Político y estadista antioqueño (Santafé de Antioquia, mayo 4 de 1780 Bogotá, septiembre 10 de 1816), prócer de la Independencia. Pertenecía José María Arrubla a familia de muy limpio linaje y poseedora de cuantiosa fortuna; sus padres fueron Juan Pablo Pérez de Arrubla, regidor decano del cabildo de Antioquia, y doña Rita Martínez. Enviado a Santafé para que recibiera educación esmerada, con aprovechamiento cursó la carrera de leyes en el Colegio de San Bartolomé, y entre sus maestros tuvo al célebre patricio Crisanto Valenzuela, con quien cultivó después estrechas relaciones de amistad.

Concluidos sus estudios, Arrubla -dice su biógrafo y amigo el historiador don José Manuel Restrepo- siguió el comercio, y con los viajes y la lectura acabó de perfeccionar su espíritu; la instrucción, unida a modales finos, a un gusto delicado y a una figura muy hermosa e interesante, hacían su trato agradable y le daban lugar muy distinguido en cualquiera buena sociedad,>. De regreso al país, tras larga permanencia en Europa, contrajo matrimonio en la capital del antiguo virreinato, en 1803, con doña Ignacia de Herrera, dama santafereña de muy distinguida familia, agrega el escritor citado.

La revolución del 20 de julio de 1810 contó, desde el primer momento, a Arrubla en el número de sus más ardientes sostenedores; afiliado al partido centralista, hizo parte de la junta de gobierno que el presidente de Cundinamarca, Antonio Nariño, dejó establecida en la capital en 1812, cuando se vio obligado por las circunstancias a salir para Tunja con una expedición militar. En 1813 dio una proclama -refiere el mismo señor Restrepo- en que hablaba mal de los reyes y procuraba extender las ideas republicanas,>, y su nombre se lee en el acta de Independencia absoluta del Estado de Cundinamarca, suscrita en el año 1813 por los miembros del Colegio Electoral. No puede sorprender, pues, que en el aciago año de 1816 una de las víctimas del pacificador Pablo Morillo fuera Arrubla, porque éste había figurado en lugar prominente entre los amigos de la libertad. Reducido a prisión y confiscados todos sus cuantiosos bienes, el inicuo Consejo de Guerra Permanente, máquina de sangre, lo condenó a muerte.

El alma del prócer, templada en cristiano estoicismo, no tuvo un momento de desmayo: Sobrevivir hoy es una desgracia: acaso el hombre vive sólo para vivir?, son palabras que él estampó en la conmovedora relación que dejó escrita de sus padecimientos y de los de sus amigos. Pudo escapar de la prisión en que se hallaba y no quiso hacerlo, afirma el historiador Quijano Otero. No quiero perder el arreglo de mis cuentas de conciencia, ni presenciar la agonía y el martirio de mi patria>,, fue la respuesta que dio a quien le ofrecía la salvación. La antigua plaza de San Francisco fue el lugar en donde Arrubla recibió la muerte, el viernes 10 de septiembre de 1816, con serenidad y valor tan grandes, que antes de sentarse en el patíbulo sacudió con su pañuelo el polvo que lo cubría, rasgo que anota el señor José Manuel Groot en su obra histórica. Los despojos mortales del prócer ilustre yacen confundidos, con los de tantos otros patriotas, bajo el suelo de la iglesia de La Veracruz.

GERARDO ARRUBLA

BIBLIOGRAFÍA

OTERO MUÑOZ, Gustavo. Hombres y ciudades: antología del paisaje, de las letras y de los hombres de Colombia. Bogotá: Ministerio de educación, 1948.

Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.