La “sublevación de los pardos” fue el nombre que se le dio a la rebelión promovida por los habitantes del poblado de Llanogrande, en el territorio que hoy se conoce como Palmira, el 26 de julio de 1788. El levantamiento se dio por el descontento de los habitantes ante la imposición por parte del gobierno provincial de Buga, por orden del Virrey Manuel Antonio Vélez y Maldonado, de que destinaran hombres, víveres y aportes económicos para la construcción del camino a las minas del Choco.

Desarrollo de la sublevación

Las protestas las encabezaron Pablo Salazar, Paneso Escobar y Eugenio Chávez, a quienes se sumaron unos 60 hombres armados con 48 machetes, 26 escopetas, antorchas, aguardiente y víveres. El grupo se dirigió hacia Buga para expresar su oposición a esta medida. Las manifestaciones se extendieron hasta Tuluá y algunas poblaciones del norte, lo cual motivó al Cabildo de Buga a pedir ayuda al de Cali para detener la rebelión. El 22 de julio el Cabildo de Buga dirigió el siguiente oficio a los Alcaldes Ordinarios y al Teniente de Gobernador de la ciudad de Cali:

“Con ocasión de las listas que se han hecho y que tenemos para remitir, la plebe de ese vecindario a la apertura del Camino del Chocó se ha sublevado alguna parte o la mayor parte, especialmente la del partido de Llanogrande, y con su ejemplo lo tenemos de toda la jurisdicción, pues han pasado a convocar los del partido de Tuluá cinco mulatos con todas armas a los de Llanogrande, declarando no sólo con el derecho de venir públicamente en esta forma, sino con un papel [explicando los motivos de la sublevación] que trajeron a uno de los cabos de la Compañía de Pardos que se hallaban en la casa de don Fernando Vivas… concurrimos pidiendo a ustedes… que los tengamos en esta ciudad el sábado o el domingo, por la mañana a más tardar” (Martínez Martínez y Paredes Cruz, 1946).

El día 24 de julio de 1778 se reunió el cabildo con el fin de “determinar la más acertada prevención sobre el remedio de atajar o castigar la dicha sublevación”. Tres días después se informó al cabildo de Buga que, a pesar de los medios empleados para el serenamiento de los revoltosos, apenas se consiguió, a través de diferentes negociaciones, “que una parte de los negros, especialmente los de Tuluá, se retiraran de la sublevación.” (Sánchez Sánchez, s.f.).

No se escatimaron esfuerzos para conseguir la pacificación y el silencio de la plebe sublevada, solicitándose auxilios a Cartago y a otras ciudades. Don Pedro Cerezo, vecino de Cartago, contestó que le era imposible el envío de fuerzas, pues eran muy pocos los pertenecientes a la gente noble en las ciudades de Cartago y Anserma (que comandaran confiablemente una tropa de pacificación), y que por otra parte “no podían quedarse sin fuerzas para su defensa”. Agregó que no creía que se produjeran levantamientos en Toro, Roldadillo y Hato de Lemos. (Andrade González, 1989). A pesar del temor de un ataque contra las élites de las ciudades cercanas, la sublevación finalizó por las diligencias y negociaciones que hicieron las distintas comisiones enviadas por el Cabildo de Buga, además, el Virrey.

Efectos de la sublevación

Fue el señor Vicario de Llanogrande y el alcalde provincial quienes intervinieron mediante cartas ante el teniente y el alcalde ordinario del Cabildo de Buga para que liberaran a los insurrectos. Igualmente se informó de los acontecimientos al Virrey, Manuel Antonio Vélez y Maldonado, quien intervino para dar el fallo definitivo en favor de los mulatos de Llanogrande, eximiéndolos de la construcción del camino. Los prisioneros fueron liberados y se consideró esta como la segunda rebelión de Colombia, tres años antes que la de los Comuneros en Socorro que se dio en 1781.

El término “pardo” se utilizó en las colonias españoles en América para referirse a los descendientes de esclavos africanos que se mezclaron con europeos e indígenas. Por lo tanto, no se podrían caracterizar ni como mestizos ni como mulatos. También se conocían como “triraciales” y podían ser esclavos o libres, y se ocupaban de labores productivas en el campo o en las minas, y de oficios serviles en la ciudad (Colmenares, 1975).

Véase también

Referencias

Bibliografía

  • ANDRADE GONZÁLEZ, GERARDO: Juan María Céspedes y su época. Bogotá, Editorial Kelly, 1989.
  • COLMENARES, GERMÁN: Cali: terratenientes, mineros y comerciantes. Cali, Universidad del Valle, 1975.
  • MARTÍNEZ MARTÍNEZ, GUILLERMO, Y PAREDES CRUZ, JOAQUÍN: Tuluá: historia y geografía. Cali: Imprenta departamental, 1946.
  • SÁNCHEZ SÁNCHEZ, JESÚS IVÁN: “Tuluá, sus héroes y heroínas en la independencia (1778 - 1819)”. Tuluá, s.f., Ministerio de Educación Nacional.
  • SILVA SCARPETTA, ALBERTO: Bicentenario de la Independencia Vallecaucana, Cali, Cargraphics, 2010.

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