El Pantano de Vargas es topográficamente un valle angosto del Río Chicamocha que tiene cuatro kilómetros de extensión de norte a sur y uno y medio de anchura, y en el que resalta la presencia de tres cerros: el Cerro del Cangrejo, el Cerro del Picacho (hoy conocido como Cerro de la Guerra) y el Cerro de Bolívar. Por la cercanía con el río era frecuente que el valle quedara inundado y se convirtiera en un terreno anegadizo difícil de pisar, por lo cual hace doscientos años era efectivamente un pantano. Está ubicado a unos 8 km de Paipa y con rutas cercanas hacia Duitama y Tibasosa y fue el escenario de la batalla más difícil que tuvo que enfrentar el ejército patriota en la campaña libertadora.

La batalla

A las cinco de la mañana del 25 de julio de 1819 (curiosamente día de Santiago el Mayor, patrono de España), el ejército libertador comenzó su intento de cruzar silenciosamente el río Chicamocha para sorprender a los realistas, usando catorce balsas construidas en Tibasosa con ayuda del alcalde Javier Villate, que al ser hechas de madera aún verde de sauce y de junco dificultaron el avance que se demoró tanto que el primer enfrentamiento sucedió a las 10 de la mañana, ante un ejército español que ya se había percatado de las intenciones de los libertadores y se ubicó en los cerros estratégicos del campo militar. En esa primera escaramuza murió casi toda la fracción de reconocimiento, compuesta por cuarenta soldados, ante los cien jinetes del Grupo de Dragones.

El grueso del ejército bolivariano era de 2.120 soldados, mientras que las huestes españolas eran compuestas por 2.800. La contienda principal empezó al mediodía. Mientras que las tropas españolas cómodamente defendían su posición en los cerros del Picacho y del Cangrejo, el ejército de Bolívar, agotado por la aguada jornada matutina y por los evidentes esfuerzos que había ido acumulando durante las últimas semanas, se enfrentaba a la peor de las situaciones: era atacado con intensidad por el contendor y no veía una mejora de las condiciones al estar encerrado entre las armas rivales y la fuerza del río.

Después de cuatro horas de lucha, y ante la preocupación de los soldados campesinos, flameaba la bandera de España en los dos cerros, y la vanguardia y la retaguardia rebeldes estaban diezmadas. En ese momento Barreiro decidió enviar a las reservas de la infantería y la caballería para decidir el combate [1], y le ordenó al Capitán Bedoya dar el asalto final. Sin embargo, ocurrió lo inesperado.

Dos actitudes pueden resumir los movimientos decisivos y sus efectos en el combate del Pantano de Vargas: 1) la agitada jactancia de Barreiro que lo hizo sentirse y pronunciarse ganador antes de triunfo, al proferir cerca de la Casa de José Antonio Díaz o de las seis ventanas la imprecación: “¡Viva España… Ni Dios me quita la victoria!”, y 2) la humilde fe del libertador Simón Bolívar al recordar a la virgen de Tutazá –a la que había conocido una semana antes, el 18 de julio, al pasar por Belén y Cerinza hacia Duitama– y encomendarse a ella en el momento más difícil de la batalla: “Virgen de allá donde hacen tiestos, se nos vino la caballería y se perdió la batalla”.

Los efectos que causaron ambas actitudes terminaron definiendo la independencia de Colombia: una confianza inmerecida materializada por el desdén al rival maltrecho y la esperanza de que a pesar de las dificultades la valentía de los soldados patriotas podía derrotar a cualquier tropa española en cualquier circunstancia, batieron la balanza anímica en favor del ejército bolivariano.

En el momento de la invocación, que sucedió en el Cerro de Bolívar desde donde este hombre gallardo divisó el campo de batalla, el coronel Juan José Rondón le pidió al libertador que le permitiera avanzar con sus hombres al ataque. En una jugada militar que era prácticamente la última opción de los que iban perdiendo la batalla, Bolívar pronunció la histórica orden: “Coronel, salve Usted la patria. Ocupe aquellas posiciones y apague el fuego de los enemigos”, a la que el valeroso brigadier contestó con otra orden a su especial banda de lanceros compuesta por ocho soldados granadinos y seis venezolanos: “Camaradas, los que sean valientes síganme, que en este momento triunfamos” [2]. Los catorce que lo siguieron en una avanzada homérica lograron desestabilizar al ejército rival atacando inicialmente por el lado del Cerro del Cangrejo y luego, cuando el contendor retrocedía del susto, empezaron a tomar el Cerro del Picacho.

Ante esa manifestación de heroicidad el general invitó al avance a sus caudillos: “¡Mojica, Infante, Carvajal, pronto, pronto! ¡Porque este es el instante de triunfar o morir!”. Entre ellos se destacó especialmente el general Lucas Carvajal, conocido como “el león del pantano”, y de quien dijo Santander que era merecedor –al lado de Juan José Rondón– de toda la gloria de esa disputa en Paipa.

Algunos otros escuadrones, especialmente la tropa de los trescientos llaneros descalzos que conformaban la reserva, siguieron atacando a unos soldados enemigos que estaban sorprendidos, y lo hicieron con tanta fuerza que poco después la Legión Británica, al mando del Coronel James Rooke, colocó la bandera en Colombia en la punta del cerro del Picacho. En esa avanzada quedó herido de muerte el coronel, al que tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. Murió tres días después y aún se recuerdan en la región sus históricas palabras: “He perdido mi brazo, pero con el que me queda, le daré libertad a mi patria”, el médico sorprendido le preguntó que a cuál patria se refería, pensando en Inglaterra, pero el prócer le respondió: “La que me ha de dar la sepultura”.

Además de la valentía de Rondón, de la ayuda de la virgen del Rosario de Tutazá, del cariño del coronel británico y de la posibilidad de la derrota, esta batalla deja el recuerdo de la decisiva ayuda de los acaudalados líderes de Tibasosa (el alcalde Villate y los hermanos Mariño y Soler, entre otros) que proveyeron al ejército patriota de armas y sobre todo de caballos entre los que había muchos que pertenecían a la corona española, y la heroica respuesta en combate del lancero de Tame Inocencio Chincá, quien después de una herida fatal le traspasó el tronco con su lanza al Capitán Bedoya que había sido su enemigo en la contienda cuerpo a cuerpo.

Finalmente, hay que decir que la lluvia y la noche hicieron que ambos ejércitos se retiraran por lo que a pesar de que el Pantano de Vargas fue una etapa fundamental de la campaña emancipadora, no hubo un triunfo efectivo de los libertadores en combate. El monumento que hoy honra la batalla es el más grande que hay en el país y fue construido por el maestro antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt en el año 1969, en el marco de la celebración de los 150 años de independencia.

Referencias

  1. OCAMPO LÓPEZ, JAVIER, Independencia y Libertad en Boyacá. Tunja, Gobernación de Boyacá, 2014, pp. 46-47
  2. PAME. Por los caminos de la Ruta Libertadora. Fascículo 23: Paipa–Pantano de Vargas–Casona El Salitre. Grupo de Investigación “Patrimonio y Memoria”, Universidad de Boyacá. Tunja, Ministerio de Cultura, Bicentenario de la Independencia, Gobernación de Boyacá, 2009, p.16

Bibliografía

  • OCAMPO LÓPEZ, JAVIER, Independencia y Libertad en Boyacá. Tunja, Gobernación de Boyacá, 2014
  • PAME. Por los caminos de la Ruta Libertadora. Fascículo 23: Paipa–Pantano de Vargas–Casona El Salitre. Grupo de Investigación “Patrimonio y Memoria”, Universidad de Boyacá. Tunja, Ministerio de Cultura, Bicentenario de la Independencia, Gobernación de Boyacá, 2009.

Véase también

Créditos

  • Centro Cultural del Banco de la República de Tunja, 2020.