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Para igualar el nivel de sus compañeras, que llevaban varios meses entrenando, su rutina era estricta. Se levantaba antes de las cuatro de la mañana y corría por el barrio —vivía con Mariana Castellanos en la calle 121—, volvía a las cinco a preparar el desayuno de los niños y alistar todo para que salieran a estudiar. Trabajaba todo el día. En la noche, después de sus oficios, salía a la carretera o se iba al gimnasio hasta la medianoche. La Pitufa medía apenas 1,49 metros, era menuda pero muy fuerte. “Siempre que voy corriendo me dicen: ‘bien chino, muy bien’. Tal vez por mi pelo corto y la fortaleza con la que pedaleo me ven como un hombre. Pero cuando me bajo de la bicicleta se quedan callados. Al rato me dicen, ‘oiga, usted es una mujer, una verraca’” (Rojas, s. f.).
Para igualar el nivel de sus compañeras, que llevaban varios meses entrenando, su rutina era estricta. Se levantaba antes de las cuatro de la mañana y corría por el barrio —vivía con Mariana Castellanos en la calle 121—, volvía a las cinco a preparar el desayuno de los niños y alistar todo para que salieran a estudiar. Trabajaba todo el día. En la noche, después de sus oficios, salía a la carretera o se iba al gimnasio hasta la medianoche. La Pitufa medía apenas 1,49 metros, era menuda pero muy fuerte. “Siempre que voy corriendo me dicen: ‘bien chino, muy bien’. Tal vez por mi pelo corto y la fortaleza con la que pedaleo me ven como un hombre. Pero cuando me bajo de la bicicleta se quedan callados. Al rato me dicen, ‘oiga, usted es una mujer, una verraca’” (Rojas, s. f.).
===“Entre más difícil, yo me gozo”===
No faltaron incidentes en sus jornadas. Una vez, en la madrugada, iba pedaleando cuando sintió que una mano agarraba su sillín. Era el repartidor de periódicos. Rosa María no recuerda cómo sucedieron las cosas, solo que encontró una piedra en el suelo, la agarró y se la lanzó, cuando pudo zafarse corrió en su bicicleta sin mirar atrás. Se sentía insegura en la carretera, pero continuaba. Se caía de forma aparatosa y seguía. No ganaba suficiente dinero para compensar su esfuerzo, pero no se detenía. “Entre más difícil, yo me gozo”, dice casi como mantra.
Conoció a Víctor Bermúdez, su esposo, en 1982. Él era celador de un edificio vecino a la casa donde vivía con Mariana Castellanos. La vio entrenar y la animó durante cinco años, hasta que en 1987 se casaron. Su primera hija, Claudia Marcela, nació un año después del matrimonio, pero ser madre no significó abandonar el ciclismo. El esposo y la madre de Rosa María la apoyaron para que siguiera con su carrera deportiva. Cada vez que la Pitufa tenía que salir de la ciudad a competir ellos se encargaban de cuidar a su hija.
Bernardo García, dueño de la marca de ropa Zafarrancho en la moda, era vecino de Rosa María y la veía entrenar todos los días. Decidió patrocinarla y le ayudó a cambiar su bicicleta. En 1985 la Pitufa fue la mejor colombiana en el Tour Femenino Yodora, que se corrió en Colombia, que tuvo participación de varias ciclistas europeas; en el podio quedaron las francesas Jeannie Longo (oro) y Cecile Audin (bronce) y la italiana Imelda Chiappa (plata). En febrero de 1986, Rosa María recibió el patrocinio de Postobón y en julio de ese año participó en el Tour de Francia.
El rendimiento del equipo colombiano no fue tan bueno. En la clasificación general Rosa Emma Rodríguez fue la primera en llegar en la posición 68, mientras Rosa María quedó en la 76. Sin embargo, las pedalistas sorprendieron al público pues pese a ser novatas en la competencia se mantuvieron. Además de participar, al tour de Francia llevaron una placa para conmemorar a las víctimas de Armero. Rosa María Rodríguez, Alicia Bulla, Luz Mery Tristán, Lidya Ortega, Nelly Alba y Rosa María Aponte llegaron a los Alpes a dejar ese homenaje en la montaña.
En el tercer día del Tour, Rosa María Aponte sufrió una caída en la segunda etapa, que era entre Lisieux y Carentan, por esto fue de las últimas del equipo en llegar. Siguió pedaleando aunque se había lastimado el coxis. Abandonar esa carrera significaba irse de Francia y la Pitufa quería quedarse. “Ella se cayó mucho”, dice Luz Marina Ramírez, no solo en el Tour sino durante su carrera como ciclista. El peor golpe de la que era considerada como “la mejor ciclista nacional” fue en un entrenamiento por los alrededores de Siberia, que según el diario El Tiempo ocurrió el domingo 23 de marzo de 1989 (“La ‘pitufa’ estará en el tour”, 1989) y en el que la Pitufa estaba en compañía de un sobrino y de su mejor amiga. Un carro que transportaba leche se le vino encima y con la bicicleta se lastimó la pierna izquierda y perdió parte del músculo. “En lo primero que pensé fue en mi hija de tan solo cuatro meses… luego en mi carrera deportiva, creo que fui al cielo y volví; por fortuna no fue nada de gravedad” dijo Rosa María aquella vez durante su hospitalización en un centro asistencial de la capital colombiana (entrevista telefónica).
Ganó el primer Tour Femenino colombiano (1987) y varias competencias pequeñas, “ha recibido más de 90 trofeos, ‘que me gustaría cambiar por dinero’” (Rojas, s. f.). Participó en los Juegos Centroamericanos de México (1990) y los Juegos Panamericanos de Cuba (1991). Fue bicampeona duatlón en la Carrera Atlética Ciudad de Bogotá en 1992. En 1995 nació Diana, su segunda hija, momento en el que se retira del ciclismo.

Revisión del 21:35 30 may 2020

Rosa María Aponte
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Datos generales
Nombre Rosa María Aponte
Fecha de nacimiento 01 de diciembre de 1957
Ocupación Ciclista
País de nacimiento Colombia Bandera de Colombia }}
Ciudad de nacimiento Pasca


Rosa María Aponte, conocida en el mundo ciclístico como la Pitufa, nació el 1 de diciembre de 1957 en Pasca, Cundinamarca. Cuando tenía 6 años se fue a Bogotá con Mariana Castellanos, una mujer acomodada que se ofreció a ayudarle a sus padres, Oliverio Aponte y Custodia Cortés, a educar a sus hijos a cambio de que hicieran los oficios de la casa. Se los llevó uno a uno, cinco mujeres y cuatro varones, hasta que todos pasaron por allí. Con ella Rosa María se aficionó al deporte. Practicaba atletismo, patinaje, baloncesto, pero sobre todo le encantaba tomar prestada la bicicleta de Mariana Castellanos y andar por el barrio.

Biografía

Pionera

Un fin de semana de 1984 la Pitufa estaba en el Simón Bolívar cuando vio a un grupo de mujeres ciclistas. Después de hablarles y de conocer a su entrenador, Efraín Forero, decidió unirse para entrenar con ellas. El Club Indomable Zipa fue uno de los grupos de ciclistas mujeres que más sonó en esos tiempos. La primera bicicleta que llevó Rosa María era prestada, no estaba hecha para carreras y pesaba mucho. A la semana siguiente del primer encuentro empezó a ir a las competencias a las que el grupo estaba inscrito.

Para igualar el nivel de sus compañeras, que llevaban varios meses entrenando, su rutina era estricta. Se levantaba antes de las cuatro de la mañana y corría por el barrio —vivía con Mariana Castellanos en la calle 121—, volvía a las cinco a preparar el desayuno de los niños y alistar todo para que salieran a estudiar. Trabajaba todo el día. En la noche, después de sus oficios, salía a la carretera o se iba al gimnasio hasta la medianoche. La Pitufa medía apenas 1,49 metros, era menuda pero muy fuerte. “Siempre que voy corriendo me dicen: ‘bien chino, muy bien’. Tal vez por mi pelo corto y la fortaleza con la que pedaleo me ven como un hombre. Pero cuando me bajo de la bicicleta se quedan callados. Al rato me dicen, ‘oiga, usted es una mujer, una verraca’” (Rojas, s. f.).

“Entre más difícil, yo me gozo”

No faltaron incidentes en sus jornadas. Una vez, en la madrugada, iba pedaleando cuando sintió que una mano agarraba su sillín. Era el repartidor de periódicos. Rosa María no recuerda cómo sucedieron las cosas, solo que encontró una piedra en el suelo, la agarró y se la lanzó, cuando pudo zafarse corrió en su bicicleta sin mirar atrás. Se sentía insegura en la carretera, pero continuaba. Se caía de forma aparatosa y seguía. No ganaba suficiente dinero para compensar su esfuerzo, pero no se detenía. “Entre más difícil, yo me gozo”, dice casi como mantra.

Conoció a Víctor Bermúdez, su esposo, en 1982. Él era celador de un edificio vecino a la casa donde vivía con Mariana Castellanos. La vio entrenar y la animó durante cinco años, hasta que en 1987 se casaron. Su primera hija, Claudia Marcela, nació un año después del matrimonio, pero ser madre no significó abandonar el ciclismo. El esposo y la madre de Rosa María la apoyaron para que siguiera con su carrera deportiva. Cada vez que la Pitufa tenía que salir de la ciudad a competir ellos se encargaban de cuidar a su hija.

Bernardo García, dueño de la marca de ropa Zafarrancho en la moda, era vecino de Rosa María y la veía entrenar todos los días. Decidió patrocinarla y le ayudó a cambiar su bicicleta. En 1985 la Pitufa fue la mejor colombiana en el Tour Femenino Yodora, que se corrió en Colombia, que tuvo participación de varias ciclistas europeas; en el podio quedaron las francesas Jeannie Longo (oro) y Cecile Audin (bronce) y la italiana Imelda Chiappa (plata). En febrero de 1986, Rosa María recibió el patrocinio de Postobón y en julio de ese año participó en el Tour de Francia.

El rendimiento del equipo colombiano no fue tan bueno. En la clasificación general Rosa Emma Rodríguez fue la primera en llegar en la posición 68, mientras Rosa María quedó en la 76. Sin embargo, las pedalistas sorprendieron al público pues pese a ser novatas en la competencia se mantuvieron. Además de participar, al tour de Francia llevaron una placa para conmemorar a las víctimas de Armero. Rosa María Rodríguez, Alicia Bulla, Luz Mery Tristán, Lidya Ortega, Nelly Alba y Rosa María Aponte llegaron a los Alpes a dejar ese homenaje en la montaña.

En el tercer día del Tour, Rosa María Aponte sufrió una caída en la segunda etapa, que era entre Lisieux y Carentan, por esto fue de las últimas del equipo en llegar. Siguió pedaleando aunque se había lastimado el coxis. Abandonar esa carrera significaba irse de Francia y la Pitufa quería quedarse. “Ella se cayó mucho”, dice Luz Marina Ramírez, no solo en el Tour sino durante su carrera como ciclista. El peor golpe de la que era considerada como “la mejor ciclista nacional” fue en un entrenamiento por los alrededores de Siberia, que según el diario El Tiempo ocurrió el domingo 23 de marzo de 1989 (“La ‘pitufa’ estará en el tour”, 1989) y en el que la Pitufa estaba en compañía de un sobrino y de su mejor amiga. Un carro que transportaba leche se le vino encima y con la bicicleta se lastimó la pierna izquierda y perdió parte del músculo. “En lo primero que pensé fue en mi hija de tan solo cuatro meses… luego en mi carrera deportiva, creo que fui al cielo y volví; por fortuna no fue nada de gravedad” dijo Rosa María aquella vez durante su hospitalización en un centro asistencial de la capital colombiana (entrevista telefónica). Ganó el primer Tour Femenino colombiano (1987) y varias competencias pequeñas, “ha recibido más de 90 trofeos, ‘que me gustaría cambiar por dinero’” (Rojas, s. f.). Participó en los Juegos Centroamericanos de México (1990) y los Juegos Panamericanos de Cuba (1991). Fue bicampeona duatlón en la Carrera Atlética Ciudad de Bogotá en 1992. En 1995 nació Diana, su segunda hija, momento en el que se retira del ciclismo.