Diferencia entre revisiones de «María Botero Robledo»

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  |description=Biografía de la escritora y colombiana nacida en Pereira Risaralda en 1892. Es autora de ''Recuerdos de un viaje'', obra publicada en 1929 por la Editorial Aramburu de Pamplona.
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*[[Agripina Montes del Valle]]
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*[[Rosario Grillo de Salgado]]
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*[[Claudina Múnera Mejía]]


==Referencias==
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==Créditos==
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*1. Junio de 2024. Biografía escrita por Rigoberto Gil Montoya para el proyecto Mujeres escritoras centenarias del Gran Caldas II etapa, en el marco del centenario del Banco de la República.
*1. Junio de 2024. Biografía escrita por Rigoberto Gil Montoya para el proyecto Mujeres escritoras centenarias del Gran Caldas II etapa, en el marco del centenario del Banco de la República.
 
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Revisión actual - 20:38 25 sep 2024


María Botero Robledo
Ilustración de María Botero Robledo. ©Natalia Manzano Ávila
Datos generales
Nombre María Botero Robledo
Fecha de nacimiento 1892
Nacionalidad Colombiana Bandera de Colombia }}
Ocupación Escritora
País de nacimiento Colombia, Bandera de Colombia }}
Ciudad de nacimiento Pereira, Risaralda
Fecha de fallecimiento 1970
País de fallecimiento Colombia, Bandera de Colombia }}
Ciudad de fallecimiento Cali, Valle del Cauca


Maria Botero Robledo fue una viajera y aventurera, en 1.916 a sus 24 años, emprendió un viaje entre Manizales y Cartagena, lo hizo a lomo de mula, en tren y en barco. Maria escribió su travesía en el libro “Recuerdos de un viaje”. Tomó distancia de lo que acostumbraban a escribir las mujeres de la época, como era la poesía y los relatos breves en periódicos. Ella impuso en su libro la descripción de los paisajes y las anécdotas vividas durante el viaje.

Biografía

María Botero Robledo: una joven viajera

María Botero Robledo nació en Pereira en 1892 y murió en Cali en 1970. Es autora de Recuerdos de un viaje, obra publicada en 1929 por la Editorial Aramburu de Pamplona, bajo el arbitrio del agustino Fray Pedro Fabo de María. En el prólogo que le hace al libro, el padre Fabo deja claro que presenta a los lectores a una “ilustre dama” que empezará a hacer parte de la “república de las letras”. Ella le habría pedido esa presentación y él no pudo negarse; tampoco pudo negarse a editar el “primoroso folleto” en su país; en la misiva que le envió, ella le manifestó el deseo de que en su obra quedaran impresas “las caricias de la Madre España” [1].

El libro de María Botero recoge la experiencia de la autora de un viaje de ida y vuelta que, a sus 24 años, emprendió con su familia entre Manizales y Cartagena en 1916. Así, Recuerdos de un viaje se constituye en una labor de memoria que la autora se empeña en revelar 13 años después: “Ya determina ella el alcance de su obra. Los amigos pidiéronle que escribiera sus recuerdos de turista y condesciende. ¿Quién le va a exigir más? (9-10)”, escribe Fabo.

Esa exigencia a la que alude el sacerdote crítico, aunque se apresura a decir que fue él quien le rogó a la autora que “diera a la estampa” su manuscrito, desvela las señales de una época en la que no era frecuente que las mujeres escribieran con miras a publicar. En su reseña sobre el libro de Botero, Salvador Tello [2]. escribió en La Voz de Caldas: “Aquí, en esta tierra de literatos, se nos hace raro dar con un libro escrito por una mujer y cuando tenemos la fortuna de saborear algunas páginas salidas de la pluma de una de nuestras damas, sentimos la fruición de lo desconocido y devoramos la obra con vivísimo placer”[3]

Hablamos de una época, la de las primeras décadas del siglo XX, en la que las mujeres empezaban a ser admitidas en los centros educativos y a desempeñar roles más allá de los que les aseguraba una estructura patriarcal en relación con su papel de madre y cimiento del hogar. Se hacen voceras de lo que algunas instituciones denominan el “feminismo católico”, lo que limitaba sus aspiraciones y las circunscribía al conservadurismo en el tratamiento de temas caros a la sociedad: las relaciones sentimentales, las costumbres familiares, la vida de pareja, las dudas morales, la melancolía, las búsquedas espirituales. A la mujer se le endilgaban virtudes como dulzura, orden, entrega, responsabilidad, abnegación, sacrificio. Virtudes marianas que solían acentuarse en las homilías y púlpitos. Pero, como lo expresa el albacea-editor de María Botero, las mujeres “son también resplandor de inteligencia” (10). Así que estarían en disposición de escribir “un ramillete de pensamientos íntimos, sencillos, pulcros y olorosos a un feminismo tal, que sienta bien así entre las grandiosidades de los alcázares como entre la penumbra de los santuarios (…) un ramillete, en fin, que orea el cerebro y el corazón con efluvios de inocencia de colegiala que viaja por un mundo desconocido” (7-8)”, anota Fabo.

Lo común era que las mujeres escribieran poesía o relatos breves en periódicos y revistas, sobre temas religiosos y morales, desde una perspectiva romántica o costumbrista, sobre modelos de autoras como Gabriel Mistral y Juana de Ibarbourou. No era común que publicaran libros, porque ello implicaba tener acceso, en medio de la precariedad editorial del país, a un círculo intelectual agenciado por los hombres. Se comprende por qué las propias mujeres dudan del alcance de su escritura y piden que se las trate con generosidad. En “Advertencia”, María Botero aclara que “No he pretendido jamás figurar en el bello campo de la literatura, tanto más temido cuanto es más deleznable, y en el que basta una plumada para caer en el fango del ridículo. Suplico, por eso, a los que leyeren, anticipen su indulgencia y disimulen los errores que encuentren” (13).

En Recuerdos de un viaje María narra con fluido preciosismo los avatares de un viaje que se hizo a lomo de mula, en tren y en barco. Algo de la ruta de este viaje recuerda el último que emprendió Bolívar cuando dejó Bogotá, llegó hasta Honda y desde allí tomó un champán que lo condujo por el río Magdalena hasta Santa Marta, como lo novela García Márquez en El general en su laberinto (1989). Se impone en la escritura de María Botero la descripción adornada de los paisajes, mezclada con breves anécdotas de momentos vividos en diversos escenarios, en los que compartió veladas y paseos con lugareños y extranjeros. En la mirada de esta joven viajera habita el asombro por la novedad y por los pálpitos de la vida moderna. De ahí su interés por hablar de los nuevos medios de transporte. Cuando tomó el tren dejó dicho: “¡qué espectáculo tan entusiasmador oír el pitazo del tren, sentir el ruido de los coches y vagones que, movidos por la arrogante locomotora, huellan la carrilera, se pierden en la verde llanura y no dejan como recuerdo de su vista sino el humo de una ilusión” (19-20).

Sabemos poco de la vida de María Botero. Dejó un libro bellamente impreso, acompañado de una veintena de imágenes de los lugares visitados. Dos sobresalen: la de la autora, elegante en su postura frente a la cámara, ataviada de abalorios y adornada con una flor roja. La otra imagen muestra la fachada de su casa céntrica de Manizales, vistosa en su estilo republicano. Nos dejó mucho de su sensibilidad: “En las horas de ocio contemplo el río, pidiéndole a la brisa que lleve recuerdos a mi tierra” (31).

Fragmentos de la obra Recuerdos de un viaje (1929) de María Botero Robledo:

“Dormimos el según día en Mesones; al tercero, conocimos La Florida y llegamos al Fresno; teníamos cerca el cable funicular aéreo, obra de gran porvenir para nuestra tierra. ¡Cómo sorprende el movimiento de los cables, sostenidos en torres, colocadas a corta distancia unas de otras, salvando grandes abismos, con el rodar de las vagonetas que van y vienen con un sosiego que parece vuelo de pájaros que otean el paisaje” (p. 17)

“Estudiar el corazón de la mujer es analizar un enigma, solo comprendido por el Supremo Artista que lo formó. Templó Dios la lira de la creación y le dio gran afinamiento a la lira del corazón femenino para que, al lanzarlo al mundo, no fuera capaz de destemplarlo ni aun el frío mortal del egoísmo” (p. 47).

“Se observan en cada población costumbres distintas; en Barranquilla no se ve a nadie descalzo, ni se ven ruanas ni pañolones, a no ser forasteros; las muchachas del pueblo, montadas en burros, van de un extremo a otro de la ciudad; la mayoría de las que conocí llevaban guirnaldas de flores naturales que compran en el mercado donde se encuentran bellísimas; conocí allí cabelleras naturales muy hermosas; las hay negras como azabache y otras de color de ébano ligeramente ondeado y brillantísimo” (pp. 58-59)

Véase también

Referencias

  1. Botero Robledo, María (1929). Recuerdos de un viaje. Pamplona: Editorial Aramburu.
  2. Salvador Tello, autor de los libros Selvas colombianas (1930) y Colombia ante los judíos (1936).
  3. Tello Mejía, Salvador (1930). “El libro de María Robledo”, La Voz de Caldas, Manizales, 24 de agosto.

Bibliografía

  • Botero Robledo, María (1929). Recuerdos de un viaje. Pamplona: Editorial Aramburu.
  • Tello Mejía, Salvador (1930). “El libro de María Robledo”, La Voz de Caldas, Manizales, 24 de agosto.
  • Tello es autor de los libros Selvas colombianas (1930) y Colombia ante los judíos (1936).

Bibliografía disponible en la colección bibliográfica

  • Recuerdos de un viaje / María Botero Robledo. Topográfico: 918.6 B67r

Créditos

  • 1. Junio de 2024. Biografía escrita por Rigoberto Gil Montoya para el proyecto Mujeres escritoras centenarias del Gran Caldas II etapa, en el marco del centenario del Banco de la República.


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