Colección de Arte del Banco de la República

From Enciclopedia | La Red Cultural del Banco de la República
Colección de Arte del Banco de la República
Datos generales
Nombre Colección de Arte del Banco de la República
Fecha de creación Noviembre de 1957
Ubicación Museo de Arte Miguel Urrutia, Biblioteca Luis Ángel Arango
Ciudad Bogotá
Piezas 6222 (agosto de 2018)
Sitio web Colección de Arte en línea


La Colección de arte del Banco de la República es una de las colecciones más grandes del país. Tras más de 6 décadas de coleccionismo riguroso y constante, hoy cuenta con cerca de 6.000 obras de arte entre las que se encuentran obras de arte colombiano, latinoamericano e internacional. Esta colección ha crecido gracias al programa de adquisición anual y a las diferentes donaciones que recibe: La más destacada es la donación realizada por el maestro Fernando Botero.

Historia

Inicios y primeras adquisiciones

La Colección de Arte del Banco de la República de Colombia inició en noviembre de 1957 con la adquisición de tres obras: Mandolina sobre silla, de Fernando Botero, Ángel volando en la noche, de Cecilia Porras, y El Dorado #2, de Eduardo Ramírez Villamizar, piezas incluidas en la muestra Salón de Arte Moderno organizada por el Banco en la Biblioteca Luis Ángel Arango—entonces recientemente inaugurada—.

Santa Marta. Edward Walhouse Mark

Según José Darío Uribe, Gerente general del Banco de la República de Colombia para comienzos del siglo XXI, "el impulso principal al establecer estas colecciones no ha sido el deseo de atesorar, sino el interés por preservar y poner al alcance de todos los colombianos obras de arte que contribuyan al desarrollo intelectual del país.”

De esas primeras adquisiciones, cabe destacar una serie de acuarelas del paisajista y artista británico Edward Walhouse Mark, a partir de las cuales se inició la colección de viajeros del siglo XIX, y que al mismo tiempo refleja otro de los objetivos que se trazó el Banco de la República de Colombia con el desarrollo de esta Colección: reunir un conjunto de piezas históricas y representativas del arte nacional que dieran una idea muy completa de lo que ha sido la plástica colombiana desde la Colonia hasta nuestros días.

Así mismo, en los primeros años de la Colección, una de las prioridades fue la de incluir obras de artistas jóvenes, ganadores de los salones de arte, o figuras activas en el panorama artístico local. Según el crítico Juan Manuel Ospina, “más que certidumbres había claras esperanzas en relación a estos artistas, que el tiempo se encargaría de transformar en los maestros colombianos del siglo XX: Fernando Botero, Enrique Grau, Edgar Negret, Alejandro Obregón, Cecilia Porras, Eduardo Ramírez Villamizar, Carlos Rojas y Guillermo Wiedemann.” (Juan Manuel Ospina. Colección Permanente de pintura. Banco de la República de Colombia, 1985). Más adelante, y siguiendo este interés particular, en las décadas de 1980, 1990 y 2000, se incluirían nombres como Bernardo Salcedo, María Fernanda Cardoso, Santiago Cárdenas, María Teresa Hincapié, José Antonio Suárez, Liliana Angulo y Luis Caballero.

Cabeza de hombre llorando. Oswaldo Guayasamín.

En noviembre de 1960 se adquirió la primera obra que procedía de un artista extranjero, Cabeza de hombre llorando de Oswaldo Guayasamín, ampliando así el carácter de la Colección al ámbito internacional. Según la crítica Carolina Ponce de León, este nuevo interés fue “una iniciativa que se tradujo en muestras individuales y colectivas que se registraron, en esos primeros años, con la adquisición de obras de José Luis Cuevas, Roberto Matta, Manuel Felguerez, Fernando de Szyszlo, Armando Morales, Abularach y Vicente Rojas, entre otros.” (Carolina Ponce de León. Antología de obras de la Colección Permanente. Banco de la República de Colombia, 1990).

Un comité de para el crecimiento de la colección

Entre 1984 y 1985, con motivo de la reestructuración de la Subgerencia Cultural, el Banco de la República de Colombia estableció un comité asesor de artes pláticas —conformado por artistas, gestores culturales, críticos de arte e historiadores— que se dio a la tarea de establecer los parámetros a seguir en la adquisición de nuevas obras. Una estrategia que buscó optimizar la táctica de compras y adquirir piezas que permitieran cumplir con el objetivo de ilustrar paulatinamente el desarrollo del arte.

Según Carolina Ponce de León, “conformar una colección es, sin embargo, una actividad hasta cierto punto aleatoria: depende en gran medida de las oportunidades que ofrece el mercado y por ello se hace difícil llenar sistemáticamente los vacíos que presenta. (…) En el caso de la Colección de Arte del Banco de la República de Colombia se tiende hacia tres frentes principalmente: el primero, completar el acervo de obras del siglo XIX. Siguiendo este propósito se adquirieron acuarelas costumbristas de Ramón Torres Méndez, miniaturas de José María Espinosa, así como obra gráfica de Alberto Urdaneta. (…) El segundo frente, son las creaciones del siglo XX que revisten un interés histórico y artístico. Por ejemplo, la decisión de incluir a Débora Arango, Darío Jiménez o José Rodriguez Acevedo, artistas que en su momento no tuvieron un reconocimiento equivalente a su mérito artístico. (…) El tercer frente lo conforman las obras de artistas de generaciones más recientes, que entre otros, se han ido nutriendo con las obras de los participantes del programa Nuevos Nombres.” (Carolina Ponce de León. Antología obras de la colección permanente. Banco de la República de Colombia, 1990)

La donación Botero

Otro de los factores que ha permitido incrementar el número de obras han sido las donaciones hechas por coleccionistas privados; la más generosa sin duda alguna, la del artista antioqueño Fernando Botero en el año 2000: 123 obras de su propia autoría y 85 de artistas internacionales. Estas piezas, expuestas de forma permanente en el Museo Botero, dan una idea muy completa de la evolución de la pintura y la escultura modernas, siendo la obra más antigua Gitane au tambourin (anterior a 1862) de Camille Corot y la más reciente, el gran óleo de Barceló (1998). Una colección que reúne a artistas tan destacados como Picasso, Leger, Renoir, Monet, Dalí, Giacometti, Beckmann, Freud, Calder y Bacon.

Una colección que trasciende fronteras

Según Miguel Urrutia Montoya, Gerente general del Banco de la República de Colombia entre 1993 y 2004, "en los últimos años se ha logrado adquirir obras internacionales que acentúan la representatividad de la Colección de Arte. Entre ellas se encuentran un Amelia Peláez, un Xul Solar, dos Morandi, una donación de seis paisajes del siglo XVIII, varias xilografías japonesas, dos paisajes de Jan Van Kessel y un Le Parc.” (Miguel Urrutia Montoya. Arte Internacional Colección del Banco de la República de Colombia. Villegas Editores, 2004). Así como una colección de dibujos que abarca desde el Renacimiento hasta Derain y Tobey, y obras de formato pequeño de Klee y Kandisky.

El montaje actual

Con la intervención de cinco curadores externos y el equipo técnico de sus Museos, el Banco de la República de Colombia presenta el nuevo montaje de su Colección de Arte. La propuesta propicia diálogos entre la plástica colombiana y la internacional, al tiempo que confronta obras de distintos periodos históricos a fin de establecer diversas relaciones temáticas y estéticas entre ellas. Las 16 salas, que exhiben más de 600 obras de artistas que datan del siglo XV al XXI, abren al público el 26 de julio de 2013. La entrada es gratuita.

El cambio sustancial radica en la forma en que se presentará la Colección de Arte: en adelante serán cinco curadurías independientes, en las cuales obras colombianas, latinoamericanas e internacionales interactúan a fin de abordar los momentos históricos más representativos de la Colección. Para esto se convocó a algunos de los investigadores más sobresalientes del panorama artístico local: Beatriz González, Jaime Borja, Álvaro Medina, Carmen María Jaramillo, Sylvia Suárez, Carolina Ponce de León y Santiago Rueda Fajardo.

Así, por ejemplo, paisajes del francés Paul Gaugin y el colombiano Andrés de Santa María se contraponen a la idea contemporánea de paisaje del brasilero Vik Muniz; o la serie colonial de retratos de monjas coronadas se contrastan con el Homenaje a Santa Teresa (2009) de la performer serbia Marina Abramovic.

La primera curaduría recorre los siglos XVI al XVIII y enfatiza la relación de la América colonial con el mundo. Una investigación del historiador Jaime Borja que, entre otras obras, incluye Madona con Niño de Giovanni Francesco Maineri de 1497, la obra más antigua del nuevo montaje.

En julio de 2013, en el marco de las conmemoraciones de los 90 años del Banco de la República de Colombia, abren las curadurías de la artista e investigadora Beatriz Gónzalez sobre el siglo XIX; la del investigador Álvaro Medina, que abarca la producción artística de 1910 a 1940; y una propuesta conjunta de las historiadoras del arte Carmen María Jaramillo y Sylvia Suárez que indaga la producción de 1950 a 1980.

Finalmente en los últimos meses de 2013 es abierta al pública la última de las curadurías, dedicada al arte joven (1980 - primeros años del siglo XXI), a cargo de los investigadores Carolina Ponce de León y Santiago Rueda. Esta se exhibe en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

Otro de los cambios sustanciales radica en el número de obras expuestas: se pasó de las 280 que contemplaba el montaje anterior, a más de 800 piezas y cerca de 250 artistas en exhibición. Los formatos incluyen pintura, escultura, dibujos, grabado, fotografía, vídeo e instalaciones.

El nuevo montaje reúne un conjunto considerable de piezas históricas y representativas del arte colombiano, por ende a buena parte de los artistas más importantes de todas las épocas: Gregorio Vásquez de Arce (1638–1711), José Maria Espinosa(1796-1883), Ramón Torres Méndez (1809-1885), Andrés de Santa Maria (1860-1945), Alejandro Obregón (1920-1992), Enrique Grau (1920-2004), Fernando Botero (1932), Eduardo Ramírez Villamizar (1922-2004), Miguel Ángel Rojas (1946), Luis Caballero (1943-1995), Bernardo Salcedo (1939-2007), Antonio Caro(1950), Oscar Muñoz (1951), entre otros.

A nivel internacional cabe destacar artistas de la talla de: Jan Brueghel (llamado, "el joven") (1601-1678), Paul Gauguin (1848-1903), Pedro Figari (1861-1938), Armando Reverón(1889-1954), Rufino Tamayo(1899-1991), Joaquín Torres García (1874-1949), David Alfaro Siqueiro (1896-1974), Julio Alpuy (1919-2009), Wilfredo Lam (1902-1982), Julio Le Parc (1928), Jesús Rafael Soto (1923-2005), Carlos Cruz Díez (1923), Gyula Kosice (1924), Chuck Close (1940), Vik Muniz (1961), Marina Abramović (1946), entre otros.

La exposición permanente

La exposición permanente de la Colección de Arte del Banco de la República

Desde 1994 una selección de obras de la Colección se exhibe de forma permanente en algunas salas de la Casa de Moneda. Según la Sub-gerente cultural del Banco de la República de Colombia a comienzos del siglo XXI, Ángela María Pérez Mejía, “a lo largo de 50 años, el Banco ha logrado consolidar un acervo de más de 5000 obras de arte en todos los medios: pintura, escultura, dibujos, grabado, fotografía, libros de artista y más recientemente video e instalaciones.” (Ángela María Pérez Mejía. 50 años de arte en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Banco de la República, 2007)

Los primeros tiempos modernos

La sala “Los primeros tiempos modernos”, de la Colección de arte del Banco de la República, recoge obras de arte de los siglos XVI al XVIII. A través de ellas se han querido mostrar los rasgos de modernidad que conservan las obras coloniales, así como sus remanentes en el arte moderno y contemporáneo. Pese a que la mayor parte de la cultura visual colonial desarrolló temas religiosos, la elección de los mismos revela aspectos de la vida colonial. El pintor, como institución de visualización y observador de su sociedad, también narraba aquello que afectaba su orden social. Las expresiones artísticas estaban orientadas a cumplir una función específica dentro de la sociedad. Este es el sentido de los títulos temáticos al interior de la sala, pues el arte enseñaba aspectos centrales de la doctrina o del dogma cristiano y proporcionaba pautas para el ordenamiento de la sociedad. Así como el arte pretendía conmover los sentimientos del devoto, también apoyaba la redención individual o mostraba formas de mortificar el cuerpo.

La sala se articula alrededor de seis ejes temáticos: La Sagrada Familia, Un arte para enseñar, Un arte para conmover, La vida del martirio, La mortificación, El jardín florido y La pintura del cuerpo social. La selección de obras dispuestas en la sala incluye pinturas, esculturas y grabados. Entre ellas, se encuentran obras de los pintores neogranadinos Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, Joaquín Gutiérrez, Antonio Acero de la Cruz y Victorino García Romero, a quien se le atribuye la serie de las monjas coronadas que también se ha incluido en la exposición. Además, se exponen pinturas de los europeos Jan Van Kessel, Pieter y Jan Brueghel, Jacobo Negretti, Angelino Medoro, Giovanni Battista, entre otros, con las que se contrapone lo que sucedía para la época en Europa con el contexto colonial hispanoamericano. Así, también resalta la presencia de artistas contemporáneos que, desde sus obras, dialogan con la iconografía y contexto de la Colonia, entre ellos, el colombiano Juan Antonio Roda y la serbia Marina Abramovic.

Los temas y problemas que propuso esta primera modernidad no se agotaron ni con las revoluciones francesa e industrial de finales del siglo XVIII, ni con los procesos independentistas de comienzos del siglo XIX en el caso americano. Antes bien, abrieron un catálogo de posibilidades que las modernidades y las artes de los siglos XIX y XX se encargaron de recoger, ampliar y transformar. Con intereses y propuestas distintas, artistas colombianos como Emiliano Villa, Enrique Grau, Fernando Botero, José Alejandro Restrepo, Nadín Ospina, Juan Camilo Uribe, María Villa, Juan Antonio Roda, por mencionar algunos ejemplos, han interpretado esa primera modernidad; un mundo que, al parecer, no ha cambiado mucho. Borja, Jaime (2012). Texto curatorial de la sala "Los primeros tiempos modernos". Colección de arte del Banco de la República, agosto de 2012.

Rupturas y continuidades

Pocas veces en Colombia se ha discutido sobre si el arte se transformó al pasar de la Colonia al siglo XIX o si prevalecieron los sistemas de expresión de la sociedad colonial. Estas posiciones fueron argumentadas por dos críticos de arte colombianos: por una parte, Gabriel Giraldo Jaramillo, quien habla de una "emancipación del arte" a partir de la Independencia: "En cuanto a las bellas artes podemos afirmar que la independencia política trajo consigo una definitiva emancipación pictórica y que a través de la historia artística del siglo XIX no encontramos huella ninguna [sic] de los principios y las normas que orientaron el arte colonial neogranadino".

Eugenio Barney Cabrera, por su parte, solo acepta "simples variantes formales" e "innovaciones técnicas" en el arte, "pero de ninguna manera posturas estéticas antes desconocidas". "Si el pensamiento no varió", dice Barney, "si las costumbres continuaron vigentes, si la estructura socioeconómica tuvo simples modificaciones de superficie, la secuencia cultural debió ser similar a la colonial”. En el presente el debate se ha ampliado a la historiografía colombiana. Eduardo Posada Carbó actualiza la discusión pues considera que es “una concepción de la historia que se impuso aquí desde hace algunas décadas” en la que “toda la jerarquizada estructura de la Colonia habría pasado a la República sin romperse ni mancharse", y añade que "si bien hubo continuidades, la Independencia representó también importantes rupturas con la Colonia: se abrieron espacios políticos y sociales para figuras de origen humilde [...] No es cierto que nada cambió tras la Independencia”. Parafraseando a Posada Carbó, en el arte del siglo XIX se encuentran rupturas y continuidades. Rupturas como el cambio de modelos y temas: a las gentes del pueblo se las retrató como héroes, y continuidades, en particular en los sistemas de expresión. Se habían heredado el oficio de taller y, gracias a la expedición Botánica, la observación de la naturaleza y la técnica de la miniatura. El arte del siglo XIX se inició con buenos augurios: estaba dominado por dibujantes que practicaban el arte –ciencia que le mereció un lugar mundial en esta especialización desde finales en el siglo XVIII y un desarrollo técnico que permitió un cambio en los temas y las alegorías.

¿Es posible que se consideraran pintores menores por estar al servicio de la ciencia? ¿Eran esclavos de la ciencia? ¿Antes eran esclavos de la Iglesia? No importa. Mientras en Europa imperaban el Realismo, el Impresionismo y el Simbolismo, los artistas colombianos recurrieron a estrategias que demuestran evidentes rupturas con el pasado: el grabado, la caricatura, la fotografía, el costumbrismo y el paisaje. Con la presentación de las obras de la colección del siglo XIX del Banco de la República de Colombia se plantean más preguntas que respuestas. Lo importante es establecer qué tan radicales fueron las rupturas y si las continuidades fueron aparentes o reales. Las imágenes hablan. En ellas se identifican escuelas de arte, tendencias, estilos, manos de artesanos, de artistas que despiertan interés y una mirada crítica hacia nuestra historia del arte. González, Beatriz Aranda. Arte del siglo XIX. Curaduría y textos.

La renovación vanguardista

El arte latinoamericano de la última década del siglo XIX consolidó los cánones realistas de corte académico y vio surgir las tempranas audacias de Andrés de Santa María. En el período de 1900 a 1930 convivieron hombro a hombro las corrientes decimonónicas tradicionales y los primeros intentos de liberarse de cánones, de conformidad con las nuevas experiencias de los vanguardismos europeos. El grado de acercamiento a la contemporaneidad del período varió según los países. Argentina, Uruguay, Brasil y México aceptaron de diversos modos las vanguardias, mientras que Colombia fue reticente. La lenta asimilación de las nuevas tendencias es lo que permite hablar de la renovación vanguardista.

Los primeros treinta años del siglo XX estuvieron marcados por el auge del paisaje, un legado que venía de las enseñanzas de los pintores españoles Luis de Llanos y Enrique Recio y Gil, en los talleres que dirigieron en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en la última década del siglo XIX. Roberto Páramo, Jesús María Zamora, Ricardo Borrero Álvarez, Ricardo Moros Urbina y Ricardo Gómez Campuzano se dedicaron desde entonces a captar los más variados rincones del territorio nacional. Si los comparamos con el venezolano Armando Reverón y el uruguayo Pedro Figari, activos en el mismo período, es notorio que los colombianos tendían a ser unos realistas convencionales, no obstante lo cual supieron captar con personalidad la poética del clima tropical montañoso, frío y de cielos bajos en unos casos, pero también la del paisaje llano, cálido y de cielos altos.

Los coleccionistas de la época tuvieron un alto aprecio por las luces del amanecer o atardecer en el trópico que Zamora introducía en sus paisajes, pero también por la sobriedad y la síntesis de Páramo en su empeño por expresar la atmósfera gris y húmeda de la sabana de Bogotá. El gusto por el paisaje fue tan fuerte que a pesar de pertenecer a la generación siguiente, un González Camargo también lo practicó, reinterpretándolo con un sentido plástico fundamentado en el color y la pincelada libres, sin preocupaciones realistas.

El apego a los cánones del siglo XIX es patente en la producción de los artistas antioqueños Marco Tobón Mejía y Francisco A. Cano. Formados en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y luego en París, los dos se distinguieron como dibujantes excelentes y amorosos practicantes del desnudo. Ambos fueron escultores, pero Tobón Mejía se consagró a trabajar exclusivamente en las tres dimensiones, mientras que Cano fue también pintor. Con Tobón el academicismo tuvo en Colombia su último cultor de valía. La actitud se refleja en la nitidez de la figura y su belleza intrínseca, a lo que se añade la perfección técnica en la ejecución de la obra. Medina, Alvaro. Textos y curaduría.

Clásicos, experimentales y radicales

Cuerpo, territorio, ironía, arte, conocimiento, macro y micro-política, son algunos de los asuntos que congregan las distintas constelaciones de obras del periodo histórico comprendido entre 1950 y 1985. Sus autores, junto con otros jóvenes de la época, fueron protagonistas de cambios fundamentales en la vida política, social y cotidiana; sus aportes sembraron la simiente de grandes cambios y las preocupaciones que plantearon continúan vigentes en la producción plástica de las nuevas generaciones. Carmen María Jaramillo y Sylvia Suárez. Curaduría y textos.

Tres décadas de arte en expansión

Esta exposición, conformada por una selección de obras de la Colección Permanente del Banco de la República, ofrece una muestra de arte contemporáneo producido entre 1980 y el presente, con un énfasis en arte colombiano, aunque cuenta también con algunas obras de artistas latinoamericanos y, en menor número, de artistas europeos. Las obras reunidas en esta exposición reflejan la pluralidad del arte contemporáneo en Colombia. Están organizadas en torno a siete categorías: Memoria, Resistencias, Cuerpos, Medios expandidos, Metodologías, Espacios y Geometrías. Estas agrupaciones reflejan algunas de las ideas y prácticas más relevantes del arte contemporáneo colombiano. Como en muchos países de América Latina, el arte moderno en Colombia se sirvió de modelos eurocéntricos con un sentimiento ambiguo de pertenencia cultural a Occidente. No obstante, el filtro unificador del modernismo —en términos genéricos— poco revela sobre la particularidad histórica que implica inventar, extemporáneamente, la modernidad latinoamericana. La aspiración principal consistió en validar un arte autónomo que consolidara tradición, identidad y universalidad. Así, la respuesta de los artistas, durante buena parte de la segunda mitad del siglo xx, fue conciliar el formalismo modernista internacional con los cabos sueltos de una tradición precolombina. Esto ofrecía una solución intermedia que brindaba, a la vez, un sello de autonomía cultural y uno de arraigo internacional. En otras palabras, el proyecto modernista nacional consistió en mitificar el pasado para inventar la utopía del futuro. Esta actitud se mantuvo presente en las ultimas décadas cuando los artistas utilizaron materiales con cierta carga cultural —el maíz, la panela, las maderas nativas— que aludían a una espiritualidad americana, arraigada en la tierra, al fusionarla en obras de carácter minimalista y conceptual. Carolina Ponce de León y Santiago Rueda. Textos y curaduría.

Véase también

Algunos links de interés en la Biblioteca Virtual

Proyecto especial: Una mirada a la Colección de Arte del Banco de la República. Página web que reúne obras de la Colección de Arte del Banco de la República. Este recorrido presenta perspectivas frente a la creación artística que se ubican entre el siglo XVI y comienzos del siglo XXI.

Lea la antología de "Textos sobre la Colección de Arte del Banco de la República". El libro presenta textos breves sobre obras colombianas, entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XXI, que pertenecen a la Colección de Arte del Banco de la República. Además, contiene bibliografía sobre cada uno de los artistas y una selección de citas de críticos sobre las piezas.

Lea el libro "Inicios del Arte Moderno en Colombia", editado por el Banco de la República, y con reseñas sobre Enrique Grau, el aporte de la mujer y de los extranjeros, entre otros.

Consulte la guía de estudio de la exposición "Salón de Arte Moderno: 50 años de arte en la Blaa".

Enlaces Externos

  • [1] Acerca de la Colección de Arte del Banco de la República.
  • [2]Una mirada a la colección - multimedia interactivo.


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