Respecto a esa primera exposición, Barney ha evidenciado la resistencia del público a nuevas propuestas artísticas, lo cual expresaban sin ningún tipo de respeto, pues, tal como afirma la artista, dejaban insultos pegados a la obra o alrededor de ella. Este gesto de incomprensión evidenciaba el carácter innovador de la artista, quien a partir de su primera exhibición pasó a hacer parte del grupo de jóvenes creadores que renovaban la escena artística nacional al trabajar con materiales y elementos tomados de una cotidianidad marginal. Esto se consolidó con su inclusión en la quinta versión del Salón Atenas en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1979, en donde expuso uno de sus diarios objetos, esta vez Bocagrande I y II. Si bien sus obras ya habían sido criticadas en Cali por su carácter completamente incomprensible para el público, en Bogotá las críticas se tornaron aún más fuertes, pues Marta Traba, quien había ejercido el protagonismo y dirección de las artes en el país desde la década del cincuenta, se pronunció completamente en contra de la dirección que estaban dando los nuevos curadores al arte colombiano: “No es ajeno a ello el tono dominante que ha ido tomando el arte colombiano en manos de Eduardo Serrano en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, de Miguel González en Cali, de Álvaro Barrios en Barranquilla, y de Alberto Sierra en Medellín, quienes han apoyado lo que consideran vanguardia. Es decir, el empleo de sistemas diferentes a los soportes tradicionales de pintura, escultura y gráfica, de un modo tan entusiasta y excluyente, como para descorazonar a todo aquel que se atreva a disentir” (Citado por González en entrevista con Wills, 2016) De este modo, se dejaba de lado el resultado formal que se consolidaba en una pintura, escultura o gráfica, para dar lugar al arte de proceso, en el que lo importante no eran las soluciones formales sino las ideas. Entonces, Barney quedó inscrita en las producciones artísticas resultado de preguntas conceptuales. Por esta razón, Álvaro Barrios la incluyó en Arte para los años ochenta, exposición inaugurada en 1980. A pesar de la resistencia del público y de algunas instancias del campo del arte, la obra de Barney fue de nuevo reconocida en 1980, cuando le fue otorgado el Primer Premio del III Salón Regional de Artes Visuales en Cali por la misma obra con la que había participado en el Salón Atenas. Ese mismo año, se atrevió a hacer algo que ningún artista se había propuesto durante los últimos años en los que la voz cantante de los diferentes gobiernos promulgaba que el desarrollo económico del país estaba en la explotación de sus recursos naturales y la industrialización. Decidió hacerle caso a su olfato que quería saber de dónde provenía el olor nauseabundo que rodeaba la finca de su familia y la de muchas otras familias en Yumbo y fue preguntando de tanto en tanto la razón del olor, a lo que las personas le respondían con naturalidad: “Es que Yumbo huele así”. ¿Qué era lo que olía así en la capital industrial del Valle del Cauca y había sido naturalizado por los residentes del lugar? Esta pregunta fue el punto de partida para Yumbo (1980) una de sus obras más emblemáticas que fue expuesta por primera vez en el Museo de Arte Moderno La Tertulia en 1980, a donde llegaron agentes del DAS, debido a que su obra era, sin decirlo directamente, una denuncia a la cementera que existía en el municipio desde la década del cuarenta: Uno los reconocía por la ropa que llevaban, las camisitas y los pantalones de dril. Eran tres tipos y empezaron a rodearme y a atacarme. La única salida que tuve fue decirles que ese aire contaminado no era solo de Yumbo sino que el aire circula y que toda esa polución se iría viajando hacia las islas de los dueños de Cementos del Valle. De repente se callaron y se fueron. Es que ser ambientalista es un acto subversivo para muchos. Más en esa época. Por eso se habla de ambientalistas radicales (Barney, 2015). Al año siguiente, siendo ya docente de la Universidad del Cauca, Barney conformó un equipo interdisciplinar con un biólogo y un fotógrafo con quienes viajó a distintos puntos del Río Cauca para tomar muestras de su agua y denunciar su contaminación, lo que originó la obra Río Cauca. Cuando exhibió la pieza, fue criticada duramente por sus estudiantes, quienes aún ignoraban los procedimientos empleados que posteriormente, vincularían la práctica artística con la etnografía. Si bien no se puede afirmar que sus obras fueran el resultado de una rigurosidad científica, tomó elementos de la investigación para hacer de su obra un documento de denuncia. Entre 1981 y 1982 produjo El ecológico, un periódico conformado por diez ediciones únicas, cada uno conformada por cuarenta páginas originales de las editoriales de diferentes periódicos del país que, durante largo tiempo Barney estuvo recolectando. Le pidió a Jorge Cachiotis, un estudiante de historia, que clasificara el material por temas opuestos y de acuerdo a su forma de entender el estado en el que se encontraban los veinte temas en los que el estudiante había clasificado el material, puso los títulos Especies en peligro de extinción y Especies sin peligro de extinción en sellos con tinta verde. Entre los temas se encontraban costumbres tradicionales, campesinos, animales, diversidad humana, árboles, agua, mar, arquitectura, paisaje, alimentos frescos, alimentos enlatados, energía atómica, energía limpia, mujer como objeto y mujer como individuo.