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En 1977 expuso por primera vez sus esculturas, en el Grand Palais de París. Contando con algunas obras previas realizadas en pasta acrílica, que se remontan a comienzos de los sesenta, Botero tiene hoy una producción abundante en tres dimensiones, especialmente bronces y mármoles. Al leer los textos del propio artista comentando sus esculturas, se entiende fácilmente el carácter "arcaizante" que tienen todos sus trabajos tridimensionales. Botero habla, por ejemplo, de volver a enfrentar el problema dentro de los materiales tradicionales como el bronce o el mármol, de buscar el espíritu de la escultura colonial, tener raíces en el arte precolombino, tener cierta inspiración en piezas del arte popular mexicano. Con estas inclinaciones, no puede negarse que Botero ha logrado llevar a cabo, en los mejores talleres de Pietrasanta (Toscana, Italia), algunas esculturas de muy buena calidad, especialmente cuando agiganta un fragmento del cuerpo humano o lleva al absurdo el contraste entre dos figuras o partes de un cuerpo. No en balde Botero ha tenido reconocimientos como la exposición de sus esculturas en los Campos Elíseos de París (1992) y en la Quinta Avenida de Nueva York (1993), al igual que la exposición La corrida, en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá (1993). Hoy, todavía Botero parece inagotable. Creador de una "raza" inconfundible, dueño de una imaginación ilimitada, catador de los mejores pintores clásicos, conocedor de todos los oficios tradicionales en pintura, dibujo y escultura, hijo legítimo de Colombia y Latinoamérica, el imaginero antioqueño asegura que el problema no es cambiar sino profundizar [Ver tomo 6, Arte, pp. 127 y 128].