Introducción

Después de la Batalla de Boyacá considerada por la historia oficial como la confrontación que cerró el ciclo de la guerra de independencia en la Nueva Granada, sin tener en cuenta que la confrontación se recrudeció en el sur y que la batalla de Bomboná de 1822, cerró el ciclo de la guerra magna en Colombia. Con el triunfo de Boyacá-1819- la iglesia tuvo que discutir acerca del nuevo escenario que sobrevendría, tenía que decidir si proseguía defendiendo a la monarquía española, con todas sus consecuencias o, por el contrario, aceptaba el nuevo sistema de gobierno republicano al cual había atacado con denuedo porque sus estatutos, principios y valores provenían del liberalismo, de la masonería, del utilitarismo, en fin, de la modernidad que como paradigma afectaba a la religión católica, a la fe cristiana y a las sanas costumbres. La decisión final de la institución religiosa fue la de aceptar el sistema republicano, ello obligaba a cambiar radicalmente el discurso que había sostenido durante trecientos años, el reto era descomunal pues tenía que variar sustancialmente la cátedra, los discursos, los sermones, las pláticas, se trataba de crear en el pueblo una nueva mentalidad con el fin de legitimar a los nuevos gobernantes, fortalecer los postulados republicanos, en síntesis, crear conciencia de que el nuevo orden no era incompatible con la fe católica.

El nuevo discurso que adoptó la iglesia en toda la nación no penetró en Pasto o, mejor, no lo aceptaron, esta región fue estéril, al menos durante unos años, para las nuevas semillas ideológicas debido a que los pastusos desde el comienzo del proceso de liberación cerraron filas y juraron defender, hasta “derramar la última gota de sangre”, si es posible, los sagrados principios de la religión católica, al “amado Fernando VII”, como le decían al rey y, desde luego, a la “Madre Patria”- España-.

Su posición y su actitud fue radical, en consecuencia, el discurso que la iglesia inauguraba en el contexto nacional, en Pasto, la ciudad sagrada del realismo, fue vehementemente rechazado, la iglesia y el pueblo se anclaron en el discurso tradicional y mantuvieron con firmeza y lealtad la defensa de la “justa causa” como siempre lo habían proclamado, para ellos era un honor, un proceder acorde con sus principios porque sencillamente consideraban que la autoridad proviene de Dios y de sus representantes en la tierra, el Sumo Pontífice y el rey. Solo la élite pastusa y el máximo jerarca de la iglesia Salvador Jiménez de Enciso, Obispo de Popayán que ejercía autoridad sobre los pastusos, dieron el salto hacia el republicanismo.

La defensa de la causa emancipadora no sólo fue una confrontación militar entre el imperio español y sus colonias, fue también un enfrentamiento político e ideológico, se trataba, por una parte, sostener y afirmar un régimen monárquico cerrado y autoritario y, por otra, implementar un sistema abierto y democrático, como era el sistema republicano, el primero sustentado por una ideología conservadora, el segundo por otra basada en los principios del liberalismo que irrumpió con fuerza en el mundo occidental como paradigma de la modernidad.

Referentes ideológicos del liberalismo y la modernidad y del conservadurismo o tradicionalismo

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, Europa comenzó a vivir una transformación profunda en todos los órdenes de la vida, la nueva clase social, la burguesía comercial e industrial ocupó el centro de la sociedad, su poder económico le otorgó poder político lo que hizo posible el surgimiento de nuevas instituciones, paradigmas y concepciones que develaron un mundo más moderno.

La ideología liberal que nació antes de la revolución francesa aportó al mundo occidental nuevas teorías que invadieron Europa y sustentaron la modernidad. Enrique Dussel, expresa: “La modernidad se refiere a la conciencia de una época que se levanta contra el pasado y fundamenta su visión en el progreso. La modernidad es una emancipación, una salida de la inmadurez, por un esfuerzo de la razón como proceso crítico que abre a la humanidad a un desarrollo del ser humano” [1].

A finales del siglo XVIII, La “Revolución Democrática Burguesa”, que vivía Europa y en su contexto la revolución francesa (1789), proclamaron las libertades ciudadanas, la libertad de enseñanza; de pensamiento; de expresión; de religión, de comercio, etc. Fueron elementos de lo moderno, considerado como signo de progreso, las sociedades que no reunían los componentes de la modernidad y modernización capitalista fueron considerados como arcaicos, premodernas o conservadoras.

Con la modernidad surgió una nueva actitud basada en la confianza de las facultades de la mente humana, esto es, la RAZON que se yergue en contravía de la FE, la razón, la observación, la experimentación, el pensamiento, el discernimiento, son los referentes de todo acto y proceder humanos como también elementos esenciales en el desarrollo de las sociedades. En este contexto liberal-moderno, apareció en el campo de las ciencias, el método científico-cartesiano que desplazó al método aristotélico, surgieron las “ciencias útiles” que reemplazaron a las “Ciencias del Espíritu” o “ciencias especulativas”. La nueva teoría del “utilitarismo” fundamentado en la filosofía de corte positivista constituyó una verdadera revolución en el campo del conocimiento. El utilitarismo fue condenado por la iglesia que lo calificó como “teoría sensualista” y “materialista” porque preconizaba que la felicidad se podía alcanzar en la vida terrenal contradiciendo a la religión católica que planteaba que la felicidad se alcanzaba en el más allá.

Desde el punto de vista de la teoría social y política, el liberalismo y la modernidad aportaron nuevos conceptos sobre el Estado, sobre el poder, la autoridad, la igualdad, la libertad, la democracia, la patria, la sociedad civil, etc. Desde la perspectiva política, la modernidad se representaba en un Estado nuevo, con sus tres poderes y el ejercicio de la democracia en un nuevo sistema de gobierno, como es la república en rechazo de las monarquías absolutistas.

En materia económica, el desarrollo del capitalismo industrial trajo aparejada la división del trabajo, la productividad, la teoría del valor, la libertad de comercio, no en vano la fórmula de “laisses faire, laisses passer”, “Dejad hace, dejad pasar”.

En el campo de la educación, la modernidad hizo posible el abandono de una educación escolástica-religiosa centrada en la preparación de almas para el cielo, por otra, laica centrada en la preparación del “Homo Económicus”, en síntesis, una educación científico-técnica.

Todo lo anterior, son, entre otros, referentes fundamentales del liberalismo y la modernidad, sus principios, su estatuto epistémico, sus postulados, en general, fueron vaciados en América y acogidos por una élite intelectual-criolla que los asimiló y los difundió, a través de la cátedra, los periódicos y textos clandestinos que circulaban en espacios reducidos como en la logias masónicas donde los estudiaban y los discutían, la nueva narrativa alimentó y avivó la mente y la actitud de pequeños círculos políticos que empezaron a plantear la libertad y la independencia.

El llamado a seguir este nuevo horizonte político que se abría al mundo tuvo su contrapartida, el conservadurismo o tradicionalismo que apareció con fuerza en el contexto europeo y luego en otras latitudes como respuesta a los planteamientos del liberalismo y la modernidad. El objetivo era la “restauración del antiguo régimen”, es decir, del viejo orden, instaurado por los imperios que, como España mantenía, contra viento y marea la monarquía-conservadora. Pensadores como Joseph Maitre, frente a la consigna de “Libertad, Fraternidad e Igualdad”, contrapuso la consigna de “Trono y Altar”, esto es, rey y Dios, para la iglesia, los liberales revolucionarios eran enemigos de la religión.

Sobre ésta base la iglesia también estructuró su discurso y lo defendió en todo el mundo, con fuerza rechazó el liberalismo y la modernidad porque estas narrativas cuestionaban la infalibilidad del Papa y con ello su autoridad, la filosofía ilustrada al defender el antropocentrismo desplazaba a Dios como esencia misma de la vida, por eso a los liberales los calificó de “ateos”, “irreligiosos”, “masones”, “Impíos”. Donoso Cortés ideólogo del conservadurismo cuestionó a fondo la modernidad porque ésta renegaba del orden divino, la modernidad y el proceso de secularización fueron calificados como ateísmo, recordemos que el Obispo de Popayán Salvador Jiménez Enciso, excomulgó a los portadores de libros y papeles heréticos, revolucionarios y exclamó: “ Son herejes y cismáticos detestables, los que pretenden la independencia de España; así los que defienden la causa del rey y combaten por la religión, si mueren vuelan en derechura al cielo” [2].

La iglesia en la Nueva Granada, mantuvo los principios propios de la ideología conservadora y los confrontó abiertamente hasta 1819, de ahí en adelante, cambió su concepción e introdujo un nuevo discurso para defender la independencia fundamentada ésta en los postulados del liberalismo y la modernidad teorías que había rechazado y condenado enfáticamente calificándolas como “teorías perversas”.

En Pasto, el nuevo discurso no fue aceptado, como una isla en medio de un mar avasallador mantuvo su consiga de defender a la religión, al rey y a la madre patria hasta el final, es decir, hasta cuando declinó en su lucha.

La posición de Pasto frente al nuevo orden

Cuando los pastusos recibieron la noticia de la invasión de España por parte de Francia y el apresamiento de Fernando VII, el cabildo hizo un llamamiento en los siguientes términos:

“Habiendo recibido la tristísima noticia de hallarse nuestro augusto soberano y padre en cautividad y prisión por la perfidia increíble del soberano de los franceses….el Señor Vicario juez eclesiástico ha determinado se diga una misa solemne….y os invita a elevar preces al Señor y a derramarse ante las divinas aras las lágrimas y súplicas más sumisas para alcanzar la libertad de las personas reales y de mantener en la pureza debida nuestra sagrada religión libertándonos enteramente de la perfidia y acechanzas del enemigo más infame que ha abortado la tierra para horror y escándalo del universo (se refieren a Napoleón Bonaparte) y especialmente de nuestra generosa e inocente nación….debemos estar dispuestos a concurrir a la defensa que debemos prestar por preceptos del mismo Dios, de la religión, de nuestros monarcas y de la patria”[3].

Esta era una prueba de reconocimiento al poder de un soberano legitimado por principios religiosos. Desde el inicio de la revolución, la iglesia estructuró un discurso crítico contra las tesis liberales y aprovechando a las comunidades religiosas asentadas en suelo granadino lo difundió en textos, catecismos, pastorales, discursos y sermones, como institución, no permitió el cuestionamiento que el liberalismo le hacía, esta confrontación doctrinal dividió a la sociedad. En Pasto, la doctrina liberal fue totalmente rechazada pues la influencia de la iglesia desde la temprana conquista imprimió una profunda fe en la religión, esa impronta fortalecida en el tiempo, sirvió para contener, en el momento de la independencia, la arremetida ideológica del liberalismo y la filosofía ilustrada.

En febrero de 1813, Don Tomás de Santacruz, Teniente de Gobernador y Presidente del Cabildo, invitó a una misa al pueblo de Pasto de la siguiente manera: “Que es debido dar las más humildes gracias, al Señor Dios de los ejércitos y a la Soberana Emperatriz del cielo y tierra, por los felices progresos de la de la Madre España….demando y mando que concurran todos sin excusa y pretexto alguno, a rendir sus corazones….para que se consiga la total restauración del reino y la tranquilidad de nuestras Américas bajo la protección de nuestro superior soberano el Señor Don Fernando Séptimo y de nuestras legítimas autoridades…” [4].

La iglesia, en especial las comunidades religiosas, conocían que la filosofía ilustrada cuestionaba la infalibilidad del Papa y desconocía la autoridad “proveniente de Dios”, pero, lo que más preocupaba al tradicionalismo era el “desplazamiento de Dios” y la exaltación del hombre como centro de todo, ello explica la puesta en escena del conservadurismo que como actitud y doctrina se opuso abiertamente al pensamiento liberal, fue una reacción contra la modernidad que defendía no la fe sino la razón como factor clave para el progreso del hombre y de los pueblos a diferencia del pensamiento tradicional religioso que expresaba que las sociedades se regían y progresaban por voluntad divina. “nada se mueve sin la voluntad de Dios”, decían las sagradas escrituras. Donoso Cortés dijo: “niego todos los sistemas racionalistas, los cuales descansan en este principio absurdo a saber: que la razón es independiente de Dios y es competente para todo….todas las doctrinas racionalistas son doctrinas de la perdición” [5].

La relación catolicismo-racionalismo comporta una contradicción que dividió a la sociedad. El catolicismo defiende la revelación, la felicidad eterna, la providencia y la fe. El racionalismo entroniza la razón, además de la experimentación y la objetividad, por eso, Donoso Cortés decía: “La razón, es el nuevo Dios de la modernidad…un Dios nacional llamado razón quitó el trono a Dios de todas las naciones, el Dios del género humano” [6].

Juan Agustín Agualongo y Merchancano, jefes políticos y militares, después de reconquistar a Pasto en Junio de 1823, lanzaron una proclama a los pastusos en la que expresaban: “Fidelísima ciudad de Pasto….habéis sufrido el más duro yugo del más tirano de los intrusos, Bolívar. La espada desoladora ha rodeado vuestros cuellos, la ferocidad y el furor ha desbastado-sic- vuestros campos y lo que es peor el fracmasonismo y la irreligión iban sembrando la cizaña” [7].

La irreligión, como dijeron los jefes realistas, fue una expresión utilizada cotidianamente para descalificar el discurso de los patriotas que pretendían la independencia, éstos fueron señalados por los pastusos como irreligiosos portadores de las ideas revolucionarias, ideas que en el imaginario popular de este pueblo eran sinónimos de trastorno, anarquía, irrespeto a los valores, costumbres y creencias. El lenguaje de condena e imprecación contra los patriotas también se denota en los mensajes que el cabildo de Pasto enviaba a éstos. Don Tomás Santacruz manifestó su contento cuando arribó el “Pacificador” Pablo Morillo a la Nueva Granada de la siguiente manera: “Corramos a exterminar a ese puñado infame de verdugos y bandidos (se refería a los republicanos) y a restablecer los santos preceptos de la religión….vecinos leales, guerreros ilustres, ejército valeroso, los españoles se acercan a destruir y aniquilar a ese enjambre de rebeldes, profanadores de la religión, despojadores de los templos, enemigos de su legítimo soberano, a esos caníbales que degradan a la humanidad, gloriándose que vuestra sangre sea derramada”[8].

En el imaginario popular, la Virgen de las Mercedes, defendía la “santa causa” que consistía en no permitir que el orden establecido por Dios se convirtiera en anarquía propia de las revoluciones orientadas a acabar con la moral, la familia, las tradiciones, la religión y el catolicismo. Según Donoso Cortés, sólo quedaban dos alternativas: el catolicismo y sus principios de orden universal o el socialismo que supone, en su opinión, la instauración de un nuevo orden que representa la destrucción de las instituciones básicas legales y tradicionales como: la religión católica, la familia, la moral, la sociedad. En esta dimensión “satánica”, como expresaba, el Estado socialista absorbería a toda la sociedad con su lógica “racionalizadora” [9].

El movimiento contrarrevolucionario de Pasto creía que esa nueva oleada ideológica iba a arrasar la religión y acabar con la fe, con la propiedad privada, con la familia, con las tierras de resguardo y, desde luego con el poder de la élite. Apartarse del orden divino era inconcebible e inaceptable.

Antes de la batalla de Bomboná -7 de Abril de 1822- Bolívar y Sucre, pronunciaron y escribieron proclamas a los pastusos llamándolos, en los mejores términos, a unirse a la causa patriótica y aceptar el nuevo régimen, no tuvieron respuesta favorable y se prepararon para la inminente confrontación. El Obispo Jiménez Enciso, nombró a su secretario el Vicario Félix Liñán para que se vinculara a la batalla, según Manuel Antonio López, quien también participó, escribió en su obra “Recuerdos Históricos”, que éste sacerdote, en esta batalla dirigió la vanguardia de la artillería pastusa, ello, demuestra el compromiso de la iglesia. La batalla de Bomboná fue más intensa, más violenta y de mayor duración que la de Boyacá, sobre ésta hay diversas interpretaciones, lo cierto es que Bolívar no pudo pasar al sur como era su pretensión, los pastusos le ordenaron retirarse del territorio y el 16 de abril, el Libertador y su ejército se retiró hacia el norte. Superado en conflicto se presentó una coyuntura favorable para la firma de las capitulaciones, uno de los puntos principales fue el siguiente “Que no haya la más mínima alteración en cuanto a la sagrada religión católica, apostólica y romana y a cuanto lo inveterado de sus costumbres” [10]. El aspecto religioso, nunca fue olvidado por el pueblo de Pasto en ninguna acción político-militar realizada en estos tiempos de guerra.

En una misiva del Cabildo de Pasto dirigida al rey y relacionada con la revolución “que ha conseguido desnaturalizar tantos vasallos de V.M. no ha servido en Pasto sino para acrisolar más y más su felicidad…No es Pasto una ciudad populosa, rica ni amurallada, ella carece de baluartes, de cañones, de pertrechos y de cuanto se necesita para repeler la fuerza por la fuerza, más en su defecto, ella tiene costumbres, tiene religión, respeta a sus autoridades legítimas, adora a sus señores naturales y vea aquí Señor las bases sobre que se han sostenido firme como una roca, en medio de las tempestades que continuamente la han agitado” [11].

Después de las arbitrariedades cometidas por las tropas de Sucre en diciembre de 1822, Agualongo y Merchancano exclamaban: “….En vista de esto qué esperáis fieles pastusos? Armaos de una santa intrepidez para defender nuestra santa causa y consolaos porque el cielo está de vuestra parte; los soldados antes adictos al bárbaro y maldito sistema de Colombia (la letra negrilla es mía), se hallan dispuestos a defender en vuestra compañía los derechos del rey con vigor y el más vivo entusiasmo. Así crezca en nosotros, el valor, la fuerza y la intrepidez, para que de esta suerte, venciendo siempre a los enemigos de la religión y la quietud, vivamos felices en nuestro suelo bajo la benigna dominación del más piadoso y religioso rey Don Fernando Séptimo” [12].

Las expresiones de los dos líderes de la “santa causa” al calificar de “bárbaro y maldito sistema de Colombia”, es un rechazo radical al sistema republicano que para ese momento (1822) tenía vigente una constitución que había declarado la igualdad de los ciudadanos colombianos, esa declaratoria propia de los principios liberales mucho mal había causado a las organizaciones comunitarias indígenas, que, como en las “provincias del sur”, hoy Departamento es Nariño, dada su alta composición indígena y campesina, había incidido fuertemente sobre las tierras de resguardo y sobre su economía doméstica.

“La santa causa”, “la justa causa”, fue defendida con ardor por el pueblo de Pasto, hay sin lugar a dudas, una relación estrecha entre la lealtad y el amor a Dios y al rey como “Señor de los pueblos”, de sus mandatos emanaba la obediencia como singular valor, obedecer a las “legítimas potestades” era un honor para el pastuso, quebrantar la obediencia que se le debía era sinónimo de vergüenza y deshonor, por ello, su afán era fortalecer la religión a través de la educación y de la “santa” palabra de los religiosos, de ahí que con vehemencia solicitaban la fundación de colegios seminarios como también el establecimiento de un obispado en la ciudad. Después de la derrota infringida al General Nariño le escribieron al rey así:

“Postrados de rodillas a los pies del trono de Vuestra Majestad, suplicamos con el más profundo respeto que se digne mandar se ponga en esta fidelísima ciudad, la cabeza del gobierno político y un obispado, siendo éste un país tan vasto como el nuestro, no solo es necesario, sino conveniente para que los pastores puedan moralmente dar todo el lleno de sus sagradas obligaciones y los fieles conocerlos y oír su voz…”[13].

Del rechazo a la aceptación. El cambio del discurso político - religioso en el interior del país y los pronunciamientos tradicionales en Pasto

Después de la batalla de Boyacá (1819), las nuevas circunstancias políticas como la transformación del sistema de gobierno y la implementación de la constitución republicana, obligó a la iglesia a cambiar su discurso, esto es, a hacer una reinterpretación de ciertos pasajes de la biblia y adecuar el lenguaje a las nuevas circunstancias; lo que días atrás era herejía e inmoralidad, ahora, con los nuevos acontecimientos, estos conceptos y actitudes que eran pecados, se trastocaban en doctrinas aceptables religiosa y moralmente. Antes, la revolución de independencia era condenada porque supuestamente acabaría con las costumbres, con la tradición, con la autoridad del Papa e introduciría otra religión, otro tipo de educación, otros valores, otro modelo institucional propio del liberalismo y la modernidad, ahora, la revolución era benéfica porque los pueblos de América adquirían la independencia y se liberaban de la “tiranía” de un rey lejano que gobernaba a distancia. Ya no era “deshonor” ser patriota o republicano, por el contrario, era una honra bien vista oponerse a la dictadura de un país sobre otro. El “amado” Fernando VII, pasó en pocos días, de representar la potestad civil en nombre de Dios, a ser el “despótico tirano”, sojuzgador y dominador de pueblos que por naturaleza amaban la libertad. La nueva relación era Dios y pueblo, inconcebible ahora la relación Dios y Rey.

Atrás quedaban el juramento enviado desde España a todas las provincias de América para que fuera difundido por la iglesia y la declaración de guerra a Francia y a Napoleón Bonaparte invasor del país ibérico. Los cabildos tenían el compromiso de publicar esta declaratoria. El juramento decía: “Juramos por el Dios que existe en el cielo…derramar hasta la última gota de nuestra sangre para defender nuestra sagrada religión Católica, Apostólica y Romana; nuestro amadísimo monarca Fernando VII y la libertad de la Madre Patria”[14]. La declaratoria expresaba: “Fernando VII, Rey de España y de las Indias y en su nombre la Suprema Junta de ambas (ilegible) declaramos la guerra a Napoleón y a la Francia mientras esté bajo su dominación” [15]. El juramento y la declaración de guerra, se llevaron a cabo en la ciudad de Pasto en “misa solemne”, con la invitación de elevar oraciones para “mantener en la pureza debida nuestra sagrada religión”[16].

Desde el año de 1819, surgió una nueva alianza, gobierno republicano e iglesia, por ello y para legitimar el nuevo discurso de la institución eclesiástica y contrarrestar las posibles críticas, el General Francisco de Paula Santander, en su calidad de Vicepresidente de la República y, como Presidente encargado, emitió un decreto que contenía tres aspectos fundamentales: Primero: “que el sistema de la independencia es conforme a la doctrina de Jesucristo”, Segundo: “que no son herejes los que le siguen” y, Tercero: “Que si la Nueva Granada por su desgracia o por los pecados de sus habitantes vuelve a ser subyugada por los españoles, sufrirán mayores males que los que sufrieron en los tres años pasados” [17] (Se refiere a los tres años de la reconquista y la declaratoria de “guerra a muerte” de Pablo Morillo el “Pacificador”).

Los trecientos años de conquista y coloniaje y los tres años de “reconquista” o “pacificación”, fueron argumentos para introducir a través de los sermones el nuevo discurso que presentaba, por una parte, a la conquista de América ya no como la época en que España contribuía con la “civilización” para sacar de la “barbarie” a los indios del Nuevo Mundo sino como la destructora de la cultura y esclavizadora de los pueblos ancestrales. Por otra, la reconquista protagonizada por Pablo Morillo, era para la iglesia, una continuidad de la violencia y opresión que España pretendía prolongar.

Los tres años de reconquista fueron de “guerra a muerte”, los cadalsos para mujeres y hombres señalados como patriotas, los asesinatos, el terror, la persecución a intelectuales y personas que luchaban por la independencia, los robos, las violaciones, el irrespeto al clero y a la iglesia en general, fueron tomados como testimonios de irreligiosidad, ello contribuyó para que los sacerdotes tuviesen motivo más que suficiente para elaborar sus prédicas, el nuevo discurso buscaría crear conciencia sobre la necesidad de la liberación definitiva, legitimar la independencia y motivar a los pueblos para resistir y luchar contra los tiranos españoles, incluido su rey.

El decreto de Santander, dice la Dra. Margarita Garrido, “buscaba lograr el apoyo popular o menoscabar el rechazo al nuevo gobierno, basado en la creencia popular de que la independencia iba contra la religión” [18].

El nuevo discurso que la iglesia estructuró no convenció al pueblo de Pasto, para éstos, la relaciones “trono y altar”, “Dios y Rey”, eran inseparables; el principio de que la autoridad del Papa y del rey provenían de Dios, no admitía cuestionamiento alguno; el poder divino no podía desligarse del poder terrenal porque éste emanaba del primero, Dios era el jerarca supremo de la humanidad que gobernaba desde el cielo; el rey, era el monarca ungido de autoridad divina para gobernar la tierra, impensable quebrantar esa sagrada relación. Para el pastuso convencido, ser miembro de la iglesia, iba unido al concepto de ser súbdito del rey, de ahí que en estas tierras de inmensa reciedumbre teológica no admitieron el cambio ideológico que la iglesia empezó a plantear en el interior de la nueva república. De súbditos de la corona a ejercer una ciudadanía y una libertad propias del sistema republicano era inadmisible. Los pastusos demostraron ser concordantes con sus acciones y su palabra, ahí cristalizaron admirablemente el honor de ser consecuentes, fieles y leales a sus convicciones religiosas por las cuales luchaban y sufrían derrotas, injurias, sanciones, pérdidas de bienes y vidas. En la defensa de la “santa causa”, también tuvieron triunfos que les deparó prestigio, felicitaciones y alabanzas que, sin lugar a dudas, fortalecieron sus imaginarios y subjetividades con las que alimentaron su espíritu.

Pablo Morillo, antes de llegar a la Nueva Granada, sabía de las luchas que en favor de España, del rey y la religión libraba con tesón el pueblo de Pasto, de ahí que en su primera proclama les dice: “Pueblos de la fiel provincia de Pasto, los rebeldes colocados en la frontera de vuestro fiel territorio, siempre terror de ellos y barrera inexpugnable a sus infamias, se han creído que por la distancia que estaban de España no les alcanzaría la espada de la justicia del rey : Fernando VII, su legítimo soberano….apresuraos pasteños en correr a las armas…nada tenéis que temer, el mejor de los reyes os cubre con todo su poder…” [19]. Para los pastusos era el rey quien les hablaba por boca del General en Jefe. Con base en esta proclama, el Teniente de Gobernador Don Tomás Santacruz, emitió un bando con demasiada exaltación, decía, en alguna de sus partes: “Corramos a exterminar a ese puñado infame de verdugos y bandidos y a restablecer los santos preceptos de la religión….Vecinos leales, guerreros ilustres, ejército valeroso, los españoles se acercan a destruir y aniquilar a ese enjambre de rebeldes, profanadores de la religión, despojadores de templos, enemigos de su legítimo soberano, a esos caníbales que degradan la humanidad, saboreándose y gloriándose que vuestra sangre sea derramada” [20].

Sin pérdida de tiempo, las órdenes religiosas, el clero y el pueblo en general, en cabildo abierto, decidieron participar y apoyar a D. Pablo Morillo, armaron un ejército con seis batallones que al mando de Sámano marcharon hacia el Cauca y Valle del Cauca, se ubicaron en la Cuchilla del Tambo, sitio estratégico para atacar a Popayán, el 29 de junio de 1816 se presentó en ese lugar la batalla del mismo nombre y fue un desastre para los patriotas. Pablo Morillo, condecoró al cabildo de Pasto. En una misiva les expresa: “…Atendiendo a la acendrada fidelidad y buenos servicios y adhesión al rey con que se ha distinguido el ayuntamiento y habitantes de la provincia de Pasto, en toda la época de la revolución….he venido a conceder al dicho ayuntamiento reunido, los HONORES DE MARISCAL DE CAMPO DE LOS REALES EJERCITOS…” [21]. Un título de honor era la recompensa a tantos sacrificios que Pasto había hecho en favor de España, era, a mi juicio, una tremenda injusticia hacia una ciudad martirizada por sus posiciones políticas. Esta actitud del pueblo de Pasto, sirvió para que esa violencia ejecutada por Morillo en la época de la “reconquista” en toda la Nueva Granada, no afectara a esta región.

Fundamentos de los “Sermones Patrióticos” y la narrativa de la iglesia y el pueblo de Pasto

Para el realismo pastuso era difícil creer que el nuevo gobierno sería garante de la felicidad, el goce de ésta lo garantizaba Dios en la vida eterna; inconcebible cambiar una educación cristiana-humanista, por otra laica, libre y mundana; imposible acceder a una pedagogía destinada a formar valores ciudadanos y no “formar almas para el cielo”; jamás cambiar la FE, guía de los actos humanos por la RAZON, fundada en la praxis y la objetividad; la verdad revelada no era lo mismo que la verdad objetiva descubierta por la ciencia, la una es profundamente religiosa y espiritual, la otra materialista; jamás admitir que ya no era Dios el centro de referencia sino la persona humana, pasar del teocentrismo al antropocentrismo, era para tradicionalismo pastuso: “irreligión” y “ateísmo”, objeto de “condena eterna”.

Por otra parte, ante el avance en la construcción de la Nación y del Estado, la iglesia, en el interior del país fue cediendo e identificándose con los programas de los nuevos gobernantes, en las márgenes, como en Pasto, en el período comprendido entre 1819 y 1824 sucedió lo contrario, la iglesia adoptó una actitud diferente a las disposiciones de la nueva república y a las órdenes que emitieron los jerarcas eclesiásticos convertidos en republicanos, la actitud de los pastusos se radicalizó cuando los soldados de Sucre irrespetaron los templos (Diciembre 24 de 1822), por eso en la proclama de Agualongo, días más tarde se lee:

“testigo es el templo San Francisco en donde se cometieron las mayores abominaciones indignas de nombrarse, pero si acaso ignoráis, sabed que lo menos que se cometía en el santuario era estar los más irreligiosos e impíos con las más inmundas mujeres. Habéis visto, digo, atropellado el sacerdocio, profanado los altares y destruidos con el fraude y el engaño todos los sentimientos de humildad….ahora es tiempo, fieles pastusos, para defender el rey, la religión y la patria” [22].

Al parecer, la toma del templo de San Francisco en Pasto fue deliberada, las tropas de Sucre se ubicaron en ese lugar para someter a esta comunidad que desobedeció la orden del Provincial General emitida desde Bogotá. Los franciscanos, en el interior de Colombia, fueron los primeros en sumarse a la causa emancipadora. Después de 1819, Francisco de Paula Santander, en su calidad de Vicepresidente les sugiere elegir un director o provincial de “reconocido patriotismo celo y conducta… pues es preciso para consolidar la opinión pública y sostener la obra justísima de la independencia que emplee su ministerio enérgicamente en circunstancias de toda especie: que ayude eficazmente al gobierno y que su conducta sirva de ejemplo…” [23].

Siguiendo esta directriz eligieron al padre Marcelino Robayo, adicto a la causa independentista. En una primera circular, el provincial les expresó a los demás franciscanos lo siguiente: “Es un deber inspirarnos y desear que inspiréis el amor y adhesión al gobierno de la República, la observancia de sus leyes, obediencia y respeto a sus magistrados…” [24]. En otro aparte, les invita a trabajar por alejar de sí y de este suelo, “la ignominia y la esclavitud”.

Los franciscanos organizaron en el templo de San Francisco de Bogotá un homenaje dedicado a Bolívar, la tarjeta de invitación decía: “Homenaje al excelentísimo e inmortal Libertador, al Jefe Supremo, al héroe incomparable, espanto de la Iberia y gloria de su patria, al guerrero invicto azote de los tiranos y protector de los hombres, al genio de la empresa, sereno en la adversidad, modesto en la elevación y siempre grande Simón Bolívar, Libertador, Presidente y General de las armas de la República de Colombia” [25].

Hasta antes de 1819, Bolívar era el masón, líder de una revolución que, con seguridad, impondría una doctrina liberal anárquica e irreligiosa que acabaría con las sanas costumbres signadas por la fe, con las creencias católico-religiosas arraigadas en la memoria colectiva.

En un evento denominado “Velada Literaria de las 14 tesis”, se planteó entre otras tesis las siguientes: “La Independencia de América, en nada se opone a la religión de Jesucristo y antes en ella se apoya”; “La España no tiene justicia para reclamar su dominación en América…”; “La América se halla en la forzosa alternativa de o sostener su independencia o someterse a un gobierno de sangre, de fuego y de exterminio”; “El americano no puede ser dichoso dependiendo de su anticuada matriz de España” [26].

Otro Provincial, Fray José Antonio Chávez fue contundente al expresar: “Os mandamos por santa obediencia en virtud del Espíritu Santo, pena de excomunión mayor latae sententiae…(la negrilla es mía), que en ninguna de nuestras iglesias se profiera oración alarmante ni que toque contra la buena fama de los magistrados, que en todas se pida siempre al cielo por la felicidad de la iglesia y del Estado, para cuya ejecución ordenamos a los reverendos padres regentes de estudios que inspecciones todos los sermones y en defecto quedará a cargo de los reverendos padres guardianes el referido examen” [27].

Es clara la posición de esta comunidad en favor de la independencia, así como otras, tanto de hermanas religiosas como del clero regular y secular, que fueron sumándose a la causa, ello explica el silencio de los jerarcas de la iglesia que nunca se pronunciaron condenando los actos arbitrarios y lesivos contra la dignidad humana, cometidos por la soldadesca de Sucre en la navidad de 1824, la voz del clero se calló o por desconocimiento de los hechos o por encubrir lo que sus nuevos aliados cometían.

En Pasto y otros pueblos de su alrededor hubo sacerdotes que valientemente abrazaron la “causa republicana”, la “causa perversa”, al decir de los pastusos, digo valientemente porque Morillo, averiguaba la conducta de “curas sospechosos”, para levantarles juicios, expropiar sus bienes y expulsarlos de la región, recordemos que más de cincuenta eclesiásticos republicanos sufrieron la expulsión de sus curatos, apresados y expatriados a España, en este país fueron conducidos a las mazmorras más seguras de diferentes provincias.

Entre los sacerdotes de esta región reconocidos por su militancia en favor de la independencia encontramos: Presbítero Juan de Ortiz Agueta, párroco del Tambo, quien se mostró simpatizante de la revolución desde los primeros días del conflicto, éste junto al sacerdote Ramón Ordoñez, fueron los precursores de la causa en nuestro medio; Nicolás Zambrano Montesoría, cura de Yacuanquer, denunciado por aparecer como auxiliar de Antonio Nariño; Casimiro de la Barrera, cura de Pasto, acusado por Juan Sámano como simpatizante de la independencia; Juan Bautista Argote, cura de Yacuanquer, quien por haber ordenado un repique de campanas cuando entraron los rebeldes de Quito, fue suspendido de sus funciones; Aurelio Rosero, Vicario y Juez eclesiástico en 1822 y 1823, Bolívar lo nombró como miembro de la Junta que debía proveer los empleos de la república” [28].

Según Margarita Garrido, los “sermones patrióticos” de los curas para “convencer a los feligreses”, eran: “Dios es partidario del gobierno de la república y no de los reyes”; “Dios es creador del hombre libre y por tanto no quiere que los pueblos estén dominados por tiranos”; “Dios es partidario del derecho de gentes y del derecho de insurrección contra los tiranos” [29]. La investigadora referida expresa que hubo forzosamente una interpretación de la biblia, donde Dios es presentado como antimonárquico y partidario de la república, en consecuencia, luchar por la independencia dejaba de ser herejía. Muchos sacerdotes recurrieron a ciertos pasajes bíblicos para demostrar que a Dios le disgustan los reyes porque se convierten en tiranos. Uno de los sermones que llama la atención lo pronuncia el cura de Guaduas, quien aprovecha una eucaristía para comentar a sus feligreses el siguiente pasaje: El pueblo de Israel -les dice- siempre fue gobernado por jueces elegidos de los más virtuosos y buenos de la sociedad, valga expresar que entre ellos estaba Samuel pero debido a su vejez, los israelitas le pidieron a éste les nombrara un rey para que los gobierne, consultado el Señor, le dijo: “escucha la voz de ese pueblo, dadles rey, porque no te han desechado a ti, sino a mí, para que no reine sobre ellos” [30]. Ahora, hazles presente lo que puede hacer el “rey que reinará sobre ellos”, Samuel trasmite el mensaje y les advierte: “Esta será la potestad del rey que os mandará: Tomará vuestros hijos para que le trabajen; sacará tributos de los cultivadores de la tierra; tomará vuestras hijas; os quitará lo mejor de vuestros campos, viñas y olivares; diezmará vuestras mieses, vuestros ganados y lo más grave es que todos vosotros vendréis a ser esclavos suyos…Por lo que alzaréis el grito a causa del rey que elegisteis, y entonces el Señor no querrá escuchar vuestros clamores, porque vosotros mismos pedisteis tener un rey”[31]. El pueblo no quiso dar oídos a las razones de Samuel y todos dijeron: “Habrá un rey sobre nosotros”.

La Dra. Margarita Garrido, nos trae otro ejemplo de sermón patriótico el que pronunció el cura de Ciénega- pueblo de Chivatá- cuya prédica, en resumen fue: “El Señor nos enseña en el libro de Isaías que rompamos las ataduras y los lazos de los tiranos sin permitir que se oprima al inocente y por tanto la independencia no es herejía” [32].

Estos sermones adecuados a las nuevas circunstancias sirvieron para hacer énfasis en que Dios es antimonárquico, que desprecia a los reyes autoritarios y es, por el contrario, justo y bueno con un pueblo que sabe apreciar y ejercer la libertad, en otras palabras, la unidad Dios-Rey, se rompió, ahora, la relación es Dios-pueblo, o sea, ser antimonárquico no significaba abandonar a Dios sino glorificarlo. Este tipo de sermones llevó a los gobernantes de la nueva república a centrar su atención en los sacerdotes dada su notoria influencia sobre la feligresía, ellos podían reorientar la vida, construir una nueva conciencia ciudadana y formar una opinión favorable para consolidar la independencia.

A los pastusos les sorprendía el cambio ideológico de la iglesia en todo el territorio neogranadino, para éstos era el momento de poner a prueba la tradición religiosa y la lealtad al juramento, esto implicaba: Observancia de la autoridad del Papa y del Rey; respeto a la tradición cristalizada en el tiempo por la religión; práctica de los valores éticos y morales signados por la doctrina católica; identificación con las costumbres enraizadas en el pasado, prolongadas y sustentadas por múltiples generaciones; inclinación por una educación teológica como camino seguro para llegar a Dios, en fin, respeto por la presencia de Dios que animaba la acción de sus “padres naturales”, los reyes católicos y, desde luego, rechazo radical a las doctrinas liberales.

Son abundantes las demostraciones que develan la actitud consecuente de los habitantes de Pasto. Veamos algunos hechos: Cuando Don Antonio Nariño quiso someterlos en 1814, a la iglesia no le asustaba tanto, el armamento, recursos y soldados que el precursor traía, cuanto la influencia espiritual que el “hereje”, “masón” e “impío” podía ejercer sobre el pueblo, por ello, el clero desde el púlpito, lo señalaba con los calificativos antes señalados pues sabían de sus posiciones radicales contra España. Se acercaba el “terrorífico” Nariño y había que defenderse. Ante la intimidación que el Precursor les hizo a través de una comunicación, le respondieron: “nosotros….en fuerza de nuestros principios santísimos, hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, usos y costumbres, de fuera nos han venido las perturbaciones y las atribulaciones de nuestros hermanos…nosotros no apetecemos esta guerra sino la paz” [33] y rematan diciéndole: “Sería una impertinencia preguntar a Usía con qué autoridad viene a invadir a un pueblo que halla su conveniencia en vivir bajo las sabias y equitativas leyes del gobierno español…?” [34].

Las monjas concepcionistas de Pasto, no obstante su clausura, le permitían a Agualongo refugiarse y guardar armas en su convento, ellas, en un acto, “de amor al rey”, repartieron los cartuchos a cada soldado cuando guerrilleros del Patía y pastusos entraron en combate para recuperar la ciudad que estaba en poder de los patriotas dirigidos éstos por Joaquín de Caicedo y Cuero, en mayo de 1812 [35].

Para la iglesia significaba un cambio radical, ayer, la proclamación y la lucha por la independencia era de los ateos, ahora, en pocos días, adquirida la libertad, todo estaba de conformidad con la “doctrina de Jesucristo”. La situación en la ciudad sagrada del realismo, como era Pasto, el momento era diferente, valga expresar que la mágica palabra del Obispo Jiménez Enciso, asesor espiritual de los pastusos perdió toda credibilidad, para éstos dejó de ser su consejero y amigo para convertirse en “traidor a la causa” cuando conocieron de su amistad con Bolívar y su aceptación de las ideas republicanas que tanto había condenado. No quisieron escuchar su voz y lo desconocieron cuando quiso apaciguar los ánimos que surgieron en apoyo a Agualongo y a su grupo quienes rechazaron la firma de las capitulaciones de 1822, lo mismo hicieron con los aristócratas que estuvieron de acuerdo con ese pacto que, sin lugar a dudas, favorecía los intereses de esta élite.

Finalmente, considero importante observar una paradoja político-religiosa que se presentó con la Virgen de Chiquinquirá y la Virgen de las Mercedes de Pasto, a la primera, la consagraron como defensora de la causa republicana, a la segunda, de la causa realista, ambas imágenes eran, cada una por su lado, objeto de ostentosas manifestaciones de fervor en procesiones, misas y ofrendas cotidianas. Antes de salir a los combates, devotamente, los pastusos le ofrecían una eucaristía, oraban, la paseaban por las calles, la volvían al templo y como enjambres, mujeres y hombres empuñaban las armas para salir en busca del enemigo, recordemos que las mujeres organizadas fueron las protagonistas de la derrota infringida al precursor Antonio Nariño.

Con base en lo anterior, es preciso preguntarnos: Por qué esta actitud radical de Pasto en contra de la independencia?. No es fácil resolver el interrogante pero me atrevo a plantear las siguientes hipótesis y conclusiones.

Primero: Pasto fue objeto de un tratamiento descomedido y de una represión injustas, pues es inconcebible que los precursores de la independencia, como Bolívar, Santander, Nariño, Montufar, Sucre, Caicedo y Cuero y otros más, conocedores y practicantes de la doctrina liberal, no hubiesen hecho un trabajo político, una pedagogía o una acción diplomática con el cabildo, con los dirigentes y con el pueblo para explicarles la razón de su lucha, para hacerles conocer el significado de ciudadanía, de nación, de pueblo, de soberanía, de democracia, en fin, de todo ese nuevo lenguaje que la modernidad aportó y tratar de convencerlos sobre la necesidad de alcanzar la independencia de España que para ese momento era una nación en crisis que solo buscaba fortalecerse para continuar con su dominación. En síntesis, el diálogo estuvo ausente, pues todos quisieron resolver el conflicto no por la fuerza de la razón sino por la razón de la fuerza, es verdad que hubo proclamas, escritos, discursos, llamados a la observancia de la paz, pero siempre se hicieron al calor del combate o al filo de la confrontación, nunca hubo un tratamiento digno para Pasto, siempre estuvo presente la agresión.

Segundo: Incluyo en este análisis otro referente importante relacionado con la autonomía. En qué se concretaba la búsqueda de la autonomía?. En la independencia frente a la Audiencia de Quito lugar de recepción de todos los conflictos jurídicos que acaecían en esta región y que nunca fueron resueltos con diligencia hasta el punto de que muchas veces los implicados tenían que trasladarse a esa ciudad a exigir soluciones, sin encontrarlas, en otras, según la gravedad o importancia del asunto, los expedientes se enviaban al Consejo de Indias, cuando ello sucedía los fallos nunca llegaban por la enorme congestión burocrática de los organismos jurisprudenciales de España. Pasto era del criterio de que la justicia basada en la legislación indiana se administrase en el seno de su territorio.

Desde el punto de vista administrativo, los pastusos también buscaban liberarse de la tutela de la gobernación de Popayán cuyos gobernantes españoles y criollos administraban las “provincias del sur”, como llamaban a este territorio, como si fuese una hacienda, de aquí obtenían recursos, impuestos, tierras, mano de obra, productos agrícolas y ganaderos, en fin, beneficios múltiples sin retribuciones de ninguna índole.

Ambas ciudades, Quito y Popayán, tenían más preeminencia que Pasto, por eso, los gobernantes de esta ciudad siempre solicitaron al rey y a las autoridades españolas de la Nueva Granada la creación de un obispado, el traslado de la casa de la moneda que funcionaba en Popayán a Pasto, varios colegios seminarios y la solución pronta de los conflictos socio-jurídicos sin que nunca obtuvieran respuesta favorable, de ahí que los patriotas quiteños cuando invitaron a Pasto a participar de la revolución les recuerdan que la relación entre esta ciudad y Quito era más estrecha que la relación con Santa Fe de Bogotá. En síntesis, había dependencia jurídica y religiosa de Quito y dependencia administrativa de Popayán.

Tercero: Los pastusos mediante su lucha buscaban mantener su status de “región política”. El modelo monárquico de organización estatal constituido por España era supuestamente centralizado pero por lo extenso del territorio hispanoamericano no le fue posible constituir una unidad, una comunión de intereses, por eso, en las provincias apartadas como Pasto, la iglesia, terratenientes, comerciantes, burócratas y sectores populares se acomodaron a esta forma de administración cuasi independiente, no obstante, las permanentes peticiones de atención y solución a sus problemas, ante el olvido de esta región, tomaron sus propias determinaciones y se gobernaron a su manera. La élites locales fueron construyendo espacios de poder económico, político y social, sin lugar a dudas, Pasto, gozaba de una autonomía relativa y de un autogobierno local controlado por el cabildo, pensar en someterse al control de un gobierno republicano fuera éste centralista o confederado, tal como se les exigía, era perder ciertas ventajas como: comerciar sin pago de los impuestos que la nueva constitución imponía, conservar sus bienes, manejar la burocracia, conformar redes clientelares, mantener sus tierras comunales, pagar mínimos tributos, conservar sus relaciones regidas por la iglesia, vivir en paz con sus costumbres y creencias religiosas, etc. Este status de región era lo que defendían los pastusos y, desde luego Agualongo, después de la ruptura con la nobleza.

Cuarto: Un referente esencial que poco ha sido tratado en la historiografía regional cuando se habla del movimiento independentista en Pasto es el HONOR. Este valor es supremo, es una virtud individual y colectiva, tiene que ver con el compromiso, con la lealtad, con el respeto a la palabra empeñada, con el juramento personal o público, el honor, obliga a cumplir las normas y deberes. En política, el honor es la firme defensa de principios, no admite cambios, ni oscilaciones ni dudas, por ello, la traición, la deslealtad, la infidelidad, el abandono de una ideología por otra, es desvergüenza, deshonor e irrespeto.

Quinto: La postura política de Pasto se sustentaba en el concepto de que el rey representaba la “legítima autoridad”, para ellos el rey es su “padre natural”. Con respecto a la religión católica, ésta es el camino expedito para llegar a Dios, cualquier otra ideología era condenada con vehemencia. La religión constituía la mayor riqueza moral, inigualable y ejemplar. La Madre Patria, como siempre calificaron a España, atravesaba por aquellos días de la independencia la peor crisis de su historia pues estaba invadida por los franceses al mando de Napoleón Bonaparte, por eso, en esos momentos aciagos, necesitaba del socorro de sus hijos, ello explica el comportamiento de Pasto al declararle abiertamente la guerra al país invasor. Es muy diciente este llamado de los españoles:

“Si os llamáis hijos de la Madre España, cómo podéis dejar de amar y obedecer a vuestra madre y evitarle todo pesar en ocasión en que más necesita de vuestro socorro? No, hasta que seáis españoles, si no sois de España, nunca es vuestra madre más digna de vuestro amor, de vuestro reconocimiento….Fernando También os dice: que quien no reconoce y respeta el gobierno que representa su real persona y soberana autoridad, no le ama sino de boca…” [36].

Por eso, Pasto demostró hasta la saciedad su amor y su respeto al rey y a España.

Sexto. Pasto defendió el sistema monárquico modelo diferente al republicano, por tanto, la confrontación va más allá del ruido de los armas, tiene que ver con la confrontación entre la modernidad y la tradición, el nuevo orden mundial y nacional afectaba la política, la filosofía, la religión y desde luego los intereses económicos, políticos, sociales, educativos, la nueva constitución colombiana acababa con las soberanías locales.

Planteo que las contradicciones de este período importante de nuestra historia han sido tratadas haciendo énfasis en el aspecto militar y como el enfrentamiento entre “patriotas y realistas”, a mi juicio, hay una contradicción fundamental y más profunda es la antítesis entre modernidad y tradición, entre lo nuevo y la restauración del viejo orden. La defensa del modelo monárquico era la defensa de la tradición. El señalamiento dirigido a los pastusos de aquella época con una carga de desprecio y de ofensa era el de “pastusos realistas”. El realismo, era una posición política que defendía un sistema de gobierno y no lo hacían por ignorancia, por el contrario, tenían claro que sostener el modelo les representaba a todos ventajas y privilegios.

Séptimo. Estudiar a Pasto como “REGION POLÍTICA” y relacionar la defensa de la autonomía y la autodeterminación con el papel jugado por Agualongo, sobre todo en los cinco últimos años de su accionar permite ubicarlo en otra dimensión. Acudo a la siguiente cita:

“Agualongo no debe estudiarse ni analizarse solamente desde su faceta como realista. Fue signo de una región olvidada, de una raza bravía y valerosa, de un pueblo dominado y engañado a través de los siglos….que sufrió su destrucción a sangre y fuego por invasores que buscaron el aniquilamiento total en nombre de una cultura que irrumpió con sevicia apocalíptica sobre pueblos diferentes pero siempre con derecho a ser respetados….[37].

Octavo. En Pasto, por métodos violentos se impuso relativamente parte del “corpus” doctrinal del liberalismo y la modernidad. Quienes defendían ideas y pensamientos divergentes, fueron reprimidos y exageradamente estigmatizados, pues desde aquellos tiempos hasta el presente los habitantes de estas tierras hemos sido objeto de señalamientos, discriminaciones, burlas y epítetos de quienes no conocen la historia de este pueblo. Contra Pasto se privilegió el lenguaje de las armas, pero esta ciudad y sus gentes supo responder con valor y lealtad ese embate ideológico que quería convertirnos en lo que no éramos, e ahí EL HONOR DE SER PASTUSO.

Véase también

Referencias

  1. Dussel, Enrique. Europa, Modernidad, Eurocentrismo y América Latina. En: Castro, Santiago, MIgnolo, Walter; otros. La Colonialidad del Saber, Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas, República Dominicana, Clacso, Unesco, 1993, p, 45.
  2. Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución en Colombia en América Meridional. Biblioteca cultural colombiana, Bogotá, 1942, p. 97
  3. Archivo Municipal de Pasto, libro capitular, año de 1808, f. 148.
  4. Archivo Histórico de Pasto 1808-1828. Fondo Cabildo de Pasto, Sección Independencia, Caja 10, libro 1813, folio 17, febrero 17 de 1813.
  5. Cortés Donoso, Juan. Ensayos sobre el catolicismo. Op. Cit. P. XXIV.
  6. Ibid. P. XXX.
  7. Gangotena y Jijón, Camaño. Documentos referentes a la campaña de Ibarra. Editorial Luz de América, Quito, 1923, p. 6
  8. Extracto del Bando del Cabildo al pueblo de Pasto, marzo 6 de 1816, Real Academia de la Historia, Madrid, Sign.7650, leg. 7.
  9. Donoso Cortés, Juan. Catolicismo….Op. Cit. P. XXXIII.
  10. Extracto del Acta del Cabildo de Pasto de mayo 28 de 1822, Manifiesto del General Basilio García. Cit. Rincón, Nemesiano. El Libertador Simón Bolívar Presidente de la República de Colombia en la campaña de Pasto. Talleres gráficos, Banco de la República, 1973, ps. 206-209.
  11. Archivo Histórico Municipal de Pasto. AHMP. Carta del Ayuntamiento Constitucional de Pasto, junio 13 de 1814
  12. Gangoten y Jijón, Ciro. Documentos referentes a la batalla de Ibarra. Op. Cit. ps. 33,34.
  13. Archivo General de Indias. Sevilla. Extracto de la carta del ayuntamiento constitucional de Pasto, dirigida al rey, el 13 de junio de 1814, leg. 276, f. 1, Firman: Ramón Bucheli, Mariano Santacruz, Joaquín de Ibarra y Burbano, Francisco Díaz Hidalgo, Francisco Zambrano y José Eusebio Burbano.
  14. Marroquín, José Manuel. El Clero en la emancipación de la Nueva Granada. En: Repertorio Histórico, Academia Antioqueña de Historia, Año 6, Nro. 12, Medellín, 1924, p. 467.
  15. Archivo Histórico Municipal de Pasto, libro Capitular, año de 1808, f. 148.
  16. Ibíd., año de 1808, f. 148.
  17. Biblioteca Nacional, Archivo Ortega Ricaurte, Oratoria Sagrada, Caja 322, paquete 1, parroquia de Turmequé, 26 dic. 1819. Cit. por: Garrido, Margarita. Los Sermones Patrióticos y el Nuevo Orden en Colombia, 1819-1820. En: Boletín de Historia y Antiguedades, Academia Colombiana de Historia, Vol. XCI, Nro.826, Bogotá, D.C., 2004, p. 463.
  18. Ibíd., p. 465.
  19. Proclama de Pablo Morillo a los pueblos de la fiel provincia de Pasto, dada desde el cuartel general de Cartagena, en febrero 7 de 1816. Real Academia de Historia, Madrid, Catálogo Conde de Cartagena, sign.7650, leg. 7.
  20. Extracto del bando del cabildo al pueblo de Pasto, marzo 6 de 1816, Real Academia de Historia, Madrid, sign. 7650, leg. 7.
  21. Título concedido en septiembre 23 de 1816. Real Academia de Historia, Madrid, Catálogo Conde de Cartagena, sign. 9/7689.
  22. Gangotena y Jijón Camaño. Documentos….Editorial Luz de América, Op. Cit. p. 6.
  23. ARCHIVO DE LA PROVINCIA FRANCISCANA DE LA SANTAFE, Libro de Provincia , f, 64 r.v. Cit. por, Mantilla, Luis Carlos. Los Franciscanos en la Independencia de Colombia, Universidad de San Buenaventura, Santafé de Bogotá, 1995, p. 56.
  24. Ibid, p. 59
  25. Tarjeta de invitación al acto literario denominado “Velada Literaria de las 14 tesis” llevado a cabo en el Templo de San Francisco, el 18 de abril de 1820. Ibid, p. 68.
  26. Ibid. Ps. 68,69 y 70.
  27. Ibid. P. 79.
  28. Estos nombres fueron extraídos de numerosos textos, libros y documentos relacionados con la independencia. Cabe anotar que no existen, al menos en nuestro medio, investigaciones sobre este tópico.
  29. Garrido, Margarita. Los Sermones Patrióticos….Ibíd., p. 470.
  30. La Sagrada Biblia. TERRANOVA EDITORES LTDA, Santafé de Bogotá, 1992. Antiguo Testamento, Libros Históricos, 1 Samuel, Capítulo 8, Versículos, 7-19, p. 254.
  31. Resumen de los versículos de la Biblia. Ibid, p. 469.
  32. Garrido, Margarita. Los sermones patrióticos y el nuevo orden en Colombia, 1819-1820. Ibid, p. 471.
  33. Guerrero Vinueza, Gerardo León. Pasto en la Guerra de Independencia. 1809-1824, TECNOIMPRESORES LTDA, Santafé de Bogotá, 1994. P. 90.
  34. Ibíd., p. 91.
  35. Ver. Ortiz, Sergio Elías. Agustín Agualongo y su Tiempo. Op. Cit. P. 192.
  36. A.H.P. Fondo Cabildo de Pasto, caja 10, tomo2, 1811, fol. 27-30).
  37. Penagos Casas, Edgar. Cit. Herrera, Enrique. Agualongo a través de los tiempos. En. Manual de Historia de Pasto, Tomo IV, Junio del 2000, Pasto, p. 68.

Bibliografía

  1. Cortés Donoso, Juan. Ensayos sobre el catolicismo.
  2. Dussel, Enrique. Europa, Modernidad, Eurocentrismo y América Latina. En: Castro, Santiago, MIgnolo, Walter; otros. La Colonialidad del Saber, Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas, República Dominicana, Clacso, Unesco, 1993.
  3. Gangotena y Jijón, Camaño. Documentos referentes a la campaña de Ibarra. Editorial Luz de América, Quito, 1923.
  4. Garrido, Margarita. Los sermones patrióticos y el nuevo orden en Colombia, 1819-1820.
  5. Guerrero Vinueza, Gerardo León. Pasto en la Guerra de Independencia. 1809-1824, TECNOIMPRESORES LTDA, Santafé de Bogotá, 1994.
  6. La Sagrada Biblia. TERRANOVA EDITORES LTDA, Santafé de Bogotá, 1992. Antiguo Testamento, Libros Históricos, 1 Samuel, Capítulo 8, Versículos, 7-19.
  7. Marroquín, José Manuel. El Clero en la emancipación de la Nueva Granada. En: Repertorio Histórico, Academia Antioqueña de Historia, Año 6, Nro. 12, Medellín, 1924.
  8. Penagos Casas, Edgar. Cit. Herrera, Enrique. Agualongo a través de los tiempos. En. Manual de Historia de Pasto, Tomo IV, Junio del 2000, Pasto.
  9. Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución en Colombia en América Meridional. Biblioteca cultural colombiana, Bogotá, 1942.

Fuentes documentales

  1. A.H.P. Fondo Cabildo de Pasto, caja 10, tomo2, 1811, fol. 27-30).
  2. ARCHIVO DE LA PROVINCIA FRANCISCANA DE LA SANTAFE, Libro de Provincia, f, 64 r.v. Cit. por, Mantilla, Luis Carlos. Los Franciscanos en la Independencia de Colombia, Universidad de San Buenaventura, Santafé de Bogotá, 1995.
  3. Archivo General de Indias. Sevilla. Extracto de la carta del ayuntamiento constitucional de Pasto, dirigida al rey, el 13 de junio de 1814, leg. 276, f. 1, Firman: Ramón Bucheli, Mariano Santacruz, Joaquín de Ibarra y Burbano, Francisco Díaz Hidalgo, Francisco Zambrano y José Eusebio Burbano.
  4. Archivo Histórico de Pasto 1808-1828. Fondo Cabildo de Pasto, Sección Independencia, Caja 10, libro 1813, folio 17, febrero 17 de 1813.
  5. Archivo Histórico Municipal de Pasto, libro Capitular, año de 1808, f. 148.
  6. Archivo Histórico Municipal de Pasto. AHMP. Carta del Ayuntamiento Constitucional de Pasto, junio 13 de 1814.
  7. Archivo Municipal de Pasto, libro capitular, año de 1808, f. 148.
  8. Biblioteca Nacional, Archivo Ortega Ricaurte, Oratoria Sagrada, Caja 322, paquete 1, parroquia de Turmequé, 26 dic. 1819. Cit. por: Garrido, Margarita. Los Sermones Patrióticos y el Nuevo Orden en Colombia, 1819-1820. En: Boletín de Historia y Antigüedades, Academia Colombiana de Historia, Vol. XCI, Nro.826, Bogotá, D.C., 2004.
  9. Extracto del Acta del Cabildo de Pasto de mayo 28 de 1822, Manifiesto del General Basilio García. Cit. Rincón, Nemesiano. El Libertador Simón Bolívar Presidente de la República de Colombia en la campaña de Pasto. Talleres gráficos, Banco de la República, 1973.
  10. Extracto del Bando del Cabildo al pueblo de Pasto, marzo 6 de 1816, Real Academia de la Historia, Madrid, Sign.7650, leg. 7.
  11. Proclama de Pablo Morillo a los pueblos de la fiel provincia de Pasto, dada desde el cuartel general de Cartagena, en febrero 7 de 1816. Real Academia de Historia, Madrid, Catálogo Conde de Cartagena, sign.7650, leg. 7.

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Créditos

  • Gerardo León Guerrero Vinueza 2023. Dr. Historia de América. Miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia