Introducción

Los sucesos de 1808 a consecuencia de la invasión napoleónica de la península ibérica y la posterior defenestración de la autoridad regia, desató una crisis sin precedente en los territorios de ultramar. En el caso de la Gobernación de Popayán, los eventos de Quito de 10 de agosto de 1809, fueron los que desataron el conflicto en la región y culminó con la batalla de Funes el 16 de octubre de 1809 entre el ejército quiteño y las fuerzas organizadas por el cabildo de Pasto y el gobernador de Popayán don Miguel Tacón y Rosique [1].

En efecto, los sucesos bélicos iniciados en 1809, que solo concluyeron a mediados de los años veinte del siglo XIX, terminaron fracturando geopolíticamente la otrora Gobernación de Popayán. El área norte de la jurisdicción de Cartago hasta el río Ovejas, fue proclive a los movimientos juntistas, pro gobiernos autonómicos y posteriormente republicanos. El sur desde el puente de Calicanto (la salida de Popayán a los pueblos de la depresión del valle del Patía), hasta Pasto, fue abiertamente lealista. Mientras el territorio comprendido entre el río Ovejas y Popayán, los notables se escindieron entre el movimiento pro republicano y la lealtad a la corona. Sin embargo, la división señalada no fue monolítica, existieron disidencias: Tumaco, Túquerres y Almaguer, a pesar de estar en zonas de influencia realista, fueron proclives a los movimientos autonómicos. Esta fractura regional, convirtió al territorio en un área de constantes campañas militares por someter a sus rivales [2].

El suroccidente por su posición geoestratégica, de ser un corredor de conexión entre Quito al sur o Santa Fe al norte, fue un punto clave de dominación, que se expresó en las diversas campañas militares. El proceso aludido dio como resultado la militarización de la sociedad. Como lo han reseñado diversas investigaciones, las guerras que se desataron en varias partes del imperio hispánico a consecuencia del proceso revolucionario iniciado en 1808, tuvieron como corolario la presencia de un nuevo actor: los militares, que si bien existía en la Gobernación a finales de los tiempos coloniales, este era más cosmético y honorífico [3]. La formación apresurada de unidades militares para enviarlos al campo de batalla con el objeto de someter a sus rivales, fueron otorgando una función protagónica a los hombres en armas en el territorio, quienes fueron imponiendo su lógica sobre las instituciones de antiguo régimen adaptarse. La guerra desatada impuso su orden y los hombres y mujeres se debieron adecuar a este nuevo contexto. De esta manera las conscripciones voluntarias o forzadas, las exigencias de empréstitos forzosos y donativos para el sostenimiento de los ejércitos, las confiscaciones, los fusilamientos y expatriaciones entraron a formar parte de la cotidianidad y con ello, la emergencia de un nuevo tipo de valores y principios que lentamente se fueron convirtiendo en un marco hegemónico, que legitimaba la lucha a favor de uno u otro bando [4].

Este proceso tuvo dos etapas claramente delimitadas en la Gobernación de Popayán. La primera va de 1809 con la formación de las primeras compañías armadas en respuesta a la invasión quiteña de la provincia de Pasto hasta 1816 con la batalla de la Cuchilla del Tambo que permitió la restauración monárquica en la región. La segunda, con las expediciones republicanas de Joaquín París y Manuel Valdés (1819-1820) para someter a Popayán, hasta la derrota de los últimos reductos guerrilleros realistas en la provincia de Pasto en 1826. Ambos procesos tuvieron sus propias dinámicas. Para el primer caso a pesar de las diversas campañas republicanas, el éxito terminó en el bando monarquista. En el segundo, los realistas terminaron replegándose en Pasto, hasta finalmente ser derrotados entre 1824 y 1826.

En ambas etapas, los bandos en contienda hicieron llamados a los grupos plebeyos para luchar a favor de uno u otro bando. Recientes estudios han empezado a incursionar en este campo, para determinar las motivaciones que motivaron la vinculación a uno de los grupos en contienda. Estas investigaciones se distancian de la idea canónica que consideraba hasta no hace mucho tiempo que los hombres y mujeres de los sectores populares eran movilizados por vía del proselitismo religioso, las redes clientelistas, la coerción, en fin, que fueron poco conscientes de las razones por las cuales luchaban. Si bien no se debe desconocer tales variables al momento de explicar las filiaciones políticas, estas son suficientes, en tanto hoy sabemos que la guerra sirvió para vehiculizar agendas de reivindicaciones propias de los sectores subalternos.

El control y la difusión de ideas en la Gobernación de Popayán

A consecuencia de las noticias de los sucesos quiteños de 1809, la gobernación de Popayán y sus autoridades organizaron varios cuerpos armados para enfrentar la amenaza de Quito. En el proceso, buscó controlar la difusión de rumores y chispas que alentaran a la sedición y resquebrajara la voluntad de los lealistas. Por ello suspendió el correo con Quito y ordenó inspeccionar la correspondencia de vecinos sospechosos, en especial los que tenían conexiones con aquel reino. Se prohibió hablar de estas novedades en las pulperías y tiendas y se creó una red de espías que informaban de lo que las gentes discutían en las calles [5].

A estas medidas se agregó la política de “fijar la opinión” en la ciudad y los alrededores, a partir de un fuerte proselitismo a todos los estamentos sociales a favor de la fidelidad al monarca y considerar que cualquier forma de autogobierno era romper el orden natural de la sociedad. No obstante, la situación difícilmente podía mantenerse, pues los sucesos trágicos de Quito en agosto de 1810, la formación de una junta en Cali y Santafé, empezó a promover por parte de un sector de la ciudad la necesidad de constituir una junta de seguridad, con la participación de otras ciudades de la Gobernación. Un paso que con recelos aprobó el Gobernador, pero que puso todos los obstáculos para que no sesionara normalmente.

En resumen, el cordón de seguridad ideológico fracasó, la circulación de ideas fue la moneda corriente desde 1808, por el mundo atlántico. Las novedades políticas se discutía abiertamente en las pulperías y tiendas por parte de los plebeyos y en tertulias nocturnas por los notables quienes leían además panfletos de Santafé y Venezuela, y además mantenían contacto con otras asociaciones políticas como la de Don José Mariano Lemos y Hurtado, comerciante payanés, quién tenía correspondencia con el Observatorio Astronómico de Santafé; o don Ignacio del Campo Larrahondo, también comerciante y natural de Vizcaya, quien tenía relación con la sociedad Vascongada de la península ibérica [6].

En este contexto, circulación de ideas provenientes de todas las direcciones constituyó a mediados de 1810 dos facciones políticas en la ciudad: los juntitas y los taconistas. Según David Fernando Prado Valencia, la primera estaba constituida por miembros pertenecientes a las familias principales y más acomodadas de la gobernación, hacendados y mineros, quienes veían una necesidad imperiosa de tomar medidas frente a los diversos eventos que acontecía en el vecindario. Los segundos eran personas recientemente establecidas en Popayán desde la segunda mitad del siglo XVIII quienes tenían asiento en el cabildo y en la administración colonial y sin duda alguna, su renuencia a tomar cualquier medida que alterara la estructura política, era por temor a perder su posición privilegiada [7].

Esta división llevó al gobernador a buscar apoyo entre los sectores populares, para ello buscó congraciarlos al liberar el estanco de aguardiente, una medida tomada también meses después por las autoridades pro republicanas de las ciudades Confederadas del Valle para ganarse el favor popular. Además, con ayuda de los frailes promovió un activo proselitismo entre las tiendas y pulperías de la ciudad para desprestigiar a los juntistas, al señalar que hacer una junta de gobierno era el mal más grande y que Dios castigaría tales actos porque muy pronto: “… verán los esposos separados, violadas nuestras doncellas hijas, manchado el lecho nupcial, y prostituidas las viudas” [8].

Liberar el estanco y el proselitismo en los sitios de comercio de Popayán por parte del gobernador, fue una política dirigida hacia las mujeres de la ciudad, consciente del fuerte peso económico que ellas tenían, como también las de Cali, las cuales eran dueñas de más del 70% de las tiendas y pulperías de la ciudad. La movilización popular taconista, obligó a los juntistas hacer lo mismo y con ello abrió lo que ya de alguna manera ocurría de forma más clandestina, la discusión política de todos los hombres y mujeres del común: el nacimiento de la política moderna. Pero el mayor involucramiento popular y más radical provino nuevamente de los realistas, que ante la eminente confrontación con las Ciudades Confederadas del Valle, decidieron los miembros del cabildo y el gobernador decretar el 24 de marzo de 1811 la libertad de los esclavos para quienes tomaran las armas en defensa del rey [9].

El fuerte proselitismo para incitar al pueblo a favor del rey, se agudizó por la derrota taconista el 28 de marzo de 1811 en Bajo Palacé, ya que el círculo realista de Popayán al huir hacia el sur, varios clérigos se encargaron de hacer una activa propaganda en los pueblos de Timbío, El Tambo, La Sierra, La Horqueta, el Patía, entre otros. Aquellas parroquias eran ya un terreno abonado por los realistas, pues desde 1809, habían constituido milicias reales con apoyo de los notables locales. Además, las noticias de la libertad de los esclavos si apoyaban al rey, fueron difundidas en la costa pacífica, ya de por si alterada desde 1811 con la sedición de varias cuadrillas minera en Yurumanguí .

Nuevas formas de difusión de ideas llegaron con el arribo de un batallón limeño y pastuso al mando de Sámano, después de la derrota de la expedición militar de Joaquín Caicedo y Cuero en Pasto a mediados de 1812. Los informes contemporáneos, no solo señalan los desmanes que pastusos y limeños hicieron en la ciudad, sino también el involucramiento de varios vecinos con la tropa, que frecuentaban las tiendas, pulperías y chicherias locales. A finales de 1813 con la entrada del general Antonio Nariño, vino primera imprenta y la edición del primer periódico de Popayán, La Aurora, donde se difundieron inicialmente las ideas de autogobierno y posteriormente monárquicas.

La Militarización del suroccidente

  1. Para una narración de estos eventos: David Fernando Prado, Tensiones en la ciudad, 1808-1822 (Popayán: tesis de pregrado en Historia, Universidad del Cauca, 2008), 43-51; Diego Castrillón, Manuel José Castrillón. Biografía y memorias, vol. 1 (Bogotá, Banco Popular, 1971).
  2. Una síntesis de este proceso véase: Eduardo Riascos Grueso, Procerato caucano (Cali, Imprenta Departamental, 1964), 5-6.
  3. Marcela Echeverri, Indian and slave royalists in the age of revolution. Reform, revolution, and royalism in the northern Andes, 1780-1825 (Cambridge: Cambridge University Press, 2016), 34-37.
  4. Una excelente reflexión sobre como las guerras de independencia transformaron a la sociedad en: Juan Ortiz Escamilla. Guerra y Gobierno. Los pueblos y la independencia de México, 1808-1825, (México: Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2014).
  5. David Fernando Prado, Tensiones en la ciudad, 1808-1822, (Popayán, Tesis de Pregrado en Historia, Universidad del Cauca, 2008), 52-54; Diego Castrillón Arboleda, Manuel José Castrillón (Biografía y Memorias), tomo I (Bogotá, Banco Popular, 1971), 45-46.
  6. Jorge Eliécer. El Real Colegio Seminario de Popayán, Physica e Ilustración en el Siglo XVIII. En: Javier Guerrero, Comp., Etnias, Educación y Archivos en la Historia de Colombia (Bogotá: Archivo General de la Nación, Asociación Colombiana de Historiadores, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 1995), 205-213.
  7. David Fernando Prado, Tensiones en la ciudad, 1808-1822, 57-66.
  8. ACC. Fondo Mosquera, N. 48, f. 3r -3v.
  9. Santiago Arroyo y Valencia, “Memoria para la historia …, 490.