Emilia Ayarza de Herrera poeta con una extensa obra literaria y considerada una de las voces más interesantes y particulares de la poesía colombiana.

Biografía

Nació en la ciudad de Bogotá en 1919. Murió a los 47 años en Los Ángeles, California. Fue una poeta con una extensa obra literaria y considerada una de las voces más interesantes y particulares de la poesía colombiana. De una personalidad vigorosa y creativa, imprimió un nuevo sentido de la poesía femenina. En el mundo de la creación literaria, un campo que se revela fuertemente masculino, su trabajo no tuvo el reconocimiento merecido sino hasta después de su muerte. Fue injustamente olvidada por quienes seleccionan los hitos que van construyendo nuestra tradición literaria. La antología de su obra, que comprende desde 1947 hasta 1962, y publicada en 1996, permitió que la sociedad volteara la mirada sobre su prolífico trabajo.

El desconocimiento de una poeta

Poco se sabe de la vida de Emilia Ayarza, pues tanto ella como su obra, estuvieron relegadas en el punto cumbre de su carrera. Se sabe que fue colaboradora de la Revista Mito en la década de 1950. Era reconocida dentro del círculo de poetas bogotanos de mediados del siglo XX. Famosas eran las tertulias y bohemias que realizaba Emilia Ayarza en su casa junto con varios artistas, escritores y poetas. Era amiga de los “cuadernícolas”, como se les llamó a los autores que escribían sus poesías en cuadernos antes de publicarlas en libros (Llano, 2004). Emilia hace parte de la generación pionera de mujeres poetas en Colombia, donde también se destacan Matilde Espinosa (Cauca, 1912); Maruja Vieira (valle del Cauca, 1922) y Mariela del Nilo (Valle del Cauca, 1917), Gloria Cepeda (Cauca, 1930) y Dora Castellanos (Cundinamarca, 1924), entre otras. Es con esta generación que la poesía colombiana de autoras femeninas adquiere otra dimensión (Castro, 2011). Estas poetisas lucharon, a la par de los hombres escritores de su generación, para abrise espacio y protagonismo en el mundo de la poesía, aunque el reconocimiento a los escritores varones se diera siempre en mayor amplitud. Prueba de eso es que la atención sobre la obra de Emilia Ayarza se produjera de manera póstuma, pues cuando estuvo viva fue desconocida y poco difundida. Las voces de estas mujeres fueron un eco fundacional y consolidaron una tradición para el surgimiento de poetas y poetisas posteriores, como Marga López (1945), Piedad Bonnett (1951) o Renata Durán (1948) (Castro, 2011).

Ayarza viajó por Estados Unidos, Canadá, Europa, África, Centro y Sur América. Tuvo cuatro hijos de su matrimonio con Ángel Herrera, de quien se divorció, razon que la llevó a vivir a México. Los últimos diez años de su vida los vivió ahí, donde fue recibida con emoción, no solo por su poesía, sino también por su socialismo político y sociabilidad cultural. En México se desempeñó como periodista en la Revista Mujer y en el periódico El Excelsior. También tuvo una columna de opinión, hacia 1947, en el periódico colombiano El Tiempo (Llano, 2004). En 1962 ganó en México un premio por su cuento “Juan Mediocre se suena la nariz” (Cuesta y Ocampo, 2013) y dejó una novela inédita: Hay un árbol contra el viento.