando declinó en su lucha.

La posición de Pasto frente al nuevo orden

Cuando los pastusos recibieron la noticia de la invasión de España por parte de Francia y el apresamiento de Fernando VII, el cabildo hizo un llamamiento en los siguientes términos:

“Habiendo recibido la tristísima noticia de hallarse nuestro augusto soberano y padre en cautividad y prisión por la perfidia increíble del soberano de los franceses….el Señor Vicario juez eclesiástico ha determinado se diga una misa solemne….y os invita a elevar preces al Señor y a derramarse ante las divinas aras las lágrimas y súplicas más sumisas para alcanzar la libertad de las personas reales y de mantener en la pureza debida nuestra sagrada religión libertándonos enteramente de la perfidia y acechanzas del enemigo más infame que ha abortado la tierra para horror y escándalo del universo (se refieren a Napoleón Bonaparte) y especialmente de nuestra generosa e inocente nación….debemos estar dispuestos a concurrir a la defensa que debemos prestar por preceptos del mismo Dios, de la religión, de nuestros monarcas y de la patria”[3].

Esta era una prueba de reconocimiento al poder de un soberano legitimado por principios religiosos. Desde el inicio de la revolución, la iglesia estructuró un discurso crítico contra las tesis liberales y aprovechando a las comunidades religiosas asentadas en suelo granadino lo difundió en textos, catecismos, pastorales, discursos y sermones, como institución, no permitió el cuestionamiento que el liberalismo le hacía, esta confrontación doctrinal dividió a la sociedad. En Pasto, la doctrina liberal fue totalmente rechazada pues la influencia de la iglesia desde la temprana conquista imprimió una profunda fe en la religión, esa impronta fortalecida en el tiempo, sirvió para contener, en el momento de la independencia, la arremetida ideológica del liberalismo y la filosofía ilustrada.

En febrero de 1813, Don Tomás de Santacruz, Teniente de Gobernador y Presidente del Cabildo, invitó a una misa al pueblo de Pasto de la siguiente manera: “Que es debido dar las más humildes gracias, al Señor Dios de los ejércitos y a la Soberana Emperatriz del cielo y tierra, por los felices progresos de la de la Madre España….demando y mando que concurran todos sin excusa y pretexto alguno, a rendir sus corazones….para que se consiga la total restauración del reino y la tranquilidad de nuestras Américas bajo la protección de nuestro superior soberano el Señor Don Fernando Séptimo y de nuestras legítimas autoridades…” [4].

La iglesia, en especial las comunidades religiosas, conocían que la filosofía ilustrada cuestionaba la infalibilidad del Papa y desconocía la autoridad “proveniente de Dios”, pero, lo que más preocupaba al tradicionalismo era el “desplazamiento de Dios” y la exaltación del hombre como centro de todo, ello explica la puesta en escena del conservadurismo que como actitud y doctrina se opuso abiertamente al pensamiento liberal, fue una reacción contra la modernidad que defendía no la fe sino la razón como factor clave para el progreso del hombre y de los pueblos a diferencia del pensamiento tradicional religioso que expresaba que las sociedades se regían y progresaban por voluntad divina. “nada se mueve sin la voluntad de Dios”, decían las sagradas escrituras. Donoso Cortés dijo: “niego todos los sistemas racionalistas, los cuales descansan en este principio absurdo a saber: que la razón es independiente de Dios y es competente para todo….todas las doctrinas racionalistas son doctrinas de la perdición” [5].

La relación catolicismo-racionalismo comporta una contradicción que dividió a la sociedad. El catolicismo defiende la revelación, la felicidad eterna, la providencia y la fe. El racionalismo entroniza la razón, además de la experimentación y la objetividad, por eso, Donoso Cortés decía: “La razón, es el nuevo Dios de la modernidad…un Dios nacional llamado razón quitó el trono a Dios de todas las naciones, el Dios del género humano” [6].

Juan Agustín Agualongo y Merchancano, jefes políticos y militares, después de reconquistar a Pasto en Junio de 1823, lanzaron una proclama a los pastusos en la que expresaban: “Fidelísima ciudad de Pasto….habéis sufrido el más duro yugo del más tirano de los intrusos, Bolívar. La espada desoladora ha rodeado vuestros cuellos, la ferocidad y el furor ha desbastado-sic- vuestros campos y lo que es peor el fracmasonismo y la irreligión iban sembrando la cizaña” [7].

La irreligión, como dijeron los jefes realistas, fue una expresión utilizada cotidianamente para descalificar el discurso de los patriotas que pretendían la independencia, éstos fueron señalados por los pastusos como irreligiosos portadores de las ideas revolucionarias, ideas que en el imaginario popular de este pueblo eran sinónimos de trastorno, anarquía, irrespeto a los valores, costumbres y creencias. El lenguaje de condena e imprecación contra los patriotas también se denota en los mensajes que el cabildo de Pasto enviaba a éstos. Don Tomás Santacruz manifestó su contento cuando arribó el “Pacificador” Pablo Morillo a la Nueva Granada de la siguiente manera: “Corramos a exterminar a ese puñado infame de verdugos y bandidos (se refería a los republicanos) y a restablecer los santos preceptos de la religión….vecinos leales, guerreros ilustres, ejército valeroso, los españoles se acercan a destruir y aniquilar a ese enjambre de rebeldes, profanadores de la religión, despojadores de los templos, enemigos de su legítimo soberano, a esos caníbales que degradan a la humanidad, gloriándose que vuestra sangre sea derramada”[8].

En el imaginario popular, la Virgen de las Mercedes, defendía la “santa causa” que consistía en no permitir que el orden establecido por Dios se convirtiera en anarquía propia de las revoluciones orientadas a acabar con la moral, la familia, las tradiciones, la religión y el catolicismo. Según Donoso Cortés, sólo quedaban dos alternativas: el catolicismo y sus principios de orden universal o el socialismo que supone, en su opinión, la instauración de un nuevo orden que representa la destrucción de las instituciones básicas legales y tradicionales como: la religión católica, la familia, la moral, la sociedad. En esta dimensión “satánica”, como expresaba, el Estado socialista absorbería a toda la sociedad con su lógica “racionalizadora” [9].

El movimiento contrarrevolucionario de Pasto creía que esa nueva oleada ideológica iba a arrasar la religión y acabar con la fe, con la propiedad privada, con la familia, con las tierras de resguardo y, desde luego con el poder de la élite. Apartarse del orden divino era inconcebible e inaceptable.

Antes de la batalla de Bomboná-7 de Abril de 1822- Bolívar y Sucre, pronunciaron y escribieron proclamas a los pastusos llamándolos, en los mejores términos, a unirse a la causa patriótica y aceptar el nuevo régimen, no tuvieron respuesta favorable y se prepararon para la inminente confrontación. El Obispo Jiménez Enciso, nombró a su secretario el Vicario Félix Liñán para que se vinculara a la batalla, según Manuel Antonio López, quien también participó, escribió en su obra “Recuerdos Históricos”, que éste sacerdote, en esta batalla dirigió la vanguardia de la artillería pastusa, ello, demuestra el compromiso de la iglesia. La batalla de Bomboná fue más intensa, más violenta y de mayor duración que la de Boyacá, sobre ésta hay diversas interpretaciones, lo cierto es que Bolívar no pudo pasar al sur como era su pretensión, los pastusos le ordenaron retirarse del territorio y el 16 de abril, el Libertador y su ejército se retiró hacia el norte. Superado en conflicto se presentó una coyuntura favorable para la firma de las capitulaciones, uno de los puntos principales fue el siguiente “Que no haya la más mínima alteración en cuanto a la sagrada religión católica, apostólica y romana y a cuanto lo inveterado de sus costumbres” [10]. El aspecto religioso, nunca fue olvidado por el pueblo de Pasto en ninguna acción político-militar realizada en estos tiempos de guerra.

En una misiva del Cabildo de Pasto dirigida al rey y relacionada con la revolución “que ha conseguido desnaturalizar tantos vasallos de V.M. no ha servido en Pasto sino para acrisolar más y más su felicidad…No es Pasto una ciudad populosa, rica ni amurallada, ella carece de baluartes, de cañones, de pertrechos y de cuanto se necesita para repeler la fuerza por la fuerza, más en su defecto, ella tiene costumbres, tiene religión, respeta a sus autoridades legítimas, adora a sus señores naturales y vea aquí Señor las bases sobre que se han sostenido firme como una roca, en medio de las tempestades que continuamente la han agitado” [11].

Después de las arbitrariedades cometidas por las tropas de Sucre en diciembre de 1822, Agualongo y Merchancano exclamaban: “….En vista de esto qué esperáis fieles pastusos? Armaos de una santa intrepidez para defender nuestra santa causa y consolaos porque el cielo está de vuestra parte; los soldados antes adictos al bárbaro y maldito sistema de Colombia (la letra negrilla es mía), se hallan dispuestos a defender en vuestra compañía los derechos del rey con vigor y el más vivo entusiasmo. Así crezca en nosotros, el valor, la fuerza y la intrepidez, para que de esta suerte, venciendo siempre a los enemigos de la religión y la quietud, vivamos felices en nuestro suelo bajo la benigna dominación del más piadoso y religioso rey Don Fernando Séptimo” [12].

Las expresiones de los dos líderes de la “santa causa” al calificar de “bárbaro y maldito sistema de Colombia”, es un rechazo radical al sistema republicano que para ese momento (1822) tenía vigente una constitución que había declarado la igualdad de los ciudadanos colombianos, esa declaratoria propia de los principios liberales mucho mal había causado a las organizaciones comunitarias indígenas, que, como en las “provincias del sur”, hoy Departamento es Nariño, dada su alta composición indígena y campesina, había incidido fuertemente sobre las tierras de resguardo y sobre su economía doméstica.

“La santa causa”, “la justa causa”, fue defendida con ardor por el pueblo de Pasto, hay sin lugar a dudas, una relación estrecha entre la lealtad y el amor a Dios y al rey como “Señor de los pueblos”, de sus mandatos emanaba la obediencia como singular valor, obedecer a las “legítimas potestades” era un honor para el pastuso, quebrantar la obediencia que se le debía era sinónimo de vergüenza y deshonor, por ello, su afán era fortalecer la religión a través de la educación y de la “santa” palabra de los religiosos, de ahí que con vehemencia solicitaban la fundación de colegios seminarios como también el establecimiento de un obispado en la ciudad. Después de la derrota infringida al General Nariño le escribieron al rey así:

“Postrados de rodillas a los pies del trono de Vuestra Majestad, suplicamos con el más profundo respeto que se digne mandar se ponga en esta fidelísima ciudad, la cabeza del gobierno político y un obispado, siendo éste un país tan vasto como el nuestro, no solo es necesario, sino conveniente para que los pastores puedan moralmente dar todo el lleno de sus sagradas obligaciones y los fieles conocerlos y oír su voz…”[13].

Del rechazo a la aceptación. El cambio del discurso político - religioso en el interior del país y los pronunciamientos tradicionales en Pasto

Después de la batalla de Boyacá (1819), las nuevas circunstancias políticas como la transformación del sistema de gobierno y la implementación de la constitución republicana, obligó a la iglesia a cambiar su discurso, esto es, a hacer una reinterpretación de ciertos pasajes de la biblia y adecuar el lenguaje a las nuevas circunstancias; lo que días atrás era herejía e inmoralidad, ahora, con los nuevos acontecimientos, estos conceptos y actitudes que eran pecados, se trastocaban en doctrinas aceptables religiosa y moralmente. Antes, la revolución de independencia era condenada porque supuestamente acabaría con las costumbres, con la tradición, con la autoridad del Papa e introduciría otra religión, otro tipo de educación, otros valores, otro modelo institucional propio del liberalismo y la modernidad, ahora, la revolución era benéfica porque los pueblos de América adquirían la independencia y se liberaban de la “tiranía” de un rey lejano que gobernaba a distancia. Ya no era “deshonor” ser patriota o republicano, por el contrario, era una honra bien vista oponerse a la dictadura de un país sobre otro. El “amado” Fernando VII, pasó en pocos días, de representar la potestad civil en nombre de Dios, a ser el “despótico tirano”, sojuzgador y dominador de pueblos que por naturaleza amaban la libertad. La nueva relación era Dios y pueblo, inconcebible ahora la relación Dios y Rey.

Atrás quedaban el juramento enviado desde España a todas las provincias de América para que fuera difundido por la iglesia y la declaración de guerra a Francia y a Napoleón Bonaparte invasor del país ibérico. Los cabildos tenían el compromiso de publicar esta declaratoria. El juramento decía: “Juramos por el Dios que existe en el cielo…derramar hasta la última gota de nuestra sangre para defender nuestra sagrada religión Católica, Apostólica y Romana; nuestro amadísimo monarca Fernando VII y la libertad de la Madre Patria”[14]. La declaratoria expresaba: “Fernando VII, Rey de España y de las Indias y en su nombre la Suprema Junta de ambas (ilegible) declaramos la guerra a Napoleón y a la Francia mientras esté bajo su dominación” [15]. El juramento y la declaración de guerra, se llevaron a cabo en la ciudad de Pasto en “misa solemne”, con la invitación de elevar oraciones para “mantener en la pureza debida nuestra sagrada religión”[16].

Desde el año de 1819, surgió una nueva alianza, gobierno republicano e iglesia, por ello y para legitimar el nuevo discurso de la institución eclesiástica y contrarrestar las posibles críticas, el General Francisco de Paula Santander, en su calidad de Vicepresidente de la República y, como Presidente encargado, emitió un decreto que contenía tres aspectos fundamentales: Primero: “que el sistema de la independencia es conforme a la doctrina de Jesucristo”, Segundo: “que no son herejes los que le siguen” y, Tercero: “Que si la Nueva Granada por su desgracia o por los pecados de sus habitantes vuelve a ser subyugada por los españoles, sufrirán mayores males que los que sufrieron en los tres años pasados” [17] (Se refiere a los tres años de la reconquista y la declaratoria de “guerra a muerte” de Pablo Morillo el “Pacificador”).

Los trecientos años de conquista y coloniaje y los tres años de “reconquista” o “pacificación”, fueron argumentos para introducir a través de los sermones el nuevo discurso que presentaba, por una parte, a la conquista de América ya no como la época en que España contribuía con la “civilización” para sacar de la “barbarie” a los indios del Nuevo Mundo sino como la destructora de la cultura y esclavizadora de los pueblos ancestrales. Por otra, la reconquista protagonizada por Pablo Morillo, era para la iglesia, una continuidad de la violencia y opresión que España pretendía prolongar.

Los tres años de reconquista fueron de “guerra a muerte”, los cadalsos para mujeres y hombres señalados como patriotas, los asesinatos, el terror, la persecución a intelectuales y personas que luchaban por la independencia, los robos, las violaciones, el irrespeto al clero y a la iglesia en general, fueron tomados como testimonios de irreligiosidad, ello contribuyó para que los sacerdotes tuviesen motivo más que suficiente para elaborar sus prédicas, el nuevo discurso buscaría crear conciencia sobre la necesidad de la liberación definitiva, legitimar la independencia y motivar a los pueblos para resistir y luchar contra los tiranos españoles, incluido su rey.

El decreto de Santander, dice la Dra. Margarita Garrido, “buscaba lograr el apoyo popular o menoscabar el rechazo al nuevo gobierno, basado en la creencia popular de que la independencia iba contra la religión” [18].

El nuevo discurso que la iglesia estructuró no convenció al pueblo de Pasto, para éstos, la relaciones “trono y altar”, “Dios y Rey”, eran inseparables; el principio de que la autoridad del Papa y del rey provenían de Dios, no admitía cuestionamiento alguno; el poder divino no podía desligarse del poder terrenal porque éste emanaba del primero, Dios era el jerarca supremo de la humanidad que gobernaba desde el cielo; el rey, era el monarca ungido de autoridad divina para gobernar la tierra, impensable quebrantar esa sagrada relación. Para el pastuso convencido, ser miembro de la iglesia, iba unido al concepto de ser súbdito del rey, de ahí que en estas tierras de inmensa reciedumbre teológica no admitieron el cambio ideológico que la iglesia empezó a plantear en el interior de la nueva república. De súbditos de la corona a ejercer una ciudadanía y una libertad propias del sistema republicano era inadmisible. Los pastusos demostraron ser concordantes con sus acciones y su palabra, ahí cristalizaron admirablemente el honor de ser consecuentes, fieles y leales a sus convicciones religiosas por las cuales luchaban y sufrían derrotas, injurias, sanciones, pérdidas de bienes y vidas. En la defensa de la “santa causa”, también tuvieron triunfos que les deparó prestigio, felicitaciones y alabanzas que, sin lugar a dudas, fortalecieron sus imaginarios y subjetividades con las que alimentaron su espíritu.

Pablo Morillo, antes de llegar a la Nueva Granada, sabía de las luchas que en favor de España, del rey y la religión libraba con tesón el pueblo de Pasto, de ahí que en su primera proclama les dice: “Pueblos de la fiel provincia de Pasto, los rebeldes colocados en la frontera de vuestro fiel territorio, siempre terror de ellos y barrera inexpugnable a sus infamias, se han creído que por la distancia que estaban de España no les alcanzaría la espada de la justicia del rey : Fernando VII, su legítimo soberano….apresuraos pasteños en correr a las armas…nada tenéis que temer, el mejor de los reyes os cubre con todo su poder…” [19]. Para los pastusos era el rey quien les hablaba por boca del General en Jefe. Con base en esta proclama, el Teniente de Gobernador Don Tomás Santacruz, emitió un bando con demasiada exaltación, decía, en alguna de sus partes: “Corramos a exterminar a ese puñado infame de verdugos y bandidos y a restablecer los santos preceptos de la religión….Vecinos leales, guerreros ilustres, ejército valeroso, los españoles se acercan a destruir y aniquilar a ese enjambre de rebeldes, profanadores de la religión, despojadores de templos, enemigos de su legítimo soberano, a esos caníbales que degradan la humanidad, saboreándose y gloriándose que vuestra sangre sea derramada” [20].

Sin pérdida de tiempo, las órdenes religiosas, el clero y el pueblo en general, en cabildo abierto, decidieron participar y apoyar a D. Pablo Morillo, armaron un ejército con seis batallones que al mando de Sámano marcharon hacia el Cauca y Valle del Cauca, se ubicaron en la Cuchilla del Tambo, sitio estratégico para atacar a Popayán, el 29 de junio de 1816 se presentó en ese lugar la batalla del mismo nombre y fue un desastre para los patriotas. Pablo Morillo, condecoró al cabildo de Pasto. En una misiva les expresa: “…Atendiendo a la acendrada fidelidad y buenos servicios y adhesión al rey con que se ha distinguido el ayuntamiento y habitantes de la provincia de Pasto, en toda la época de la revolución….he venido a conceder al dicho ayuntamiento reunido, los HONORES DE MARISCAL DE CAMPO DE LOS REALES EJERCITOS…” [21]. Un título de honor era la recompensa a tantos sacrificios que Pasto había hecho en favor de España, era, a mi juicio, una tremenda injusticia hacia una ciudad martirizada por sus posiciones políticas. Esta actitud del pueblo de Pasto, sirvió para que esa violencia ejecutada por Morillo en la época de la “reconquista” en toda la Nueva Granada, no afectara a esta región.

Fundamentos de los “Sermones Patrióticos” y la narrativa de la iglesia y el pueblo de Pasto

Para el realismo pastuso era difícil creer que el nuevo gobierno sería garante de la felicidad, el goce de ésta lo garantizaba Dios en la vida eterna; inconcebible cambiar una educación cristiana-humanista, por otra laica, libre y mundana; imposible acceder a una pedagogía destinada a formar valores ciudadanos y no “formar almas para el cielo”; jamás cambiar la FE, guía de los actos humanos por la RAZON, fundada en la praxis y la objetividad; la verdad revelada no era lo mismo que la verdad objetiva descubierta por la ciencia, la una es profundamente religiosa y espiritual, la otra materialista; jamás admitir que ya no era Dios el centro de referencia sino la persona humana, pasar del teocentrismo al antropocentrismo, era para tradicionalismo pastuso: “irreligión” y “ateísmo”, objeto de “condena eterna”.

Por otra parte, ante el avance en la construcción de la Nación y del Estado, la iglesia, en el interior del país fue cediendo e identificándose con los programas de los nuevos gobernantes, en las márgenes, como en Pasto, en el período comprendido entre 1819 y 1824 sucedió lo contrario, la iglesia adoptó una actitud diferente a las disposiciones de la nueva república y a las órdenes que emitieron los jerarcas eclesiásticos convertidos en republicanos, la actitud de los pastusos se radicalizó cuando los soldados de Sucre irrespetaron los templos (Diciembre 24 de 1822), por eso en la proclama de Agualongo, días más tarde se lee:

“testigo es el templo San Francisco en donde se cometieron las mayores abominaciones indignas de nombrarse, pero si acaso ignoráis, sabed que lo menos que se cometía en el santuario era estar los más irreligiosos e impíos con las más inmundas mujeres. Habéis visto, digo, atropellado el sacerdocio, profanado los altares y destruidos con el fraude y el engaño todos los sentimientos de humildad….ahora es tiempo, fieles pastusos, para defender el rey, la religión y la patria” [22].

Al parecer, la toma del templo de San Francisco en Pasto fue deliberada, las tropas de Sucre se ubicaron en ese lugar para someter a esta comunidad que desobedeció la orden del Provincial General emitida desde Bogotá. Los franciscanos, en el interior de Colombia, fueron los primeros en sumarse a la causa emancipadora. Después de 1819, Francisco de Paula Santander, en su calidad de Vicepresidente les sugiere elegir un director o provincial de “reconocido patriotismo celo y conducta… pues es preciso para consolidar la opinión pública y sostener la obra justísima de la independencia que emplee su ministerio enérgicamente en circunstancias de toda especie: que ayude eficazmente al gobierno y que su conducta sirva de ejemplo…” [23].

Siguiendo esta directriz eligieron al padre Marcelino Robayo, adicto a la causa independentista. En una primera circular, el provincial les expresó a los demás franciscanos lo siguiente: “Es un deber inspirarnos y desear que inspiréis el amor y adhesión al gobierno de la República, la observancia de sus leyes, obediencia y respeto a sus magistrados…” [24]. En otro aparte, les invita a trabajar por alejar de sí y de este suelo, “la ignominia y la esclavitud”.

Los franciscanos organizaron en el templo de San Francisco de Bogotá un homenaje dedicado a Bolívar, la tarjeta de invitación decía: “Homenaje al excelentísimo e inmortal Libertador, al Jefe Supremo, al héroe incomparable, espanto de la Iberia y gloria de su patria, al guerrero invicto azote de los tiranos y protector de los hombres, al genio de la empresa, sereno en la adversidad, modesto en la elevación y siempre grande Simón Bolívar, Libertador, Presidente y General de las armas de la República de Colombia” [25].

  1. Dussel, Enrique. Europa, Modernidad, Eurocentrismo y América Latina. En: Castro, Santiago, MIgnolo, Walter; otros. La Colonialidad del Saber, Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas, República Dominicana, Clacso, Unesco, 1993, p, 45.
  2. Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución en Colombia en América Meridional. Biblioteca cultural colombiana, Bogotá, 1942, p. 97
  3. Archivo Municipal de Pasto, libro capitular, año de 1808, f. 148.
  4. Archivo Histórico de Pasto 1808-1828. Fondo Cabildo de Pasto, Sección Independencia, Caja 10, libro 1813, folio 17, febrero 17 de 1813.
  5. Cortés Donoso, Juan. Ensayos sobre el catolicismo. Op. Cit. P. XXIV.
  6. Ibid. P. XXX.
  7. Gangotena y Jijón, Camaño. Documentos referentes a la campaña de Ibarra. Editorial Luz de América, Quito, 1923, p. 6
  8. Extracto del Bando del Cabildo al pueblo de Pasto, marzo 6 de 1816, Real Academia de la Historia, Madrid, Sign.7650, leg. 7.
  9. Donoso Cortés, Juan. Catolicismo….Op. Cit. P. XXXIII.
  10. Extracto del Acta del Cabildo de Pasto de mayo 28 de 1822, Manifiesto del General Basilio García. Cit. Rincón, Nemesiano. El Libertador Simón Bolívar Presidente de la República de Colombia en la campaña de Pasto. Talleres gráficos, Banco de la República, 1973, ps. 206-209.
  11. Archivo Histórico Municipal de Pasto. AHMP. Carta del Ayuntamiento Constitucional de Pasto, junio 13 de 1814
  12. Gangoten y Jijón, Ciro. Documentos referentes a la batalla de Ibarra. Op. Cit. ps. 33,34.
  13. Archivo General de Indias. Sevilla. Extracto de la carta del ayuntamiento constitucional de Pasto, dirigida al rey, el 13 de junio de 1814, leg. 276, f. 1, Firman: Ramón Bucheli, Mariano Santacruz, Joaquín de Ibarra y Burbano, Francisco Díaz Hidalgo, Francisco Zambrano y José Eusebio Burbano.
  14. Marroquín, José Manuel. El Clero en la emancipación de la Nueva Granada. En: Repertorio Histórico, Academia Antioqueña de Historia, Año 6, Nro. 12, Medellín, 1924, p. 467.
  15. Archivo Histórico Municipal de Pasto, libro Capitular, año de 1808, f. 148.
  16. Ibíd., año de 1808, f. 148.
  17. Biblioteca Nacional, Archivo Ortega Ricaurte, Oratoria Sagrada, Caja 322, paquete 1, parroquia de Turmequé, 26 dic. 1819. Cit. por: Garrido, Margarita. Los Sermones Patrióticos y el Nuevo Orden en Colombia, 1819-1820. En: Boletín de Historia y Antiguedades, Academia Colombiana de Historia, Vol. XCI, Nro.826, Bogotá, D.C., 2004, p. 463.
  18. Ibíd., p. 465.
  19. Proclama de Pablo Morillo a los pueblos de la fiel provincia de Pasto, dada desde el cuartel general de Cartagena, en febrero 7 de 1816. Real Academia de Historia, Madrid, Catálogo Conde de Cartagena, sign.7650, leg. 7.
  20. Extracto del bando del cabildo al pueblo de Pasto, marzo 6 de 1816, Real Academia de Historia, Madrid, sign. 7650, leg. 7.
  21. Título concedido en septiembre 23 de 1816. Real Academia de Historia, Madrid, Catálogo Conde de Cartagena, sign. 9/7689.
  22. Gangotena y Jijón Camaño. Documentos….Editorial Luz de América, Op. Cit. p. 6.
  23. ARCHIVO DE LA PROVINCIA FRANCISCANA DE LA SANTAFE, Libro de Provincia , f, 64 r.v. Cit. por, Mantilla, Luis Carlos. Los Franciscanos en la Independencia de Colombia, Universidad de San Buenaventura, Santafé de Bogotá, 1995, p. 56.
  24. Ibid, p. 59
  25. Tarjeta de invitación al acto literario denominado “Velada Literaria de las 14 tesis” llevado a cabo en el Templo de San Francisco, el 18 de abril de 1820. Ibid, p. 68.