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:::“en los seis meses corridos se ha ido extendiendo en la provincia de Bogotá y aumentando cada vez sus estragos. En esta ciudad, en Zipaquirá, Ubaté y Funza, han muerto muchos del pueblo, especialmente indios, de los cuales pocos escapan; habrán muerto en la provincia de 5 a 6.000 personas… En el mes de abril ha matado la viruela como 400 personas en una población de 45.000 almas”
:::“en los seis meses corridos se ha ido extendiendo en la provincia de Bogotá y aumentando cada vez sus estragos. En esta ciudad, en Zipaquirá, Ubaté y Funza, han muerto muchos del pueblo, especialmente indios, de los cuales pocos escapan; habrán muerto en la provincia de 5 a 6.000 personas… En el mes de abril ha matado la viruela como 400 personas en una población de 45.000 almas”
Insiste Restrepo en el hecho de que la epidemia de viruela estaba atacando especialmente a las gentes del pueblo: “En la clase blanca y acomodada ha prendido poco la epidemia, y hasta ahora son raros los casos de muerte”. El mismo Restrepo recuerda que en todo lo corrido del siglo “no se experimentaba una epidemia de viruelas tan mortífera”, aunque ya se había presentado una en 1816 “que fue benigna”. Fue quizás en este año que el pintor bogotano Ramón Torres Méndez padeció la enfermedad, cuando tenía apenas seis años. Y como era frecuente, quedaron en su rostro las cicatrices de las terribles llagas y erupciones cutáneas que acompañaban a los demás síntomas de la enfermedad. Entre los ''Camafeos'' que publicó en Barranquilla en 1879 el escritor cartagenero Joaquín Pablo Posada se encuentra uno dedicado al Torres Méndez, que comienza con los siguientes versos:
:::Describirle tiene muelas;
¿Cómo es que la empresa arrostro,
Cuando borraron su rostro
Hace un siglo las viruelas?


==Véase también==
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Revisión del 00:10 15 mar 2022

Desde la peste porcina que según algunos se ensaño con Santa María la Antigua del Darién hacia el año de 1514, acabando con la vida de 700 personas, más de tres cuartas partes la población, las epidemias siempre han estado presentes en la existencia de los colombianos. A decir verdad, a las enfermedades traídas por los conquistadores europeos, convertidas en epidemias, se atribuye buena parte de la vertiginosa declinación demográfica de la población indígena, que pasó de alguna cifra entre tres millones y un millón en el territorio nacional, a unos 150.000 a fines de la época colonial.

De la diversidad de enfermedades contagiosas susceptibles de convertirse en epidemias, las más devastadoras y recordadas en Colombia en el siglo XIX fueron la viruela y el cólera. Otras fueron la lepra, la fiebre amarilla, la tuberculosis, la sífilis o “mal gálico”, la sarna, el sarampión, la disentería, el tabardillo, el paludismo y la anemia tropical. Pero, aunque estas se hallaban muy extendidas por toda la nación, pocas veces se convirtieron en epidemias de escala nacional.

La mayor epidemia de viruela fue la que se declaró en 1840 y prosiguió durante el siguiente año, en coincidencia con la guerra de Los Supremos. La epidemia al parecer había entrado por la frontera con Ecuador, causando estragos en Pasto, Popayán y el actual Valle del Cauca. En las operaciones militares contra los revolucionarios hubo movimientos de las tropas gubernamentales desde esas regiones hacia el norte, y entre los soldados muchos estaban contagiados, extendiéndose el mal con gran velocidad por el valle del Magdalena en el Tolima, pasando luego al altiplano de Bogotá y de allí a toda el área de la cordillera nororiental. El historiador y político José Manuel Restrepo refiere en su Diario político y militar que la epidemia había llegado a la capital en diciembre de 1840, y que

“en los seis meses corridos se ha ido extendiendo en la provincia de Bogotá y aumentando cada vez sus estragos. En esta ciudad, en Zipaquirá, Ubaté y Funza, han muerto muchos del pueblo, especialmente indios, de los cuales pocos escapan; habrán muerto en la provincia de 5 a 6.000 personas… En el mes de abril ha matado la viruela como 400 personas en una población de 45.000 almas”

Insiste Restrepo en el hecho de que la epidemia de viruela estaba atacando especialmente a las gentes del pueblo: “En la clase blanca y acomodada ha prendido poco la epidemia, y hasta ahora son raros los casos de muerte”. El mismo Restrepo recuerda que en todo lo corrido del siglo “no se experimentaba una epidemia de viruelas tan mortífera”, aunque ya se había presentado una en 1816 “que fue benigna”. Fue quizás en este año que el pintor bogotano Ramón Torres Méndez padeció la enfermedad, cuando tenía apenas seis años. Y como era frecuente, quedaron en su rostro las cicatrices de las terribles llagas y erupciones cutáneas que acompañaban a los demás síntomas de la enfermedad. Entre los Camafeos que publicó en Barranquilla en 1879 el escritor cartagenero Joaquín Pablo Posada se encuentra uno dedicado al Torres Méndez, que comienza con los siguientes versos:

Describirle tiene muelas;

¿Cómo es que la empresa arrostro, Cuando borraron su rostro Hace un siglo las viruelas?


Véase también

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Créditos

  • Efraín Sánchez, Historiador e investigador. 2020